Modernismo Y GENERACIÓN DEL 98
Durante los siglos XIX y XX se desarrollaron dos movimientos literarios: El Modernismo y la generación del 98. El primero tiene elementos comunes entre sí, sobre todo el estilo poético, Y los poetas son díscolos con el entorno burgués. Por lo contrario, los noventayochistas son el conjunto de autores heterogéneos que tienen similitud temática: regenerar el país a nivel social, político y literario, por medio de movimientos reformistas, la educación y el pesimismo existencial. El Modernismo de conseguir un movimiento literario y cultural novedoso, ya que, es la primera vez que nace en Hispanoamérica y posteriormente se traslada a Europa. Se trata del nicaragüense Rubén Darío con su obra “azul” publicada en 1888. La poesía modernista recibe influencias de la poesía francesa, la poesía autóctona hispanoamericana y de los últimos ROMánticos. La obra de Rubén Darío se divide en dos etapas: La parnasiana, donde destacan sus obras “azul” y “prosas profanas” (1986), esta etapa es colorista, rítmica y exótica. La simbolista, esta etapa es intimista, melancólica, existencial, etc., a ella pertenece “cantos de vida y esperanza” (1905). El estilo era formal y se dirigía a la búsqueda de la belleza a través de la sonoridad y la musicalidad del poema, además se utilizan adjetivos calificativos, aliteraciones, metáforas, etc. Existen dos líneas temáticas: La escapista, se recrean en la belleza de lugares exóticos y, La intimista, expresa su melancolía y tristeza con rasgos ROMánticos y simbólicos. En España, destacan autores modernistas como Salvador Rueda (percusor del movimiento), Manuel Machado (“cante hondo”), Juan Ramón Jiménez (“elegías”, “platero y yo” y “soledad sonora”), Valle-Inclán (“aromas de leyenda”) y, Antonio Machado (“soledades, galerías y otros poemas”). En la novela modernista, destaca Valle-Inclán con sus “sonatas” y la trilogía de “la guerra carlista”. En el teatro modernista, se recuperó el verso y los temas históricos, entre sus autores destacamos a Francisco Villaespesa (“El Alcázar de las perlas”), Eduardo Marquina (“Las hijas del Cid”) y, Los hermanos Machado (“Desdichas de la fortuna”). La generación del 98 es un grupo de jóvenes escritores que quieren regenerar la vida española, ya que el país se encontraba en un momento trágico a nivel territorial, político, social, moral y económico. El grupo nace con el llamado “grupo de los tres”, conformado por Azorín, Baroja y Ramiro de Maeztu. A ellos, más tarde, se le sumarán otros autores como Miguel de Unamuno, Jacinto Benavente y Antonio Machado. Se plantearon temas filosóficos (influencias de Nietzsche y Kant), religiosos y políticos. El tema de España fue preocupante, se invitaba a salir a la gente a trabajar para sacar de la parálisis al país. Influidos también por las ideas regeneracionistas, recorrieron el territorio en busca de la esencia y las raíces del pueblo español, llegando a la conclusión de que Castilla es el “alma” del país. Los noventayochistas, dieron prioridad al contenido frente a la forma, buscaban la sencillez y la efectividad del mensaje. Autores destacados son: Azorín (“Castilla” 1912), su estilo es impresionista, breve y sencillo. Pío Baroja, de estilo impresionista y de ideología anarquista (trilogía “la lucha por la vida” y tetralogía “tierra vasca”). Miguel de Unamuno (“Nivola”), destaca por sus temas filosóficos.
