El desastre de 1898 supone para España la pérdida de sus últimas colonias (Puerto Rico, Cuba y Filipinas), y el comienzo de una crisis económica y social que marcará el siglo XX. Los intelectuales desarrollan unas corrientes de pensamiento que pretenden renovar la situación política y social y las tendencias artísticas. Un grupo de jóvenes rebeldes preocupados por la estética y enfrentados al Realismo del siglo XIX, reciben el nombre de “modernistas”. La crítica literaria reservó este término para los autores que se orientaron a la frivolidad, el exotismo, el erotismo y la musicalidad. Y creó el de Generación del 98 para los que se ocuparon del problema de España y de los conflictos existenciales. Las características del Modernismo son: el exotismo, el cosmopolitismo y el amor a lo elegante. Recurren continuamente a la mitología, a la referencia a obras de arte y a términos musicales. Se da una mezcla de espiritismo y de erotismo que se manifiesta en la pasión por el misterio y el predominio de los sentidos. Les interesa la liturgia de la religión en sus aspectos externos. Poseen un estilo y un lenguaje propios, llenos de musicalidad y refinamiento. Su léxico es brillante, raro y sugerente, está lleno de metáforas e imágenes. Recurren a nuevos metros y estrofas como el soneto en versos alejandrinos. Su actitud es bohemia porque no se ajustan a las convenciones sociales y también es aristocrática por su búsqueda de la belleza estética. Su dandismo se refleja en el refinamiento y en su carencia de escrúpulos morales.
Manuel Machado mezcla elementos modernistas y románticos con elementos populares y andaluces. A las reflexiones profundas une también la frivolidad, la ironía y el erotismo para crear una poesía muy personal. Su obra principal se titula Alma. Juan Ramón Jiménez parte de una primera etapa modernista con la obra Arias tristes. Su poesía se muestra obsesionada por el paso del tiempo y por la llegada de la muerte. Con el paso del tiempo, su poesía se hace más retórica, pero no excluye los sentimientos. Se considera que los escritores del Grupo del 98 forman una generación por la escasa diferencia de edad que los separa, porque comparten elementos ideológicos, porque publican en fechas cercanas artículos, folletos y libros y porque en ellos influye un hecho histórico generacional, en este caso, el desastre del 98. Su guía es Miguel de Unamuno y poseen un lenguaje sencillo y sobrio. A todos les obsesiona el tema de España y el sentido de la vida. Sus obras presentan rasgos comunes: la novela gira en torno a un único personaje, el proceso de cambio se centra en la mentalidad del protagonista y sustituyen los incidentes por el diálogo.
Miguel de Unamuno aborda en los ensayos la angustia ante la muerte, por ejemplo, en Del sentimiento trágico de la vida, y el problema de España en Vida de Don Quijote y Sancho. También escribe novelas a las que llama “nivolas” para burlarse de quienes las acusan de quebrantar las normas de la novela. En ellas se plantea la respuesta al Existencialismo desde las tres potencias básicas humanas: la razón, el sentimiento y la voluntad. Entre sus novelas destaca San Manuel Bueno, mártir y Niebla donde el protagonista es capaz de enfrentarse al propio autor de la obra porque se considera una marioneta del propio Unamuno. Valle-Inclán pasa por tres etapas: en la primera escribe las Sonatas que suponen la cumbre de la prosa modernista por su visión artística y su musicalidad. La segunda etapa, de transición, presenta el mundo rural gallego en las Comedias bárbaras y en la trilogía de novelas sobre La guerra carlista. El esperpento, en la tercera etapa, se refleja tanto en la novela con la obra El ruedo ibérico como en el teatro con Luces de bohemia.
La comedia costumbrista utiliza personajes populares. Se basa en el tema del amor y aprovecha lo folklórico para conseguir que el pueblo se identifique con la representación. Los hermanos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero presentan una visión tópica de esa Andalucía con su sol, encanto y gracia a la que el público responde con gran entusiasmo, por ejemplo, en la obra Puebla de las mujeres o el genio alegre. Carlos Arniches se especializa en el sainete de costumbres madrileñas, emplea un lenguaje deformado usado por los madrileños e inventa modismos que los propios personajes acogerán como propios, lo que ocurre en El santo de la Isidra; también intentó la llamada tragedia grotesca con la obra La señorita de Trévelez. Alejandro Casona dio a su obra un marcado carácter educativo. Su teatro es de honda raíz poética y recrea la realidad, el sueño y la fantasía, reflexionando acerca de la naturaleza humana. Destacan sus obras Los árboles mueren de pie o Prohibido suicidarse en primavera.
El teatro español de preguerra hubiera resultado de mayor interés si los empresarios se hubieran atrevido a representar obras como Tres sombreros de copa, escrita por Miguel Mihura en 1932, que avanzaba el teatro del absurdo, que luego triunfaría en Europa. Sin embargo, el público no parecía preparado para aceptar la innovación y el riesgo y el criterio comercial se impuso, dejando a la escena española y condenándola en muchas ocasiones a la repetición y a la vulgaridad.
El teatro español de antes de la guerra civil, se mueve entre extremos. El espectador prefiere obras de fácil comprensión, pero hay una serie de dramaturgos que se empeñan en innovar y en oponerse a los modelos vigentes. Será con el teatro de Valle-Inclán y Lorca cuando el teatro español alcance sus más altos niveles desde los siglos de oro. Pero la guerra civil cortará de raíz ese progreso y sumirá al género dramático en una larga crisis de la que aún no se ha recuperado.