Teatro de los años 40. Teatro comercial-convencional. Teatro de posguerra
En los años de posguerra, y hasta los años 60, la escena española estuvo dominada por un teatro “nacional”, al servicio de la dictadura. Las dos líneas que triunfaban en los escenarios tenían como rasgo común la evasión de la realidad de la época.
La comedia burguesa o de salón
Se caracteriza por la perfecta construcción de las obras y por su intrascendencia, con dosis de humor, ternura y amabilidad. Sobresale el tema del amor, para exaltar la familia, el matrimonio y el hogar, pero también encontramos la infidelidad, los altercados entre padres e hijos… Persigue fines moralizadores. Sus personajes, como la mayor parte de su público, pertenecen a la burguesía o a la clase media sin problemas económicos. Se suele desarrollar en interiores en los que reina la comodidad y el confort.
En esta línea destacan Jacinto Benavente, que continúa su modelo comercial anterior a la guerra, José Mª Pemán, Juan Ignacio Luca de Tena, Edgard Neville, y ya en los sesenta, Alfonso Paso.
El teatro de humor
Al margen de este teatro continuista, sobresalen dos autores que realizan un teatro de humor renovado, con situaciones insólitas en las que lo inverosímil y lo absurdo se convierten en protagonistas. Tal vez lo más significativo sea su lenguaje ingenioso y nada convencional. Su intención crítica se centra en las costumbres de la burguesía, pero tratadas sin acritud. Destacan Jardiel Poncela y Miguel Mihura.
La concepción de Miguel Mihura del humor inverosímil y su postura inconformista ante las convenciones sociales le convierten en un antecedente del teatro del absurdo, sobre todo con su primera obra, escrita en 1932 pero estrenada en 1952, Tres sombreros de copa. Humor basado en la dislocación vanguardista del lenguaje y un pesimismo radical amortiguado por el humor. Coloca frente a frente a personajes muy distintos, forzando las situaciones al límite.
En Tres sombreros de copa se representa la última noche antes de su boda de un joven, Dionisio, en una pensión de provincias, que se enamora de una muchachita, Paula, bailarina de variedades.
Es un conflicto extremo, pues Dionisio se debate entre la convención de casarse con una novia rica y vulgar, a la que realmente no quiere, pero con la que está comprometido, o unirse a esa muchacha vitalista, adorable, rompiendo el compromiso y enfrentándose a las normas establecidas. A ese conflicto se une otro: el de Paula que, enamorada de Dionisio, desea romper con Buby, su jefe y cómplice, que la obliga a estafar a los “odiosos señores” burgueses como Dionisio. El final es tristísimo: todo vuelve al cauce convencional.
Otras obras destacadas son Maribel y la extraña familia, Ninette y un señor de Murcia o El caso de la mujer asesinadita. Pero ya no tienen estas obras la profundidad un poco cruel de Tres sombreros de copa, y se vuelven más tiernas.
La producción teatral de Enrique Jardiel Poncela se caracteriza por la incorporación de lo inverosímil, con ingredientes de locura y de misterio, presentando una caricatura de la sociedad. Los personajes pertenecen a la burguesía y aparece con frecuencia el esquema criado / amo. Representan una sociedad feliz, cuyos objetivos son el amor y el dinero. Destacan, de entre sus obras, Eloísa está debajo de un almendro y Cuatro corazones con freno y marcha atrás.
Años 50. Teatro realista o social
A finales de los años cuarenta algunos autores, partiendo de un enfoque realista, trataron de llevar a escena problemas de mayor hondura y empezaron a escribir teatro existencial y social, de denuncia de la realidad. Se trata de dramas que, por su contenido, apenas llegaron a los escenarios y su difusión se redujo a círculos universitarios o compañías de aficionados. Por ello, también se le llama teatro soterrado.