TEATRO ANTERIOR A 1939:
El desarrollo del teatro español durante este periodo evoluciona por dos niveles. Por un lado el que gusta al público y por ello en el que los empresarios invierten, El teatro comercial. Por otro lado, hay un teatro renovador en el que no se invierte. Este es el teatro de algunos autores noventayochistas, vanguardistas y próximos al grupo del 27, principalmente son Valle-Inclán y García Lorca. Jacinto Benavente es el dramaturgo que mejor explota los gustos del momento, es por ello el máximo representante del teatro comercial. Benavente produce comedias de salón en las que hay una amable crítica a los vicios y defectos sociales. Entre ellas destacan: “la noche del sábado” (1903) y, su principal obra “los intereses creados” (1907). Escribíó también dramas rurales como “la malquerida” (1913). Recibíó el premio Nobel en 1922. El teatro cómico costumbrista lo representan los hermanos Quintero con obras como “las flores” (1901) y “la de Caín” (1908). En Madrid, triunfa Carlos Arniches con la revitalización del sainete que inició con éxito con “el santo de la Isidra” (1898) y “la cara de Dios” (1899). Creó una variante que se denominó la tragedia grotesca, que contiene inquietudes regeneracionistas como “la señorita de Trevélez” (1916). Un subgénero cómico fue el astracán, el cual busca la carcajada. La obra más celebrada fue “La venganza de don Mendo” de Pedro Muñoz. El teatro renovador no surge ya que el público no está preparado para un cambio en el teatro. Los intentos de crear un arte innovador fracasan. Unamuno escribe “Fedra”, Azorín escribe “lo invisible”, Gómez de la Serna escribe “los medios seres”, algunos autores de la generación del 27 participan en la renovación: Alberti indaga entre el Surrealismo con “el hombre deshabitado”, en el teatro poético con “el adefesio” y, en una literatura comprometida políticamente con “Fermín Galán”. Miguel Hernández cultivará el teatro social según la estética calderoniana en “el labrador más libre”. Otros autores empiezan tras la Guerra Civil Alejandro casona, Jardiel Poncela y Miguel Mihura. Las dos figuras que brillan en la renovación del teatro son Valle-Inclán y García Lorca. Valle-Inclán conocido por su estrambótica vida y por su creatividad teatral, viaja a México y, desde entonces, lleva una vida bohemia unida a la literatura. Su carrera dramática se sitúa entre dos hitos: el Modernismo y el esperpento. De la primera destaca la trilogía “comedias bárbaras” y, de la segunda, “luces de Bohemia”. Desde 1927 ya no escribirá más teatro. El abanderado del teatro de la generación del 27 es Federico García Lorca, cuya primera obra de éxito es “Marina Pineda”, un drama histórico. Le seguirán “la zapatera prodigiosa” una obra de amores y desconfianza y, una obra de carácter surrealista “así pasen cinco años”. Serán los dramas rurales en la última parte de su vida donde se encontrarán sus obras célebres, tales como, “bodas de sangre”, “yerma” y “la casa de Bernarda Alba”.
NOVELA ESPAÑOLA DE 1939 A 1974
La narrativa de este periodo suele dividirse en tres grupos: la novela existencial, la novela social y la novela experimental. Tras la guerra se produce una ruptura entre la literatura anterior y la nueva situación en España y en el mundo. Escritores del exilio escribirán, en tono de denuncia y testimonio, recordando la guerra perdida sobre la nueva tierra que les acoge y reflexionando sobre la existencia. Entre los exiliados destacan autores como Ramón Sender (“Réquiem por un campesino español”), Rosa Chacel (“la sinrazón”), Max Aub (“laberinto mágico”) y Francisco Ayala (“Muertes de perro”). Por otro lado los autores que se quedaban en España elaboran una literatura conformista, bien de exaltación por la victoria o bien de evasión humorística. Por otra parte una novela desarraigada de corte existencial, destacan autores como Agustín de Foxá (“ Madrid, de corte a checa”) y Wenceslao Fernández Flores (“el bosque animado”). La novela existencial tendrá su punto de partida en el tremendismo de Camilo José Cela, en “la familia Pascual Duarte”. Es un subgénero cuyos temas principales son el destino humano y la dificultad para la comunicación personal. Se caracterizará por escenarios marginales y tono bronco. No obstante, quien mejor representa este tipo de novela existencial es Carmen Laforet con su obra “nada”. En ella la ciudad decadente y sórdida es el escenario de unos personajes que deambulan, incapaces de vislumbrar un futuro satisfactorio. Otros autores son Ballester, Ignacio Agustí y Gironelli. Entre las carácterísticas de la novela existencial cabe señalar sus influencias (Baroja, la novela picaresca y el cine americano) y una temática triste y decadente al igual que sus personajes. La técnica y el estilo son poco innovadores. A mediados del Siglo XX, comienzan a circular por España unas obras en las que el discurso individual ha sido situado por una voz coral que indaga sobre los problemas colectivos. Los escritores abandonan el tono pesimista y describen la realidad de una sociedad que evoluciona hacia formas más abiertas. Intentaron sortear la censura y reflejar la realidad más dura de las clases obreras. Esta nueva tendencia se llamará novela social, donde distinguimos dos etapas: Las