La Poesía de Posguerra
La Guerra Civil supuso el final de la Edad de Plata en la literatura española. Durante esos años murieron autores como Antonio Machado y Federico García Lorca, otros continuaron en el exilio como Cernuda o Salinas.
Poesía Arraigada
La poesía de los años 40 continúa la tendencia rehumanizadora iniciada en 1927. Surge en las revistas literarias Escorial y Garcilaso. Ligados a la primera están Luis Rosales o Leopoldo Panero, la generación del 36, que contiene una poesía heroica con temas como el amor, la familia, la religión y el empleo de estrofas y metros clásicos. Rosales y La Casa Encendida es uno de los poemarios más importantes de la posguerra. Por otro lado, el grupo Juventud Creadora defendía una poesía amorosa y patriótica y las formas renacentistas. El más importante del grupo fue José García Nieto. En ambos se trata de una poesía serena y optimista que da una visión positiva del mundo y calla la realidad del momento, se les conoce como poetas arraigados.
La Poesía Desarraigada
Expresa el caos de la vida humana, está ligada a la revista Espadaña que defendía una poesía que debía dar testimonio del vivir del hombre, ser solidaria y utilizar un lenguaje cotidiano. Fundamentales son Hijo de la Ira de Dámaso Alonso y Sombra del Paraíso de Vicente Aleixandre. El primero es un grito contra la injusticia, el dolor y el horror de la vida, el poeta interroga a Dios sobre la finalidad de tanta destrucción, es una poesía sin moldes métricos con poemas de longitud variable escritos en versículos, utiliza un léxico de palabras antipoéticas y traduce el malestar del que nacen los versos. El segundo es una naturaleza que el ser humano se empeña en destruir y de la que se aleja. El tema clave es el paraíso perdido, esa edad de oro representa un momento idealizado en oposición a una sociedad de sufrimientos. Las características de estos poetas son la oposición al formalismo, la angustia existencial, una religiosidad conflictiva, la existencia vista como una lucha con el medio o con el mundo interior. El estilo es apasionado con muchas imágenes violentas y tremendistas. Destacan poetas como Ángela Figuera y Rafael Morales.
Otras Tendencias
Se desarrollan otras tendencias en las que perviven los principios estéticos de la poesía de preguerra como el postismo. Es un movimiento neovanguardista heredero de las vanguardias europeas: el expresionismo, el surrealismo, el cubismo y el futurismo. Su autor más destacado es Carlos Edmundo de Ory. El grupo Cántico reúne poetas andaluces como Ricardo Molina que desarrollan una poesía basada en la búsqueda de la estética de los poetas del 27, en especial Luis Cernuda.
Poesía Social
Cantos Íberos de Gabriel Celaya y Pido la Paz y la Palabra de Blas de Otero marcan en 1955 la poesía social. Esta poesía está vinculada a las circunstancias sociopolíticas. Los poetas abandonan sus preocupaciones y convierten su poesía en un medio de denuncia, la entienden como un instrumento de transformación social que refleja las preocupaciones colectivas denunciando la injusticia y la falta de libertad y solidaridad con los más desfavorecidos. Esta poesía, destinada al hombre de la calle, expresa un estilo llano al habla coloquial.
La Generación de los 50 y 60
En apogeo de la poesía social publican sus obras un grupo de jóvenes conocidos como la generación de los 50. Algunos inician sus obras con temas sociales como Ángel González, otros como Claudio Rodríguez ofrecen una temática y un estilo alejados de la poesía social. Estos autores comparten rasgos temáticos y expresivos: la poesía es una forma de conocimiento en la cual el poeta indaga sobre su experiencia vital y sobre el mundo, la finalidad de la poesía es la estética, temas vinculados a la experiencia personal del poeta como anécdotas o recuerdos de la infancia, preocupación por la forma.
