El Castellano: Origen y Evolución
Los Orígenes del Castellano
El dialecto románico castellano se expandió con la Reconquista hacia el sur, este y oeste de la Península hasta convertirse en la lengua de España e Hispanoamérica. El Condado de Castilla se unificó en los siglos IX y X bajo Fernán González, dando origen al Reino de Castilla en el siglo XI. El dialecto romance castellano surgió en el Alto Ebro, reflejando la evolución del latín vulgar y oral, como se ve en los Cartularios de Valpuesta del siglo IX. Las Glosas Silenses y Emilianenses del siglo X también muestran los inicios del castellano, con anotaciones marginales en latín que clarifican su significado. La unión política de los reinos de Castilla y León en los siglos XII y XIII impulsó la expansión del romance castellano, desplazando a otros dialectos. La influencia de la lengua vasca también fue importante en la formación del castellano. El Cantar de mio Cid, del siglo XII, es considerado la primera obra maestra de la literatura en castellano.
El Castellano en la Edad Media
En el siglo XIII, el castellano alcanza la madurez gracias a decisiones de los reyes Fernando III y Alfonso X. Fernando III hizo del castellano la lengua oficial en la Administración, seguido por su hijo Alfonso X, quien impulsó la Escuela de Traductores de Toledo. Bajo su dirección, se tradujeron libros del latín, árabe y hebreo al castellano por primera vez, enriqueciendo el idioma con léxico culto y sofisticación morfológica y ortográfica. El mester de clerecía también contribuyó al enriquecimiento del castellano en el siglo XIII, mientras que en los siglos XV y XVI figuras como el Arcipreste de Hita y Jorge Manrique continuaron su expansión. La unión de los reinos con los Reyes Católicos marcó el nacimiento de la lengua española, que se propagó a América tras el descubrimiento de Colón en 1492 y alcanzó su apogeo con obras como La Celestina.
La Literatura Española en el Siglo XVIII
Características de la Literatura del Siglo XVIII
Una de las características del siglo XVIII era la importancia que se concedía al conocimiento. Desde este punto de vista práctico, las costumbres o los saberes adicionales se revisaron para establecer lo que se conservaría. La incidencia de esta revisión en las obras literarias fue considerable. La creación de estas obras se contaminó de este afán didáctico en detrimento de la imaginación. En el siglo XVIII, el ensayo será el género literario que más se desarrolle, junto con las obras en las que el impulso didáctico forme parte de su trama.
El Siglo XVIII se opone sustancialmente a las características del Barroco:
- Frente a la originalidad lúdica y al impulso, la Ilustración defiende el orden, el respeto a las normas y el utilitarismo.
- Los protagonistas de las obras ilustradas serán ejemplos del valor del conocimiento y de la mejora de la sociedad.
- Frente a la defensa de los valores tradicionales, aprovecharán el mecanismo de la diversión para difundir las ideas ilustradas.
- Frente al autor, preocupado fundamentalmente por su obra y la creación particular, el escritor ilustrado será un intelectual comprometido con la mejora de la sociedad.
- Frente a la abundancia retórica del Barroco, los ilustrados emplearán un lenguaje directo y claro para difundir sus ideas.
El Ensayo en el Siglo XVIII
Este fue el género literario de mayor difusión en el siglo XVIII, gracias al desarrollo del periodismo. La prensa fue la vía de comunicación, y en las páginas de los numerosos diarios de la época, los autores neoclásicos exponían ideas ilustradas con la intención de que sus opiniones llegasen a sus lectores. Las tertulias también fueron muy importantes para este auge. Se puso de moda encabezar las obras con el nombre de “ensayo”. Destacan como rasgos:
- La voz personal
- El tono conversacional
- La argumentación rigurosa
Son precisamente esas características las que conectan a la prensa con el ensayo, si partimos de la escueta definición del ensayo como literatura de ideas. Un asunto muy debatido de la época fue incluir a las mujeres en los derechos alcanzados y darles el lugar que merecían.
Autores Relevantes: Jovellanos y Feijóo
Estos autores son los más relacionados con el género ensayístico. Jovellanos y Feijóo no encabezaron sus textos con el término “ensayo”. Por ejemplo, destacan obras como la Oración sobre la necesidad de unir el estudio de la literatura al de las ciencias de Jovellanos o el Teatro Crítico Universal o Discursos Varios en Todo Género de Materias para Desengaño de Errores Comunes de Feijóo. La obra de Feijóo, Teatro Crítico Universal, fue de las más leídas en su tiempo, por sus grandes dotes como escritor y por la maestría de sus razonamientos. Su interés se centró en luchar con sus argumentos contra los prejuicios de la época y los saberes falsos de quienes se aprovechan de la ignorancia y propagan supersticiones. Desde este punto de vista, Feijóo fue el mejor defensor de los avances de la ciencia. Entendió perfectamente que España no podía participar de dicho progreso si no invertía los esfuerzos necesarios para erradicar el atraso cultural de la población. Asimismo, consideraba que las mujeres debían participar activamente en la sociedad y beneficiarse de sus mejoras. La discusión en torno al buen gusto protagonizó muchas tertulias en el siglo XVIII. La imitación del pasado modificó socialmente los ornamentos de las casas, el vestuario de la población, el diseño de los jardines, el trazado de las ciudades y también determinadas expresiones lingüísticas. Feijóo cuestionó este gusto por imitar.