novelas percusoras de la novela social con autores como Delibes (“el camino”), Camilo José Cela (“la colmena”), Luis Romero (“la Noria”), Ignacio Aldecoa, Ana María Matute, entre otros. Plasman la realidad de la pobreza y las injusticias de manera testimonial. Por otra parte, tenemos las novelas más comprometidas políticamente. Denunciarán directamente las desigualdades injusticias sociales desde postulados muy cercanos al marxismo. Los temas más recurrentes eran la dureza de la vida en el campo (“Los bravos” de Fernández Santos), el mundo del trabajo urbano (“central eléctrica” de Juan García hortelano), la ciudad (“la colmena” de Camilo José Cela) y las clases trabajadoras (“el jarama” de Sánchez Ferlosio). La narración lineal, la sencillez y la preeminencia por el diálogo, serán las carácterísticas de la novela. En los 60, el Realismo social se va agotando y los autores españoles se abren a influencias de los grandes novelistas internacionales. Aunque no deja de haber una preocupación social, esta queda en segundo plano. El narrador oscila entre la perspectiva individual y la colectiva, se introduce el perspectivismo que rompe la secuencia cronológica lineal, la trama queda eclipsada por el preciosismo estilístico y los personajes eran conflictivos y fluctuantes. En 1962 se publica el “tiempo de silencio” de Martín santos, obra que inicia este giro. La prosa se vuelve más barroca. Destacan obras como “señas de identidad” de Goytisolo, “Últimas tardes con Teresa” de Juan Marce y “cinco horas con Mario” de Miguel Delibes.
TEATRO DE 1939 A FINALES DEL Siglo XX:
El teatro del 39 estará marcada por la Guerra Civil española y como consecuencia habrán autores que se exiliaron (Alejandro casona y Alberti) y otros desaparecerán (Unamuno, Miguel Hernández y Valle-Inclán). En los años de posguerra triunfaba la comedia burguesa y el teatro de humor, ambas buscaban evadir la realidad de la época. La comedia burguesa se caracteriza por su intrascendencia con humor, ternura y amabilidad. Benavente continúa con la comedia de salón con temas tradicionales, como el de Dios, la patria y la familia, incluyendo una crítica de las costumbres. Siguiendo el modelo tradicional se continúa teniendo en cuenta las normas aristotélicas y la búsqueda de la perfección formal. Los principales autores fueron Benavente, José María Pemán, Juan Ignacio Luca de Tena, (“¿donde vas Alfonso XII?”) Joaquín calvo Sotelo (“la muralla”) y José López rubio. En cuanto al teatro de humor, se caracteriza por la evasión de la realidad con cierto carácter innovador. Jardiel Poncela incorpora lo inverosímil, con toque de locura y misterio (“Eloísa está debajo de un almendro” y “los ladrones somos gente honrada”). A este le sigue Miguel Mihura, que idealiza la vida a través de personajes bondadosos y tiernos, siendo así su obra más representativa “tres sombreros de copa”, luego tiene donde revela su visión pesimista y desencantada como “melocotón en almíbar”. Entre los exiliados se hallan: Alberti con su teatro político (“el adefesio”); Max Aub con desastres de la guerra, soledad y ética del exiliado; Alejandro casona quien mantiene su comedia burguesa de evasión en su exilio, y; Pedro Salinas que comienza escribir teatro en el exilio caracterizándose por su radical humanismo. Al finales de los 40, irrumpe el teatro realista de denuncia de la realidad. Iniciará con “historia de una escalera” (1949) de Buero Vallejo y con la puesta en escena de “escuadra hacia la muerte” de Alfonso sastre. Más tarde se unirán autores como José Martín recuerda, Lauro Olmo, Carlos Muñiz y Ricardo buded. Son obras que abordan problemas existenciales y sociales, poniendo relieve la desigualdad social y la falta de humanidad. El autor más significativo es Buero Vallejo que sintetiza el Realismo y el simbolismo, busca la tragedia que genere compasión, que denuncia una crítica existencial y social. Lo que más le caracteriza, es que presenta problemas y no soluciones. Su obra más trascendental es “historia de una escalera”, la cual posee personajes con ganas de superar su pobreza. También lucha por la libertad y la verdad en “en la ardiente oscuridad” y se pone en contra de la tortura provocada por persecuciones políticas en “las Meninas”. Alfonso sastre se da conocer por “escuadrón hacia la muerte”, donde denuncia la tiranía de un sargento añadiendo humor negro y profundo. Lauro Olmo destaca con “la camisa”, siendo la pobreza, el paro y la inmigración sus principales temas. José María recuerda trata temas históricos, contemporáneos con personajes que anuncian la libertad en un Realismo cruel. Carlos Muñiz escribe Realismo social en “el precio de los sueños”. José María Rodríguez Méndez escribe una obra entre el sainete y el esperpento. El teatro renovador surge en el año 1965, en el que los autores aplican las tendencias vanguardistas, buscan nuevas técnicas como el teatro épico, el “underground” y el del absurdo. Surgen grupos de teatro independientes, entre ellos destaca Fernando Arrabal con “el cementerio de automóviles” y Francisco Nieva con “la carroza de plomo candente”. En el teatro desde 1975, se refleja un alejamiento del público y, por ello, se vuelve un teatro neorrealista, donde destacan Antonio gala y Fernando Ferrán.
