La Acción Humana
El ser humano no solo conoce y es inteligente, sino que también actúa. La inteligencia le impulsa a actuar ante diferentes alternativas. La acción no es solo la posibilidad de reaccionar de diversos modos ante las situaciones cambiantes de la vida. La acción es la capacidad de imaginar, organizar, planificar y hacer realidad deseos, proyectos, planes e ilusiones. Es la posibilidad de trascender el ámbito de lo estrictamente necesario para recrear nuevos mundos, para idear una realidad más justa y más bella. El ser humano se representa siempre su acción de forma simbólica y de ahí su carácter creador.
Rasgos de la Acción Humana
- Intencionalidad: Aristóteles la entendía como el modo en que el sujeto actúa moviéndose hacia el mundo como realidad externa. Dos son los modos de dirigirse hacia el objeto: la intencionalidad teórica, que expresa la voluntad humana de conocer, y la intencionalidad práctica, orientada a cubrir las necesidades humanas.
- Finalidad: medios y fines definen una acción. Alcanzar un fin supone elegir los medios necesarios y llevarlos a la práctica. Los medios son nuestras herramientas. A veces son apropiadas, otras no tanto. Los medios se subordinan al fin que se quiere alcanzar.
- Flexibilidad: un mismo fin se puede alcanzar por distintos medios. La acción es abierta: ni los fines ni los medios están predeterminados. La acción humana puede innovar.
La Razón Práctica
Conocer y actuar están indisolublemente unidos. No se conoce primero y se actúa después. Tampoco ocurre lo contrario, que primero se actúe y luego se conozca.
La razón tiene varios usos. