Chrétien de Troyes
Chrétien de Troyes hubo de ser un clérigo de Champaña que ha pasado a la historia como el primer novelista del mundo germánico. A través de la corte de Champaña, del entorno de la condesa María, hija de Luis VII y de Leonor de Aquitania, y gracias a sus contactos con la cultura anglo-normanda, recoge Chrétien la herencia de lo que se ha dado en llamar ‘materia de Bretaña’, o lo que es lo mismo, la leyenda artúrica.
Este marco temático era novedoso hasta cierto punto. Provenía de las Bretallas, tanto de Gran Bretaña como de la Bretaña francesa, y gira en torno a la figura mítica del rey Arturo.
Enromancier o mettre en roman significaba poner por escrito un texto o traducirlo del latín a una lengua vulgar. Con el paso del tiempo, el término pasa a definir un relato u obra de creación original escrito en lengua vulgar que toma y amplía el contenido épico. Chrétien escribió principalmente este tipo de composiciones.
En 1155 Wace, ya en francés, escribe el Roman de Brut. En esta obra aparecen motivos tan celebrados como el de la mesa redonda. Este autor francés dedicará el relato a Leonor de Aquitania, con cuya corte, como decíamos supra, mantuvo relación Chrétien. Se cree que nuestro autor pudo leer la obra de Wace y que, a partir de ese momento, comenzara a desarrollar personalmente el ciclo artúrico.
Chrétien será el encargado de estructurar el universo artúrico, siempre basado en la tradición. Su corpus literario abarca cinco obras.
- La primera de ellas es Erec y Enide, de 1170, en la que se nos cuenta la historia de un caballero que, acompañado de una dama durante sus viajes, hace prometer a esta que permanecerá sin hablar, promesa que ella incumple cada vez que su amado está en peligro.
- Le sigue Cligés, de 1176; quizá la más atípica y la única que rompe el marco artúrico en cierto modo: se trata de una novela bizantina que transcurre en Constantinopla.
- En el periodo que va de 1177 a 1181, escribe dos obras profundamente relacionadas: Yvain o el caballero del león y Lancelot o el caballero de la carreta. La primera nos narra las aventuras del héroe Yvain quien, tras perder el favor de su dama, vaga acompañado de un león cumpliendo aventuras hasta recuperarla. En la segunda, Lanzarote ha de rescatar a la reina Ginebra, raptada por Meleagante. Es especialmente importante porque encontramos en ella claves acerca de la concepción amorosa del autor, que difiere de la que nos ofrece Capellanus en su tratado De amore. Para Chrétien, el amor entre esposos puede existir, cosa que negaba Capellanus, pero la dama puede ser lisonjeada y aceptar el amor de sus pretendientes. Esto explica la relación ‘amorosa’ entre Ginebra y Lanzarote.
- En su última novela, Perceval o el cuento del Grial, cuya fecha oscila entre 1181 y 1190, trata el tema del Grial o Graal.
Rasgos comunes de la obra de Chrétien de Troyes
Podemos señalar una serie de rasgos comunes a todas sus creaciones:
- Chrétien suele dar comienzo a sus obras con un breve prólogo en el que anuncia los acontecimientos o habla del proceso literario. Para él, sus obras y la literatura por extensión, son una belle conjointure, es decir, un conjunto armónico y organizado que contiene con belleza la temática sometida a un sentido global de la composición.
- Siempre se parte de la corte del rey Arturo, reunida para la celebración de una fiesta. La aventura suele desarrollarse en los bosques, que constituyen el paisaje más común. Abundan los elementos fantásticos: anillos que confieren invisibilidad, ungüentos milagrosos…
- El personaje femenino gana algo de protagonismo, como ocurre con Luneta, la criada, en El caballero del león. Mientras tanto, los personajes masculinos suelen presentar unas cualidades arquetípicas que inciden especialmente en la cortesía.
- Se dan referencias a otros ciclos épicos o a otras obras del autor.
- En algunas ocasiones se deja entrever una levísima reivindicación social.
- Por último, uno de los motivos más frecuentes es del ocultamiento de la identidad: Yvain se hace llamar caballero del león y no descubre su verdadera identidad siquiera a sus más allegados.
El judeoespañol
El judeoespañol es uno de los dialectos dependiente del español. Se origina en el siglo XV cuando, en 1492, los Reyes Católicos ordenan la expulsión de los judíos en busca de la unidad religiosa. Este pueblo, expulsado de su hogar, lleva consigo su tradición y su lengua, el español de la época, allá donde llega y lo conservará hasta la actualidad.
El judeoespañol no tiene unidad lingüística ni está estandarizado. Tampoco cuenta con una unidad geográfica: no abarca un espacio continuo y encontramos variedades regionales. No podemos hablar tampoco de unidad histórica, ya que en la emigración de este pueblo se fundieron elementos españoles heterogéneos según la procedencia de los emigrados de León, de Castilla, de Aragón… La variedad oriental que podemos encontrar, por ejemplo, en Israel, ha sido regularmente estudiada en detrimento de otras como pueden ser la que encontramos en el norte de África o en Centroeuropa.
La principal característica de este dialecto es su conservadurismo y su tendencia arcaizante. Wagner reparte el judeoespañol de Oriente en dos grupos: el procedente de Asturias y León, Aragón y Cataluña, establecido en Grecia, Macedonia, Bosnia, Serbia y parte de Bulgaria, y el de Turquía, procedente de las dos Castillas.
Otras denominaciones para este dialecto son judesmo, término con el que se determina la lengua oral; españolit, sefardí o ladino. Este término es ambivalente en la filología románica, ya que puede denominar también el retorromance. También tuvo el significado de ‘lengua de traducción de los textos religiosos del hebreo palabra por palabra’, significado del que derivan los verbos ladinar y enladinar.