Historia de la lengua española

ORIGEN Y DESARROLLO DE LA LENGUA ESPAÑOLA

BREVE HISTORIA DE LAS LENGUAS DE ESPAÑA

LAS LENGUAS PRERROMANAS

La situación lingüística de España se entiende como el resultado de una evolución histórica condicionada por factores lingüísticos, políticos y socio-culturales.

Salvo el euskera, todas las lenguas peninsulares derivan del latín. Antes de la colonización romana, convivían en la Península una gran diversidad de pueblos, procedentes de dos culturas:

  • Celtas: de origen indoeuropeo y asentados en el Oeste y Norte peninsular.

  • Íberos: No eran indoeuropeos y se extendían por la mitad este de la Península, desde el valle del Guadalquivir hasta el Pirineo oriental.

Además, había otros pueblos: el centro peninsular habitado por la mezcla de íberos y celtas; oleadas migratorias trajeron otros pueblos de origen indoeuropeo: germánicos, ligures, ilirios…; en la costa mediterránea, fenicios y griegos; y los vascones, asentados en la zona norte desde la cabecera del Ebro hasta el Pirineo central, de origen incierto.

Existían un buen número de hablas distintas y de muy diverso origen. Esto explica que el latín acabara imponiéndose, desplazando a las hablas autóctonas hasta hacerlas desaparecer. El periodo de bilingüismo que tuvo que existir permitió que pasaran al latín hablado, y hayan llegado hasta las lenguas actuales, un buen número de voces de origen celta (álamo, braga) e íbero (arroyo, barranco).

El origen de la lengua vasca es un misterio. Es una lengua preindoeuropea que se ha conservado hasta la actualidad, pero se desconoce la familia de lenguas con la que puede estar emparentada. Hay dos hipótesis: puede tratarse de una de las hablas iberas o puede estar emparentada con las lenguas caucásicas.

En la época prerromana estaba más extendida que en la actualidad. Muchos aspectos de la evolución fonética y morfológica del castellano están determinados por el contacto con el vasco. El léxico cuenta con bastantes vasquismos (izquierda, pizarra).

LA ROMANIZACIÓN

Entre los siglos II a.C. y II d.C., los pueblos de Hispania adoptan la lengua, las costumbres y la forma de vida de los conquistadores romanos (romanización). Ésta fue intensa y temprana en la Bética y la Tarraconense (zonas pobladas por íberos, más avanzados culturalmente y con una vida basada en la ciudad como núcleo organizativo). En cambio fue tardía e incompleta en el Noroeste (pueblos celtas, con organización tribal que se resistieron con fuerza a la romanización).

El latín que se generalizó en la Península Ibérica no era el latín clásico, sino la variedad oral, que conocemos con el nombre de “latín vulgar”. Servía como lengua común (koiné) que permitía la comunicación entre todos los pueblos del Imperio romano. Pronto se empiezan a manifestar tendencias a la diversificación lingüística, por la enorme distancia geográfica y por la influencia del sustrato autóctono de cada región.

LAS INVASIONES GERMÁNICAS. EL LATÍN EN LA ESPAÑA VISIGÓTICA

Las invasiones germánicas, la fragmentación e inestabilidad política, el retroceso de la economía y el comercio, el abandono de la vida urbana y la interrupción de las comunicaciones, contribuirán a acelerar la diversificación del latín vulgar en distintas variedades, que provocan la disgregación lingüística. Se mantiene unidad en la lengua escrita, cercana al latín clásico. Finalmente, la lengua hablada y escrita irán separándose cada vez más.

Varios fueron los pueblos germánicos que se establecieron en la Península en el siglo V: vándalos, suevos, alanos… Los más romanizados eran los visigodos. Leovigildo y Recaredo consiguieron unificar los territorios hispánicos en un único reino con capital en Toledo. La lengua germánica de los visigodos acabó siendo abandonada, dejando su influencia en la lengua hispanolatina: en el léxico militar y jurídico (albergue, guerra), en el común (falda, rico) y en la onomástica (Alfonso, Fernando).

