La Poesía Española de la Posguerra (1939-1960)

LA POESÍA DURANTE LA GUERRA CIVIL

Entre 1936 y 1939, tanto en el bando republicano como en el nacional, se desarrolló una literatura de propaganda ideológica: el poema se convierte en arma de lucha con la que se ensalzaba al dirigente, al compañero muerto…, y se atacaba al enemigo. Esta producción no destacó por su calidad, salvo en el caso de Miguel Hernández que llega a la plenitud en estos años.

1.1. Miguel Hernández.

Su obra poética nace en pleno periodo de transición entre la innovación vanguardista y la rehumanización vivida por algunos poetas del 27. Está impregnada de una emoción intensa, de un hondo contenido humano, enmarcado en unos versos de gran perfección formal. Los temas de la poesía de Miguel Hernández son el amor, como deseo insatisfecho y como plenitud más tarde (el amor a la mujer y al hijo); el dolor y la muerte marcados por la guerra; y la esperanza de un futuro mejor. Su obra se puede dividir en tres etapas:

  • Primera etapa (1933-1936): búsqueda de un lenguaje poético propio. Perito en lunas y El rayo que no cesa.
  • Segunda etapa (1937-1938): influenciada por Pablo Neruda y su concepción de la poesía comprometida con la realidad. Utiliza estrofas clásicas. Viento del pueblo y El hombre acecha.
  • Tercera etapa (1939-1942): poemas escritos en la cárcel, recogidos en Cancionero y romancero de ausencias. Canta a su primer hijo muerto, a su mujer y a su segundo hijo.

2. POESÍA EN LOS AÑOS 40.

2.1. Poesía arraigada.

Al inicio de la década surge una poesía arraigada o neoclásica, cuyos núcleos temáticos son coincidentes con el ideal del bando nacional: amor, religiosidad, imperio. Se difunde sobre todo a través de una serie de revistas literarias (“Escorial”, “Garcilaso”), órganos de propaganda intelectual de la “nueva España”. Con “Garcilaso” surge una poesía de neoclasicismo formal y neorromántica en la que destacan Luis Rosales, Dionisio Ridruejo y Leopoldo Panero.

2.1.1. Luis Rosales.

Gran parte de su producción estuvo marcada por la temática religiosa. Alcanzó su plenitud con La casa encendida, escrita con un lenguaje coloquial, en la que el referente es la cotidianidad.

2.2. Poesía desarraigada.

En el año 1944 aparecen manifestaciones poéticas opuestas al neoclasicismo. También a través de las revistas literarias (“Proel” y “Corcel”) se difunde una nueva poesía que comienza neorromántica para convertirse en existencialista. Se publican dos obras fundamentales: Hijos de la ira de Dámaso Alonso y Sombra del paraíso de Vicente Aleixandre, que marcan una línea de poesía existencial para otros poetas como Victoriano Crémer y Eugenio de Nora.

2.2.1 Dámaso Alonso.

Con Hijos de la ira introduce importantes cambios formales: uso del versículo, vocabulario “no poético”, imágenes relacionadas con lo monstruoso y la podredumbre; y novedades temáticas: protesta ante una realidad llena de injusticia y desilusión de ser hombre. La angustia histórica por la Guerra Civil y por la Segunda Guerra Mundial, junto con la angustia existencial, determinan los temas.

3. POESÍA SOCIAL DE LOS AÑOS 50

En 1947, la publicación de Tranquilamente hablando de Gabriel Celaya inició un proceso de cambio: la colectividad pasó a ser el problema central del texto poético, y la angustia personal adopta un tono social. La poesía social domina los años 50 y culmina hacia mediados de la década. Un grupo de poetas (Celaya, Blas de Otero y José Hierro entre otros) hicieron hincapié en la poesía como comunicación y presentan la tragedia del hombre actual de manera comprometida, señalando la injusticia dominante y proponiendo la realización de un ideal superador.

La poesía social denuncia la realidad ante el silencio impuesto por el poder, trata de concienciar sobre ella y plantea una superación del estadio histórico.

La idea de poesía como comunicación explica ciertos rasgos estilísticos: tono sencillo y coloquial, lenguaje cotidiano y tendencia al prosaísmo.

