El teatro y la poesía en la España del siglo XX

El teatro de los años cuarenta: la comedia burguesa, el teatro cómico (Enrique Jardiel Poncela y Miguel Mihura)

Tras la Guerra Civil, la situación teatral en España es poco alentadora. Valle-Inclán, Unamuno o Lorca habían muerto, desapareciendo con ellos los intentos de renovación en la escena. Otros se habían exiliado. Jacinto Benavente es el único dramaturgo de éxito de la generación anterior que sigue triunfando en España, pero su teatro se pliega por completo a las nuevas exigencias del bando victorioso, perdiendo en capacidad dramática.

Hasta 1949, año en que Antonio Buero Vallejo pone en escena Historia de una escalera

En los teatros españoles se estrenan obras dirigidas a un público burgués que entiende la escena como evasión. Es cierto que la censura no permitía más, pero en otras ocasiones la ideología de los autores, su concesión al escapismo o su deseo de agradar al público evitan cualquier otra fórmula dramática.

Dentro de España, en la primera posguerra, se escribe un tipo de teatro que intenta evitar el enfrentamiento con la realidad social de su tiempo, refugiándose en la ilusión para compensar las limitaciones y amarguras de la vida. Utiliza el humor como fórmula superadora de conflictos.

Destacaron Edgar Neville, José López Rubio y Víctor Ruiz Iriarte, pero, sobre todo, Enrique Jardiel Poncela y Miguel Mihura.

ENRIQUE JARDIEL PONCELA

Había estrenado su primera obra en 1927 y trabajado como guionista en Hollywood. Es un genuino dramaturgo del humor, pero de un humor inteligente e irónico con el que muestra su concepción del mundo. Se basa sobre todo en la irrealidad, en lo inverosímil, absurdo, anticonvencional o excéntrico. En sus obras, no siempre comprendidas por el público y la crítica, combina el humor del lenguaje y el de las situaciones. A veces se le achaca falta de profundidad y exceso de enredo en el conflicto, pero su teatro ocupa un lugar fundamental. Algunas de sus obras más conocidas son: Cuatro corazones con freno y marcha atrás (1936), Eloísa está debajo de un almendro (1940) o Los ladrones somos gente honrada (1941).

MIGUEL MIHURA

Como Jardiel, basa también su teatro en lo absurdo e ilógico. Parte de su obra, sin embargo, se caracteriza por una mayor hondura humana, una preocupación existencial, una intención crítica y una carga social. El humor de Mihura no busca solo entretener, también hacer reflexionar. Más tarde, su teatro es más convencional: sus obras abandonan la denuncia social y hacen mayores concesiones a un público que quiere sobre todo divertirse. Su obra más relevante es de la primera época: Tres sombreros de copa. La escribe en 1936, dentro de las vanguardias. No se estrena, sin embargo, hasta 1952 por una compañía de teatro universitario. Mihura enfrenta un mundo burgués a otro más rebelde y bohemio. Vence el primero y fracasa el amor. De la segunda época son obras como Melocotón en almíbar (1958), Maribel y la extraña familia (1959) o Ninette y un señor de Murcia (1964).

EL REALISMO SOCIAL DE LOS AÑOS CINCUENTA: ANTONIO BUERO VALLEJO Y ALFONSO SASTRE

En la década de los 50 comienza a aparecer una nueva generación de dramaturgos que, al igual que en la poesía y en la novela, intenta llevar a sus obras la denuncia de la realidad que les rodea. Por todo ello podemos hablar de un teatro visible, el que accede a los escenarios, y un teatro soterrado, que intentaba responder a nuevas exigencias sociales o estéticas y que apenas logró mostrarse.

Con Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo nació el drama realista

Cuyos temas son los característicos de la literatura social: abordan problemas como la burocracia deshumanizada y la esclavitud del trabajador (El tintero, de Carlos Muñiz), las angustias de los jóvenes (Los inocentes de la Moncloa, de Rodríguez Méndez), la situación de los obreros que se ven obligados a emigrar…o a soñar con las quinielas (La camisa, de Lauro Olmo), la brutalidad de la ignorancia (Las salvajes en Puente San Gil, de Martín Recuerda). Lo común es, pues, la injusticia social y la alienación del hombre. Y la actitud de los autores será de testimonio o de protesta (con las limitaciones propias de la censura).

Como la censura es especialmente activa con el teatro, no todas las piezas pueden estrenarse, o no abiertamente, por lo que se abren dos vías: la posibilista (representada por Buero Vallejo) y que pretende llevar las obras a escena aunque para ello tenga que realizar cambios; y la no posibilista (liderada por Alfonso Sastre), que se niega a estrenar obras si no se respetan en su totalidad crítica.

En cuanto a la técnica teatral, es por lo general un teatro realista, con recursos propios del sainete y ciertos rasgos tomados del esperpento, o cierto simbolismo de aire kafkiano, según de qué autor se trate. Las puestas en escena se caracterizan por la complejidad de los espacios escénicos, y los personajes, seres también complejos, luchan por defender sus ideales.

ANTONIO BUERO VALLEJO

Es el autor dramático español más importante de la segunda mitad del siglo XX. Desde Historia de una escalera hasta el estreno en 1999 de su última obra, Misión al pueblo desierto, lleva a escena, durante la dictadura en circunstancias difíciles, unas treinta obras con gran aceptación de crítica y de público.

