Literatura Española del Siglo XVIII y Romanticismo: Ensayo, Teatro y Poesía

Literatura Española del Siglo XVIII y Romanticismo

El Ensayo en el Siglo XVIII

En el siglo XVIII, el género literario de erudición más difundido fue el ensayo, impulsado por el desarrollo del periodismo. La prensa se convirtió en un medio crucial para educar y formar a la población en las nuevas ideas ilustradas, facilitando la difusión de opiniones y debates. Las tertulias también jugaron un papel importante en esta difusión.

Las obras se etiquetaban como ensayos, aunque no siempre seguían el formato tradicional, caracterizándose por:

  • La voz personal, con o sin primera persona.
  • Un tono conversacional, usando anécdotas cercanas a la realidad de los lectores.
  • Argumentación rigurosa y divulgativa, enfocada en temas de actualidad.

Estos rasgos conectaban la prensa con el ensayo, entendido como literatura de ideas. Un tema crucial y debatido fue la inclusión de las mujeres en los derechos y esferas del conocimiento. Autores relevantes del género, como Jovellanos y Feijoo, aunque no usaron el término “ensayo” en sus títulos, contribuyeron significativamente con obras como “Oración sobre la necesidad de unir el estudio de la literatura al de las ciencias” de Jovellanos y “Teatro crítico universal” de Feijoo.

Teatro crítico universal de Feijoo

La obra “Teatro crítico universal o Discursos varios en todo género de materias, para desengaño de errores comunes” de Benito Jerónimo Feijoo fue muy leída en su época debido a su habilidad como escritor y a la maestría de sus razonamientos. Feijoo utilizó sus ensayos para combatir los prejuicios y las supersticiones de su tiempo, enfrentándose a quienes explotaban la ignorancia de la población. Sorprendentemente moderno, Feijoo encontró un equilibrio entre su fe religiosa y la razón, defendiendo los avances científicos y abogando por la erradicación del atraso cultural en España. Además, promovió la inclusión activa de las mujeres en la sociedad y sus beneficios.

El “Buen Gusto” en el Siglo XVIII

En el siglo XVIII, la discusión sobre el “buen gusto” fue un tema central en muchas tertulias. La influencia francesa provocó numerosos cambios en la sociedad ilustrada, afectando la decoración de las casas, la moda, el diseño de jardines, el trazado urbano y ciertas expresiones lingüísticas. Feijoo criticó esta tendencia a imitar a Francia.

El Teatro en el Siglo XVIII

El teatro del siglo XVIII experimentó una transición entre dos grandes corrientes: las formas heredadas del Barroco y las nuevas propuestas neoclásicas. Las obras barrocas, influenciadas por autores como Lope de Vega y Calderón, seguían siendo populares, con comedias de capa y espada y temas religiosos que usaban elaborados decorados para atraer al público. Sin embargo, fueron criticadas por los ilustrados por su contenido degradado, volviéndose más truculentas y menos sustanciales.

En contraste, el teatro neoclásico surgió a mediados del siglo con un enfoque didáctico y una recuperación de la división clásica entre tragedia y comedia. Este nuevo estilo respetaba las unidades de tiempo, lugar y acción. Un ejemplo destacado es “Raquel” de Vicente García de la Huerta, una tragedia sobre el amor prohibido entre la judía Raquel y el rey Alfonso VIII, en medio de la oposición de los nobles castellanos.

Esta evolución teatral reflejaba los cambios sociales y la influencia de los ideales ilustrados en la cultura española de la época.

El Teatro Sentimental y la Comedia de Moratín

En el siglo XVIII, la reconciliación entre el público y los críticos teatrales se logró gracias a obras de contenido sentimental, como “El delincuente honrado” de Jovellanos. Leandro Fernández de Moratín destacó con sus comedias, especialmente “El sí de las niñas”, logrando una fórmula intermedia entre lo didáctico y lo sentimental. Sus obras, con temas cotidianos y desenlaces virtuosos, agradaron tanto a los ilustrados como al público general. “El sí de las niñas” critica la mala educación de las mujeres y los matrimonios arreglados entre jóvenes y hombres mayores, temas centrales en el debate ilustrado sobre la necesidad de mejorar la educación y la posición social de las mujeres.

