La evolución de la poesía española desde los años 80 hasta el siglo XXI

A partir de los años 80 comienzan a publicar poetas que rompen con los novísimos ya que conceden más importancia a la tradición que a la originalidad y a la emoción que al estilo. Podríamos agruparlos de la siguiente forma:

Recuperación del realismo

Destacan poetas como Javier Egea, Luis García Montero o Benjamín Prado.

Escuela “Trieste”

Centrada en los valores pictóricos y las atmósferas sugerentes. Autores de este grupo serían Andrés Trapiello o Juan Manuel Bonet.

Nueva épica

Integrada por Juan Carlos Mestre o Julio Llamazares.

Neosurrealismo

Representado por Blanca Andreu, basada en los valores irracionales del lenguaje.

Conceptualismo

Corriente que deja que el silencio diga lo inexpresable, como en la poesía de Ángel Campos.

A pesar de estas y otras tendencias tan variadas, podemos citar algunas características comunes:

  • Se toman como modelos a autores anteriores como Gil de Biedma o Luis Cernuda.
  • Se recuperan las formas métricas tradicionales.
  • Se vuelve a una poesía narrativa con un lenguaje coloquial en la que los términos cotidianos y las anécdotas cobran gran peso.
  • Los temas son subjetivos, relacionados con el paso del tiempo, las relaciones personales.
  • Se emplea el humor, la parodia y la ironía como elementos distanciadores.

La poesía del silencio

Es heredera de la poesía pura y del existencialismo, en su desolada visión del hombre. Iniciada por Jaime Siles (Música de agua), José Ángel Valente la representó como nadie, en títulos como Mandorla, y en ensayos como Las palabras de la tribu. Esta poesía del silencio se interroga sobre la capacidad o incapacidad de la palabra de comunicar la esencia de las cosas; los poetas indagan sobre lo trascendente del ser humano, pero sin acudir a lo religioso; no hay respuestas en Dios, ni en la palabra como comunicación. Solos, perciben que el lenguaje es insuficiente para expresar el dolor de la existencia. Así, los versos suelen ser cortos, fragmentados, con espacio para la sugerencia; son poemas breves, condensados, desnudos; predomina lo abstracto y conceptista, para emocionar a través de la inteligencia y la sensibilidad; el lector completa el poema, a través de las sugerencias. Poetas como Antonio Gamoneda unen la angustia existencialista de la posguerra con las aportaciones formales de Valente; su obra poética es testimonio de lo esencial que ha vivido, en un proceso constante de depuración e intensificación.

La poesía de la experiencia

Iniciada por un grupo granadino que publica su manifiesto La otra sentimentalidad en 1983 y heredera de la poesía impura, el término poesía de la experiencia ya fue aplicado a los poetas del 60. Es la tendencia más representativa de esta época y domina el panorama poético, hasta mediados de los noventa. Es una poesía de corte realista que habla de la vida y de la realidad cotidiana, del desengaño amoroso, del fracaso, del desencanto y de los conflictos generacionales como la droga, la incomunicación o el consumismo. En lo formal, destaca el uso de la narratividad, el monólogo y el diálogo dramático, las expresiones coloquiales y el sentido del humor. Luis García Montero es el autor más destacado de esta generación. Entre sus obras destacan El jardín extranjero o Completamente viernes. Otros poetas son Felipe Benítez Reyes, con Paraíso manuscrito; o Miguel D’Ors, con El cielo y es azul. Como ramificación de esta tendencia, se cultiva una poesía elegíaca que reflexiona sobre el paso del tiempo y la pérdida, en la que destaca Eloy Sánchez Rosillo (Páginas de un diario).

Otras tendencias de los años 80 y 90

Unas vuelven a la tradición, otras continúan con la experimentación y otras se reafirman en su propia individualidad. Se puede destacar el erotismo de Almudena Guzmán, el neoexistencialismo de Luisa Castro o el neoclasicismo de Fernando de Villena (Soledades tercera y cuarta). Manuel Rico establece dos características reseñables para clasificar estas tendencias: Por un lado, ya no se estigmatizan las vanguardias y estas conviven con las poéticas más tradicionales (Fray Luis de León, Verlaine, Neruda…). Por otro lado, estos referentes se enriquecen con la reivindicación explícita de la importancia de otras artes: pintura, cine, televisión o la nueva realidad digital.

La poesía del siglo XXI

Al finalizar el siglo XX, las corrientes predominantes dan cabida a un mayor compromiso social del poeta frente a un mundo injusto e insolidario. Se abordan temas como la globalización, la ecología, el subdesarrollo o el neoliberalismo. Es una poesía rehumanizada y reflexiva y destacan autores como Ana Merino o Jorge Riechmann (El día que dejé de leer El País). Además, la poesía tiende un puente entre la tradición literaria y el mundo digital que impera hoy en día. No existe una bandera común para agruparlos, pero sí que podemos hablar de ciberactivismo literario. Por ejemplo, Generación Blogger reúne a trece mujeres poetas que publicaban en blogs o en revistas digitales. Además, podemos destacar a poetas como Elvira Sastre o Andrea Valbuena que han tenido mucho éxito. Otras autoras recientes que podemos destacar son Luna Miguel o Mercedes Cebrián, sin olvidarnos de la obra de algunos músicos como Marwan o Joaquín Sabina, que recopila sus sonetos en un volumen titulado Ciento volando de catorce. A pesar de haber trazado estas líneas, la continua aparición de autores y textos y su cercanía en el tiempo, dificultan su sistematización. Aunque podemos destacar dos rasgos que predominan: el posmodernismo y el eclecticismo.