La lírica del Renacimiento: Garcilaso de la Vega y la renovación poética
La lírica del Renacimiento se divide en los reinados de Carlos V y Felipe II. Garcilaso de la Vega adapta la métrica, ideas y estilo de la poesía italiana, triunfando en el petrarquismo sin anular la tradición castellana. En el siglo XVI, se mantienen formas antiguas como evidencia la publicación y éxito del Cancionero General (1511) de Hernando del Castillo, el auge de la lírica tradicional y el incremento del gusto por los romances de Cristóbal de Castillejo.
La lírica italianizante y el petrarquismo: En 1526, Juan Boscán y Andrea Navagiero animan a Boscán a escribir poesía en metros italianos. Boscán y Garcilaso se unen en esta tarea, siendo Garcilaso el artífice de la renovación de la poesía castellana. La revolución poética fraguada por Garcilaso adopta como modelo a Petrarca y se inspira en la Antigüedad grecolatina, logrando una renovación en contenido, métrica y estilo. Esto no hubiera sido posible sin la adopción de metros italianos (endecasílabo y heptasílabo) y estrofas como el soneto. Las características de esta lírica son: temas como el amor, la naturaleza y la mitología; uso de tópicos como el carpe diem, el collige, virgo rosas, la descriptio puellae, el locus amoenus, tempus fugit, donna angelicata, aurea mediocritas, menosprecio de corte y alabanza de aldea y beatus ille; y subgéneros como la égloga, la elegía, la epístola y la oda. El lenguaje utilizado es natural y rico, con expresiones metafóricas, elegancia y armonía. Se emplea un léxico rico, se incorporan cultismos y se utilizan epítetos e hipérbatos. La métrica utilizada es el endecasílabo y el heptasílabo, adecuados para la introspección y el análisis del sentimiento amoroso, y se utilizan estrofas italianas como el terceto encadenado, la lira, la octava real, el soneto y la silva. Garcilaso de la Vega adaptó los metros y temas importados de Italia, dando forma definitiva a la lírica petrarquista en nuestra literatura. Su obra se publicó en 1543, junto con las obras de Juan Boscán, e incluye 38 sonetos, 3 églogas, 8 coplas octosílabas, 1 epístola en versos libres (sobre la amistad), 2 églogas (una sobre el amor a Boscán y otra fúnebre al duque de Alba), 5 canciones y “Oda a la flor de Gnido”, la primera obra castellana en liras. En esta obra, Garcilaso hace una oda para agradecer los favores de una dama de la que se había enamorado su amigo, haciendo alusiones al mito de Orfeo y a la fábula de Anajárete. Los principales méritos de Garcilaso son la sustitución de la concepción amorosa cancioneril por la expresión íntima y sincera del sentimiento, la exaltación de todo lo relativo al mundo natural convirtiendo el paisaje en materia de belleza y protagonista de sus versos, y la superación de modelos en el empleo de tópicos y en la recreación de episodios mitológicos, logrando una originalidad plena. Además, Garcilaso crea una lengua poética elegante y natural, con claridad y armonía, rechazando la afectación. Sus versos están elaborados mediante el empleo de recursos literarios como hipérbatos, metáforas, paradojas, antítesis, personificaciones y símiles, así como una adjetivación y el uso de epítetos. Sus sonetos tratan sobre el amor y las manifestaciones de la experiencia amorosa, como la contemplación y divinización de la amada, el sufrimiento, la ausencia o el recuerdo de la amada, la amada inmisericorde y cruel, el dolor ante la pérdida o los celos. La mitología se convierte en materia poética, especialmente en referencia a Las metamorfosis de Ovidio. Uno de sus sonetos más conocidos, el Soneto XXIII, utiliza dos tópicos: el carpe diem y el collige, virgo, rosas, y es un canto a la belleza y juventud humanas con una descripción femenina que sigue el ideal renacentista de belleza.
Las églogas: Representan lo perfecto de su poesía y la conjunción del petrarquismo y el clasicismo, de la introspección y la descripción idealizada del paisaje. La Égloga I presenta los lamentos de dos pastores, Salicio y Nemoroso. En la primera parte, Salicio llora el desdén y la infidelidad de Galatea, y en la segunda parte, Nemoroso lamenta la pérdida de su amada Elisa. Está escrita en estancias y logra un equilibrio entre la perfección formal y la emoción. La Égloga II trata sobre un amor no correspondido, del pastor Albanio, y hace un elogio de la casa de Alba. Combina tercetos y estancias. La Égloga III se desarrolla en un paraje idílico a orillas del río Tajo, donde las ninfas se reúnen para bordar. Termina con un canto a la belleza de las amadas de los pastores y está escrita en octava real, un arte depurado donde la estética se eleva por encima de la expresión de los sentimientos.
