Contexto histórico y cultural
Entre finales del siglo XIX y principios del XX, una serie de acontecimientos transformaron la sociedad occidental. Los avances técnicos de la Revolución Industrial y el liberalismo económico impulsaron una competencia por las materias primas entre potencias como Alemania, Francia, Inglaterra y Estados Unidos. España, en cambio, experimentaba una decadencia y un retraso respecto a los países industrializados. La pérdida de las últimas colonias (Puerto Rico, Cuba y Filipinas), junto con el ineficiente sistema político de la Restauración, provocó una profunda división en el país, que culminó en la Guerra Civil Española y la posterior dictadura de Francisco Franco. En este contexto, surgió un movimiento regeneracionista que buscaba mejorar la situación política y económica del país.
En el ámbito intelectual, el irracionalismo de Schopenhauer y la supremacía de la voluntad de Nietzsche influyeron en los pensadores y artistas de la época. En los últimos quince años del siglo XIX, los escritores hispanoamericanos comenzaron a mirar hacia Francia como referente artístico, dando lugar al Modernismo.
El Modernismo
El Modernismo se caracterizó por el principio del arte por el arte, influenciado por el parnasianismo francés. Predominaba la exaltación de los sentidos (sinestesias, cromatismo, acumulación de adjetivos, aliteraciones), lo irracional, el exotismo, el erotismo y la sensualidad. Su léxico se alejaba de lo cotidiano, incorporando cultismos, extranjerismos y neologismos. Ante la decadencia de la época, los modernistas buscaron la evasión en la mitología, lo onírico, la Edad Media, Oriente y lo palaciego. Este escapismo se vio potenciado por la influencia del simbolismo francés, que a través de elementos concretos (el otoño, el crepúsculo, los estanques, los cisnes) exploraba el yo poético más profundo.
El nicaragüense Rubén Darío fue el principal exponente del Modernismo, destacando por su renovación métrica. En su obra, se distingue una primera etapa parnasiana (Azul, Prosas profanas) y otra simbolista, con una preocupación existencial y en defensa de la hispanidad (Cantos de vida y esperanza).
En España, destacaron Manuel Machado (Alma), Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez. Este último, ganador del Premio Nobel, se dedicó por completo a la poesía. Aunque rechazó la etiqueta, en su primera etapa (Ninfeas, Almas de violeta) se aprecian rasgos modernistas. Posteriormente, pasó por una etapa de búsqueda de la verdad a través de la experiencia biográfica (Diario de un poeta recién casado) y culminó con una etapa de anhelo de conciencia interior (Animal de fondo).
La Generación del 98
En España, surgió la Generación del 98, un movimiento influenciado por la filosofía pesimista de Schopenhauer y la vitalista de Nietzsche. A diferencia de los modernistas, los autores del 98 no buscaban la evasión, sino que abordaban los problemas de España desde una perspectiva regeneracionista y reivindicaban su cultura e historia. Su sensibilidad reflexiva les llevó a identificar a Castilla con la esencia de España. Con una estética sobria y sencilla, se opusieron aparentemente al Modernismo, aunque también renovaron los géneros literarios, como el ensayo, y cultivaron un lenguaje preciso y lírico.
Entre los principales intelectuales del 98, destaca Antonio Machado. Su primera etapa, de corte simbolista (Soledades, galerías y otros poemas), expresa melancolía a través de símbolos como el otoño, los árboles o el camino. Su segunda etapa, con Campos de Castilla, muestra un compromiso social regeneracionista. Finalmente, su obra adquiere un tono más reflexivo y filosófico (Nuevas canciones).
Miguel de Unamuno, destacado por su profundidad filosófica y preocupación existencial, renovó la narrativa con novelas que priorizan el conflicto y el diálogo sobre la descripción y la trama (Niebla, San Manuel Bueno, mártir).
Azorín contribuyó a la definición del concepto de Generación del 98 con novelas como La voluntad (1902), una obra innovadora que rompe con las convenciones realistas.
Pío Baroja, con su estilo impresionista, creó personajes inconformistas en obras como El árbol de la ciencia y La busca.
Ramón María del Valle-Inclán cultivó todos los géneros, destacando en el teatro. Su obra evolucionó desde el modernismo (Sonatas) al expresionismo (La guerra carlista) y culminó con el esperpento, una sátira grotesca de la realidad (Tirano Banderas, El ruedo ibérico).
El teatro de principios del siglo XX
El teatro de principios del siglo XX se dividía entre el comercial y el renovador. El teatro comercial, dirigido a la burguesía, incluía la comedia burguesa (Jacinto Benavente), el teatro poético en verso (Eduardo Marquina, Francisco Villaespesa) y el teatro cómico (hermanos Álvarez Quintero, Carlos Arniches, Pedro Muñoz Seca).
El teatro renovador, con autores como Unamuno, Galdós, Azorín, Jacinto Grau, Valle-Inclán y Lorca, tuvo escasa aceptación en su época. Valle-Inclán, con su esperpento (Luces de Bohemia), y Lorca, con su teatro poético y sus tragedias rurales (Bodas de sangre, La casa de Bernarda Alba), alcanzaron posteriormente un gran reconocimiento.
Conclusión
El final del siglo XIX y el comienzo del XX marcaron una época de gran desarrollo intelectual y cultural en España e Hispanoamérica. El Modernismo y la Generación del 98, con sus diferentes enfoques estéticos e ideológicos, contribuyeron a la consolidación de una identidad cultural hispánica. Este periodo es conocido como la Edad de Plata de la literatura española.