MODERNISMO Y GENERACIÓN DEL 98
El modernismo es una corriente de renovación estética que surge en Hispanoamérica y que llegará a su auge con Rubén Darío. Este movimiento recoge y sintetiza las actitudes innovadoras, vitales, filosóficas y artísticas de finales del siglo XIX, derivadas de una crisis de conciencia burguesa que reacciona contra el materialismo y el espíritu utilitario de la época. Este movimiento se desarrollará entre 1885 y 1915 con influencia del simbolismo y el parnasianismo. Los autores se caracterizarán por el sentimiento de libertad, evasión y cosmopolitismo.
En España, los precursores de este movimiento serán Ricardo Gil y Salvador Rueda, pero el modernismo se consolidará tras la visita de Rubén Darío. Sin embargo, se caracterizará por ser más intimista, menos formal y más simbolista. Nuestros representantes más significativos serán Francisco Villaespesa con La copa del rey Thule y Eduardo Marquina con Las vendimias.
También destacarán los hermanos Manuel y Antonio Machado. El primero destacará con obras como Alma, Capricho y Apolo, pero en cuanto al segundo, con Soledades, irá abandonando el Modernismo. También como poeta destacará Valle Inclán con La pipa de Kif y Miguel de Unamuno con Cristo de Velázquez. Éstos tenderán a consagrarse como noventayochistas (Generación del 98).
La Generación del 98 es un grupo de autores caracterizados por tratar el tema de España y sus preocupaciones filosóficas tras el “Desastre del 98”. Los autores primarán el contenido frente a la forma, de ahí su lenguaje natural y sencillo. Destacarán autores como Antonio Machado, marcado por la muerte de su mujer Leonor Izquierdo, presente en la segunda edición de Campos de Castilla u obras más filosóficas como Nuevas canciones. Además, también cultivará la prosa con obras como Juan de Mairena.
Por otro lado, destacará Pío Baroja por su producción novelística agrupada en trilogías (Tierra vasca, La lucha por la vida y La raza) caracterizadas por su pesimismo y melancolía. En cuanto a Azorín, representativas serán sus obras autobiográficas (Voluntad, Antonio Azorín) y críticas literarias (Los valores críticos al margen de los clásicos) por las que era temido. Otro autor destacable será Valle Inclán, máximo representante bohemio (“Eximio escritor y extravagante ciudadano” según Primo de Rivera) del teatro con su obra Luces de bohemia, paralela a la Divina Comedia, o Miguel de Unamuno con obras sobre el existencialismo como San Manuel bueno, mártir.
GENERACIÓN DEL 27
Con el término “Generación del 27” designamos a un grupo de autores que renuevan la lírica española durante los felices años veinte y sombríos años treinta, fusionando las corrientes poéticas más tradicionales y clásicas con las más innovadoras y vanguardistas. La denominación “del 27” proviene del momento en que autores como Salinas, Alberti o Jorge Guillén se juntaron en 1927, en el homenaje al tricentenario de la muerte de Góngora. Los autores equilibrarán lo intelectual con lo sentimental, lo universal y lo español, y lo vulgar con lo culto.
Hasta 1927, los autores se interesarán por la pureza técnica y la perfección artística. Además, Juan Ramón Jiménez y la obra La deshumanización del arte de Ortega y Gasset sentarán las bases artísticas del arte del primer periodo. Posteriormente, la influencia de Hinojosa y Larrea con sus greguerías será notable a la hora de adoptar el surrealismo.
Tras el fusilamiento de Lorca (1936), los autores marcharán al exilio: algunos en el interior, como Gerardo Diego o Aleixandre, y los demás al exterior. En este periodo, los autores como Jorge Guillén destacarán por su nostalgia ante la antigua España y otros llegarán a su cima poética como Dámaso Alonso con Hijos de la ira.
En nómina estarán autores como Pedro Salinas, con obras como Fábula y signo o Todo más claro, que se caracterizan por la lucha entre su fe en la vida y la angustia de su alrededor. Jorge Guillén destacará como crítico con Lenguaje y poesía y obras poéticas como Cántico, Clamor y Homenaje.
Destacaremos de Gerardo Diego sus poesías vanguardistas Limbo o Poemas adrede y de su etapa tradicionalista Soria o Versos divinos. De Dámaso Alonso destacaremos Hijos de la ira y Hombre y Dios. También de Aleixandre, Poemas de la consumación, y de Lorca, Romancero gitano o Poeta en Nueva York y Llanto por Ignacio Sánchez Mejías.
También serán destacables Alberti con Marinero en tierra, Cal y canto o Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos. En cuanto a Luis Cernuda, destacaremos su triple inconformismo con El perfil del aire o Égloga, elegía y oda, y al menor de “los 27”, Manuel Altolaguirre, con sus obras principales Las islas invitadas o Soledades juntas. Se dará por finalizada esta época con Miguel Hernández.