LA BUSCA:
“la busca” es la primera de las tres novelas que componen junto a “mala hierba” y “aurora roja”, la trilogía “la lucha por la vida”. Fue realizada por Pío Baroja, representante de la generación del 98 y, publicada inicialmente por entregas en el diario “el globo” en 1903. Sin embargo, un año más tarde (1904), se volvíó a publicar la novela pero con modificaciones y una ampliación de la primera versión. Esta segunda versión se publicó tal y como la conocemos hoy en día. Posteriormente, en 1966, “la busca” fue llevada al cine por Angelino Fons. Se trata de una novela realista, donde se evidencia la descomposición de la sociedad española. La obra se sitúa en los suburbios del Madrid preindustrial de finales del Siglo XIX y principios del Siglo XX. El ambiente que desarrolla Baroja es sórdido y mísero de los marginados y delincuentes, en las páginas destaca la miseria, suciedad, olores nauseabundos y ambientes agobiantes, donde sus personajes no tenían posibilidad de salir de aquella pobreza. El estilo de Baroja es directo, breve, rápido, fluido y preciso. El ritmo es vivo y natural. Se refleja el habla madrileña, contribuyendo así al Realismo, y encaja con ese gusto por utilizar palabras de la tierra que tenían los de la generación del 98. Utiliza vulgarismos fonéticos (novedá, robao…), locuciones populares y usos de los tiempos verbales incorrectos. La estructura de la obra se divide en tres partes: la primera parte relata la vida de Manuel, el protagonista, en el interior de la ciudad en torno a la casa de huéspedes. La segunda parte transcurre en las afueras de Madrid, muestra los barrios bajos y su pobreza. En la tercera parte, debe abandonar (Manuel) la casa de su tío y alternará los dos ambientes. Cronológicamente, la obra en tiempo real se sitúa en Madrid, entre 1885 y 1888. Algunos de los sucesos que se cuentan, como el crimen de Malasaña, sucedieron realmente. También es real la vida de Manuel. Los personajes son descritos con frialdad, objetividad y dureza, como la violencia de muchos de los hechos que se relatan (asesinatos, abusos, robos, etc.) Manuel es un espejo de la personalidad de Baroja, trata de un niño de entre 10 y 14 años que no tiene claridad de lo que quiere hacer con su vida, y a la vez, nota en su conciencia los consejos de la vida honrada de su madre enferma. La obra trata de la vida de Manuel y el ambiente de un entorno viciado que empuja al individuo al deterioro moral. El tema de fondo de la obra es ese ambiente donde Manuel debe decidir qué hacer con su vida. Al principio Manuel sale de su pueblo en busca de su madre enferma, la cual le da unos pocos consejos que, como adolescente que es, los ve ingenuos y aburridos. Tras la muerte de su madre, se ve dentro de la golfería junto con su primo Vidal y el Bizco. Manuel se ve forzado a la vida de la calle y adquiere una visión desengañada de la vida, pasando de amo en amo. Al final, tras las influencias de su último amo, Manuel debe elegir entre dos modos de vida: El vagabundo o la vida dura del trabajador honrado. El protagonista se decanta por la última.
