1. El Teatro de Posguerra (Década de los 40)
La década de los cuarenta es una época de fervor triunfalista, pero también de miseria y rencor. El espectáculo teatral permanece aislado del exterior y sometido a una férrea censura. Se pueden considerar tres tipos de teatro:
A. El Teatro Burgués, Continuista y Convencional
Este teatro procede de la alta comedia de Benavente y triunfa durante toda la mitad del siglo XX. Los estrenos se convierten en acontecimientos sociales, pues va dirigido a la clase media afecta al régimen. Es un teatro bien construido: los diálogos son sólidos, las sorpresas, calculadas y hay enredos y desenredos. Se le conoce también como comedia de salón. Es un teatro cómico acrítico, amable, divertido e ingenioso que pretende hacer pasar el rato al espectador y no molestarle demasiado en su crítica de las costumbres. No hay crítica política ni social expresa; solo se censuran costumbres y vicios morales de las clases acomodadas (media y alta burguesía). Entre los dramaturgos más destacados cabe citar a José María Pemán, Joaquín Calvo Sotelo, Juan Ignacio Luca de Tena o Alfonso Paso.
B. El Teatro del Humor
Se trata de un teatro de humor renovado, con situaciones ingeniosamente construidas en las que lo inverosímil y lo absurdo se convierten en protagonistas absolutos. Lo más destacado es el uso de un lenguaje agudo y crítico contra las convenciones burguesas. En el contenido abordan temas como la presión social sobre el individuo, las costumbres burguesas o los conflictos individuales existenciales. Aunque los personajes son principalmente de clase media, también aparecen artistas bohemios. La comedia y la farsa son los géneros preferidos.
Los autores más destacados son:
- Enrique Jardiel Poncela, cuyo teatro, inverosímil y fantástico, es una caricatura de la sociedad de la época. Sus obras más significativas son: Usted tiene ojos de mujer fatal, Cuatro corazones con freno y marcha atrás o Eloísa está debajo de un almendro.
- Miguel Mihura, en cuyas obras destaca un humor inverosímil, una postura inconformista ante las convenciones sociales y un lenguaje lleno de ingenio que le convierte en un antecedente del teatro del absurdo. Su obra cumbre es Tres sombreros de copa, que supone una ruptura con el teatro cómico anterior, en fondo y forma.
C. El Teatro en el Exilio
Los dramaturgos exiliados (sobre todo a México y a Argentina) presentan gran diversidad de tendencias, aunque tienen un tema común: España como paraíso perdido. Son: Alejandro Casona (La dama del alba), que cultiva un teatro poético, de evasión y con tintes simbólicos; Max Aub, con un teatro testimonial; y Rafael Alberti (El adefesio y Noche de guerra en el Museo del Prado), que escribe un teatro político lleno de símbolos, con una técnica esperpéntica.
2. El Teatro Existencialista y del Realismo Social (Décadas de los 50 y los 60)
En la década de los cincuenta aparecen inquietudes existenciales. El estreno de Historia de una escalera inicia esta renovación y marca la nueva etapa de la escena española. Al poco tiempo, este existencialismo deriva hacia un teatro social y realista, un teatro de testimonio y compromiso, que no siempre puede estrenarse debido a la censura.
Dentro de este teatro, aparece una variante que es conocida como comedias a fantasía: obras que presentan la novedad de un lenguaje más elaborado y simbólico y de la introducción de elementos propios de la fantasía y del mundo de los sueños. Destacan autores como Edgar Neville (El baile).
De este período, destacan dos autores: Antonio Buero Vallejo y Alfonso Sastre. Otros muchos dramaturgos escribieron durante este período, pero la mayoría no pudieron estrenar por la censura hasta la llegada de la democracia: Lauro Olmo, José Martín Recuerda, Antonio Gala…
Antonio Buero Vallejo
Su teatro es una indagación lúcida sobre los aspectos trágicos de la condición humana, un análisis de la sociedad en la que el hombre está sometido a fuerzas alienadoras y lucha por buscar la verdad. Su finalidad es conmover al espectador, reflexionar, pensar… hacerle tomar conciencia sobre los conflictos individuales y colectivos. En su obra aborda temas como la denuncia de la injusticia o el inconformismo ante un mundo hostil, el sufrimiento, la búsqueda de la verdad y la lucha por la libertad o la frustración y la utopía imposible.