NOVECENTISMO Y VANGUARDISMO
El novecentismo o generación del 14 se suele definir por exclusión: lo que no pertenece al 98 ni todavía al 27. Es un movimiento renovador que pretende una estética intelectual y racional depurada del sentimentalismo romántico, del realismo limitador, de los excesos modernistas y de la subjetividad de los noventayochistas.
Los autores destacarán por su reformismo burgués y sus preocupaciones por el lenguaje. Además, reaccionarán contra el arte del siglo XIX. En el ensayo destacará el pensador José Ortega y Gasset por su pensamiento sobre la vida humana (“Yo soy yo y mis circunstancias”) con obras como Meditaciones del Quijote, La deshumanización del arte o Ideas sobre la novela u obras que tratarán sobre España y el origen de sus problemas como España invertebrada.
En cuanto a la novela, los autores que estarán en nómina serán Wenceslao Fernández Flórez con Volvoreta o El secreto de Barba Azul y Bosque animado, Benjamín Jarnés con El profesor inútil, Ramón Gómez de la Serna con El torero o El doctor inverosímil y Gabriel Miró con El obispo leproso. Además, otros autores representativos serán Ramón Pérez de Ayala, representante de la novela compleja e intelectual con Troteras y danzaderas, y el ganador del premio Nobel Juan Ramón Jiménez con Diario de un poeta recién casado, Estación total o Espacio.
Posteriormente, se desarrollarán las vanguardias, también denominadas como ismos, dadaísmos, cubismos, que propondrán la ruptura con las estéticas anteriores para transformar radicalmente las concepciones tradicionales del arte y la literatura que se desarrollarán en el periodo de entreguerras de principios del siglo XX.
En España se desarrollarán el ultraísmo, el creacionismo y el surrealismo. El primero se desarrollará con Ramón Gómez de la Serna con obras como El hombre perdido. En cuanto al segundo, se desarrollará con el chileno Vicente Huidobro con su obra Altazor o El viaje en paracaídas, y por último el surrealismo con José María de Hinojosa con La flor de California y Juan Larrea. El surrealismo será la fuente de inspiración para posteriores autores del 27 como Cernuda, Lorca, Aleixandre o Alberti.
TEATRO ANTERIOR A LA GUERRA CIVIL
A comienzos del siglo XX, las obras más representativas eran las llamadas de “alta comedia” de Echegaray, aunque también triunfará en 1901 Galdós con su obra Electra. En este momento, al estar el teatro muy sujeto a los condicionamientos ideológicos y comerciales, se podrán diferenciar dos tipos de teatros: uno comercial y otro más innovador.
En el comercial destacará en la comedia burguesa Jacinto Benavente. Éste representará los vicios y virtudes de la burguesía como en Rosas de otoño. Pero de él serán más destacables Los intereses creados, que ofrece una visión cínica de la burguesía, y La malquerida, sobre pasiones incestuosas.
En referencia al teatro poético comercial destacarán Francisco Villaespesa con El alcázar de las perlas y Eduardo Marquina con su obra Las hijas del Cid, los cuales mezclan posromanticismo, barroco y modernismo.
Dentro del comercial destacaremos el teatro costumbrista de Carlos Arniches con La flor del barrio, Pedro Muñoz Seca con La venganza de don Mendo y a los hermanos Álvarez Quintero con Mariquilla terremoto y El genio alegre.
En cuanto al teatro innovador, destacaremos a Valle Inclán, representante bohemio (“Eximio escritor y singular ciudadano”), aunque también lo harán Unamuno con El otro y Azorín con Lo invisible.
Inclán destacará por dar inicio al ciclo del esperpento, que surge como unión del ciclo mítico (Comedias bárbaras) y el ciclo de la farsa, con su obra Luces de bohemia, paralela a La divina comedia de Dante. El esperpento es una técnica cercana al expresionismo que consiste en deformar y distorsionar la realidad para mostrarnos la imagen que se oculta tras ella. También destacará por El retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte.
De la Generación del 27 destacaremos a Federico García Lorca por ser representante del teatro poético, por su carga lírica del lenguaje y la acción dramática, y sus deseos que confrontan con la realidad. Por ello, destacaremos El maleficio de la mariposa, Mariana Pineda, Bodas de sangre, Yerma, Doña Rosita la soltera y, cómo no, La casa de Bernarda Alba.