LOS SANTOS INOCENTES
“Los santos inocentes” es la última de las tres novelas que componen junto a “el camino” y “las ratas” la trilogía rural, realizada por Miguel Delibes, autor perteneciente a la generación del medio siglo marcada por la dictadura franquista. Fue publicada en 1981 y, en ella plasma tanto su amor por la vida del campo como la fusión de sus personajes sencillos con ese mundo natural. Fue llevada al cine en 1984. Se trata de una novela de personajes, pues mantiene una dedicación constante en el diseño de sus personajes, sin importar su nivel. Nos encontramos con la situación de una familia formada por el matrimonio de Paco y Régula, los hijos Quirce, Nieves y la niña chica y, el tío Azarías. Todos ellos trabajaban para el señorito Iván. Los retratos de los personajes están perfectamente caracterizados. Distinguimos dos grupos de personajes: Los pertenecientes a un grupo social alto y los personajes sometidos que son pobres y humildes campesinos. No aparece la clase media, sino rápidamente como Manolo. La obra consta de seis largos párrafos que constituyen cada uno un capítulo, que el autor llama a “libros”. La estructura es de una novela tradicional y está dividida en tres partes: la primera parte se centra en la presentación de los personajes humillados desde una doble perspectiva (social y existencial). Contiene tres libros: azarías, Paco el bajo y la milana. La segunda parte se introduce con un personaje antagónico, el señorito Iván. Contiene el cuarto libro: El secretario. La tercera parte presenta los hechos que llevan al desenlace trágico. Contiene dos libros: El accidente y el crimen. La estructura interna está organizada a través de elementos que Delibes pretende poner de relieve, cada libro presenta cierta independencia argumental. El tema principal es el respeto a la naturaleza, la caza y las gentes sencillas. Además, vemos las desigualdades y las injusticias sociales del mundo rural en la España de los años 60, la falta de educación y el abuso de los amos. Cronológicamente no existe una fecha que indique el año en el que transcurre la novela. Sin embargo, hay una referencia al Concilio Vaticano II (1962). Con respecto al espacio donde se desarrolla, el Cortijo es el universo espacial en el que se ubica la obra, que revela una situación injusta donde “los inocentes” se llevan la peor parte. En la novela hay dos constantes: Castilla y el mundo rural y, dentro del cortijo, hay dos zonas: El espacio natural y la zona de viviendas. El espacio de la novela se localiza en Extremadura, por la mención de que el Cortijo era cercano a la frontera con Portugal. Estilísticamente es un libro difícil ya que está cargado de originalidades. La obra discurre por unas vías muy normales, como una novela tradicional. La complejidad radica en la disposición formal de la superficie. Combina la oralidad de los personajes con el uso literario de la lengua en un discurso continuo sin pausas de puntos ortográficos, salvo los existentes al final de cada capítulo. Bueno evita el punto en toda la obra. Abundan las oraciones activas, de estilo normal, los sustantivos, los adjetivos y el léxico rural con modismos y vulgarismos. Con respecto al narrador, este es omnisciente. Está fuera de la acción. Se presenta como un observador directo que posee una completa documentación. No es solo un narrador omnisciente, si no un narrador testigo también, cuyos rasgos son: utilización de la tercera persona narrativa, la minuciosidad y el detallismo. El lenguaje adquiere el tono de oralidad constante.
Semántica
Sinonimia: es una relación semántica consistente en la igualdad de significado cuando existen diferentes significantes. Por ejemplo “vivienda” y “casa”.
Antonimia: es el hecho de que dos palabras tengan dos significados contrarios. Por ejemplo “blanco” y “negro”.
Hiperonimia: es la palabra cuyo significado abarca al de otros. Por ejemplo “deporte”, que incluye otras palabras como “fútbol” “baloncesto”, etc.
Polisemia: es cuando un significante puede tener varios significados, es decir, cuando una palabra puede tener varias definiciones. Por ejemplo “banco”, se puede entender como “banco para sentarse” o como “entidad financiera”.
Homonimias: son dos o más palabras diferentes que coinciden en su pronunciación o en su escritura pero su origen y significado son distintos. Por ejemplo las palabras: Rallar (desmenuzar), rayar (de hacer rayas), llama (Del verbo llamar) y llama (El animal).
