Novela española XX: en los inicios del franquismo, España vivió lo que se ha denominado quinquenio negro, época caracterizada por el hambre, el terror, la pobreza, la represión de un régimen que arrasó con todos los restos del bando vencido. La posguerra coincidió con el estallido de la II Guerra Mundial. Tras las primeras décadas de autarquía, los años 60 fueron del desarrollismo. Gracias al turismo y la emigración comenzaron a obtener información del extranjero, abriéndose a nuevas influencias y costumbres. La muerte del dictador desencadenó un proceso de democratización, convocó en 1977 elecciones democráticas y promulgó en 1978 la aún reciente constitución. Y se produjo la recuperación de la cantidad de obras perdidas durante el franquismo.
La novela española en el siglo XX: del franquismo a la democratización
La guerra civil provocó un trauma colectivo y supuso una ruptura brutal entre el esplendor cultural del primer tercio del siglo y la ruina posterior. La censura franquista, el aislamiento internacional de la dictadura, la represión política esquilmó la cultura española. Los escritores afectos a la dictadura contaron las pasadas glorias imperiales, es decir, mostraron una imagen edulcorada de España. Este buenísimo, simplista y hondamente culpable fue contestado desde dentro por novelas como NADA o LA FAMILIA DE PASCUAL DUARTE. En el contexto de los años 60 se inscribieron novelas como TIEMPO DE SILENCIO de Luis Martín Santos, obras que comienzan a importar las grandes innovaciones técnicas que vienen de fuera del arte narrativo que se habían llevado a cabo durante el siglo XX.
En la narrativa de las primeras décadas de la posguerra, tuvo entre muchas otras consecuencias, que la novela sufrió ya que dejaron de publicarse traducciones de obras extranjeras. No es de extrañar, por tanto, la simplicidad empleada en tres de las novelas más innovadoras: LA FAMILIA DE PASCUAL DUARTE que recibió el premio Nobel, NADA y LA SOMBRA DEL CIPRÉS ES ALARGADA. La realidad de un país que acaba de salir de una guerra franquista y de un mundo dominado, está presente en obras de tres jóvenes novelistas. Contienen una serie de características que son: la limitación de la presencia de narrador, protagonismo de la situación y del contexto, el personaje funciona de arquetipo y condensación espacio-temporal.
El personaje José Camilo Cela obtuvo el premio Nobel de literatura en 1989, gozando de una gran popularidad desde la publicación de su primera novela LA FAMILIA PASCUAL DUARTE donde aparece ya su visión negativa de los seres humanos, sin abandonar su visión pesimista radical, Cela evoluciona a formas narrativas más complejas como LA COLMENA, una novela colectiva en la que cientos de personajes se entrecierran y malviven en un ambiente de miseria moral y material en el Madrid de la época.
Aunque nacida en Barcelona, la infancia y adolescencia de Carmen Laforet transcurrieron en Las Palmas de Gran Canaria, esta experiencia le sirvió para escribir NADA, donde su protagonista es una joven que llega ilusionada a Barcelona para estudiar en la universidad.
Miguel Delibes con su primera obra LA SOMBRA DEL CIPRÉS ES ALARGADA la cual está predominada por la angustia existencial y la obsesión por la muerte. Otras obras como LOS SANTOS INOCENTES, un durísimo retrato de la explotación por parte de los terratenientes y los señoritos de una humilde familia campesina, va incorporando técnicas y procedimientos narrativos como el monólogo interior y un depurado y eficaz empleo de la lengua castellana.
Gonzalo Torrente Ballester con su trilogía LOS GOZOS Y LAS SOMBRAS.
La narrativa de la generación de los 50 tiene una gran novedad que es la aparición de unos jóvenes escritores que han vivido la guerra siendo niños y que comienzan a mostrar una visión crítica de la esta y del mundo de sus padres. Con un realismo objetivista, algunos se acercan a la ideología marxista.
Fernández Santos publicó LOS BRAVOS, ambientado en un pequeño pueblo burgués carcomido por la violencia, y también CABEZA RAPADA en la que retoma el tema de la guerra civil.
El recientemente fallecido Rafael Sánchez Ferlosio publica EL JARAMA más representativa del realismo social. Las descripciones, y sobre todo, diálogos, enodinos y vulgares, nos retratan el vacío de una juventud que es víctima de unas circunstancias sociales concretas.
Por otro lado, Carmen Martín Gaite que publicó en 1957 ENTRE VISILLOS, su primera novela extensa en ella denunciaba las situaciones de las mujeres en Salamanca.
Ana María Matute destaca tanto por su obra OLVIDADO REY GUDÚ y porque siempre se centra entre la ficción y la burguesía reflejando un mundo conflictivo, en otras obras como LOS ABEL.
A comienzos de los 60 varios factores contribuyeron a que muchos escritores se plantearan los presupuestos ideológicos y estéticos del realismo social, cuyos rasgos son: la incorporación de puntos de vista múltiples y el uso del monólogo interior y el flujo de conciencia.
Esta TIEMPOS DE SILENCIO de Luis Martín Santos, ÚLTIMAS TARDES CON TERESA, SI TE DICEN QUE CAÍ de Juan Marsé, LA NOVELA SOBRE EL CASO SAVOLTA, SIN NOTICIAS DE GURB de Eduardo Mendoza, ESCUELAS DE MANDARINES, EL PAÍS, DIARIOS 16 y EL MUNDO de Miguel Espinosa