Panorama de la lírica española de posguerra

1. Los Primeros Años: Poesía Arraigada y Desarraigada

La lírica española de los primeros años de posguerra (1940-1949) no puede entenderse sin tener en cuenta la situación histórico-política y social del momento. Tras la Guerra Civil (1936-1939), la sociedad española queda dividida en dos bandos, el de los vencedores y el de los vencidos, y la brecha que los separa afectará de forma muy particular al ámbito cultural. El exilio interior de buena parte de los escritores vivos, afines a la República, el asesinato de Federico García Lorca y el encarcelamiento del joven Miguel Hernández dejarán apenas sin modelos a las nuevas generaciones poéticas. La producción lírica de aquellos que se quedan en el llamado exilio interior deberá esquivar la fuerte presión de la censura.

En los años 40, la producción lírica de los poetas que permanecen en España girará, principalmente, en torno a las revistas literarias, que se convertirán en plataformas de difusión de las nuevas corrientes poéticas:

1.1. Garcilaso: Poesía Arraigada

La revista Garcilaso agrupa a los poetas más cercanos al régimen oficial, que cultivan una poesía de corte clásico, llamada ‘juventud creadora’, que practicará lo que Dámaso Alonso llamó poesía arraigada: una poesía que presentaba un mundo coherente, ordenado y sereno, inclinada hacia temas como Dios, la patria y la familia y formalmente caracterizada por una perfección de corte clásico. Destacan, entre otros, Luis Rosales, Leopoldo Panero o Luis Felipe Vivanco.

1.2. Espadaña: Poesía Desarraigada

Espadaña es la revista de los poetas contrarios al régimen, cuya visión del mundo está marcada por el pesimismo ante el caos y la injusticia. Se trata de una poesía desarraigada: una poesía de corte existencialista y de tono trágico, más preocupada por indagar en las causas del sufrimiento humano que por los primores estéticos. La religiosidad será tratada con un tono de desesperanza y de duda en poemarios de Gabriel Celaya y de Blas de Otero. Esta poesía alcanzará su cumbre en el año 1944 con la publicación de Sombra del Paraíso, de Vicente Aleixandre e Hijos de la ira, de Dámaso Alonso.

2. Grupo Cántico y el Postismo

En estos años hay voces que se alejan de estas dos tendencias predominantes. Cabe destacar, por su relevancia:

2.1. Grupo Cántico

Los poetas cordobeses que fundan en 1947 la revista Cántico. Su nombre procede de la obra del poeta puro por excelencia en nuestra poesía, Jorge Guillén. También se hallan muy influidos por el intimismo y el refinamiento de Luis Cernuda. Pablo García Baena es el principal representante. El amor es el tema fundamental (habitualmente se trata de amores prohibidos). El grupo se compone de otros autores cordobeses.

2.2. Postismo

La revista Postismo da nombre al último de todos los ‘ismos’, que se autodefine como el surrealismo ibérico. El gaditano Carlos Edmundo de Ory es su fundador. Participan también Eduardo Chicharro y Silvano Sernesi. Se trata de un movimiento que reivindica la libertad creativa y el sentido lúdico del arte. Por problemas con la censura, la revista solo publicó un número.

3. Década de los 50: Poesía Social

El tono individualista de la década anterior irá dejando paso a una poesía concebida como comunicación, en la que el poeta se erigirá como portavoz del sufrimiento colectivo (evolución del yo al nosotros). De la poesía de indagación del dolor humano se pasa a la poesía de denuncia directa de los males sociales: es lo que se conoce como poesía social, una poesía que debe tomar partido ante los problemas del mundo y ser instrumento de cambio político y social, para lo cual es necesario un lenguaje sencillo y directo con el que llegar a la ‘inmensa mayoría’. El mensaje prima sobre la forma poética. Tendrá influencias sobre todo de Miguel Hernández o de Antonio Machado. Gabriel Celaya, Blas de Otero o José Hierro son los principales representantes.

4. Década de los 60: Poesía de la Experiencia

A finales de la década de los 50, y desengañados por la imposibilidad de llegar a esa inmensa mayoría, muchos poetas irán abandonando los preceptos de la poesía social, a la que se acusaba de haber caído en el panfleto y de convertir la literatura en un medio de cambio político, devaluando así su condición artística. Los llamados ‘niños de la guerra’ tendrán una visión algo más distanciada que sus mayores en lo que se refiere a la Guerra Civil y serán los responsables de elevar la calidad artística de este género literario. La poesía pasará así de considerarse forma de comunicación a entenderse como una forma de conocimiento del mundo que nos rodea. Se trata de una lírica inconformista, pero con cierto escepticismo que les permite acercarse a una ‘poesía de la experiencia personal’. Es lo que se conoce como poesía del medio siglo o poesía de la experiencia. En esta poesía se vuelve a temas íntimos: la amistad, el amor, el erotismo (presencia homosexualidad). Estilísticamente, se busca un estilo aparentemente conversacional no exento de ironía. El llamado Grupo de Barcelona (Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo, Carlos Barral) es el que aglutina a los poetas más visibles; aunque habría que mencionar también al leonés Antonio Gamoneda, al asturiano Ángel González o al gallego José Ángel Valente.

5. Poesía en el Exilio

El tema recurrente de los poetas exiliados es el de la patria dejada atrás; una patria ocupada por el bando vencedor hacia la que, en un primer momento, se siente rechazo. Con el tiempo, esta visión se va matizando y va surgiendo un sentimiento de añoranza de una tierra donde los poetas vivieron su infancia y juventud. Español del éxodo y del llano, de León Felipe, es una de las obras cumbre de la literatura del exilio.

6. Conclusión

En definitiva, la producción literaria de la inmediata posguerra sufre las consecuencias directas de la guerra y se hace eco de la fractura que separa a los vencedores de los vencidos en la contienda. Aquellos poetas que no dejan su España natal se quedarán en un exilio interior, vigilado de cerca por la censura; otros escribirán desde el exilio. Poco a poco, y durante la década de los 50, esta poesía de corte existencial irá dejando paso a una poesía concebida como instrumento de cambio social y que, bajo la pluma de los ‘niños de la guerra’, irá abandonando en la década siguiente el tono de denuncia directa para inclinarse, con cierto distanciamiento irónico, hacia temas como la amistad o el amor, en un lenguaje cuidado pero cercano al lector.