Los dialectos romances continúan los cambios fonéticos empezados en el latín vulgar (sonorización de consonantes sordas intervocálicas, palatalizaciones) y se inician otros (diptongación de é y ó, reducción de diptongos decrecientes ai, au, etc.)

LA LENGUA EN LA EDAD MEDIA. LOS ROMANCES HISPÁNICOS (SIGLOS VIII-XII)

Las lenguas romances o románicas son cada una de las diferentes lenguas que se forman en Europa como resultado de la fragmentación del latín en la Edad Media. En la Península Ibérica este proceso está condicionado por la ocupación de los árabes (s. VIII) y la creación de reinos cristianos independientes en la franja norte:

  • Oeste, desde Galicia hasta Cantabria, se extiende el reino leonés. Existen dialectos que irán expandiéndose: el gallego, presenta una fuerte influencia del sustrato celta; el asturleonés, dialecto de integración (recogía elementos del gallego, de Castilla y de los mozárabes); el castellano, conjunto de hablas diversas, abiertas a influencias vecinas (lengua vasca). Constituido el reino con capital en Burgos, acaban unificándose y se convierte en la variedad más innovadora. Aparecen procesos nuevos por el contacto con el vasco, como la aspiración y posterior pérdida de la f– inicial latina y la indistinción entre b bilabial y v labiodental.

  • Pirineo oriental y central, se formaron los reinos de Navarra y Aragón. El navarro-aragonés, mantiene afinidades con el asturleonés, recibe influencias del vasco y contactos intensos con el catalán, que lo convierten en una lengua de transición.

  • Este, se encuentra la Marca Hispánica (ocupa ambas vertientes de los Pirineos orientales). Allí se habla el catalán, presenta grandes semejanzas con el provenzal o lemosín. Evolucionará hasta convertirse en una lengua puente entre las variedades hispánicas y francesas.

  • Mozárabe, conjunto de variedades romances de los hispanorromanos que viven en zonas de los árabes. Lengua de uso popular y familiar en situación de diglosia frente al árabe, lengua de cultura y utilizada en la escritura.

Junto a éstas se encontraba el vasco, en situación de bilingüismo en Navarra, La Rioja y norte de Burgos y el árabe en el Sur. La influencia de la cultura y la lengua árabe será grande en los dialectos cristianos, especialmente en el castellano: términos de la ciencia y la técnica (álgebra, cifra), la agricultura (acequia, alcachofa, aceite), guerra (alférez, jinete), comercio (almacén, aduana), administración (alcalde, alguacil), construcción (albañil, azulejo). En cambio la influencia sobre la fonética y la morfología fue menor.

EVOLUCIÓN DE LOS ROMANCES (S. XII-XV). LA EXPANSIÓN DEL CASTELLANO

  • Gallego-portugués, época de esplendor s. XIII y XIV. Rica lengua literaria en la expresión lírica, su cultivo escrito se extiende hasta Castilla (composiciones en gallego de Alfonso X el Sabio, “Cantigas de Santa María”). En el s. XV se desgaja en dos lenguas: el portugués, que acaba convirtiéndose en lengua de estado y el gallego, aislado en el Norte.

  • Catalán, amplio cultivo literario en los s. XIII-XV. Influencias de la literatura y lengua provenzal: trovadores y poesía cortesana. Extensión a partir del s. XV por la costa hacia el Sur (Valencia y Alicante) y Baleares y Cerdeña.

  • Castellano, se extiende hacia el Sur por las tierras de Al-Ándalus conquistadas y hacia León y Aragón, castellanizándose estos territorios completamente.

En los siglos finales de la Edad Media, el castellano se va a acabar imponiendo como lengua común (vehículo de comunicación) y como lengua de cultura. La temprana normalización lingüística colabora a la extensión del castellano. Fundamental la labor de Alfonso X el Sabio, con su conciencia de convertirla en instrumento de comunicación social, adaptarla a la expresión escrita y regularizar su uso. Las obras de este rey suponen la consolidación del castellano más evolucionado, la “norma toledana”, frente a la “norma burgalesa”, más primitiva.