El detonante fue el estreno, en 1949, de Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo, gracias a haber ganado el premio Lope de Vega, convirtiéndose en un éxito total. La tendencia quedó confirmada con la puesta en escena, en 1952, de Escuadra hacia la muerte, de Alfonso Sastre.
Temáticamente, a la reflexión sobre la existencia, la condición humana o la frustración de las ilusiones se añadía la aparición de la injusticia social, la falta de libertad o la pobreza material y moral de la época. Por lo tanto, se produce la fusión de la temática existencial de los años 40 y la social de los 50. Técnicamente son obras de escenografía muy sencilla y realista.
Antonio Buero Vallejo es el autor teatral español más importante de la segunda mitad del siglo XX. Estrenó más de treinta obras con gran aceptación de crítica y público, burlando siempre la censura en los difíciles años del franquismo y sin abandonar nunca su postura ideológicamente crítica y estéticamente innovadora. Sus obras pueden clasificarse en tres bloques:
- Obras realistas, de crítica y denuncia de la sociedad española contemporánea, como Historia de una escalera (1949);
- Obras históricas, como Un soñador para un pueblo (1958), sobre el motín de Esquilache;
- Obras simbolistas y experimentales como La fundación (1974).
Sus temas son la naturaleza, el espíritu y la dignidad del hombre, el sentido de la vida, la injusticia social, la defensa del débil, la libertad, la tolerancia, la lucha por la verdad y los auténticos valores humanos frente a la realidad socio-política. Todas sus obras, y en todas sus etapas, están impregnadas de un fuerte sentido trágico y de una dimensión social y existencial que invitan al espectador a que medite sobre su actitud, cumpliéndose la función catártica que reconocía Aristóteles que debía tener la tragedia.
Técnicamente domina todos los recursos escénicos: lenguaje, denso en ocasiones, siempre de gran calidad, expresividad y eficacia; espacios escénicos realistas y simbólicos a la vez; efectos escenográficos; minuciosidad de las acotaciones; eficaz desarrollo dramático de la acción; excelente caracterización de los personajes, algunos con diversas taras o limitaciones que son reales y, a la vez, simbólicas.
La acción de Historia de una escalera ya resulta novedosa.
En una escalera se suceden las vivencias, aspiraciones, angustias y fracasos de tres generaciones de vecinos durante tres décadas. La escenografía simboliza las vidas de los personajes, con su subir y bajar. A pesar de la estructura circular de la obra, muy querida por el autor, el círculo puede romperse por la libre decisión del individuo. Los personajes no están abocados a un final trágico, pues son los errores los causantes del drama. El ser humano es libre para decidir su destino y, en la última generación, Fernando, hijo, y Carmina, hija, pueden romper la inercia hacia la infelicidad. Pero el final no queda cerrado.
La Fundación es una cárcel para represaliados políticos que el demente Tomás confunde y ve como una “residencia” para destacados intelectuales, hasta el final de la obra, en el que, como nuevo Quijote, reconoce la dolorosa realidad. Estas obras pueden ser vistas como una metáfora de los últimos años del régimen de Franco o como la lucha del ser humano contra la injusticia.
Alfonso Sastre (1926-), pertenece a la línea más genuina del teatro social comprometido, y del llamado “imposibilismo”, del que es principal impulsor y teórico, y se caracteriza por una actitud de denuncia y una fuerte voluntad de renovación. Su obra apenas se representa en su momento por desconexión con el gusto del público y de gran parte de la crítica, o por problemas con la censura. De sus títulos destacan Escuadra hacia la muerte (1952), que plantea el conflicto entre el principio de autoridad y el de libertad y muestra un alegato contra la guerra, o La mordaza (1954)
Otros autores son Lauro Olmo, Carlos Muñiz o Martín Recuerda.
Años 60 y 70. Teatro comercial y social. Teatro experimental e independiente
En estos años, la prosperidad económica y la emergente clase media permiten que se mantenga el teatro comercial de la década anterior con nuevos autores. De modo que la mayor parte de las obras que se representan siguen siendo comerciales “comedias de salón” o teatro de humor al estilo de Mihura y Poncela., o el costumbrista al estilo de Alfonso Paso.