La Novela de Posguerra
Pío Baroja
Pío Baroja tiene un carácter difícil, hipercrítico, disgustado con la situación española, además de pesimismo y desconfianza en el ser humano. Sus novelas se caracterizan por ser obras sin planificación con episodios y personajes secundarios, se denomina técnica impresionista. La novela refleja la vida superior a la fantasía, el estilo es espontáneo y vivo, describe espacios y ambientes de forma rápida, abundan los diálogos. El tema central son las anécdotas y reflexiones del autor, la obra de Baroja prefiere frases breves y un léxico sencillo. Los personajes son asociales y rebeldes, algunos son seres de acción, otros pesimistas, la mayoría presentan su inadaptación al mundo. Baroja escribió más de 60 novelas que agrupó en trilogías: La Tierra Vasca, La Vida Fantástica. En El Árbol de la Ciencia refleja el pesimismo social y vital. Zalacaín el Aventurero es una novela de aventuras de un contrabandista durante la guerra carlista.
Miguel de Unamuno
Su vida transcurrió en la Universidad de Salamanca, fue desterrado a Fuerteventura. En 1936 se enfrentó a los sublevados lo que le costó un arresto domiciliario y murió poco después. El tema esencial de Unamuno es el sentido de la existencia humana, se da un conflicto entre la razón y la voluntad. La razón niega la creencia en el más allá, pero su deseo es que exista un Dios que asegure una vida después de la muerte. Unamuno consideraba la vida como una agonía, por eso denomina agonistas a los personajes. Unamuno presenta temas filosóficos y novelas muy originales que eliminan lo que el autor no considera esencial. Suprime alusión al paisaje, hay abundantes diálogos y monólogos. Este tipo de novela lo llamó nivola. Sus títulos principales son: Niebla: engañado por su prometida Eugenia, que se marcha con Mauricio, Augusto acaba suicidándose. San Manuel Bueno, Mártir: Manuel es un clérigo que ha perdido la fe religiosa, pero finge delante de sus feligreses que aún la conserva para que ellos sigan creyendo en Dios. Unamuno distingue dos tipos de novelas: ovíparas, que cuentan con un largo proceso de planificación, y vivíparas, que son escritas sin plano previo.
El Teatro de Posguerra
A partir de 1939, el panorama escénico español quedó marcado por el exilio de autores como Max Aub, Rafael Alberti o Pedro Salinas, y por la muerte de Lorca, Valle-Inclán y Miguel Hernández. Se continúa con el teatro comercial de preguerra, condicionado por los gustos del público burgués y los autores se enfrentan a limitaciones ideológicas impuestas por la censura. Por tanto, predomina un teatro intrascendente, de evasión, en el que los autores “serios” difícilmente se abrirán camino.
Por un lado, se desarrolla un teatro amable y de evasión, dirigido a un público burgués, continuador de la alta comedia o comedia benaventina del XIX. Es un teatro estéticamente convencional, ideológicamente conservador, que pretende entretener y en el que apenas hay referencias a la guerra o a las circunstancias sociopolíticas de la época. Sus temas son triviales: la búsqueda de la felicidad, la infidelidad y los celos, la oposición entre lo español y lo extranjero, el triunfo de los buenos sentimientos y el autoengaño para evitar el sufrimiento. Algunos de estos autores escriben también dramas morales o de tesis. Entre ellos destacan José María Pemán, Juan Ignacio Luca de Tena, Joaquín Calvo Sotelo, Víctor Ruiz Iriarte, Edgar Neville y Alfonso Paso.
Por otro lado, adquiere una gran importancia el teatro de humor, en el que destacan Enrique Jardiel Poncela (Cuatro Corazones con Freno y Marcha Atrás, Eloísa está Debajo de un Almendro) y Miguel Mihura (Tres Sombreros de Copa). Relacionados con la Generación del 27 y las vanguardias, sus obras se desarrollan sobre todo durante la posguerra. Intentan alejarse de los estereotipos casticistas y locales y proponen renovar lo humorístico introduciendo lo inverosímil y lo absurdo como elementos esenciales. Aunque presenta rasgos del teatro del absurdo, evolucionará hacia un teatro más convencional, haciendo concesiones a los gustos del público.