LOS SIGLOS XVI Y XVII

La evolución lingüística está marcada por: unificación política de la Península (salvo Portugal); la creación de los reinos de España y Portugal, convertidos en naciones; la expansión hacia América y el contacto con el resto de países europeos.

El castellano (español) se convierte en lengua nacional. El Humanismo renacentista contribuye a su fijación (La Gramática de Nebrija, 1492), defensa (Diálogo de la lengua, de Juan de Valdés) y enriquecimiento, desplazando al latín, todavía utilizado en temas teológicos, morales y eclesiásticos. La imprenta también colaboró en la uniformación de la lengua, que se percibe en la literatura en lengua castellana. La colonización de América contribuye a su expansión por el mundo. Todo ello contribuye a convertir al castellano en una lengua de gran prestigio interior y exterior, dejando huellas en el resto de lenguas europeas.

Los otros romances peninsulares pierden terreno: el leonés, el aragonés y el gallego, han reducido su uso a zonas rurales. El castellano se hará más frecuente en las ciudades como lengua de cultura y de la Administración. En Cataluña, tras el declive económico y social, el castellano se empezará a usar cada vez más. Los Austrias permiten el uso del catalán en la Administración, pero los Borbones (Decreto de Nueva Planta) lo prohíben en todo tipo de actividad pública. El vasco continúa hablándose en el este del Cantábrico y el Pirineo occidental por la mayor parte de la población rural. En el s. XVI aparecen los primeros textos cultos escritos en vasco (carácter religioso). Su tradición literaria oral es mayor. En la lengua castellana tiene lugar un reajuste consonántico que configura el sistema fonológico que hoy conocemos:

  • Siglos XIII – XV: sistema similar al actual, del que lo separan: existencia de distinción entre sordas y sonoras en las consonantes alveolopalatales: diferencia entre la s sonora (/z/) de posar y la s sorda (/s/) de tuviesse; entre la sibilante dental sonora [dz] de dezir, y la sibilante dental sorda [ts] de alcançar; entre la prepalatal sonora [ž] de teología y la prepalatal sorda [š] de dixera.

  • Siglos de Oro: las consonantes sonoras van a perder su rasgo distintivo y van a confluir con las sordas, se desplaza el punto de articulación hasta convertirse en las actuales /s/, /Ɵ/, y /x/, posar, tuviese, decir, alcanzar, teología y dijera.

En el Sur este proceso se lleva a cabo de forma diferente. (Sevilla) Los fonemas /s/ y /Ɵ/ acaban confluyendo y confundiéndose en uno solo, en unos lugares como [s] y en otros como [Ɵ], aparecen así el seseo y el ceceo. Esta peculiaridad es el inicio de la diferenciación del castellano en dos variedades: la norteña (norma toledana) y la meridional (norma sevillana). Ésta última se impondrá en Canarias, Antillas y América.

NORMATIVIZACIÓN DEL CASTELLANO

En el s. XVIII concluye la labor de normativización del castellano. La Real Academia Española (Felipe V, 1713), fija la norma gramatical de la lengua y le da estabilidad en la escritura (Diccionario de Autoridades (1726-1739), la Ortografía 1741) y la Gramática (1771)). La Real Academia con estas obras pretende: eliminar las inseguridades en las grafías (suprime las grafías x, ç y ss, y delimita los contextos de uso de g, j, c y z); repone los grupos consonánticos que se eliminaban en las palabras cultas de origen latino (concepto, digno, excelente…, en lugar de conceto, dino y ecelente); simplifica otros (grupos ch, ph y th de christiano, philosophía y theatro, reducidos a c, f y t); regula el uso exclusivamente vocálico de i, u y consonántico de v, y; y repone el uso de la grafía h a pesar de su desaparición como fonema. Siguiendo su lema Limpia, fija y da esplendor, se propone desterrar los usos exagerados de ciertas obras escritas y combatir la masiva entrada de extranjerismos innecesarios (sobre todo galicismos).