3.1. Blas de Otero.

Su trayectoria poética presenta una evolución de lo existencial a lo social. Su poesía nace con el propósito de sacudir las conciencias y de compartir con el resto de la humanidad su “tragedia viva”, que puede residir en su propia conciencia o en la vida en sociedad. Podemos clasificar su obra en tres etapas:

  • Poesía existencial: comienza con poesía religiosa y expresa la angustia del hombre frente a la muerte. Plasma el enfrentamiento hombre-Dios. El yo poético se siente abandonado por la divinidad. El libro que recoge todos los poemas de esta etapa se titula Ancia.
  • Poesía social: se inicia esta etapa con Pido la paz y la palabra y finaliza con Que trata de España. Pide la palabra para protestar contra la situación social y la paz para que España pueda vivir sin la presencia de la muerte y de la injusticia.
  • Última poesía: en los setenta vuelve a una poesía de carácter reflexivo.

3.2. Gabriel Celaya.

Su extensa producción lírica abarca distintas orientaciones:

  • Poesía existencial: muestra su inseguridad ante el mundo.
  • Poesía social: con Tranquilamente hablando, libro de tono sencillo y coloquial, inicia su “poesía de urgencia”, exigida por el compromiso ético del momento. La voz poética se fusiona con un “nosotros” colectivo, que representa a la inmensa mayoría. La interioridad lírica se sustituye por la solidaridad. Llega a la cima de la poesía social con Cantos iberos, en los que sigue defendiendo la función crítica de la literatura como arma de lucha social.
  • Poesía vanguardista: a partir de los sesenta, Celaya reinició una poesía de tintes vanguardistas.

4. LA POESÍA DE LOS SESENTA: LA GENERACIÓN DEL 50.

A finales de los años 50 apareció un grupo de poetas que, sin dejar los temas sociales, buscaba una mayor elaboración del lenguaje poético y un desplazamiento de lo colectivo a lo personal. Los poetas del grupo de los cincuenta defendieron la idea del poema como acto de conocimiento frente a la noción de poesía como comunicación. Mediante el acto creador, el poeta busca en la realidad y descubre “lo encubierto”. El lector participa del proceso porque el poema adquiere su significado en el acto de la lectura.

El grupo de los 50 incluye poetas que publicaron sus primeras obras en los 50 y se consolidan en los 60. Se diferencian dos núcleos:

  • Grupo de Barcelona (Jaime Gil de Biedma entre otros).
  • Grupo de Madrid (Ángel González y José Ángel Valente entre otros).

Hay temas comunes como el paso del tiempo y la nostalgia de la infancia; el erotismo y la amistad; y la creación poética. Son poemas de carácter reflexivo que mantienen el lenguaje coloquial y el verso libre. El humor y la ironía sirven de distanciamiento respecto de la realidad.

4.1. Ángel González.

Podemos distinguir tres etapas:

  • Primera etapa: con Áspero mundo se recrea en la decepción y el pesimismo existencial. El tema vertebrador es el paso del tiempo. En Grado elemental destaca la ironía para parodiar el entorno político y social.
  • Segunda etapa: caracterizada por el humor. Prosemas o menos.
  • Tercera etapa: meditaciones de carácter elegíaco.

4.2. José Ángel Valente.

Su poesía constituye una búsqueda constante en el lenguaje con la finalidad de llegar al conocimiento poético y a su propia salvación. En sus primeras obras (Poemas a Lázaro) intenta hallar la verdad a partir de la experiencia por medio de un verso preciso y sobrio que ahonda en las preocupaciones metafísicas. Con La memoria y los signos comienza una etapa destructiva. Hay una crítica despiadada hacia las mentiras mundanas marcada por el desencanto.

4.3. Jaime Gil de Biedma.

Es el autor que mejor ilustra el cambio poético de los años sesenta. Su poesía se basa en experiencias personales evocadas desde la distancia que impone el paso del tiempo. Sus poemas incorporan su vida cotidiana y privada, pero desde la mirada escéptica de un yo observador. El escepticismo, pues, impregna sus versos y proviene de su visión del ser humano, cuya cualidad es la derrota. Frente a ello, solo cabe el valor de la cultura. Sus tres libros los agrupa bajo el título de Las personas del verbo.