Panorama de la poesía española de finales del siglo XX e inicios del XXI

El panorama poético de las últimas décadas del siglo XX e inicios del XXI es de una gran complejidad debido a la convivencia literaria de poetas procedentes de distintas generaciones y a la multiplicidad de tendencias que se suceden. Por un lado, continúan su obra muchos poetas ya consagrados y, por otro, comienzan a publicar en revistas y antologías otros más jóvenes. Cabe destacar la fuerza con que irrumpen las mujeres.

A) Continuidad progresista de los exilios

Poetas veteranos

La democracia es saludada por quienes retornan del exilio o se despojan de su exilio interior:

  • Rafael Alberti (Versos sueltos de cada día)
  • Francisco Brines (El otoño de las rosas)
  • José Hierro (Cuaderno de Nueva York)

Novísimos

Desde 1966 hasta bien entrados los años ochenta, la estética dominante es la de los Novísimos, llamados posteriormente Generación del 70, y que incluye a algunos autores más de los destacados por Castellet en su antología; buscan un camino más personal y atenúan su actitud culturalista:

  • Luis Antonio de Villena entronca con la tradición poética grecolatina.
  • Guillermo Carnero evoluciona hacia la metapoesía (Divisibilidad indefinida)

Metapoesía

Línea poética anterior en la que se reflexiona sobre el lenguaje poético. Está representada por prestigiosos profesores universitarios:

  • Jenaro Talens versa sobre la capacidad comunicativa del lenguaje poético desde El vuelo excede el ala hasta El hombre que miraba el cielo, 2013.

B) Poesía de las últimas décadas del siglo XX

1. Poesía del silencio, de la diferencia o Neopurismo

Heredera de la poesía pura (Jorge Guillén, Octavio Paz, José Ángel Valente) y del existencialismo en la que predomina la desolada visión del ser humano. Son composiciones breves en las que se elimina la anécdota, lo circunstancial y todo exceso verbal en busca de la esencia conceptual e invitan a la sugerencia por medio de lo que no dicen, o sea, del “silencio”. En definitiva, es la búsqueda de la “poesía pura”.

Iniciada con Jaime Siles (Música de agua, 1983) que medita sobre la identidad del ser, el amor y la incapacidad del decir para comunicarse en profundidad o para siquiera desahogarse del dolor trascendental de la existencia efímera. Sobresalen, junto al teórico José Ángel Valente, Eloy Sánchez Rosillo, Andrés Sánchez Robayna (Palmas sobre la losa fría) y las poetisas Julia Castillo, Amparo Amorós, Clara Janés (Rosas de fuego).

2. Poesía de la experiencia, figurativa o de la otra sentimentalidad

La inicia un grupo granadino que publica su manifiesto La otra sentimentalidad en 1983. Es más vitalista que la anterior. Con la huella de Gil de Biedma, Blas de Otero o Brines, se trata de una poesía en cierto modo clasicista, de corte realista, carácter urbano, intimista, de vivencias personales y conflictos generacionales como la droga, la incomunicación o el consumismo. En lo formal destaca el uso de la narratividad, el monólogo y el diálogo dramático, el tono coloquial y el sentido del humor, con una clara vocación de comunicación con los lectores.

Además de Javier Egea o Álvaro Salvador, destaca el granadino Luis García Montero, admirador de Gil de Biedma y Ángel González con El jardín extranjero, Habitaciones separadas, Completamente viernes (1998) y A puerta cerrada (2017). Sustenta su poesía la reflexión sobre lo cotidiano a partir de datos verosímilmente autobiográficos, pero que son elaboraciones líricas donde se fingen circunstancias que identifican a todos los hombres. El amor se esparce en todas sus páginas, con ternura, con ironía, con presunto realismo poco dado al exceso sentimental.

Otros autores de la experiencia son Miguel d’Ors (Es cielo y es azul) Carlos Marzal (El último de la fiesta), Felipe Benítez Reyes (Paraíso manuscrito y Los vanos mundos) y Jon Juaristi (Diario de un poeta recién cansado). Como ramificación de esta tendencia, se cultiva una poesía elegíaca que reflexiona sobre el paso del tiempo y la pérdida, en la que destaca Eloy Sánchez Rosillo (Páginas de un diario).

