Variedades Situacionales de la Lengua: Registros, Jergas y Argot

Variedades Situacionales de la Lengua o Registros Idiomáticos: Clases y Principales Rasgos

Están condicionadas por la situación comunicativa y por el propósito de la comunicación. Se denomina registro al conjunto de características lingüísticas que resultan de la adaptación del uso de la lengua por parte de un hablante a una determinada situación comunicativa. Son tres, fundamentalmente, los factores que determinan el registro utilizado:

  • El medio o canal empleado, que permite distinguir entre uso oral (más espontáneo, lleno de elementos deícticos e inferencias, con menos cohesión, con rasgos dialectales…) y uso escrito (cuya producción está planificada, sin apoyos paralingüísticos ni rasgos dialectales, con mayor corrección, coherencia y cohesión, perdurable.).
  • La llamada atmósfera, el tipo de relación que se establece entre los interlocutores (de igualdad o jerarquía, de intimidad o distancia, etc.), que dará lugar a un uso formal o informal de la lengua.
  • El dominio de la comunicación, que va ligado a una actividad social concreta, por lo que dará lugar al empleo de variedades distintas según se trate de ámbitos de comunicación abiertos (uso familiar, coloquial) o cerrados (el uso específico correspondiente a ciertas actividades o ámbitos). En este último caso hablamos de lenguajes específicos, que presentan rasgos muy definidos: el lenguaje jurídico-administrativo (el que empleamos para dirigirnos a la Administración, por ejemplo), el científico-técnico, el humanístico (filosofía, historia, historia de la literatura, etc.), el periodístico y el publicitario, además del literario. Se emplean combinadas con el registro formal, pero en el caso de la publicidad y la Literatura, puede aparecer el uso coloquial.

Los registros son los siguientes:

El Registro Coloquial

El registro coloquial es más relajado, aunque no tanto como el nivel vulgar, del que a veces encontramos rasgos que, para no repetirlos, resumiremos diciendo que obedecen a una mayor relajación en todos los órdenes. Sus características son:

  • Fónicos: relajación de consonantes intervocálicas o finales, entonación marcada por la expresividad (abundantes exclamativas e interrogativas), uso de interjecciones y frases interjectivas (¡Anda!, ¡Toma!, ¡Arrea!)…
  • Morfosintácticos: sintaxis sencilla, con escaso empleo de la subordinación; empleo reducido de nexos (siempre los mismos: y, porque, así es que); expresiones enfáticas de cantidad (una enormidad, la mar de…, prefijos como “super” o “requete”); abundancia de sufijos apreciativos (pequeñín, grandote, mujerona); discordancias (Le dije a tus padres que.); empleo frecuente de la construcción impersonal (Y es que uno es como es, Se va tirando); desorganización en el contenido de la información, con desorden sintáctico, etc.
  • Léxicos: reducido vocabulario, escaso empleo de sinónimos, repeticiones innecesarias, construcciones pleonásticas para reforzar la expresividad (lo vi con mis propios ojos, sube arriba); uso muy limitado de adverbios y adjetivos; abundancia de expresiones de tipo afectivo, intensificación en los adjetivos (divino, fenomenal); comparaciones y metáforas exageradas y curiosas (La cabeza hecha un bombo, Estoy hecho polvo); empleo de refranes y frases hechas (Haz lo que quieras, pero quien mal anda…); muletillas que suponen un empobrecimiento lingüístico (bueno, esto…, entonces…, es que…, ¿no?, o sea) y de palabras “baúl”, cuyo significado es tan extenso que sirven para todo (cosa, tema, hacer).
  • Además, podemos añadir los rasgos propios de las funciones apelativa y emotiva de la lengua: afirmaciones, negaciones y mandatos categóricos (¡Ni hablar!, ¡Porque te lo mando yo!, ¡Que fue así, que te lo digo yo!); apelaciones al interlocutor para pedirle que muestre su acuerdo con lo que se dice (¿No cree usted?, ¿Te das cuenta?); uso de vocativos…

El Registro Formal

El registro formal se emplea en situaciones comunicativas en las que priman la eficacia sobre la emotividad y la distancia entre los interlocutores sobre la espontaneidad. Entre otros rasgos, encontramos: predominio de la entonación enunciativa, léxico preciso y ajustado a la situación, fórmulas de cortesía, enunciados más extensos y completos, riqueza y variedad de vocabulario, dominio de los mecanismos de cohesión, sintaxis más compleja, ausencia de anacolutos o errores relevantes, etc.

Jergas y Argot

Se trata de hablas profesionales o de modos de expresión propios de determinados grupos sociales. En las jergas podemos incluir todas las formas profesionales (científico–técnicas, artesanales o artísticas) de la lengua, caracterizadas por el empleo de términos propios llamados tecnicismos (los de la medicina, ebanistería, educación…). También son tecnicismos las palabras de uso exclusivo de los distintos campos de la cultura o el deporte, o los usos específicos de palabras ya existentes en el vocabulario general que adoptan todas estas profesiones con un significado distinto (saque de esquina, pena máxima, fuera de juego…; escorzo, capitel…; sintagma, nexo, proposición…; metáfora, hipérbole, hemistiquio…).

A menudo utilizamos la palabra argot como sinónimo de jerga pero, en realidad, se denomina así a la forma de hablar propia de determinados grupos sociales, generalmente marginales (incluso por voluntad propia). Por ejemplo, el habla del hampa, del mundo de la droga, de las tribus urbanas…

Se trata, tanto en la jerga como en el argot, de manifestar que se pertenece a un grupo, aunque a menudo ocurre que voces provenientes del vocabulario de alguna jerga o argot pasan a formar parte del uso común, habitualmente a través del registro coloquial (estar al loro, enrollarse, movida, rematar la faena, rallarse…).

Como conclusión apuntaremos que, si bien es deseable la unidad de la lengua, no es posible la uniformidad: en la variedad de usos radica su riqueza. Lo importante es utilizar la fórmula más adecuada para cada situación.