El Teatro en el Siglo XVIII
El teatro promociona un contacto más directo con la población y, por lo tanto, es el más indicado para la difusión. Por ello, en el siglo XVIII, una nueva fórmula escénica compitió con la heredera del Barroco. No desaparecieron las propuestas que continuaban con la línea del teatro de Lope, Tirso y Calderón. Los ilustrados incluían sus ideas y trataban de incidir en la población para que asumieran como propios esos cambios en la sociedad española de la época. Esta distinción entre lo nuevo y lo heredado nos permite clasificar las obras en dos grandes bloques:
- Las formas herederas de la centuria anterior: Estas continuaban con la fórmula de las comedias de capa y espada, aquellas que reproducían escenas del pasado nacional glorioso o centradas en asuntos religiosos. Todas las obras incorporaban un aparato escénico espectacular. No obstante, fueron duramente criticadas por los teóricos del siglo XVIII por su contenido. La caricatura de este personaje, con el ánimo de provocar la comedia, termina por perturbar su origen clásico. Esta evolución paródica se olvida de la naturaleza específica que adquirió en el Barroco.
- La nueva fórmula del teatro neoclásico: Esta empezaba a despuntar a mediados de la centuria. Junto al afán didáctico, recuperó la antigua división entre tragedia y comedia y el respeto a las unidades de espacio.
De las tragedias del siglo XVIII destaca Raquel, una obra de Vicente García de la Huerta, centrada en el amor entre la judía Raquel y el rey Alfonso VIII. La conciliación entre el público y los críticos se produce gracias a las obras de contenidos sentimentales. Leandro Fernández de Moratín, con sus comedias moralizantes, conseguirá dar con la fórmula intermedia entre lo didáctico y lo sentimental. Los temas cotidianos, el sentido virtuoso de sus desenlaces y la claridad de sus planteamientos conquistaron tanto el gusto de los ilustrados como el aplauso de los espectadores. Entre ellas destaca El sí de las niñas. Moratín lleva a escena la educación nefasta de las mujeres, que las ha convertido en marionetas en manos de una sociedad que no las ha querido involucrar. Critica los matrimonios de jóvenes con hombres de mayor edad y una economía saneada. Además de comedias y tragedias, en la segunda mitad del siglo XVIII se siguieron representando con éxito fórmulas del gusto popular como los sainetes, piezas breves que destacaban por el predominio de lo cómico y se emparentaban con los entremeses del teatro barroco. El mejor representante de este género es Ramón de la Cruz, con obras inspiradas en el Madrid castizo, como Manolo, La casa del tocame Roque o Las escriturarias de Madrid.
El Romanticismo en España (Siglo XIX)
Literatura Romántica
El triunfo del Romanticismo en España es un hecho tardío. Es posible encontrar aspectos románticos en autores del siglo XVIII, por ejemplo, en Noches lúgubres. Sin embargo, se introducen las ideas de los hermanos Schlegel, que contradicen el modelo neoclásico de los ilustrados. El Romanticismo español presenta las siguientes características:
- La libertad: Determina la literatura. Se exigía la libertad en la política, la libertad en la literatura, libertad en todas partes. El autor decide las formas de expresión, se entremezclan los géneros literarios y se cultiva todo tipo de invención métrica.
- El principio de individualidad: Se concreta en la expresión de lo subjetivo.
- La visión romántica: Lucha contra un mundo materialista y vulgar. Por ello, los autores del Romanticismo español enmarcan los argumentos de sus obras en la Edad Media o en las culturas orientales.
- La sentimentalidad: Es un factor decisivo de la expresión artística. El sentimiento amoroso protagoniza tantas obras que, en la actualidad, se identifica con el Romanticismo.
- La imaginación y la fantasía: Forman parte de la creatividad romántica.
La Poesía de Bécquer
Gustavo Adolfo Bécquer no fue un poeta valorado en vida. Obtuvo sus reconocimientos, pero solo por sus artículos y narraciones. Publicó en periódicos algunos poemas, aunque el conjunto de su poesía fue editado póstumamente por unos pocos amigos. Frente a la poesía que heredó de sus antecesores, prefirió, en palabras propias, una “más natural, breve, seca, que brotaba del alma”. Sus poemas tienden a la brevedad y la sencillez métrica. Esta depuración de las formas métricas y de los tonos grandilocuentes lo hizo precursor de la poesía del siglo XX. Sus Rimas tratan diversos temas que conviven a menudo en un mismo poema:
- El sentimiento amoroso, en ocasiones de felicidad. Los poemas de amor pueden referirse simplemente a una imagen idealizada más que a una persona real.
- En sus versos surge con frecuencia la poesía.
- El desaliento ante una vida triste e insípida y la premonición angustiosa de la muerte.
Las Leyendas de Bécquer
Bécquer desplegó todas sus habilidades narrativas en las Leyendas, relatos donde predominan los sentimientos y lo fantástico. Los protagonistas actúan motivados por la pasión amorosa y los acontecimientos se desenvuelven en ambientes de misterio, en los que se aprecia el gusto romántico por lo medieval. El autor relata las historias con una prosa cuidada y poética, si bien se asegura de que el relato fluya con agilidad, haciéndolo a la vez elegante y entretenido.