Admitido por unos (las autoridades militares y administrativa, y
censurado por otros (la iglesia), en el Siglo XVIII, Carlos III firmó un decreto por el que se
prohibían las hablas indígenas. Pero la verdadera unidad de la lengua de los distintos países
hispanoamericanos se alcanza cuando éstos mismos logran su independencia.
El español de América es un complejo mosaico de variedades que responden a factores
históricos y sociales de cada país. Con todo, existen tres factores muy importantes para
caracterizar en su conjunto el español de América:
Andalucismo .Los colonizadores eran masivamente de procedencia meridional
(Extremadura, Andalucía, Canarias) o, sin ser del sur, pasaban largas temporadas en Andalucía
o Canarias hasta que embarcaban hacia América. Eso explica el meridionalismo fonético de la
mayoría de las zonas del español de América.
2. Arcaísmo. Aunque el descubrimiento fue a finales del XV, el grueso de la conquista se
produce en el siglo XVI. Muchos de los rasgos del español clásico, desaparecidos hoy en el
español peninsular, persisten en el español de América, como por ejemplo el voseo.
3. Popularismo. La mayor parte de los que partían a las Indias eran hombres de procedencia
humilde, pero también iban militares, religiosos, presidiarios, etc. Y la lengua que hablaban no
era precisamente la norma culta.
4. Sustrato de las lenguas indígenas. Las lenguas precolombinas o amerindias actúan como
sustratos del español en las distintas zonas. Inciden en la lengua aportando restos léxicos y
creando variedades y usos diferentes de la lengua en el continente.
Estas diferencias se conocen con el nombre de variedades lingüísticas y pueden ser de varios
tipos:
a) Variedades diacrónicas, que se refieren a las variantes que ha ido sufriendo nuestra
lengua a lo largo de la historia: así, tenemos el castellano medieval, el español actual.
b) Variedades diatópicas., que se refieren a las variedades geográficas o dialectos. Así,
tenemos el español septentrional, el andaluz, el canario, el murciano o el extremeño
c) Variedades diafásicas.o de estilo
La situación de cada acto comunicativo hace que el hablante seleccione un determinado
nivel de lengua con el objetivo de adecuarse a sus interlocutores. Este hecho explica la
existencia de un nivel formal y de un nivel informal o coloquial, así como la existencia de
niveles de lengua especiales, como las jergas y el argot.
Las variedades diafásicas se refieren a los usos lingüísticos exigidos por cada situación, en la
que el hablante, o bien mide el alcance de sus palabras, como en una entrevista, un discurso,
una conferencia…, o bien hace un uso relajado y espontáneo del lenguaje, como ocurre al
hablar con la familia o con los amigos. Las situaciones del primer grupo pertenecerían a un
registro formal, mientras que las del segundo pertenecerían a un registro informal o coloquial.
Los límites entre ambos registros no son tajantes, por lo que se puede hablar de situaciones
intermedias.
Como ejemplos de variedades diafásicas analizaremos las características del lenguaje
coloquial, de las jergas y de los argots.
El lenguaje coloquial
El lenguaje coloquial es eminentemente afectivo, proyección del emisor del mensaje, que
transmite a través de la lengua sus sentimientos, opiniones y expresividad. Es un lenguaje
centrado en el emisor, lo que explica el predominio de la función emotiva. Esta caracterización
genera la aparición de los siguientes rasgos:
a/ Abundancia de palabras con valores simplemente expresivos, tales como interjecciones,
formas verbales lexicalizadas, etc…: ¡Hombre! ¡Andá! ¡Vaya!….
b/ Empleo impersonal de ‘tú’, ‘uno’… en vez de la primera persona gramatical: ‘uno no sabe
qué decir….’ ‘Cuando te llevas mucho tiempo allí te aburres’.
c/ Uso de ‘que’ enfático, ‘pero’, ‘y’ y otros nexos con valores semejantes: ‘¡Que te digo la
verdad!’ ‘¡Pero, bueno!’, ‘¡Y que lo digas!’.