Sus personajes viven en un eterno interrogante, pero apoyados en la esperanza; en ellos prima lo moral sobre lo teórico. Utiliza personajes antagonistas: resignados y rebeldes; conformistas e inconformistas, reflejo de la ambigüedad del ser humano.
Cultiva el drama y la tragedia y recupera para el teatro la función catártica de la tragedia clásica y en su obra se distinguen tres etapas:
- Etapa existencial:
- Historia de una escalera (1949): refleja un mundo gris, de vecinos con ilusiones frustradas, una vida inútil llena de fracasos.
- En la ardiente oscuridad: obra simbolista que trata el tema de la ceguera. Se plasma el inconformismo humano ante las propias limitaciones.
- Etapa social: desplaza el tratamiento psicológico del hombre, como ser individual, al ser humano como integrante de una sociedad. Hoy es fiesta es la obra que inicia la etapa.
- Etapa de renovación formal: continúa con sus preocupaciones ideológicas, pero introduce elementos renovadores. Destaca su obra La Fundación.
Alfonso Sastre
Su teatro se engloba en el realismo social y se caracteriza por una actitud de denuncia social junto a una fuerte voluntad de renovación formal. Funda un grupo de teatro experimental que deriva en el T.A.S. (Teatro de Agitación Social), con el que representa obras de Brecht, Beckett y Ionesco. Su larga producción apenas ha sido representada por problemas de censura y porque no conecta con gran parte de crítica y público. Destacan sus obras Escuadra hacia la muerte (1953): grito contra la guerra en la que desarrolla el conflicto entre el principio de autoridad y el de libertad, o La taberna fantástica (estrenada en 1985, pero escrita veinte años antes).
3. El Teatro Renovador y Experimentalista (Década de los 70)
En la década de los 70 llega a España la influencia de vanguardistas europeos como Grotowski o Antonin Artaud y del teatro del absurdo de Ionesco o Beckett. Por ello se produce un movimiento de renovación teatral que se opone a la estética realista: se busca un nuevo lenguaje dramático basado en el espectáculo, la escenografía y las técnicas audiovisuales; casi se destruye la acción y se utiliza la alegoría y la abstracción como una ceremonia ritual. Se les ha llamado teatro subterráneo.
Destacan los dramaturgos Francisco Nieva, Fernando Arrabal y el teatro colectivo:
1) Francisco Nieva
Su producción teatral se divide en:
- Teatro de farsa: obras de corte tradicional con personajes dotados de un componente romántico.
- Teatro furioso: dramas cercanos al esperpento con un lenguaje barroco, cuyos personajes son prototipos.
2) Fernando Arrabal
Polifacético artista, pintor, novelista, cineasta y dramaturgo originalísimo, desarrolla gran parte de su obra en Francia. Crea su llamado teatro pánico, con rasgos oníricos tomados del surrealismo. Obras: Pic-nic, El cementerio de automóviles…
3) El Teatro Colectivo
Cobran protagonismo los grupos de teatro independiente que realizan espectáculos de gran impacto social. La primera obra colectiva de éxito es Castañuela 70, a la que sigue El Fernando (1972). Entre los grupos sobresalen el TEI (Teatro Experimental Independiente), Los Goliardos, Tábano, Akelarre, La Cuadra, Ditirambo, Els Comediants, Teatre Lliure, Dagoll Dagom y Els Joglars. Estos últimos comienzan con un teatro innovador y progresista sin palabras: mimodramas.
Finalmente, cabría añadir que a finales de la década de los setenta comienzan su andadura dramaturgos que despuntarán en la década siguiente como Fermín Cabal, José Sanchis Sinisterra (¡Ay, Carmela!) o Alonso de Santos (Bajarse al moro).
