La lírica tradicional y cortesana en la literatura española

La lírica tradicional

La lírica tradicional es una forma de poesía transmitida oralmente y arraigada en el ámbito popular. Los primeros testimonios escritos en castellano datan de finales del siglo XV. Esta poesía popular, en forma de villancicos principalmente, expresa emociones e ideas de manera estilizada y expresiva. Es una manifestación artística de las clases sociales más bajas en una sociedad rural y tradicional, con una concepción de la realidad diferente a la de las clases dominantes. Sin embargo, es difícil diferenciar entre las poesías tradicionales auténticas y las imitaciones cultas de los siglos XV, XVI y XVII, ya que la imitación de la lírica popular por parte de la poesía culta era común y a menudo se superponían o se aproximaban entre sí.

La lírica cortesana

La lírica cortesana es un arte literario desarrollado en las cortes durante los siglos XIV y XV. Se conserva en cancioneros que recopilan la producción poética de la época, como el de Baena, el de Estúñiga y el Cancionero general de Hernando del Castillo. Predomina la poesía culta con influencia trovadoresca y provenzal, con canciones breves, ingeniosas y de estilo ligero en metros cortos como el octosílabo, destinadas al canto. La mujer es considerada superior y el objeto de un amor cortés, similar al vasallaje de un señor feudal. Con el tiempo, se nota la influencia italiana de Dante y Petrarca, así como la imitación de la literatura clásica latina. Se desarrollan decires o poemas didácticos y doctrinales con un lenguaje culto, latinismos y referencias mitológicas.

Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana

Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana, fue un poeta del siglo XV que representó el nuevo tipo de poeta de su tiempo. Aunque llevaba una vida palaciega y cortesana, también adquirió una vasta cultura y tuvo una famosa biblioteca. Sus ideas literarias se basaban en dos direcciones: la tradición lírica medieval y las novedades literarias de Italia.


Sus obras de origen trovadoresco, como canciones, decires y serranillas, combinaban lo culto y lo popular con gracia y viveza. También fue precursor de la influencia italiana en la poesía castellana, imitando a Dante y Petrarca en obras como “Sonetos fechos al itálico modo”, que fue el primer intento de incorporar el soneto a la poesía en castellano.

Juan de Mena

Juan de Mena (1411-1456) fue uno de los mayores latinistas de su época. Su obra más importante es “Laberinto de Fortuna o Las trescientas”, un extenso poema compuesto por coplas de arte mayor en versos dodecasílabos. Este poema sigue el modelo de la “Divina Comedia” de Dante. El lenguaje utilizado por Juan de Mena toma como modelo a los clásicos latinos, lo cual se refleja en la abundancia de cultismos y referencias mitológicas, el uso frecuente del hipérbaton y la complejidad sintáctica oracional.

Jorge Manrique

Jorge Manrique, poeta cortesano del siglo XV, es conocido por su fuerte personalidad y la fama de su padre, don Rodrigo. Combatió junto a los Reyes Católicos y murió luchando en Cuenca. Aunque su producción poética es reducida, con alrededor de cincuenta composiciones, destaca especialmente su obra “Coplas por la muerte de su padre”, una de las grandes obras poéticas de la literatura española. “Coplas por la muerte de su padre” es una elegía escrita después de la muerte de su padre en 1476. Se compone de cuarenta coplas, cada una con dos sextillas de pie quebrado , también conocidas como estrofas manriqueñas. El ritmo de las coplas es solemne y sereno, adecuado para el tema grave que trata. El poema se puede dividir en tres partes. En las primeras catorce coplas, el poeta reflexiona sobre la fugacidad de la vida y la inestabilidad de las cosas terrenales. A partir de la copla quince hasta la veinticuatro, Manrique presenta ejemplos concretos que respaldan sus reflexiones anteriores, utilizando el tópico literario “Ubi sunt”, que hace referencia a la pregunta retórica “¿Dónde están?”, en relación con personajes ilustres ya fallecidos. Las últimas coplas, de la veinticinco a la cuarenta, se centran en la figura de su padre. El poeta elogia la personalidad de don Rodrigo, describe su encuentro con la muerte y destaca su aceptación resignada y confiada de la misma. El poema es a la vez una reflexión sobre la vida y la muerte, así como un homenaje a su padre fallecido. Los temas principales en “Coplas por la muerte de su padre” son el menosprecio de las vanidades mundanas, la fugacidad de la vida, el poder igualador de la muerte y la fama que prevalece sobre la misma. Manrique adopta una postura de serenidad y esperanza ante la muerte, reflejada en el estilo sobrio de su poesía. Para él, la vida terrenal es efímera y condicionada por la vida eterna, y la manera de alcanzarla es llevar una vida honorable, una vida que deje un buen recuerdo y supere la muerte.

El Romancero viejo

El Romancero viejo es un conjunto de romances tradicionales anónimos transmitidos oralmente y destinados al canto, que surgieron en los siglos XIV y XV. Debido a la mala memorización y adaptación a diferentes épocas, existen diversas versiones de estos romances. Por otro lado, durante los siglos XVI y XVII, los romances fueron recopilados en cancioneros, colecciones impresas o pliegos sueltos, lo que llevó a que escritores conocidos compusieran numerosas obras imitando el estilo de los romances tradicionales, conocidas como Romancero nuevo. Estas obras se caracterizan por ser transmitidas por escrito, tener autores identificados y no estar sujetas a las variaciones propias de la transmisión oral.

La ascética y la mística

La ascética y la mística son corrientes religiosas que buscan la transformación del alma y la unión con Dios, pero difieren en su enfoque. La ascética se basa en el esfuerzo personal para alcanzar la perfección del espíritu a través de la práctica de las virtudes y el control de las pasiones. Por otro lado, la mística busca una unión más profunda del alma con Dios, anticipando la beatitud plena que solo se logra en la vida después de la muerte, y en la que todo depende de la voluntad divina, no del esfuerzo humano.

La mística se divide en tres fases:

Vía purgativa: en esta etapa, el alma se purifica de sus vicios mediante la oración y la mortificación. La eficacia de esta purificación depende únicamente de la voluntad humana.

Vía iluminativa: una vez que el alma está libre de sus defectos anteriores, comienza a disfrutar de los dones del Espíritu Santo y la presencia de Dios.

Vía unitiva: al final de esta etapa, se alcanza la íntima unión con Dios. El mundo ya no tiene importancia y el alma queda completamente entregada y unida a la divinidad en un acto de amor absoluto.