El Teatro Español de Posguerra: Renovación y Resistencia

Contexto de la Posguerra

El teatro fue el género más desfavorecido durante la posguerra española. La renovación dramática iniciada por Ramón María del Valle Inclán y Federico García Lorca se vio truncada por la contienda, ya que los grandes dramaturgos habían muerto o se habían exiliado. A la ausencia de figuras innovadoras se sumaron la férrea censura, el control político, los intereses de los empresarios dueños de los teatros y los gustos del público burgués.

En esta época, pueden reconocerse etapas y tendencias paralelas a las que se dieron en la novela y en la poesía. Durante los años 40 y 50 prevaleció la continuación de las tendencias más tradicionales, pero se advierte la búsqueda de otros caminos, entre los que destaca el teatro existencial. Ya en la década de los 50 aparece un teatro realista y social, con propósitos de denuncia hasta donde toleraba la censura. En los años 60 y 70 se producirán intentos de experimentación, manteniendo la carga crítica. La llegada de la democracia, a partir de 1975, eliminó buena parte de los obstáculos mencionados.

Teatro de Evasións y Propaganda (Años 40 y 50)

El teatro de la primera posguerra cumplió básicamente dos funciones: entretener al público y transmitir ideología. Se estrenaron obras que exaltaban los valores de los vencedores y se programaron autores clásicos como Calderón, Lope o Zorrilla.

En toda esta producción se pueden señalar diferentes tendencias, como la comedia burguesa, en la línea del teatro benaventino. Algunos de los autores más relevantes fueron Joaquín Calvo Sotelo (Una muchachita de Valladolid y La muralla) o Víctor Ruiz Iriarte (El puente de los suicidas).

Otra de las tendencias de la época fue el teatro de humor, en el que destacan dos autores: Enrique Jardiel Poncela y Miguel Mihura.

Jardiel Poncela apostó por un teatro donde lo inverosímil, lo original y lo absurdo se opone a lo cotidiano y a lo convencional. Obras suyas son Eloisa está debajo de un almendro y Los ladrones somos gente honrada.

Miguel Mihura creó una nueva forma de abordar el humor, en la que se combinan el absurdo y la reflexión existencial, con lo que pretende denunciar la estupidez y los convencionalismos sociales. Su obra más conocida es Tres sombreros de copa. A ella se suman Maribel y la extraña familia o Ninette y un señor de Murcia.

Teatro Innovador en el Exilio

En esta primera etapa hubo también un teatro renovador anterior a la guerra, que se vio interrumpido por las circunstancias históricas. A partir de 1940 destacan dos autores en este teatro innovador, aunque los dos se encuentran entre los españoles del exilio: Alejandro Casona y Max Aub.

El teatro de Casona se caracteriza por el conflicto entre realidad y fantasía, y la presencia de personajes alegóricos. Entre sus obras destacan La dama del alba y La barca sin pescador.

Max Aub, por otra parte, en Morir por cerrar los ojos señala que no se pueden cerrar los ojos ante el avance de un régimen dictatorial por temor.

Realismo Social y Teatro de Denuncia (Años 50 y 60)

En los años cincuenta surge en España un teatro comprometido con la realidad social y política del país, que oscila entre dos polos: el posibilismo de Antonio Buero Vallejo y el teatro de agitación política y social de Alfonso Sastre. Dos fechas resultan claves: 1949, con el estreno de Historia de una escalera, de Buero Vallejo, y 1953, en que se representa Escuadra hacia la muerte, de Alfonso Sastre. Con ellas nació una corriente realista que es lo más destacable de la década siguiente, y que se extiende más allá de los años 70.

En el teatro de Buero Vallejo se inscriben tragedias caracterizadas por el uso de personajes históricos para reflexionar sobre el presente (El sueño de la razón), la presencia de elementos simbólicos (la ceguera en El concierto de San Ovidio) y efectos de inmersión (La Fundación), que pretenden que el espectador tome conciencia de la trágica condición del ser humano, así como de la realidad de la época, marcada por la miseria, la ignorancia, la corrupción moral y la falta de libertad.

Por su parte, Alfonso Sastre formó el Teatro de Agitación Social. Sus dramas contienen, de manera más explícita, una denuncia de las injusticias sociales y de la situación política de España. Entre sus obras destacan La sangre y la ceniza y La taberna fantástica.

A lo largo de la década de los sesenta, un grupo de autores jóvenes, siguiendo los planteamientos realistas iniciados por Buero y Sastre, ofrece una propuesta teatral caracterizada por una clara actitud de denuncia de las injusticias sociales y de la alienación del individuo. Temas frecuentes en estos dramas son la intolerancia, la insolidaridad, la explotación de los trabajadores, la pobreza o el desarraigo de los personajes. Algunas de las obras más representativas de este grupo son las siguientes: Los inocentes de la Moncloa (1960), de Rodríguez Méndez; La madriguera, de Rodríguez Buded; El tintero, de Carlos Muñiz; La camisa, de Lauro Olmo.

Este teatro tuvo muchas dificultades para ser representado a causa de la censura y la falta de apoyo de los empresarios teatrales y de los espectadores.

Teatro Experimental y de Vanguardia (Años 60 y 70)

En la década de los sesenta también surge un teatro renovador y experimentalista, influido por el surrealismo, el teatro del absurdo y el teatro de la crueldad. En él pierde importancia la acción y el texto literario en favor de los elementos del lenguaje escénico: la luz, la expresión corporal, la escenografía, el sonido, el vestuario, etc. La farsa alegórica, lo grotesco, el absurdo, la deshumanización de los personajes, la crítica social y el uso de la parábola que critica el régimen franquista son características habituales en este tipo de obras.

Entre los autores de esta corriente, podemos señalar a Fernando Arrabal y Francisco Nieva. Las obras del primero podrían situarse entre el esperpento, el surrealismo y el teatro del absurdo, y podemos destacar El cementerio de automóviles o Pic-Nic. Arrabal es el creador del llamado “teatro pánico”. Los temas más frecuentes en sus obras son la sexualidad, la religión, la política, el amor y la muerte.

Francisco Nieva, según él mismo, escribió tres tipos de teatro: teatro furioso (Pelo de tormenta), teatro de farsa y calamidad (Malditas sean Coronada y sus hijas), y teatro de crónica y estampa (Sombra y quimera de Larra). Nieva defiende la idea de un teatro liberador, cuya finalidad es mostrar la esencia del hombre.

Teatro Independiente

También hay que destacar la aparición, desde 1965, de innumerables grupos y compañías de teatro independiente que se rebelan contra el teatro comercial. Son compañías estables que potencian el elemento coreográfico, plástico, mímico o musical, tanto como el literario, lo que disminuye la presencia del autor tradicional: Tábano, La Cuadra, La Cubana, Els Comediants o Teatro Universitario de Murcia.