4. La Poesía Española del Siglo XX
Al término de la Guerra Civil se impone en España la dictadura del general Franco y se inicia una difícil etapa en la sociedad y la cultura españolas. La inmediata posguerra (hasta 1960) se caracteriza por la represión y la miseria, pobreza intelectual y el aislamiento internacional. El desarrollismo de los años 60 y 70 trae consigo la recuperación económica y la renovación intelectual. La muerte de Franco (1975) da paso a la democracia y comienza el mayor período de estabilidad y prosperidad en la historia de nuestro país.
1. La Poesía Durante la Guerra Civil y la Inmediata Posguerra
La Guerra Civil supone un corte profundo en la evolución de la literatura española y, por supuesto, de la poesía: han muerto poetas destacados como Antonio Machado (al poco de exiliarse en Francia) y Federico García Lorca (fusilado en agosto del 36); otros se han exiliado (casi todos los del 27, excepto Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre y Gerardo Diego); y Miguel Hernández es encarcelado y muere posteriormente.
En la literatura en general y, sobre todo, en la poesía solo se ven dos caminos: aprobar la nueva situación o reflejar la desesperanza en el presente. Esas dos posturas son definidas por Dámaso Alonso como literatura arraigada y literatura desarraigada.
A. Poesía Arraigada
Es cultivada por autores de la llamada Generación del 36, complacientes con el régimen de Franco. Adopta una forma clasicista, con sonetos al estilo de Garcilaso, por ejemplo, y ofrecen una visión épica de la realidad y un optimismo que contrasta con la pobreza y desilusión diarias en que vive la mayoría. Los poetas más destacados son: Luis Rosales (La casa encendida), Leopoldo Panero (Canto personal) o Dionisio Ridruejo (Cantos a la piedra).
B. La Poesía Desarraigada o Existencialista
Cultiva temas existenciales como la muerte, soledad, tristeza, desesperación, búsqueda de la fe o del amor. Rechazan el formalismo –aunque también componen sonetos- y utilizan imágenes tremendistas, adjetivos sonoros y un tono apasionado y desgarrador: “Dejadme aquí, quiero gritar tan hondo en el dolor” (Eugenio de Nora); “Esto es ser hombre, horror a manos llenas” (Blas de Otero). Muestran el desajuste entre el individuo y la sociedad en que vive. En esta tendencia se puede incluir la obra de Miguel Hernández tras la Guerra Civil: Cancionero y romancero de ausencias.
Miguel Hernández
Aunque Dámaso Alonso denominó a Miguel Hernández como “genial epígono de la generación del 27”, por generación le corresponde aparecer en la nómina de los poetas de este período. Su obra se vertebra sobre dos grandes ejes: la tradición y la vanguardia.
- Perito en lunas: es palpable tanto la huella vanguardista como la tradición, con un léxico cultista y gongorino o el empleo de la octava real.
- El rayo que no cesa: bebe del “dolorido sentir” de Garcilaso, del “desgarrón afectivo” de Quevedo y de la tradición petrarquista. La parte más novedosa puede encontrarse en el uso de un complejo cuadro de imágenes, vehículos expresivos de su interioridad, con clara influencia de Vicente Aleixandre y de Pablo Neruda.
- Viento del pueblo y El hombre acecha: son sus dos poemarios de guerra en los que, pese a que la tradición se deja ver menos, es perceptible en la métrica. Lo vanguardista asoma en juegos tropológicos, de un renovado mundo de visiones nacido de las terribles experiencias de la guerra.
- Finalmente, Cancionero y romancero de ausencias supone una poesía que cada vez se apartará más de las influencias literarias recibidas para adentrarse en la búsqueda de sus raíces personales, en lo más intimista.
En 1944, publica Dámaso Alonso Hijos de la ira. La obra presenta una visión angustiada de la realidad, un mundo dominado por el odio y la injusticia, en el que dios está ausente. Está escrita en versículos y contiene imágenes surrealistas, pero también un léxico coloquial y antirretórico. También en este año publica Aleixandre Sombra del paraíso.
