El ideal artístico y literario renacentista, basado en la belleza, proporción, mesura y armonía de las formas, va experimentando una transformación desde mediados del siglo XVI, que se manifiesta en un progresivo alejamiento del criterio de imitación de los clásicos, para acentuar más el estilo personal del artista. Este cambio se refleja ya en el Manierismo, movimiento artístico que, al final del Renacimiento, tendía a la artificiosidad. Se ha considerado el Manierismo como precursor del Barroco, cuya estética, de corte más intelectual que la renacentista, afecta a las artes y a la literatura del siglo XVII.
Clasicismo y Barroco en la literatura
El Clasicismo en la literatura se manifiesta en la expresión directa y natural; busca la elegancia en la apariencia de espontaneidad, evitando la expresión artificiosa y excesivamente ornamental. El Barroco, en cambio, se caracteriza por un lenguaje identificativo de la función literaria, es decir, que desea para la literatura una lengua propia, claramente distinta de la que puede emplearse en otro tipo de discursos. Por ello, el lenguaje experimenta una mayor elaboración en todos los niveles. El estilo barroco tiende a las formas retóricas, llamando la atención sobre el significante lingüístico, con abundancia de recursos tan variados. Estos recursos sirven para expresar una visión del mundo desde una perspectiva dinámica, artificiosa e intensificadora.
Conceptismo y culteranismo
El Conceptismo se apoya en el concepto, en la palabra de contenido abstracto o polisémico, cuyo referente es susceptible de asociarse con diversos significados. Basándose en la asociación de ideas, el escritor condensa en pocas palabras una doble lectura, sugerida por el contexto y las referencias culturales. Las ilusiones y matices que se transmiten en el mensaje dan pie a recursos expresivos como la ironía, la paradoja, la doble intención o el juego de palabras. El Culteranismo centra su interés en el uso de un lenguaje deslumbrante y extraño, donde importa más cómo se dice, que lo que se dice. Interesa, sobre todo, asombrar con la palabra novedosa e inesperada.
La poesía durante el Barroco
El lenguaje exuberante y sensorial de este periodo se manifiesta principalmente en la lírica, que no difiere, en lo esencial, de la renacentista. Los temas, las formas métricas y los géneros siguen siendo, preferentemente, los del siglo XVI, aunque se amplía su gama para abarcar desde las formas más populares a las más cultas, pasando por la poesía satírica, religiosa, épica… La poesía amorosa sigue fiel a la lírica petrarquista, y se dirige a un arquetipo de belleza femenina similar al de la etapa anterior. Se intensifican también las referencias mitológicas, sobre las que se construyen numerosos poemas. El mundo grecorromano se presenta como una vía de evasión de la realidad, situado al otro extremo del prosaico y penoso vivir de cada día; además, es un campo donde el poeta exhibe su conocimiento del mundo antiguo, su erudición y su formación humanística.
Luis de Góngora y Argote
Conforman la base de su poesía las formas petrarquistas y el mundo pastoril de Garcilaso, a los que se añade el sustrato de la tradición popular. En su trayectoria se aprecia una vertiente popular y otra culta. Ambas corren paralelas. Su obra está compuesta principalmente por romances, letrillas, sonetos y tres poemas que representan la cima de su poesía: Fabula de Polifemo y Galatea, Soledades y Fabula de Piramo y Tisbe. Los romances y letrillas constituyen la expresión más popular de Góngora, buen conocedor del Romancero y de la poesía castellana tradicional. Son poemas de gran viveza y colorido. La letrilla toma con frecuencia el camino de la sátira, denunciando la hipocresía social y los vicios humanos. El humorismo y la gracia de gran parte de estas composiciones no pueden ocultar una visión escéptica y sombría de la vida, como corresponde al mundo barroco del autor.
En los sonetos predomina la temática amorosa, pero el amor es visto con frecuencia desde la perspectiva dramática del desengaño y del sentimiento perecedero. La Fabula de Polifemo y Galatea está compuesta en octavas y revive el mito literario de Polifemo, grotesco cíclope de un solo ojo en la frente, que se enamora de la hermosa ninfa Galatea. Es el pretexto de Góngora para exhibir su magistral dominio de la lengua poética, caracterizada por el hipérbaton violento, la profusión de cultismos y latinismos, las asombrosas imágenes y metáforas, los sonidos evocadores de realidades, las hipérboles y un enorme caudal de referencias y mitológicas y culturales, entre otros muchos artificios literarios. En todo ello se manifiesta el propósito del autor de situarse muy por encima de los que él consideraba espíritus vulgares. Soledades es la muestra más representativa del llamado gongorismo. Se trata de un largo poema compuesto en silvas, sirve de excusa para mostrar una sucesión de estampas bucólicas y pastoriles, así como escenas de caza y pesca, de bodas y bailes, que presentan una naturaleza estilizada y convertida en puro objeto literario. Su lenguaje es ornamental y hermético en extremo.
Francisco de Quevedo y Villegas
Denunció, a menudo mediante la sátira y la burla, la degradación moral y la decadencia de la España de los últimos Austrias. En su extensa obra, en verso y en prosa se advierte una clara intención moral junto con una actitud escéptica y pesimista. Su estilo elegante y condensado, con tendencia al mensaje sentencioso, sobresale por su fuerza expresiva y su prodigioso dominio del lenguaje. Es un lenguaje complejo y lleno de contraste, que señala a su autor como el gran maestro del conceptismo.
- La amorosa: El sentimiento amoroso inspira gran parte de su obra lírica y, aunque se distinguió por su misoginia, sus palabras alcanzan, a veces, el valor de apasionadas declaraciones de amor eterno, sobre todo, cuando nos hablan de un amor trascendente, capaz de sobrevivir a la muerte.
- La sátira y burlesca: Quevedo desahogó muchas de las amarguras que le atormentaban, ridiculizando costumbres e instituciones y sacando a la luz la hipocresía y la ausencia de valores morales.
- La metafísica: aborda la trascendencia de la existencia humana en torno a la tensión vida/muerte. La vida es un breve acontecer marcado por el imperativo de la muerte, lo que provoca la reflexión grave y la angustia ante la incertidumbre.
Oraciones subordinas sustantivas
El nexo es:
- Una conjunción ( que o si )
- O una forma interrogativa ( que, quien, quienes, cual, cuales, donde, como, cuando, cuanto )
Cuando no hay nexo en su lugar aparece un infinitivo.
Oraciones subordinadas adverbiales
- De lugar – ( donde )
- De tiempo – ( cuando )
- De modo – ( Como )
- De causa – ( porque )
- Concesivas – ( aunque )
- Condicionales – ( si )
Oraciones subordinadas adjetivas
Pueden estar introducidas por
- Un pronombre relativo: ( que, quien, quienes, el cual, la cual, … )
- Un adverbio relativo: ( donde, cuando, como )
- Un determinante relativo posesivo: ( cuyo/a/s )