Los Sainetes de Ramón de la Cruz

Además de comedias y tragedias, en la segunda mitad del siglo XVIII se siguieron representando con éxito fórmulas del gusto popular, como los sainetes. Estas piezas breves destacaban por el predominio de lo cómico y se emparentaban con los entremeses del teatro barroco. El mejor representante de este formato fue Ramón de la Cruz, con obras inspiradas en el Madrid castizo como Manolo, La casa de Tócame-Roque o Las tertulias de Madrid.

El Romanticismo en España

El Romanticismo en España triunfó tardíamente, aunque se pueden hallar aspectos románticos en autores del siglo XVIII. Por ejemplo, en “Las noches lúgubres” (1790) de José Cadalso, se encuadran sentimientos amorosos radicales en un ambiente nocturno. A principios del siglo XIX, las ideas de los hermanos Schlegel y la lectura de autores ingleses como Walter Scott y Lord Byron empiezan a desafiar el neoclasicismo. Hacia mediados de los años treinta, la estética romántica se consolida con obras como los artículos de Larra, “La conjuración de Venecia” (1834) de Martínez de la Rosa, y “Don Álvaro o la fuerza del sino” (1835) del duque de Rivas. El Romanticismo español se caracteriza por:

  1. Libertad literaria: Larra exigía “libertad en política, sí, libertad en literatura, libertad en todas partes”. Los autores rompen con el Neoclasicismo y las tres unidades clásicas (acción, tiempo y lugar), mezclan géneros y experimentan con la métrica.
  2. Individualidad y subjetividad: La naturaleza no se describe objetivamente, sino que refleja el estado de ánimo del autor, con ambientes como tormentas o ruinas evocando su tormento o melancolía.
  3. Evasión de la realidad: Se rechaza el mundo materialista y rutinario, prefiriendo la Edad Media o culturas orientales como escenarios, como en “El doncel de don Enrique el doliente” de Larra o “El señor de Bembibre” de Gil y Carrasco. En el teatro, se destacan temas medievales como en “El trovador” de García Gutiérrez. La evasión radical, como el suicidio, afecta incluso a figuras literarias como Larra.
  4. La Sentimentalidad es un factor decisivo de la expresión artística: El sentimiento amoroso idealizado es central en muchas obras, haciendo que “romanticismo” se asocie a menudo con el amor idealizado.
  5. Imaginación y fantasía forman parte de la creatividad romántica: La creatividad romántica incluye eventos legendarios y sobrenaturales, como en “El estudiante de Salamanca” de Espronceda y las “Leyendas” de Bécquer.

La Poesía de Bécquer

Gustavo Adolfo Bécquer no fue ampliamente valorado como poeta en vida, siendo reconocido principalmente por sus artículos y narraciones (“Leyendas”). Aunque publicó algunos poemas en periódicos, su poesía completa (“Rimas”) fue editada póstumamente por sus amigos. Bécquer optó por una poesía más “natural, breve y seca, que brota del alma”, inspirada en la tradición alemana de Heine y en las canciones populares, alejándose de la poesía grandilocuente de sus predecesores. Sus poemas, caracterizados por su brevedad y sencillez métrica, lo convirtieron en precursor de la poesía del siglo XX.

Las “Rimas” de Bécquer abordan diversos temas:

  • Sentimiento amoroso: A menudo desdichado y referenciando una imagen idealizada del amor. Los poemas de amor pueden referirse simplemente a una imagen idealizada más que a una persona real.
  • En sus versos surge con frecuencia la poesía: Vista como una síntesis de inspiración y técnica.
  • El desaliento ante una vida triste e inesperada, y la premonición angustiosa de la muerte aparecen incluso antes de que el deterioro de su salud apuntase su prematura desaparición a la edad de 34 años.

Las Leyendas de Bécquer

Gustavo Adolfo Bécquer demostró su talento narrativo en las “Leyendas”, una colección de relatos que destacan por sus sentimientos y elementos fantásticos. Los protagonistas, impulsados por la pasión amorosa, viven sus historias en misteriosos escenarios medievales, reflejando el gusto romántico de la época. Aunque los argumentos son fruto de su imaginación, Bécquer los presenta como si fueran leyendas tradicionales. Sus historias están escritas en una prosa cuidada y poética, combinando elegancia con fluidez y entretenimiento.