NOVELA HISPANOAMERICANA
Hacia 1940 empiezan a observarse un cansancio de la novela realista que se centraba en la geografía americana y en los problemas sociales y políticos de ésta. En este momento, aparecerá el interés por el mundo urbano que se juntará con la imaginación y los elementos fantásticos como sucede con Ficciones de Borges. Los autores irán asimilando innovaciones formales de novelistas europeos e internacionales como Kafka y La metamorfosis o Faulkner.
Entre los principales artistas podemos destacar a Miguel Ángel Asturias por ser el creador de la novela de dictadores con El señor Presidente, influenciado por Tirano Banderas de Valle Inclán. También podemos destacar a Alejo Carpentier por su perfecto estilo léxico con El siglo de las luces y El acoso. Destacaremos a Juan Rulfo por su visión del mundo rural y caciquil (cacique = dueño de muchas tierras donde vive la gente) mexicano con Pedro Páramo, a Leopoldo Marechal por Adán Buenosayres.
Posteriormente, en 1967, la publicación de Cien años de soledad, Rayuela y Paradiso sentarán las bases de lo que se conocerá como el “boom” de los sesenta de la novela hispanoamericana. En este momento, los autores continuarán con la síntesis de lo real y lo imaginario, a la que incorporarán preocupaciones existenciales sin abordar sus preocupaciones por la dictadura (El otoño del patriarca).
Destacaremos a autores como Julio Cortázar por Rayuela, Gabriel García Márquez con Cien años de soledad y Crónica de una muerte anunciada, Mario Vargas Llosa con La ciudad y los perros y Ernesto Sábato con El túnel. En las últimas décadas del siglo destacaremos a Isabel Allende por La casa de los espíritus y a Fernando Vallejo por La virgen de los sicarios.
TEATRO DESDE 1939 HASTA FIN DE SIGLO
Al finalizar la Guerra Civil (1936-1939), muchos autores tuvieron que marchar al exilio, pero siguieron estrenando, como sucedió con Alberti con Noche de guerra en el museo del Prado, Max Aub con San Juan y Alejandro Casona con La dama del alba y Nuestra Natacha. También destacarán las misiones pedagógicas de La Barraca.
Entre 1940 y 1960 distinguiremos tres tipos de teatro. Por un lado, tenemos el teatro burgués heredado de Benavente que defiende valores tradicionales con obras como Celos del aire de López Rubio y El cóndor sin alas de Luca de Tena, y por otro lado un teatro humorístico con tendencias a lo absurdo y existencialista con obras como Melocotón en almíbar, Maribel y la extraña familia y Tres sombreros de copa, todos ellos de Miguel Mihura. También destacaremos a Enrique Ponceda con Los ladrones somos gente honrada.
Posteriormente, se consolidará el teatro conformista y existencial como reflejo del malestar social de la España de posguerra con obras como Historia de una escalera y En la ardiente oscuridad, ambas de Buero Vallejo, y a Alfonso Sastre con Escuadra hacia la muerte.
Durante los años 60, aparecerá un teatro de protesta y denuncia social marcada por el aperturismo del régimen, continuado por Buero Vallejo con El tragaluz o Las meninas, Carlos Muñiz con El tintero y Lauro Olmo con La camisa.
Los años 70, marcados por el final de la dictadura y el inicio de la Transición, continuarán la crítica social con La fundación de Buero Vallejo, aunque también destacaremos a Fernando Arrabal con El cementerio de automóviles y Los verdes campos de Edén de Antonio Gala. En este momento, surgirán grupos de teatros independientes como Los Goliardos, El TEU y Els Joglars, en Cataluña.
Desde los años 80, el teatro estará influenciado por la democracia, las subvenciones, festivales y organismos como el Centro Dramático Nacional, destacando autores como Fernán Gómez con Las bicicletas son para el verano y José Luis Alonso con La estanquera de Vallecas.
NOVELA HASTA 1975
Durante y después de la Guerra Civil española (1936-1939), muchos autores tuvieron que viajar al exilio por miedo de la represión, pero siguieron publicando en el extranjero como sucedió con Rosa Chacel y Memorias de Leticia Valle, Ramón J. Sender y Réquiem por un campesino español, Max Aub y La calle Valverde y Francisco Ayala con Muertes de perro.
Durante los años 40, la censura prohibirá parte de la narrativa española, pero podemos destacar dos tendencias: una novela conformista favorable a los intereses del régimen como Checas de Madrid de Tomás Borrás, y una novela existencial que pudo saltarse cierta censura y expresar los males sociales como La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela y Nada de Carmen Laforet. En este momento, los Premios Nadal alentarán a la juventud a seguir escribiendo.
Posteriormente, en los años 50, el aperturismo tímido del régimen permitirá a los autores realizar una crítica de la España de posguerra, destacando a autores como Camilo José Cela con La colmena, Los bravos de Jesús Fernández Santos, Dos días de septiembre de José Manuel Caballero Bonald y El Jarama de Rafael Sánchez Ferlosio. Todos ellos se caracterizarán por su lenguaje sencillo y claro, pero destacarán principalmente por el uso de la técnica cinematográfica que les permitirá criticar desde un punto de vista objetivo.