C. La Poesía en el Exilio
Abordan algunos temas comunes como la patria perdida, la lucha o la derrota. Más tarde aparecen la nostalgia, el recuerdo de la infancia o el deseo de regresar. Destaca León Felipe con una poesía combativa, en un tono vehemente y declamatorio.
2. La Poesía Social. La Generación del 50
Hacia mediados de siglo la literatura existencialista desemboca en el realismo social: los escritores salen de su angustia interior y contemplan lo que sucede en la calle, exigen un cambio en la sociedad y creen que la literatura puede ser el motor de esa transformación. Los poetas adoptan como consignas palabras como compromiso y solidaridad. Sus temas son: denuncia de la marginación, el paro o la falta de libertad política y social; exigencia de justicia y paz para todos. Su estilo poético incorpora un lenguaje coloquial que llega incluso al prosaísmo extremo. Tiene predilección por el verso libre, las rupturas rítmicas y las construcciones sintácticas simples o yuxtapuestas.
Entre los poetas sociales destacan José Hierro, Gabriel Celaya (Cantos iberos) o Blas de Otero (Pido la paz y la palabra).
3. La Renovación Poética. La Generación del 60
Se conocen con el nombre de Generación del 60 a unos poetas que comienzan a publicar en la década de los cincuenta y marcan el camino de la renovación poética de la década siguiente. Comparten con los poetas sociales la visión crítica de la realidad, pero les define una actitud humanista y una preocupación por los problemas del ser humano, tanto morales y sociales como existenciales e históricos.
Entre los poetas de la Generación del 60 cabe citar a Ángel González (Áspero mundo), José Ángel Valente (A modo de esperanza), Jaime Gil de Biedma (Compañeros de viaje), Claudio Rodríguez (Don de la ebriedad) o José Agustín Goytisolo (Palabras para Julia y otras canciones).
4. La Poesía Experimental. Los Novísimos
Los novísimos o generación del 68 son conocidos peyorativamente como los venecianos por su gusto por la ambientación refinada y exquisita de ciudades como Venecia. Son un movimiento de ruptura vanguardista con la poesía social. Indagan en un nuevo lenguaje que los lleva al experimentalismo formal y rechazan conceptos como compromiso, testimonio y solidaridad. Creen en la autonomía del arte y en la autosuficiencia del poema.
Tienen una rica formación literaria: rechazan la tradición española y admiran a los poetas T.S. Eliot, Ezra Pound, Rimbaud, Cavafis, Neruda y Octavio Paz y en ellos influyen los medios de comunicación de masas (cine, televisión, cómic, música) y los mitos creados por estos (Marilyn Monroe, los Beatles…).
En lo formal proclaman la libertad creativa absoluta, por lo que recogen aspectos del surrealismo a través de Aleixandre y el postismo; alternan un lenguaje exuberante de imágenes opacas y visionarias con otras renovaciones: estructuras espaciales a la manera de Mallarmé o métrica culta del Modernismo; tienden al automatismo en la escritura; y utilizan el versículo y algunos de sus textos son caligramas o collages en los que insertan mensajes de otros géneros como la publicidad o el cine.
Castellet reunió en su antología Nueve novísimos poetas españoles una selección de obras de esos autores. Se dividen en dos tendencias:
1) Culturalistas y surrealistas:
- Pere Gimferrer: Arde el mar.
- Guillermo Carnero: El sueño de Escipión.
- Antonio Colinas: Truenos y flautas en un templo.
- Luis Alberto de Cuenca: Elsinore
- José María Álvarez: Museo de cera.
2) Tendencia más coloquial, irónica y crítica:
- Manuel Vázquez Montalbán: A la sombra de las muchachas sin flor.
- Leopoldo María Panero: Así se fundó Carnaby Street.
- Luis Antonio de Villena: Hymnica.
- Jaime Siles: Canon.
5. Poesía desde 1975
Finalmente, cabría indicar que desde la Transición destacan fundamentalmente una serie de poetas que, por la falta de perspectiva, no se pueden aún agrupar o catalogar. Son, por ejemplo, Blanca Andréu, Ana Rosseti, Luis García Montero (Completamente viernes), entre otros.