Por supuesto, los autores del realismo social de los 50 siguen escribiendo y representando, con mayor o menor dificultad, sus obras.Pero lo más destacado de la década de los sesenta es que surgieron orientaciones dramáticas innovadoras tanto en lo formal como en el contenido de las obras. Un teatro que podríamos llamar de vanguardia y el nacimiento de los llamados grupos de teatro independiente. Coincide este periodo con la etapa más experimental de Buero Vallejo. Aunque siguen representándose obras de carácter realista, casi todos los autores se ven influidos por el experimentalismo y el simbolismo, como en La fundación, de Buero.El teatro de vanguardia o experimental, representado por Fernando Arrabal y Francisco Nieva, tuvo grandes dificultades para la puesta en escena de las obras en la España franquista, por lo que acabaron afincándose en París, donde alcanzaron gran éxito. Estas dramaturgias se vieron influidas por las innovaciones teatrales europeas, especialmente por dos tendencias, el teatro del absurdo (Becket, Ionesco) y el teatro de la crueldad (Antonin Artaud).Algunas características del teatro experimental de los años 60 y 70 son las siguientes: los personajes toman carácter simbólico, por lo que pierden individualidad; acciones y objetos toman también carácter simbólico ; con frecuencia la acción no es lineal sino fragmentaria; pérdida de importancia del texto en favor del espectáculo completo, pues se concibe el teatro como un espectáculo total y un experimento colectivo en el que se intenta hacer participar al público; preferencia, en cuanto a subgéneros, por la farsa grotesca o satírica que permita la degradación, animalización o robotización de los personajes y del mundo representado.
Fernando Arrabal (1932-), pintor, novelista, cineasta y uno de los dramaturgos más originales de nuestro tiempo, acomete una revolución total del teatro en la línea vanguardista con su llamado teatro pánico, escrito y estrenado en Francia, de rasgos oníricos y críticos tomados del surrealismo o de Valle-Inclán, lleno de humor, pasión, vitalidad, situaciones desgarradoramente crueles o absolutamente disparatadas, como esos padres de Pic-nic (1952, su primera obra y al parecer la más representada del mundo) que le llevan la merienda a su hijo, que está en la primera línea de fuego, en pleno frente militar. Su personalísimo estilo es mezcla de elementos esperpénticos, absurdos, surrealistas, poéticos, crueles, que crean un permanente efecto de sorpresa en el que no cabe convencionalismo alguno. Otra de sus obras más destacadas es El cementerio de automóviles.Francisco Nieva, también inclasificable, lírico y barroco, reparte sus obras en dos bloques de significativos nombres: “Teatro Furioso” y “Teatro de Farsa y Calamidad”. No pudo estrenar en España hasta casi la llegada de la democracia. Por ejemplo, Malditas sean Coronada y sus hijas se escribió en 1949 y se estrenó en 1998.A finales de esta misma década de los sesenta, surgieron los primeros grupos del llamado Teatro Independiente, muchos de los cuales entraron progresivamente en los circuitos del teatro comercial: Els Joglars, Los Goliardos, Els Comediants, el TEI , La Fura dels Baus, Tricicle. Rechazaban el teatro convencional y empezaron haciendo teatro de calle, teatro en salas nocturnas, en pabellones deportivos… y sus primeros espectáculos fueron creaciones colectivas, si autor ni director. Era un movimiento de renovación teatral que buscaba un nuevo lenguaje teatral basado menos en el texto que en el espectáculo en sí, en la escenografía y los medios audiovisuales; apenas importa la acción y se utiliza la alegoría como si se tratara de una ceremonia ritual primitiva. Se trata de mostrar la disidencia, no ya solo con el régimen franquista, sino con todo el sistema establecido en occidente y elevar la protesta a través del teatro.