Con Antonio Buero Vallejo (Historia de una Escalera, 1949) y con Alfonso Sastre (Escuadra Hacia la Muerte, 1953) nace el drama realista y social, un teatro comprometido con los problemas de España, que muestra la realidad desde una actitud crítica y política y hace reflexionar al espectador. Este teatro continúa hasta principios de los años 60 con autores que abordan los problemas de la burocracia deshumanizada, la esclavitud del trabajador, la emigración… Defienden un teatro comprometido políticamente, testimonial, de inspiración popular y costumbrista, protagonizado por personajes de extracción humilde. El lenguaje refleja las formas del habla coloquial e incluso vulgar. Destacan Lauro Olmo (La Camisa), José Martín Recuerda (Los Salvajes de Puente San Gil), Carlos Muñiz (Telarañas). Muy pocas de sus obras alcanzaron continuidad en los escenarios comerciales debido a que su carácter combativo ocasionó enfrentamientos con la censura.
Al final de los sesenta, se inician nuevas líneas teatrales basadas en la experimentación: se modifican estilos, se incorporan elementos de otras artes, se buscan nuevas posibilidades de expresión a través de la escenografía, la iluminación, etc. La paulatina apertura del régimen franquista y las influencias del teatro europeo (el teatro épico de Brecht, el teatro de la crueldad de Artaud, el teatro del absurdo de Ionesco o Beckett, el teatro experimental de Grotowski…) contribuyen a esta renovación dramática. Dentro de esta corriente innovadora hay tres tendencias predominantes:
a- Teatro Vanguardista
Supone una ruptura que afecta más a la estética que al contenido: se busca lo grotesco, lo onírico, los elementos surrealistas y satíricos (degradación, animalización o robotización de los personajes, de la acción y del lenguaje) y se utilizan recursos extraverbales (sonoros, visuales, corporales, etc.). Este teatro recibe influencias surrealistas del teatro del humor y, a la vez, entronca con el teatro realista de los años cincuenta adoptando una actitud crítica ante la sociedad. Pero esta crítica se realiza de manera alegórica: se utilizan símbolos para hablar de la situación social, moral y política. Para comprender y valorar este teatro es imprescindible la representación, ya que la puesta en escena aclara muchos aspectos del subtexto. Conciben el teatro como espectáculo y experimento colectivo y a menudo se trata el escenario y la sala como un único espacio escénico con el fin de hacer participar al público en la acción. Los autores más destacados son:
- Fernando Arrabal: su trayectoria va desde el teatro del absurdo (Pic-nic) hasta el teatro del pánico (El Arquitecto). Su teatro, alejado de los escenarios convencionales por el contenido crítico y la audacia formal, fracasó en España.
- Francisco Nieva: poco aceptado en la escena española por su compleja escenografía y su carga inmoral, fusiona el surrealismo y el teatro del absurdo. (Pelo de Tormenta, Malditas Sean Coronada y sus Hijas).
b) El Teatro Poético y Simbólico
Conocidos como “nuevos autores”, su teatro renovador se caracteriza por: sigue siendo un teatro de protesta y denuncia; el tema dominante es el poder opresor, la injusticia y la alienación; se rechaza el enfoque realista y se sustituye por el simbólico (el drama es una alegoría que hay que descifrar); emplea elementos provocadores, como la presencia de la sexualidad; mezcla un lenguaje vulgar y agresivo con otro poético; utiliza recursos extraverbales sonoros, visuales, corporales, etc. Antonio Gala (Los Verdes Campos del Edén), José Ruibal (La Máquina de Pedir), Manuel Martínez Mediero (El Último Gallinero), Luis Riaza (Retrato de Dama con Perrito).