Blas de Otero
Blas de Otero es el poeta más importante de la época. La evolución de su obra refleja la evolución mayoritaria de la poesía española de posguerra, con un primer período marcadamente intimista y existencialista y una segunda etapa comprometida y social, en los años 50.
Etapa Intimista y Existencialista
Su primera etapa existencialista expresa la búsqueda angustiosa de Dios, del amor y del sentido de la existencia. Formalmente se caracteriza por el uso de estrofas clásicas (Ángel fieramente humano, 1949).
Etapa Comprometida y Social
Blas de Otero evoluciona en los años 50 hacia la poesía social, de compromiso con los problemas colectivos, dejando de lado las angustias personales. Con Pido la paz y la palabra (1955), el poeta se expresa con un lenguaje directo, coloquial y alejado de todo esteticismo, en el que prima el mensaje directo sobre la forma. La palabra adquiere un valor estético y sobre todo, ético, pues sirve para denunciar el dolor y la injusticia.
Jaime Gil de Biedma
Jaime Gil de Biedma es el poeta más influyente de esta generación. Al igual que en los demás poetas de la promoción del medio siglo, la experiencia tiñe toda su poesía. El propio Gil de Biedma afirmó que los dos temas principales de su poesía eran “el paso del tiempo y yo”.
Temas Recurrentes
- El paso del tiempo
- El yo poético
- El amor erótico y sensual
Otro de los grandes temas de su poesía es el amor, en su vertiente erótica más audaz y sensual, que rechaza la moral convencional burguesa. En su poesía crea, como mecanismo distanciador, un personaje llamado Jaime Gil de Biedma, con el que mantiene una relación conflictiva (“Contra Jaime Gil de Biedma”) y al que termina matando (“Después de la muerte de Jaime Gil de Biedma”). Es también característico de su estilo el uso de la ironía para abordar sus propios sentimientos o la crítica a las convenciones morales y sociales de su tiempo.
Obra Breve y Significativa
La obra de Gil de Biedma se caracteriza por su brevedad. En 1975 reunió toda su obra poética -en total 175 páginas- en el volumen final Las personas del verbo, que supone un punto de inflexión en su obra, en la que se enfrenta al paso del tiempo con amargura, escepticismo y pesimismo.
Carmen Laforet
Carmen Laforet ganó, con 23 años, la 1ª edición del Premio Nadal con su novela Nada, que obtuvo un enorme éxito de público y de crítica. La novela sigue el itinerario de la joven Andrea, que recién terminada la Guerra Civil española se traslada a Barcelona, cargada de ilusiones y dispuesta a emprender sus estudios universitarios. Sus ansias juveniles y sus expectativas chocan con el mundo gris, cargado de violencia, que representan su abuela y sus tíos que la acogen en su casa. Sin embargo, en la universidad conoce a Ena, que desempeñará un papel importante en su vida, pues con ella aprenderá lo que el mundo exterior puede ofrecer.
Producción Literaria
La producción literaria de la escritora no es muy amplia.
- En 1950 publicó La isla y los demonios, novela ambientada en Canarias, donde se había criado.
- En 1955, La mujer nueva, que refleja sus propias experiencias religiosas, y que tiene como tema central la fe de la protagonista, Paulina, una mujer que pasa de criticar a la Iglesia a practicar la religión católica.
- Siguió, en 1963, La insolación, primer volumen de la trilogía Tres pasos fuera del tiempo, de la que no llegó a publicar los otros dos tomos.
También escribió novelas cortas, libros de cuentos y narraciones de viaje. Casi toda su obra gira en torno a un mismo tema central: el enfrentamiento entre el idealismo juvenil y la mediocridad del entorno.