NOVECENTISMO Y VANGUARDIAS:
El novecentismo es el movimiento literario compuesto por intérpretes liberales comprometidos con la modernización y europeización de la sociedad a través de la educación. Las carácterísticas de este movimiento son: El intelectualismo (rechazo del sentimiento en el arte), Europeización (España debe modernizarse hacia Europa), Presencia en la vida cultural y política (Las élites deben orientar a la sociedad), Cosmopolitismo (preferencia por la cultura urbana) y, esteticismo y formalismo (búsqueda de la belleza e interés por la obra bien hecha). Practican una literatura basada en la serenidad clásica, un lenguaje depurado y selectivo y, un público minoritario. La novela novecentista, se considera renovadora, gracias a que lleva a cabo una fusión entre lo narrativo y lo ensayístico, la originalidad del lenguaje y de la estructura y, la preferencia por la vida urbana y moderna. Destacan la novela intelectual y crítica (de Ramón Pérez de Ayala con “Belarmino y Apolonio”), la novela lírica (de Gabriel Miró con “el obispo leproso”) y, la novela humorística (de Wenceslao Fernández Flores con “ El hombre que compró un automóvil”). En la poesía novecentista, se ven rasgos de la poesía pura y centrada en la perfección formal. Poetas célebres son León Felipe (“versos y oraciones de caminante”) y Juan Ramón Jiménez, quien distingue su obra en tres etapas: la etapa sensitiva (hasta 1915): donde pasa del posromanticismo al Modernismo (“Soledad sonora”). La etapa intelectual (1916-1936): reduce la adjetivación para ser más breve y conceptual (“la estación total”). La etapa suficiente (1937-1958): identifica la poesía con la divinidad (“Dios deseado y deseante”). Ramón Gómez de la Serna es quien une el novecentismo con las vanguardias gracias a la traducción de la obra italiana “manifiesto futurista” de Marinetti en 1909. Las vanguardias son movimientos que surgen a principios del Siglo XX, con el objetivo de renovar la producción artística. También se conocen como “ismos” y las principales fueron: El Futurismo, el Cubismo, el dadaísmo, el Surrealismo y el expresionismo. Las vanguardias hispanas tienen una actitud menos radical que las europeas, de estas destaca el ultraísmo y el creacionismo. El ultraísmo buscaba eliminar los sentimientos y la lógica de la poesía, su principal impulsor fue Guillermo de la Torre (“Hélices”). El creacionismo buscaba dar importancia al poema en sí, uniendo palabras irreconciliables, fue impulsado por Vicente Huidobro. Más tarde, se introdujo el Surrealismo, con la idea de hacer surgir el mundo del subconsciente mediante imágenes irracionales. Tuvo seguidores como Lorca, Alberti, Cernuda y Vicente Alexandre.
GENERACIÓN DEL 27
La generación del 27 es el grupo poético más importante de la literatura española desde el siglo de oro. Sus integrantes vivían en la “residencia de estudiantes” en Madrid y colaboraron en las mismas revistas. Conmemoraron el centenario de Góngora en 1927 y, aparecieron como grupo en la “antología” de Gerardo Diego en 1931. El grupo sintió veneración por los poetas medievales y clásicos. Fueron influidos por Becker, Machado, Unamuno, Darío y Juan Ramón Jiménez. Cada integrante tenía una personalidad diferente, igualmente se pueden señalar tres etapas generales: hasta 1927 (tendencias posmodernistas), de 1927 a la Guerra Civil (irrumpe el Surrealismo y la humanización de la poesía) y, a partir de 1939 (la guerra ha roto el grupo y cada uno sigue su camino). Los que se quedan en España derivan a un humanismo angustiado y los que se exilian derivan a una nostalgia de la patria perdida. Entre los miembros de este grupo destacamos a García Lorca, Alberti, Salinas, Guillén, Gerardo Diego, Vicente Aleixandre, entre otros. Federico García Lorca es el poeta más universal del grupo. Viaja a Nueva York donde contempla el poder del dinero y la injusticia social. Funda un grupo teatral universitario llamado “la barraca”. Destaca como poeta y dramaturgo. Inicia con poemas de tradición popular andaluza (“poema del cante jondo canciones y suites”) su obra más exitosa fue “romancero gitano”. Tras su viaje a Nueva York, produce un cambio hacia una poesía más social que encuentra su forma en la técnica surrealista en su obra “poeta en Nueva York”. Rafael Alberti tras tener que mudarse a Madrid tuvo recuerdos nostálgicos del mar y allí su primera obra neopopularista “marinero en tierra” con la que recibe el premio nacional de literatura. Con “cal y canto” da un giro hacia lo gongorino y futurista. Tras una crisis existencial escribe “sobre los ángeles” empleando una técnica rupturista de tipo surrealista. Su obra siempre varía de estilos y temas. Pedro Salinas fue profesor universitario en España, Francia, Inglaterra y Estados Unidos. Es el poeta del