Tema 8: La novela española a partir de 1975: la renovación en la novela.
1. La narrativa española en 1975.
El inicio de la democracia propicia la progresiva normalización de la narrativa española. El comienzo del cambio de esta situación, en lo que se refiere a la novela, es la publicación en 1975 de La verdad sobre el caso Savolta, escrita por Eduardo Mendoza. A pesar de que incorporaba elementos formales que permitían entroncarla con la novela experimental, revelaba una vuelta al interés por la trama, al viejo placer de contar y de leer historias, rasgo que se convertirá en el principal nexo de unión de las diversas modalidades del relato de esta época.
1.1 La verdad sobre el caso Savolta. Eduardo Mendoza
La novela recoge, en su conjunto, una serie de recuerdos de Javier Miranda, espectador y protagonista de unos hechos ocurridos en Barcelona entre 1917 y 1919, surgidos con ocasión de un pleito judicial, muy posterior a los hechos recordados. Es un mundo de tensiones sociales, visto en torno a una importante empresa industrial de armas y presidido por un aventurero enigmático, Lepprince, que se entreteje con una trama amorosa. Las primeras impresiones del lector son de sorpresa y desconcierto. Así, la obra se nos presenta, en buena parte, como una novela enigma emparentada con la novela policiaca.
Todo esto está dentro de un desorden cronológico con distintos materiales: fragmentos de interrogatorios policiacos, textos periodísticos, documentos, cartas… entrelazados con los recuerdos del protagonista, pero de forma muy inconexa. Solo al final, todas las piezas encajan y el lector comprende toda la trama.
2. Novelistas de la primera promoción de posguerra (continuidad generacional).
En democracia siguen activos narradores de la primera promoción de posguerra: Miguel Delibes escribe algunas de sus obras fundamentales después de Los santos inocentes (1981), donde presenta las brutales desigualdades sociales que persisten en el ámbito rural; Madera de héroe (1987), sobre la Guerra Civil; Señora de rojo sobre fondo gris (1991), novela autobiográfica cuya protagonista, Ana, es un trasunto literario de la esposa del autor; o El hereje (1998), una novela histórica que se desarrolla en Valladolid en la primera mitad del siglo XVI. A partir de 1975, Camilo José Cela vuelve también la mirada a la Guerra Civil en Mazurca para dos muertos (1983), ambientada en Galicia. Gonzalo Torrente Ballester, en sus obras tardías, recrea paródicamente subgéneros como la novela de espías (Quizá nos lleve el viento al infinito, 1984), histórica (Crónica del rey pasmado, 1989) o policiaca (La muerte del decano, 1992). A partir de 1975, siguen también escribiendo, entre otros, los siguientes autores, que se habían dado a conocer en los años cuarenta y los años cincuenta: Ana María Matute publica con más de setenta años su obra maestra: Olvidado rey Gudú (1996), donde crea una geografía imaginaria, medievalizante, el reino de Olar, con elementos de la literatura artúrica o de los cuentos de hadas. Carmen Martín Gaite escribe El cuarto de atrás (1978), novela adscrita a la literatura del yo; o Nubosidad variable (1992), centrada en el universo femenino. Juan Marsé publica El amante bilingüe (1990), El embrujo de Shanghai (1993) o Rabos de lagartija (2000). En esta, vuelve a la Barcelona marginal de posguerra,
habitada por personajes característicos del autor: Rosa, maestra represaliada casada con el anarquista prófugo Víctor Bartra; David, un adolescente refugiado en su imaginación; o Galván, un inspector que se enamora de Rosa. Juan Benet escribe sus dos obras más ambiciosas: Saúl ante Samuel (1980) y Herrumbrosas lanzas (1983, 1985 y 1986), cuyas historias se recortan sobre el fondo de la Guerra Civil en la geografía simbólica de Región.
3. Las características principales de la narrativa de las últimas décadas incluyen la recuperación de la trama argumental y la distancia del experimentalismo puro. Aunque el realismo es predominante, no es el objetivo principal, sino que sirve como marco para reflejar las preocupaciones de los personajes. Se destacan el intimismo, el existencialismo y el neorromanticismo, con personajes solitarios y dubitativos. Las novelas incorporan recursos técnicos de la renovación narrativa de los años 60 y diversas tradiciones del siglo XX, como la novela negra o psicológica. Se utiliza una variedad de narradores y se maneja habilidosamente el tratamiento del tiempo, a veces con cierto desorden cronológico.
4. Una de las características más destacables en esta época es la proliferación de subgéneros.
4.1 En el ámbito de las novelas de realismo crítico y social, se plasman los conflictos entre los personajes y su entorno, tanto en espacios urbanos como rurales, ofreciendo una visión comprometida con la realidad histórica de la época.