Primera etapa: enfoque existencial, con una técnica teatral realista: Historia de una escalera, En la ardiente oscuridad, Hoy es fiesta

Segunda etapa: enfoque social y ético, con una técnica teatral más compleja (efectos de inmersión, escenarios múltiples y simbolistas, etc.). Escribe dramas simbólicos, de fondo histórico, en los que se vale del pasado para reflexionar sobre el presente: Un soñador para un pueblo, Las Meninas, El concierto de San Ovidio o El tragaluz

Tercera etapa: contenidos sociales y políticos más explícitos, con incorporación de experimentos escénicos: La doble historia del doctor Valmy, La Fundación o La detonación

En conjunto, podríamos estructurar su teatro como sigue:

  • Obras en que presenta la sociedad y realidad españolas (crítica y denuncia): Historia de una escalera (1949), Hoy es fiesta (1956), Las cartas boca abajo (1957), El tragaluz (1967)
  • Obras de corte simbólico: En la ardiente oscuridad (1950), La tejedora de sueños (1952), Casi un cuento de hadas (1953), La fundación (1974)
  • Obras de fondo histórico: Un soñador para un pueblo (1958), sobre el motín de Esquilache; Las Meninas (1960), sobre Velázquez; El concierto de San Ovidio (1962), situada en el siglo XVIII, en París; El sueño de la razón (1970), sobre Goya; La detonación (1977), sobre Larra

Su teatro está dotado de un fuerte sentido trágico. Independientemente del tipo de obra, Buero lleva a escena su reflexión y su compromiso ético con el hombre y con la sociedad española de su tiempo. No importa que adopte una vía más directa o inmediata, más simbólica, mítica o alegórica o que, a modo de distanciamiento histórico, sitúe en el pasado la acción y los personajes. En los dos últimos casos (obras simbólicas, obras con fondo histórico), quizás también con la intención de poder burlar mejor la censura.

ALFONSO SASTRE

Uno de los autores políticamente más comprometidos de la literatura española, durante la dictadura tuvo obstáculos para representar sus obras, que mostraban una sátira directa, encarnada en personajes y acciones irrealistas y simbólicas. En 1953 consigue estrenar su primera obra, Escuadra hacia la muerte, la historia de unos soldados que, abocados a una muerte absurda, se rebelan contra la autoridad. Es una obra cargada de humorismo agrio. A partir de 1965 escribe lo que denomina “tragedias complejas”, entre las que destaca La taberna mágica.

TEATRO DESDE LOS AÑOS SESENTA HASTA 1975: TEATRO COMERCIAL, TEATRO SOCIAL, TEATRO EXPERIMENTAL (FERNANDO ARRABAL Y FRANCISCO NIEVA…)

Como había ocurrido en poesía y en novela, en la década de los 60, sobre todo al final, nuevos y jóvenes dramaturgos ensayan una renovación de la expresión dramática. Se supera el realismo y se asimilan corrientes experimentales del teatro extranjero, desde el teatro del absurdo a las propuestas más avanzadas. También es importante la recuperación, en grupos no profesionales primero, de los grandes innovadores del teatro del primer tercio del siglo XX: es en esta década cuando por fin pueden estrenarse los esperpentos y obras teatrales de Valle-Inclán.

LA POESÍA DURANTE LA GUERRA CIVIL (MIGUEL HERNÁNDEZ). LA POESÍA EN LOS AÑOS CUARENTA: POESÍA ARRAIGADA (LUIS ROSALES) Y POESÍA DESARRAIGADA (DÁMASO ALONSO)

El compromiso cívico con la realidad conflictiva del momento se manifiesta en la tendencia de la poesía social y política. Durante la Guerra Civil, algunos poetas adoptan posturas muy activas a favor de la causa republicana, contribuyendo con combativos poemas a la creación de un cancionero y romancero de guerra.

MIGUEL HERNÁNDEZ

Denominado “genial epígono” de la Generación del 27. Muy significado políticamente durante la República y la Guerra Civil, fue encarcelado al acabar la contienda en la cárcel de Alicante, donde murió enfermo con solo 32 años. Durante su estancia en prisión escribió algunos de sus poemas más emotivos, los dedicados a su hijo recién nacido, entre los que destaca “Las nanas de la cebolla”.

LA POESÍA SOCIAL EN LOS AÑOS 50: GABRIEL CELAYA Y BLAS DE OTERO

Durante los años cincuenta las circunstancias sociales y políticas empiezan a cambiar gracias al reconocimiento internacional del régimen de Franco y la ayuda económica de otras naciones, que traerá consigo un incipiente desarrollo industrial y una mayor apertura de las costumbres. En este nuevo contexto sociopolítico se crea la necesidad de dar testimonio de la situación de España a través de la literatura de compromiso.

La publicación en 1955 de Cantos Iberos, de Gabriel Celaya, y Pido la paz y la palabra, de Blas de Otero marcará el comienzo de esta tendencia, que llega hasta los años sesenta.

La poesía en los sesenta y primeros setenta: la Generación del 50 (José Ángel Valente y Jaime Gil de Biedma) y los Novísimos o generación del 68.

GENERACIÓN DEL 50.

Hacia 1955 comienzan a percibirse algunos cambios en el panorama poético español. El despegue económico y la elevación del nivel de vida en los sesenta provocan una actitud de conformismo social que hace que los poetas comprometidos de los cincuenta pierdan la esperanza en la poesía como instrumento para cambiar la realidad.

NOVÍSIMOS O GENERACIÓN DEL 68.

Hacia mediados de la década de los sesenta vuelve a cambiar el rumbo de la poesía española. Un grupo de jóvenes poetas, nacidos entre 1939 y principios de los cincuenta, manifiesta una actitud de ruptura con la estética anterior. Estos autores comienzan su actividad en pleno desarrollo económico: se han formado en una situación de mayor apertura internacional, por lo que han podido leer la obra de escritores extranjeros y están influidos por los medios de comunicación de masas. Son los llamados novísimos, cuyos planteamientos estéticos son los dominantes desde 1966 hasta 1985, aunque algunos evolucionaron de forma más personal a partir de 1975.