amor ya que es perfeccionista del verso y busca profundizar en los sentimientos. Tiene obras importantes como “presagios”, “razón de amar” y “confianza”. Jorge Guillén es el representante de la poesía pura del grupo del 27. En su poema consigue una estilización de la realidad. Concibe toda su obra como un todo, bajo el título de “aire nuestro”, que consta de dos títulos: “cántico” y “clamor”. El primero tiene su visión optimista de la vida y el segundo denuncia las discordancias del mundo. Gerardo Diego elaboró la “antología” que dió a conocer a los autores de la generación del 27. Alterna entre la poesía tradicional (“versos humanos”) y la vanguardista (“Imagen”). Dámaso Alonso fue miembro y director de la Real Academia Española. Como poeta fue autor de dos obras en los inicios del grupo: “poemas puros: poemillas de la ciudad” y “El viento y el verso”, ambas de tono sencillo y neopopularista. Tras la posguerra española con su poesía desarraigada realizó “hijos de la ira”. Vicente Aleixandre estuvo influido por el Surrealismo y fue ganador del premio Nobel de literatura en 1977. Distinguimos sus tres etapas: El deseo de fusión del hombre con la naturaleza (“Espadas como labios”), descubrimiento del valor de la solidaridad (“Historia del corazón”) y, reflexiones filosóficas sobre el destino del hombre (“Diálogos del conocimiento”).
NOVELA ESPAÑOLA DE 1975 A FINALES DEL Siglo XX:
la novela española tras el fin de la dictadura y la desesperación de la censura, iniciará una salida del experimentalismo narrativo. Empezará con “la verdad sobre el caso savolta” (1975) de Eduardo Mendoza. Supone una vuelta al interés por la trama, manteniendo los elementos propios de la novela experimental. Los protagonistas fueron los autores de la generación del 68. Además del interés por la historia contada, la novela de 1975 se caracteriza por la enorme proliferación de títulos y variedad de subgéneros, la vinculación entre la labor literaria y la periodística y, el incremento del número de escritores. La la amplia nómina de escritores podemos destacar: los autores consagrados desde la posguerra (Cela con “Mazurca para dos muertos” y Delibes con “los santos inocentes”), Los representantes de la generación del medio siglo (Marsé con “un día volveré” y García hortelano con “gramática parda”), Los nacidos en la posguerra (Vázquez Montalbán, Álvaro Pombo, Eduardo Mendoza, etc.), Los novelistas que rondan los 25 años cuando muere Franco (Javier Marías, cercas, Pérez-reverté, etc.) y, la promoción que ella cree ser una España democrática (Manuel de Prada, Ray Loriga, etc.). Aunque es difícil hacer clasificaciones, la tendencia más sobresaliente es la novela negra. Este género adquirirá una personalidad Mediterránea. Vázquez Montalbán será el autor más destacado con su serie de novelas protagonizadas por Pepe Carvalho. Junto a él, Pérez-reverté con “la tabla de Flandes” y, “el misterio de la cripta embrujada” de Eduardo Mendoza, fueron también parte de esta tendencia. La novela histórica es uno de los géneros de mayor éxito editorial, la acción se sitúa en marcos temporales pasados con enfoques realistas pero con perspectiva contemporánea. “El capitán Alatriste” de Pérez-Reverté o “la vieja sirena” de Juan Luis Sampedro, son de las más importantes. Los acontecimientos históricos son utilizados como ocasión para una reflexión sobre los problemas humanos universales y, en otros casos, son objeto de una revisión crítica. También es frecuente los relatos sobre la Guerra Civil y la posguerra con cierto distanciamiento histórico (Javier cercas con “soldados de Salamina”). En la novela novelar, el tema central es la propia creación literaria y el protagonista es con frecuencia un escritor. Hortelano y su obra “gramática parda” serán parte de esta corriente. La novela intimista está protagonizada por una persona de mediana edad, desconcertada y angustiada en un espacio urbano actual. En ocasiones se difuminan las fronteras entre la vida real y el mundo de la fantasía, con intención de desconcertar e implicar al lector. “La soledad era esto” de José Millán y “el efecto Doppler” de Ferrero, formarán parte de esta tendencia. La novela lírica (Llamazares “la lluvia amarilla”), la novela autobiográfica (“el río de la luna” de José María Guelbenzu), la novela psicológica (“ciegas esperanzas” de Alejandro Gándara), la novela culturalista (“la tempestad” de Manuel de Prada) y, la novela testimonial (“héroes” de ray loriga). Durante esta última época el cuento como género rebota. Estimulado por la publicación en España de los grandes maestros hispanoamericanos es cultivado por narradores jóvenes. “Alguien te observa en secreto” de Ignacio Martínez de pisón y, Bonilla con “la noche del Skylab” forman parte de este florecimiento del cuento.