d/ Repeticiones, para transmitir así mayor intensidad: ‘Es tonta, tonta’, ‘Que no, que no y
que no. Que no puede ser’.
e/ Ordenación subjetiva: ‘Manías, eso es lo que tienes, manías’.
f/ Adjetivos y adverbios valorativos: ‘A mí me parece horrible, muy feo, que no queda bien,
vamos’, ‘Lo hizo estupendamente, de maravilla’.
g/ Los diminutivos y aumentativos, así como muchos prefijos, adquieren valores
apreciativos, afectivos, irónicos, etc…: ‘Es feílla, pero ¡tan agradable!’, ‘Tiene poquita voz, pero
desagradable’, ‘Es un niñato’, ‘¡Vaya un comistrajo que nos dieron!’.
h/ Afirmación y negación afectiva y categórica: ‘Pues yo eso ni loca’, ‘¡Uy, sí, sí, por
supuestísimo!’.
En cuanto a las jergas y argots, también llamados lenguajes especiales, se definen como las
formas de hablar dentro de una determinada profesión. Los miembros de ciertos grupos
profesionales o los aficionados a determinados temas emplean a menudo unas variantes
lingüísticas para comunicarse entre ellos que son difícilmente comprensibles para todos
aquellos que no compartan esa profesión o afición. Esas variedades especiales es lo que se
denomina jerga (jerga profesional de los médicos, de los abogados, de los aficionados a los
toros, etc…).
Con el término argot nos solemos referir a las jergas específicas que emplean los miembros
de algunos grupos marginales y que tienen la finalidad de no ser entendida por todo aquel que
no pertenezca al grupo (argot carcelario, del mundo de la droga, de la delincuencia, etc…).
Coinciden todas las lenguas especiales en hacer uso del mismo sistema gramatical de la
lengua común, si bien son posibles algunas particularidades propias, caracterizándose tan sólo
por un vocabulario propio de sentido muy preciso. Los usuarios la emplean sólo para una
determinada parcela de su actividad, y fuera de ésta, usan la variedad común.
d) Variedades diastráticas. o sociales
Las variedades diastráticas hacen referencia a las diferencias de expresión observadas en los
hablantes pertenecientes a distintos niveles culturales. En los estudios de sociolingüística se
suelen establecer varios estratos: culto, medio, popular…Los límites entre ellos nunca pueden
ser claros y precisos.
No sólo el nivel cultural del hablante determina la modalidad de uso del lenguaje; también
puede venir determinada por otros factores sociológicos como la edad y el sexo, así como por
la situación comunicativa. Un hablante culto tendrá la capacidad suficiente para adaptarse a
las diferentes situaciones en que emite su mensaje.
Existen varios niveles: el nivel culto, el nivel intermedio, el nivel popular y el nivel vulgar; los
cuales se diferencian por el uso o la preferencia de unas determinadas pronunciaciones, unas
determinadas construcciones y unas determinadas palabras.
Estos niveles se encuentran en estrecha relación con la coordenada geográfica: cuanto más
bajo es el nivel socio-cultural del hablante, más acusados son sus particularismos locales y al
contrario.
Así, el nivel culto utiliza el lenguaje con toda la expansión de sus posibilidades, cuidándolo
en todos sus planos. Mantiene precisión y riqueza en el uso de los tiempos verbales., no
admite relajaciones.
El nivel popular, por su parte, se caracteriza por la subjetividad del hablante: los elementos
de la oración se ordenan de forma personal, en función de las palabras que interesan poner de
relieve. Abundan las muletillas, las frases inacabadas, las frases cortas, las creaciones léxicas,
las hipérboles…
Este fenómeno lingüístico-nacionalista se traduce en literatura en una serie de movimientos que pretenden recuperar la lengua de cada región y elevarla al nivel de lengua de cultura a través de su uso literario. En Cataluña se llamó Renaixença, en Galicia Rexurdimento y en el País Vasco se recuperó la tradicional literatura oral de los bertsolaris —poetas que improvisaban versos sobre cualquier tema en disputas poéticas celebradas con motivo de fiestas o certámene.