Las Lenguas Romances: Origen, Evolución y Principales Autores

Las lenguas romances

Durante la Antigüedad se produjo la expansión de Roma por toda la cuenca del Mediterráneo, lo que dio lugar a la difusión del latín, que era la lengua de los romanos. El latín es una lengua de procedencia indoeuropea, como la mayor parte de las familias lingüísticas de las que surgieron los principales idiomas de Europa y Asia, es la lengua madre de la que derivan una serie de lenguas (lenguas romances o románicas). Además de las españolas, también son lenguas romances el portugués, el francés, el italiano, el rumano, así como otras minoritarias. Las lenguas que se hablaban antes en estos territorios, las condiciones políticas y geográficas o los hábitos fonéticos de cada zona contribuyeron a la transformación del latín e hicieron posible que una única lengua diera como resultado la variedad de las lenguas romances.

El provenzal u occitano

Que se habla en el sur de Francia. En la Edad Media se llamaba langue d’0c, para distinguirlo del idioma hablado al norte de Francia (langue d’oil), en alusión a la forma de pronunciar la palabra sí (francés oui).

El retorromance

Es un grupo de lenguas (romanche, ladino y friulano), que se habla en el cantón suizo de los Grisones y en zonas del norte de Italia. Presentan grandes diferencias dialectales.

El sardo

Se habla en la isla de Cerdeña y tiene un carácter conservador. Sus principales dialectos son el logudurés y el campidanés.

El dálmata

Hoy extinguido, se habló en la antigua provincia romana de Dalmacia, en el litoral adriático de la antigua Yugoslavia y en el norte de Albania.

La lengua castellana

Las primeras manifestaciones escritas son las llamadas glosas emilianenses, breves anotaciones en lengua romance en los márgenes de manuscritos latinos. El primer impulso al castellano escrito llegó con el rey Alfonso X el Sabio, quien la promovió como lengua oficial. Elio Antonio de Nebrija con su Gramática de la lengua castellana, la primera que se escribe de una lengua vulgar. El siglo XVIII, supuso otro de los grandes momentos de la lengua, con la fundación de la RAE, institución que vela por su unificación, corrección y desarrollo, según manifiesta su lema, publicó tres obras fundamentales: El diccionario de Autoridades, la Ortografía y la Gramática. A partir de la fundación de la RAE se puede decir que el castellano queda casi fijado en su forma actual, desde entonces tan solo se han ido realizando pequeñas modificaciones ortográficas que han culminado con la última revisión. El español es hoy en día una de las primeras lenguas del mundo en número de hablantes, junto al chino, el inglés y el hindi.

Dialectos del castellano

Andaluz

Es el dialecto con mayor número de hablantes. Aunque el castellano llegó a Andalucía en el siglo XIII, no se consolidó su uso hasta el final de la Reconquista, por lo que recibió más influencias del árabe que el castellano normativo. La gran extensión de territorio en la que se habla este dialecto hace posible que existan grandes diferencias entre unas zonas y otras o que haya territorios con más rasgos dialectales que otros. Entre los rasgos fonéticos: el seseo, el ceceo, el yeísmo, la aspiración de consonantes, la confusión entre r y l, o la pérdida de la d intervocálica.

Extremeño

Tiene rasgos del antiguo dialecto leonés. Entre sus rasgos destacan el yeísmo, la tendencia a la aspiración o pérdida de la -s a final de sílaba, la aspiración de la j o la relajación y pérdida de la -r a final de palabra. En el plano morfológico son normales los diminutivos en -ino, -ina.

Murciano

Tiene influencias del aragonés, valenciano y del andaluz. Sus rasgos coinciden a menudo con los del resto de dialectos meridionales, como la aspiración de la -s a final de sílaba o de la j. En zonas rurales se produce una relajación de consonantes intervocálicas, en casos como caeza por cabeza. También se produce el yeísmo.

Canario

Recibe grandes influencias del andaluz, pues los primeros pobladores de las islas. Sus rasgos son comunes al andaluz. Morfológicamente es interesante el uso de ustedes como tratamiento de confianza. Meridional: sur Seleptrional: el norte

Lazarillo de Tormes

Su éxito fue enorme, pero en 1559 fue incluido en el Índice de libros prohibidos. La siguiente reimpresión tardó unos veinte años y se hizo con los capítulos más anticlericales censurados. El nombre de su autor aún permanece desconocido, a pesar de que se consideran diversas hipótesis: algún erasmista próximo al círculo de los Valdés, el humanista Hurtado de Mendoza, el fraile Jerónimo Fray Juan de Ortega o el escritor toledano Cervantes de Salazar.

Fuentes y originalidad del Lazarillo

Subyace un modelo literario clásico: El asno de oro, el relato costumbrista de aventuras del latino Apuleyo, en el que aparece ya la idea de la sucesión de diversos amos y hay un tono satírico similar. Aparece un burlesco “Cuarto libro del esforzado caballero Reinaldos de Montalbán”. La novela escrita en forma de larga carta redactada por Lázaro, por lo que puede haberse basado también en las epístolas que abundaban en las novelas sentimentales. El Lazarillo está lleno de anécdotas populares de tradición oral. La originalidad del Lazarillo consiste en su realismo.

Argumento y estructura

La novela está planteada como una epístola autobiográfica en la que el protagonista se defiende de ciertas acusaciones. No se sabe quién es Vuestra Merced, pues dicho tratamiento era normal en la época para indicar respeto, pero no implicaba que se dirigiera a personas especialmente importantes. Probablemente, la persona a la que escribe Lázaro fuese un cargo eclesiástico superior al arcipreste de San Salvador. Sea quien fuere su interlocutor, el caso por el que el protagonista se justifica no se explica en ese momento, sino que queda aclarado en las últimas páginas de la novela. Lázaro reconoce que la gente murmura porque se ha casado con la criada del Arcipreste de San Salvador, quien les ha proporcionado una casa vecina a la suya. En las protestas del protagonistas, que afirma creer en la virtud de su esposa, se esconde su cínica aceptación del adulterio, que le permite vivir en desahogo. La estructura es lineal, pues se narra una sucesión de amos para los que trabaja el protagonista, que va cambiando su manera de ser. El ciego, el clérigo de Maqueda, el escudero y los otros amos.

Garcilaso de la Vega

Es el prototipo de caballero renacentista definido por el italiano Baltasar de Castiglione en “El cortesano”: hábil tanto para las armas como para las letras, el poeta toledano siempre ha interesado tanto por la calidad de sus poemas, como por la intensidad de su breve vida. En sus obras, Garcilaso canta al amor de una mujer llamada Elisa, a la que se identifica como Isabel Freyre, una dama portuguesa que acompañaba a la emperatriz. Seguramente, el poeta la conoció al año siguiente de casarse con Elena de Zúñiga. Isabel contrajo matrimonio más tarde y murió de parto en 1533.

Obras

La obra poética consta de tres églogas, dos elegías, una epístola a su amigo Boscán, la “Osa a la flor del Gnido”, cuatro canciones y treinta y ocho sonetos. Casi todos sus poemas son de tema amoroso, siempre con el tono típico del petrarquismo: el amor es un dolorido sentir. El enamorado consagra su vida y su obra a una mujer que nunca le corresponde. Garcilaso utiliza la mitología clásica, buscando en ella una forma de representar las diferentes situaciones de los poemas.

Soneto y canciones

Domina en ellos la influencia de Petrarca, en los primeros se advierten ecos de la poesía cancioneril del siglo XV.

Églogas

Égloga I

En ella, el pastor Salicio se lamenta del rechazo de Galatea, mientras que Nemoroso llora la muerte de su amada.

Égloga II

Albanio, desesperado por el desdén de Camila, intenta quitarse la vida. En la parte central, hay una alabanza de la casa de Alba.

Égloga III

A orillas del Tajo, cuatro ninfas tejen escenas de amor. Tres de esas escenas son de tema mitológico y la cuarta es el amor desdichado entre Nemoroso y Elisa.

Estilo de Garcilaso

El léxico que usa el poeta toledano es sencillo, de sobra conocido por el público del siglo XVI y sus poemas consiguen una armonía en la que los recursos retóricos pasan casi inadvertidos. En sus descripciones de la belleza femenina y del locus amoenus aparecen epítetos y símiles, hipérbatos, repeticiones y simetrías. Los frecuentes encabalgamientos dan la sensación de que el verso fluye sin detenerse. Capacidad para expresar la intensidad de sus sentimientos sin romper el equilibrio del conjunto.