HISTORIA DE UNA ESCALERA:
“historia de una escalera” es la primera obra de teatro del dramaturgo Antonio Buero Vallejo, que se estrena en el teatro español de Madrid en 1949 y por la que recibíó el premio Lope de Vega el mismo año. Se trata de una obra teatral que analiza la sociedad española del momento a través de los encuentros en una escalera de vecindad de un barrio obrero en una ciudad anónima. Buero Vallejo describe la fatalidad que persigue a los vecinos de una casa modesta, que no pueden mejorar su condición social de “pobres”. Este hecho supone el fracaso continuo de una sociedad sin esperanzas de mejora y de unos personajes individuales incapaces de llevar adelante sus sueños. Esta frustración llevará a una creciente tensión dramática, aún así, la obra termina con un final abierto. El tema central es la impotencia, el fracaso y la frustración que acompañan desde el comienzo a los personajes, quienes intentan salir de la situación en que se encuentran. Los motivos secundarios son la pobreza, el fracaso en el amor, la cuestión social y la incomprensión entre padres e hijos. En los personajes, Buero muestra una gran preocupación por el comportamiento del hombre. El autor realiza una caracterización tan completa que algún crítico califica su teatro como psicológico. La comunidad de vecinos es la auténtica protagonista de la historia. Este drama de las familias se repite a lo largo de tres generaciones. La personalidad de los hijos es un eco de la de sus padres. No obstante, algunos de los personajes producen la impresión de que sobresalen más que otros, es el caso de Fernando, Urbano, Carmina y Elvira. El espacio escénico no varía a lo largo de toda la obra, esta se sitúa en un tramo de escalera de una casa modesta de vecindad. Esta escalera es un elemento de gran carga simbólica. A ella quedan todos atados. El tiempo de la obra transcurre sin grandes cambios durante 30 años. Cada acto representa el “tiempo presente” de los personajes, levantando así dos sentimientos: El recuerdo de un pasado feliz y la esperanza de un futuro mejor. Aunque no se da una fecha exacta, Buero coincide el final de la obra con “nuestra época”, por lo tanto, el final se sincroniza al momento del estreno, 1949. De ese modo, se localizan en el tiempo los actos anteriores: 20 años antes, el segundo acto (1929), y 30 años antes, el primer acto (1919). La estructura externa mantiene la división clásica de los tres actos. La estructura interna de cada acto es constante: presenta una violenta disputa y una declaración amorosa. La obra está construida sobre una red de repeticiones y paralelismos que le dan unidad. Éstas repeticiones obligan al espectador a comprar lo que ven en ese momento, con lo que vieron antes. La carácterística principal de los diálogos es la recurrencia. Se tiene la sensación de que los personajes hablan de lo mismo acto tras acto. Buero suele utilizar un diálogo de respuestas e intervenciones breves que se caracterizan por su tono fuerte, los abundantes insultos y la economía verbal típica del habla coloquial. En cuanto al lenguaje, es sencillo y directo. La mayoría de los críticos opinan que “historia de una escalera” es un reflejo de la realidad española de los años 40. Y solo al final, hay posibilidades de esperanza, ya que Fernando y Carmina pueden resignarse como hicieron sus padres o pueden luchar por estar juntos y salir adelante, a pesar de la oposición de sus familias.