Autores destacados en este género son Antonio Muñoz Molina, Rafael Chirbes, Luis Mateo Díez, Almudena Grandes y Belén Gopegui.
Luis Mateo Díez ambienta sus obras en tierras castellano-leonesas, destacando la preservación de las costumbres antiguas y la presencia de la fantasía en sus relatos, como se observa en La fuente de la edad (1986) y La ruina del cielo (1999).
Antonio Muñoz Molina se distingue por la intriga y la construcción hábil del relato, influenciado por la novela policiaca y el cine negro, como se aprecia en obras como El invierno en Lisboa (1987) y El jinete polaco (1991), donde aborda temas como el fanatismo y la injusticia.
Almudena Grandes se enfoca en personajes femeninos determinados a ser libres y a materializar sus deseos, explorando la experiencia emocional y el proceso de maduración, como en Malena es nombre de tango (1994) y Atlas de geografía humana (2002).
Belén Gopegui se destaca por su compromiso social en la narrativa, abordando temas como el poder del dinero, la amoralidad y la corrupción, como en La conquista del aire (1998) y Lo real (2001).
Rafael Chirbes combina la forma de expresarse con la conciencia política en sus novelas, mostrando la corrupción del sistema capitalista y cómo algunos personajes se dejan llevar por él, como en La buena letra (1992) y La caída de Madrid (2000).
4.2 La novela policiaca
Esta novela policiaca está casi siempre influida por la novela y el cine negro americano. Es un tipo de novela muy adecuado para reflejar las transformaciones del país, así como para denunciar la corrupción o la injusticia. Destacan Manuel Vázquez Montalbán, y su detective Carvalho, sobre todo en Tatuaje (1974); Antonio Muñoz Molina con El invierno en Lisboa; Alicia Giménez Bartlett con su inspectora Petra Delicado en Ritos de muerte (1996).
4.3 Novela histórica
Es uno de los géneros de mayor éxito editorial desde los años 80, son novelas que sitúan la acción en marcos temporales pasados, enfocadas de manera realista; con intención paródica o recreación del pasado. El capitán Alatriste, La tabla de Flandes de Arturo Pérez-Reverte; La vieja sirena de José Luis Sampedro; y El testimonio de Yarfoz de Rafael Sánchez-Ferlosio. Los acontecimientos históricos son el soporte para una reflexión sobre problemas humanos universales y, en otras, son de una revisión crítica por parte del escritor. En esta tendencia hay que incluir las novelas sobre la Guerra Civil o la posguerra, que recuperan en la distancia la memoria de esta época. Destacan:
Beatus ille, de Antonio Muñoz Molina; Las trece rosas de Jesús Ferrero; Los girasoles ciegos (2004) de Alberto Méndez; y Corazón helado (2007) de Almudena Grandes.
4.4 Novelas de reflexión intimista
Estas novelas se sumergen en la profundidad del ser humano, explorando su interioridad y reflexionando sobre la propia existencia. Se centran en la búsqueda personal y en la evocación del pasado para recuperar vivencias y la identidad de los personajes. Este género abarca novelas de la memoria, psicológicas, de aprendizaje y crónicas generacionales.
Obras destacadas en este ámbito incluyen El sur (1985) de Adelaida García Morales, Luz de la memoria de Lourdes Ortiz, El cuarto de atrás (1978) de Carmen Martín Gaite.
Javier Marías se distingue por su narratividad y el cuidado desarrollo de personajes con una rica vida interior. Sus novelas exploran el pasado a través de la constante indagación en el pensamiento y la memoria de los personajes. La interrupción del hilo narrativo con digresiones permite al autor abordar temas como la responsabilidad de la verdad, la necesidad de contar y la integridad moral. Obras destacadas incluyen Corazón tan blanco (1992), Mañana en la batalla piensa en mí (1994).
4.5 Literatura autobiográfica
Relato retrospectivo en prosa que una persona real hace de su propia existencia, y que pone el acento sobre su vida individual, en particular, sobre su historia y todo lo que la rodea o le sale a su encuentro. Esperando el porvenir (1994) de Carmen Martín Gaite; Pretérito imperfecto (1997) de Carlos Castilla del Pino; Tiempo amarillo (1990) de Fernando Fernán Gómez.
4.6 Autoficción y metaficción
La autoficción fusiona la realidad y la ficción al prestar las circunstancias biográficas del autor a un personaje, generalmente el narrador. Enrique Vila-Matas explora esta técnica, tejiendo relaciones entre diversos autores en su prosa original y sugestiva. Obras destacadas incluyen Historia abreviada de la literatura portátil y El mal de Montano. Por otro lado, Javier Cercas borra los límites entre géneros en sus novelas, como en Soldados de Salamina y Anatomía de un instante, donde la reflexión histórica se mezcla con las circunstancias personales del autor.