Miguel Delibes
Miguel Delibes se incorpora a la tendencia con Cinco horas con Mario (1966): narrador en 2ª persona, tiempo reducido, retrospecciones. A través de un largo soliloquio, la obra narra los recuerdos y reflexiones de una viuda ante el féretro de su marido durante las cinco horas en las que vela a solas su cadáver. Parábola del náufrago (1969) es su obra más experimental, en la que altera el orden lingüístico tradicional, jugando con los signos de puntuación y la tipografía.
La Novela Española de los Años 40: El Realismo Existencialista
Tras la Guerra Civil y el comienzo de la dictadura, el aislamiento cultural, la censura y las duras condiciones materiales de la posguerra condicionan la evolución de la narrativa española. En los años 40 se produce una vuelta al realismo tradicional y la defensa de los valores ideológicos de los vencedores. Triunfa también la novela de humor evasivo, ajena a cualquier perspectiva crítica de la realidad.
Obras Destacadas
A lo largo de los años 40, se publican tres obras que se alejan de estas tendencias y marcan el camino de una nueva narrativa que fijará su atención en la realidad inmediata:
- La familia de Pascual Duarte (1942), de Camilo José Cela
- Nada (1945), de Carmen Laforet
- La sombra del ciprés es alargada (1947), de Miguel Delibes.
Las tres comparten un tono sombrío y existencial, que contrasta con el tono triunfalista o evasivo de las corrientes dominantes. Plantean temas como la amargura de la vida cotidiana, la frustración, la soledad o la muerte. Sus protagonistas son seres desarraigados, desorientados o marginales, que reflejan, desde una perspectiva pesimista y existencial, la miseria moral y material de la posguerra española.
La Novela Social de los Años 50
Miguel Delibes aborda también con El camino (1950), la representación crítica de la realidad, aunque con técnicas narrativas más tradicionales. Ambientada en el medio rural, Delibes trata un tema frecuente en la literatura y en la vida de la España de la posguerra: la emigración del campo a la ciudad. En 1959, La hoja roja, describirá la soledad e incomunicación de un jubilado y critica la sociedad que conduce a ese aislamiento.
La novela social propiamente dicha será desarrollada, a partir de 1954, por otros autores, la Generación del 50: Ana María Matute o Sánchez Ferlosio. Se han señalado dos tendencias en la narrativa social:
Realismo Objetivo
Mediante el conductismo o “behaviorismo”, el narrador-cámara se limita a reproducir la conducta externa de los personajes, de forma que sea un lector activo quien complete la información que no se le ofrece. La acción, generalmente escasa, se desarrolla a través de abundantes diálogos, que incorporan muchos rasgos del habla coloquial. La novela objetivista más importante es El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio.
Realismo Crítico
En muchos casos, los autores de esta corriente manifiestan expresamente su compromiso ideológico, presentando una visión parcial de la realidad para subrayar la injusticia social. La mayoría evita cualquier complicación estilística: la narración suele ser lineal, las descripciones sencillas, el estilo simple y comprensible. Los protagonistas son colectivos o, si son individuales, generalmente representan a un grupo social, a veces demasiado planos (el obrero explotado, el campesino esclavizado y el patrón o el terrateniente sin escrúpulos). El tiempo suele ser reducido y el espacio suele estar concentrado (una casa, una fábrica, una aldea, un barrio). Hay novelas de ambientación urbana (La noria, de Luis Romero, Central eléctrica, de López Pacheco), de ambientación rural (La zanja, de Alfonso Grosso, Dos días de septiembre, Caballero Bonald) o que critican los valores burgueses (Juego de manos, de Juan Goitisolo, Entre visillos, de Carmen Martín Gaite).
La Narrativa Renovadora y Experimentalista (1962-1975)
A principios de la década de los sesenta se produce el agotamiento del Realismo Social y se generaliza la renovación de las técnicas narrativas, impulsada por la difusión de los grandes novelistas que transformaron el género en el siglo XX (Marcel Proust, James Joyce, Kafka, o William Faulkner) y de los autores del boom de la narrativa hispanoamericana: Julio Cortázar, García Márquez o Vargas Llosa.