3. Otras tendencias

Resulta difícil sistematizar la gran diversidad de corrientes de los últimos años: unas vuelven a la tradición, otras continúan con la experimentación vanguardista y algunas se reafirman en su propia individualidad:

a. Poesía neorrealista: el realismo sucio

Poesía más vehemente que la de la experiencia, en el sentido de “realismo manchado por la vida”, en la que no hay una lengua poética específica, sino un uso casi exclusivo de la lengua cotidiana, con vulgaridades incorporadas; políticamente incorrectos, no hay palabras tabú; aunque prevalezca la experiencia sobre la imaginación, desprecian el encorsetamiento formal de la poesía de la experiencia; desacralizan el hecho poético y la figura del poeta. El principal escritor en español es un inglés de nacimiento: Roger Wolfe y los casos más extremos: Karmelo Iribarren y David González. En una línea igualmente neorrealista destacan Fernando Beltrán (Cerrado por reformas) y Ángel Guache (El viento en los árboles)

b. Neosurrealismo

Recupera el versículo libre, las metáforas sorprendentes, las rupturas sintácticas, el mundo de los sueños o el tono neorromántico: Blanca Andreu (De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall) y Juan Carlos Mestre (La tumba de Keats).

c. Neoerotismo

Escrita por mujeres, trata temas como la sexualidad, el erotismo y temas amorosos tradicionales planteados desde perspectivas nuevas y originales: Ana Rossetti (Indicios vehementes) y Almudena Guzmán (Usted).

d. Neoclasicismo

Tendencia poética de marcada orientación clasicista (mitos y temas grecolatinos, barroquismo, manierismo) que persigue la perfección formal y emplea metros y estrofas clásicas: Fernando de Villena (Soledades tercera y cuarta).

e. Nueva épica

Cultiva los sentimientos de la colectividad, bien ahondando en cuestiones sociales y políticas, bien fabulando sobre mundos heroicos de guerreros o bien evocando espacios míticos con Julio LLamazares (Memoria de la nieve)

f. Impresionismo posnovísimo

Andrés Trapiello (La vida fácil).

g. Neoexistencialismo

Amalia Iglesias (Dados y dudas) y Luisa Castro (Los versos del eunuco)

C) Hacia el siglo XXI

Se empieza a manifestar un mayor compromiso social del poeta frente a un mundo injusto e insolidario. Fernando Beltrán publica una antología El hombre de la calle (2001), que apuesta por una poesía “entrometida”, en la que se abordan temas como la globalización, la ecología, el subdesarrollo o el neoliberalismo. Se considera la poesía como el espacio de la resistencia, y el realismo como un instrumento de indagación y vigilancia que pretende la transformación del hombre y del mundo. Es una poesía rehumanizada, reflexiva, que manifiesta ciertas preocupaciones existenciales: la incertidumbre y la desubicación espacial y temporal del individuo, con un tono de desarraigo y desolación. Destacan Jorge Riechmann (El día que dejé de leer El País y Poesía desabrigada, 2006), Ana Merino (La voz de los relojes, 2000) y Carlos Marzal (El corazón perplejo, 2005).

La diversidad es la nota dominante en los poetas más jóvenes (no es fácil detectar tendencias o movimientos concretos), así como la experimentación y la mezcla con otros géneros artísticos (pintura, performance, etc.); incluso hay grandes diferencias dentro de cada grupo. No obstante, el posmodernismo y el eclecticismo parecen ser los rasgos dominantes. La continua aparición de autores y textos, predeterminados por colecciones de poesía y editoriales, y sobre todo la cercanía en el tiempo, dificultan su sistematización. El poeta y crítico literario José Luis Morante se atreve a resumir los rasgos de la poesía española más reciente, tanto en actitud como en temas y estética, en la antología poética Re-generación (Valparaíso ediciones, 2016) en la que se reúnen poemas de 24 poetas nacidos entre 1980 y 1995 y que ofrece una amplia panorámica de la joven poesía española actual.