La lírica del segundo Renacimiento (Felipe II)
Debido a la Contrarreforma, la poesía lírica del segundo Renacimiento acusa la imposición del cristianismo y el rechazo de influencias extranjeras. Un tono de gravedad invade la literatura y las artes, surgiendo nuevos temas como el amor divino, la moral y la exaltación del heroísmo nacional, dando lugar al nacimiento de la épica nacional. Además, surgen dos nuevas tendencias poéticas: la ascética y la mística. Se produce un proceso de cristianización de las corrientes italiana y pagana en la segunda mitad del siglo XVI, y se pueden identificar varias tendencias:
- Poesía petrarquista: Fernando de Herrera consolida el petrarquismo e italianismo introducidos por Garcilaso, con una lírica amorosa llena de numerosos ornamentos retóricos.
- Literatura religiosa: La poesía ascética describe los esfuerzos del ser humano para renunciar a lo terreno y purificarse moralmente. Los poetas expresan el anhelo de paz y tranquilidad a través de tópicos literarios como el beatus ille y el aurea mediocritas, mostrando al mundo como un lugar dominado por vicios y bienes materiales. Por otro lado, la poesía mística describe las vivencias espirituales del alma en su camino hacia la unión con Dios. En el lenguaje amoroso se utiliza para describir el amor divino.
- Poesía heroica y épica: Se exalta el heroísmo nacional en poemas que destacan las glorias y gestas nacionales. La épica culta se inspira en Virgilio y narra las hazañas de capitanes y conquistadores españoles.
Fray Luis de León, teólogo, escritor y profesor, se nutre de la cultura de su tiempo, incluyendo los clásicos grecolatinos, los italianos, las Sagradas Escrituras y la literatura de su época. Su poesía ofrece una síntesis de todo esto y da salida a las aspiraciones y anhelos que tuvo, presentes en sus versos. Su obra poética no es extensa y se compone de 23 poemas, compuestos en 3 etapas:
- Obras escritas antes de la cárcel: En esta etapa, Fray Luis está preocupado por el ansia de soledad, el cultivo de la virtud, la contemplación de la naturaleza y el desprecio de los bienes y placeres mundanos. Sus obras son íntimas, tratan temas religiosos y la contemplación del cielo como liberación suprema. También expresa quejas por la injusticia y la frustración.
- Después de la cárcel: En esta etapa, Fray Luis expresa su deseo de huir del mundo. Las características de su poesía son temas morales, tópicos como el locus amoenus y el beatus ille, y temas religiosos. Sus odas tienen un carácter discursivo que se manifiesta en el comentario de temas morales y la exhortación al receptor, utilizando enumeraciones, exclamaciones e interrogaciones retóricas. Emplea imágenes poéticas, siguiendo la forma de Garcilaso, y su temática es de corte ascética y filosófica. Su estilo es elegante y natural, al igual que el de Garcilaso, poniendo el pensamiento, la perfección formal y el equilibrio en el lenguaje.
La poesía mística es un movimiento espiritual que aspira a la unión con Dios. Destaca el camino hacia Dios, en el que el hombre debe recorrer tres vías antes de estar con Dios: la vía purgativa, que implica renunciar a lo terreno y purificar el alma mediante el sacrificio, la oración y la mortificación; la vía iluminativa, que es el amor divino; y la vía unitiva, en la que se describe la experiencia mística mediante el dolor/placer, el amado/amada, el fuego y las llamas. En el lenguaje de la poesía mística se emplean imágenes, símbolos, metáforas, lenguaje paradójico y contradictorio, plagado de metáforas y antítesis. Algunos de los autores más destacados son San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús. San Juan de la Cruz parte de versos que hablan de la unión con Dios y su poesía es arrebatada, íntima y subjetiva. Su obra es intensa y breve, y se divide en poemas menores y mayores, como el Cántico espiritual, que trata sobre el camino de la esposa (el alma) hacia Dios (el Esposo); Noche oscura del alma, en la que el alma sale de casa en la oscuridad de la noche para encontrarse con Dios; y Llama de amor viva, que describe las sensaciones del poeta al unirse con Dios. Las características de estas obras mayores son comentadas por el autor.
Influencias: Estas obras contienen elementos de diversas tradiciones, como la poesía castellana popular, el cancionero, la poesía culta italianizante, la Biblia y el neoplatonismo. Además, se produce una vuelta a lo divino.
Estilo
El estilo de estas obras combina recursos estilísticos tradicionales e italianizantes, con la presencia de alegorías, símbolos, antítesis y oxímoron, que son recursos propios de la experiencia mística. También se utilizan enumeraciones caóticas, hay escasez de adjetivos y se emplea el diminutivo con valor afectivo.
Santa Teresa de Jesús
Santa Teresa de Jesús es una figura destacada de la literatura mística española. Su obra incluye canciones, glosas y villancicos, escritos en metros tradicionales, en los que traslada al lenguaje poético y místico los temas y tópicos cancioneriles. También escribió libros en prosa, como el Libro de su vida y el Libro de las fundaciones, que tienen un aspecto autobiográfico, y el Camino de perfección y Las moradas o Castillo interior, que son obras de orientación ascético-mística.