Técnicas vocales: Domina tu voz y mejora tu comunicación

El timbre de la voz

El timbre es la cualidad por la que distinguimos a las personas únicamente escuchando su voz. Es una de las cualidades más complejas, puesto que surge de la suma de todas las demás. Esta cualidad resulta de la combinación de la intensidad, la duración y el tono, surgida de la laringe, y que ahora modelan los órganos resonadores. Es ahora la peculiar anatomía de los órganos articulatorios la que otorga al sonido una determinada resonancia.

Si el timbre depende de la peculiar anatomía de nuestros órganos resonadores, podemos descubrir ya las razones por las que cada voz es diferente. Las características anatómicas, la disposición y la manera en que se utiliza la caja de resonancia que forman estos órganos proporcionan el matiz característico de cada voz. Y esa forma es única en cada individuo. La voz de cada persona es como su DNI o su huella digital.

Nuestros órganos articulatorios son móviles y, por tanto, adaptables a otras circunstancias (por eso podemos imitar las voces de otros).

Modificación del timbre según Rodríguez Bravo

  • Variando el resonador bucal: modificando las dimensiones y la forma de la cavidad bucal.
  • Variación de la impostación: corrigiendo las tensiones musculares de origen voluntario o involuntario en todo el cuerpo, en especial en los músculos de la laringe y respiratorios.

Tipos de timbre y su significado según Vázquez

Como en el resto de cualidades, el empleo de un determinado timbre de voz guarda relación con la actitud y los estados de ánimo del sujeto que habla. Así, Vázquez recoge una clasificación basada en la imagen vocal que proyectan algunos tipos de timbres:

  • Timbre brillante: significa alegría, felicidad, optimismo.
  • Timbre opaco: transmite sensación de tristeza, dolor o miedo.
  • Timbre absoluto o neto: el empleado normalmente. Sería el natural.
  • Timbre rotundo: transmite certeza, energía, poder.
  • Timbre apagado: representaría la casi ausencia de timbre en la voz. Se emplearía en frases en secreto, amorosas o confidenciales.

Una vez que conocemos las cualidades de la voz, deberemos aprender a utilizarlas por separado. Pero para conseguirlo necesitaremos entrenar y educar la voz. Tenemos que tener en cuenta que, gracias a la voz, podemos introducir en el discurso matices expresivos mucho más ricos y complejos que los que se transmiten a través del lenguaje escrito.

La impostación de la voz

¿Qué entiendes por impostación? La impostación es la natural colocación de los órganos articulatorios y resonadores para sacar el máximo partido a las posibilidades del sonido emitido por la laringe, sin producir ningún esfuerzo.

Una buena impostación necesita de la correcta posición de los órganos respiratorios, fonadores y resonadores, y está constituida por tres fases: apoyo, mantenimiento y proyección.

La entonación

La entonación es el resultado de las variaciones tonales que dan sentido y hacen atractivo un determinado mensaje. De hecho, las modificaciones de tono conforman los factores prosódicos más perceptibles en la expresión de un individuo. Tanto es así que nos diferencian incluso de las personas extranjeras. Llama la atención los registros agudos de los ingleses, especialmente porque nosotros solemos expresarnos en niveles más graves. Nuestra entonación es más sobria y regular, al desarrollarse en niveles más graves y sostenerse de modo más uniforme, lo que permite a cualquier oyente la identificación de la lengua española del resto, aun no comprendiendo su significado.

Características de la entonación española

En la entonación, se manifiesta la curva melódica, que será siempre ascendente en el instante de inicio de la emisión de la primera palabra, puesto que en ese momento entran en tensión las cuerdas vocales, lo cual conlleva un ascenso del tono. La diferencia entre unas sentencias y otras radicará en la cuantificación de esa elevación. En cambio, será descendente en el cuerpo, puesto que al finalizar los pliegues vocales se muestran menos tensos.

La pauta descendente del cuerpo puede tornarse ascendente al final del enunciado o bien continuar ese sentido hasta la conclusión de la frase. Este aspecto es lo que diferencia las proposiciones interrogativas de las aseverativas. De hecho, será en las inflexiones finales donde se encuentren las mayores distinciones en la entonación; para algunos autores, incluso las únicas.

En la entonación se diferencian dos elementos: niveles tonales y tonemas o movimientos finales.

Niveles o fonemas tonales

Los fonemas tonales son los niveles en los que se puede cuantificar el grado de elevación de la voz en una parte determinada de la frase. Con el tono medio se expresa el enunciado, puesto que esto revela el tipo de contenido que estamos transmitiendo. Para contenidos alegres o emocionantes nos serviremos de los registros agudos, y si la actitud es más sobria, se buscará el tono medio o grave. Asimismo, emplearemos el descenso tonal más acusado en contenidos dramáticos.