Entre 1960 y 1975, los autores incorporan la fragmentación y reducción de argumentos y el desorden cronológico, destacando a autores como Luis Martín Santos por Tiempo de silencio, Cinco horas con Mario de Miguel Delibes y San Camilo, 1936 de Camilo José Cela.
También destacaremos a autores como Juan Goytisolo y su obra Juan sin tierra, Juan Marsé por La muchacha de las bragas de oro y Juan Benet por Volverás a Región, todos ellos con amplias y duras críticas sociales. Esta etapa finalizará en 1975 tras la muerte de Franco el 20 de noviembre y la publicación de La verdad sobre el caso Savolta de Eduardo Mendoza.
LA NOVELA DESDE 1975
La novela, desde 1975, se verá influenciada por el inicio de la Transición española y la democracia tras la muerte de Franco el 20 de noviembre de 1975 y la posterior liquidación de la dictadura. Con ello, en España se empezarán a publicar obras que fueron censuradas en su momento y los autores exiliados regresarán. Además, en este momento, autores de generaciones diferentes tendrán que coexistir.
Desde el punto de vista literario, los autores disminuirán las técnicas experimentales, se verá influenciada por la narrativa anglosajona e hispanoamericana y habrá una recuperación de la intriga con La verdad sobre el caso Savolta de Eduardo Mendoza. La falta de perspectiva impide que se pueda clasificar de manera objetiva la novela de esta última etapa, pero destacaremos la novela policíaca e intriga con La verdad sobre el caso Savolta de Eduardo Mendoza, Manuel Vázquez Montalbán con Los mares del Sur y Antonio Muñoz Molina por El invierno en Lisboa.
También podremos destacar la novela histórica con obras como El hereje de Miguel Delibes, El corazón helado de Almudena Grandes o Soldados de Salamina de Javier Cercas. Incluiremos dentro de este tipo de novela la novela testimonial con obras como Muchos años después de José Antonio Gabriel y Galán y Los girasoles ciegos de Alberto Méndez sobre el final del franquismo.
Resaltaremos la metanovela sobre el origen de la misma con Antagonía de Luis Goytisolo y Papel mojado de Juan José Millás, y la novela realista con Verdes valles, colinas rojas de Ramiro Pinilla.
En cuanto a la novela lírica de influencia autobiográfica, destacaremos Las ninfas de Francisco Umbral; de la novela de reflexión, El embrujo de Shanghai de Juan Marsé; y de la novela erótica, Las edades de Lulú de Almudena Grandes e Historias del Kronen de José Ángel Mañas. A inicios del siglo XXI, habrá un gran desarrollo de la novela policíaca en Europa.
POESÍA HASTA FIN DE SIGLO
Durante y después de la Guerra Civil (1936 y 1939), algunos poetas marcharán al exilio, es el caso de Juan Ramón Jiménez, Alberti o Luis Cernuda. Estos poetas se centrarán en la patria perdida y en la nostalgia por España, representado en obras como Español del éxodo y del llanto de León Felipe o Retorno de lo vivo lejano de Rafael Alberti. En este período, destacaremos a Miguel Hernández por Perito en lunas, El rayo que no cesa o Viento del pueblo, que utilizaba la poesía como arma revolucionaria durante la guerra.
Durante los años 40, destacaremos una poesía arraigada, tradicionalista e instalada en el mundo con revistas que evocaban el neoclasicismo como es el caso de Garcilaso o de ideología cercana al régimen como sucedió con Escorial, destacando La casa encendida de Luis Rosales.
También aparecerá una poesía desarraigada que manifiesta un malestar existencial entre la guerra, la muerte o la destrucción con obras como Hijos de la ira de Dámaso Alonso o la revista Espadaña, que reacciona contra la revista Garcilaso. En nómina también estará Blas de Otero, que no solo destacó por su obra existencial Ángela sino por ser el principal impulsor de la poesía social de los años 50, que criticaba e intentaba hacer cambiar la sociedad de la época con obras como Pido la paz y la palabra.
En los años 60, la poesía se volverá más formal con obras como Veinte años de poesía española de José María Castellet, y durante los 70 destaca la Generación del 68, que surge tras las revueltas sociales de 1968 con obras como Poemas de la consumación de Aleixandre, que se caracterizaba por utilizar recursos vanguardistas cercanos al surrealismo y de estética seria y frívola.
Durante los años 80, destacarán autores como Luis García Montero y José Luis García Martín por La generación de los ochenta y La generación de 1999.