El teatro español a partir de 1936
En los inicios del franquismo, España vivió lo que se ha denominado quinquenio negro: una época caracterizada por el hambre, la pobreza, el silencio y el terror de un régimen que arrasó con todos los restos del bando vencido. La posguerra española coincidió además con el estallido de la Segunda Guerra Mundial. En España los tres largos años de guerra civil habían provocado la depauperación del país y el exilio de gran parte de los intelectuales que habían apoyado la República. El triunfo definitivo de las fuerzas franquistas en 1939 sumió el país en un régimen de terror, juicios sumarísimos y ejecuciones que convirtió muchas cunetas en fosas comunes y ha hecho que España siga siendo, el segundo país del mundo por número de personas desaparecidas. El dictador impuso un régimen fascista sostenido por el ejército con la connivencia de la iglesia católica acabó con la libertad de prensa y forzó el exilio o el silencio de miles de intelectuales, profesores, artistas.. Lo cual produjo una terrible ruptura de la vida cultural del país. Tras las primeras décadas de autarquía, en las que España estuvo aislada casi por completo el resto de la comunidad internacional, los años 60 fueron los del desarrollismo. Gracias al turismo y a la emigración se abrió a unas influencias y costumbres y comenzó a recibir de nuevo noticias del extranjero. Cada vez con mayor virulencia las calles, las universidades se convirtieron en escenarios de reivindicaciones sociales, huelgas no autorizadas… La muerte del dictador en 1975 desencadenó un proceso de democratización que, pese a las dificultades, convocó en 1977 las primeras elecciones democráticas desde la guerra y promulgó mediante referéndum,la aún vigente constitución.
El teatro durante el franquismo
La guerra civil dejó un panorama teatral desolador y precario. Muchos intelectuales y trabajadores relacionados con el teatro emigraron a los largo de la contienda. Tan sólo tres dramaturgos de las generaciones anteriores a la guerra continúan estrenando en España tras el conflicto: Benavente y Pemán. A esta situación de vacío se añadieron dos factores sobrevenidos. En primer lugar, los destrozos de la guerra habían dejado inservibles muchos teatros estables. Por otro lado la censura oficial y eclesiástica, fue especialmente estricta con las artes escénicas. En este panorama triunfó un teatro convencional, carente de riesgo y pensado para el entretenimiento de la burguesía triunfante, que asistía a los estrenos para divertirse. Algunas características del teatro son: está concebido como espectáculo de entretenimiento, es conservador, pone en escena los dilemas morales de la vida cotidiana burguesa, se centra en diálogos ingeniosos y muestra escasa penetración psicológica de los personajes.
Renovación del teatro español
Ya desde los años 30 algunos jóvenes escritores habían intentado renovar el panorama teatral mediante un uso inteligente, elegante y moderno del humor. Entre ellos destacó sin duda Enrique Jardiel Poncela. Contradictorio e insatisfecho, se declaraba conservador, aunque su dramaturgia era crítica y revolucionaria en sus formas. Publicó novelas de humor como Amor se escribe sin hache y una de sus obras más innovadoras fue Cuatro corazones con freno y marcha atrás y Eloísa está debajo de un almendro, comedia disparatada en la que mezcla lo detectivesco con locura y amor.
Edgar Neville fue cineasta, humorista y dramaturgo y tuvo un grande éxito con El baile.
Miguel Mihura fue conocido como dibujante, historietista y periodista antes que comediógrafo. Había escrito Tres sombreros de copa, el estilo de la obra es ágil y desenfadado. La ironía, los equívocos y la exageración son empleados con mordaz inteligencia para desenmascarar todas las hipocresías y convenciones absurdas de la vida burguesa. Pese a ello, destaca obras como Maribel y la extraña familia o Ninette y un señor de Murcia.
Dos pasiones colman la vida del asturiano Alejandro Rodríguez Álvarez, conocido como Alejandro Casona, participó activamente en la reforma educativa puesta en marcha por el régimen republicano, una de sus primeras obras de teatro fue La sirena varada que plantea el conflicto entre la fantasía y la realidad. En los años 40 y 50, sus obras más importantes fueron La dama del alba, Los árboles mueren de pie. Su original personificación de la muerte como una dama jóven y con sentimientos humanos de funde magistralmente con el paisaje asturiano y con elementos líricos y del folklore en una historia de hondo calado emotivo y simbólico.
La década de los 50 supuso para España un tímido desbloqueo internacional y el final del racionamiento, pero no terminó con las desigualdades sociales, la represión ideológica ni la censura. El primer aviso lo dieron un grupo de jóvenes universitarios en 1945, al publicar el manifiesto fundacional del grupo Arte nuevo. En él, Alfonso Sastre y Medardo Fraile, entre otros, declaraban el rechazo que les producía el teatro burgués de su época. Buero Vallejo, de quien ahora hablaremos medió en la polémica defendiendo un teatro lo más arriesgado posible, pero no temerario algunas características del teatro de Buero es la denuncia mediante un lenguaje escénico simbólico de la situación social impuesta por la dictadura franquista, ambientación sórdida y degradada, personajes marcados por frustraciones, elocuentes referencias al pacto de silencio de la sociedad española de posguerra y el uso del teatro histórico como espejo en el que analizar la época contemporánea. Y entre sus obras destaca Historia de una escalera. La obra estrenada presentaba un buen conjunto de novedades tanto técnicas como temáticas, su espacio escénico reproducía un tramo de escaleras de un edificio de vecinos, y no el consabido salón burgués, los personajes era gente trabajadora. En cuanto a la historia, cuenta las vidas de tres generaciones de vecinos de una misma escalera. Así, mediante símbolos y metáforas de inmovilismo y decepción, el autor logró mostrar la verdad de la época sin que la censura supiese cómo actuar contra él.