Una vez que el orador selecciona el nivel tonal medio, debe modificar su curva de entonación subiendo y bajando los tonos en función de su significado y creando así distintas inflexiones en la expresión.

Nivel agudo

Viene a corresponder al tono más agudo que se emplea en la enunciación para comunicar contraste, es decir, se llama la atención sobre lo que se dice. Esta clave se emplea con bastante frecuencia como una manera de resaltar las palabras más significativas, así como para atraer el interés del oyente al provocar el contraste con los niveles anterior y posterior.

Nivel medio

Corresponde al tono medio, es decir, al más neutral. La parte del enunciado posee escaso significado y más bien sirve como unión con las partes más importantes.

Nivel grave

Resulta el tono más bajo que se puede emplear. El locutor muestra absoluta convicción y seguridad con el mensaje anterior, por lo que marca los contenidos más relevantes.

El acento

El acento es otro de los elementos con que proporcionar sentido y embellecer nuestro mensaje. El acento es determinante para un orador, puesto que sirve para realzar aquellas palabras que se consideran claves en la asimilación del mensaje por parte del oyente. Esta marca acentual inducirá al público a prestar mayor atención a los datos más significativos y, por consiguiente, a comprender y asimilar mejor el contenido del discurso.

El acento tiene la finalidad de dar realce, poner de relieve, dentro de un segmento oral, una determinada sílaba y, con ello, una palabra con respecto al resto. Además, al ubicar el acento en la sílaba de una determinada palabra, estamos seleccionando los datos que queremos recalcar. Por eso la colocación del acento nunca resulta carente de intencionalidad. Al estar marcadas por el acento, en el discurso habrá palabras que se introducen en la mente del público con mayor facilidad que el resto, en especial si la atención no resulta plena.

Definición de acento

Vamos a considerar el acento como aquel elemento que tiene por finalidad realzar una determinada sílaba para destacar una palabra con respecto al resto del grupo acentual, a través de las variaciones de tono, duración e intensidad, y lograr poner de relieve ante el oyente los elementos significativos y novedosos para la comprensión del mensaje.

El acento principal se sitúa frecuentemente en la parte distensiva de la frase, en la palabra con mayor relieve semántico. Además, siempre destacaremos en el conjunto de la frase una palabra clave dotada del acento más sobresaliente, en torno al cual se agruparán otros acentos secundarios.

Para marcar las palabras que queremos acentuar, seleccionaremos la parte del mensaje que consideremos más importante para evitar marcar las palabras al azar. Habrá que decidir, por tanto, cuál o cuáles son los datos principales para la comprensión del mensaje. Después, acentuaremos aquella palabra que sea la más importante de toda la frase.

En definitiva, la marca acentual revela el significado del contenido, por lo que en español la parte acentual es siempre la que conlleva los datos más importantes de la frase. Por tanto, lo más recomendable es acentuar las palabras más importantes nada más terminar nuestro discurso. Por último, tan sólo tener en cuenta que la sobrecarga de acentos debe evitarse a toda costa.

El ritmo

El ritmo varía en cada tipo de discurso y, de hecho, el ritmo de una conferencia, de la transmisión de un partido de fútbol o de una homilía de misa de difuntos han de ser completamente diferentes. Como señala Carnegie, conviene incluso que varíe a lo largo de un mismo discurso con el fin de introducir un elemento más de variedad en el mismo.

Por regla general, el ritmo no debe ser ni demasiado apresurado ni demasiado lento. Este último produce desinterés y contribuye a desperdiciar algo tan importante como es el tiempo. Por su parte, el ritmo excesivamente rápido provoca tensión que, si es prolongada, llega a resultar insoportable para el oyente.

Al empezar a hablar en público, la prisa suele ser un defecto reiterado que obedece, en última instancia, al nerviosismo. Efectivamente, deseosos de acabar pronto con un trago tan comprometido, los oradores noveles tienden a refugiarse en un ritmo excesivamente rápido que les impide degustar el inmenso valor comunicativo que atesoran las pausas. Esto ocurre sobre todo cuando no tienen que buscar las ideas y las palabras porque disponen de un texto al que dan lectura; entonces, casi siempre recurren a un ritmo precipitado, porque únicamente les preocupa leer y se olvidan de comunicar. De este modo, ponen más de manifiesto su intranquilidad, vocalizan peor, oscurecen la comprensión y hacen más difícil la atención del público hacia el mensaje.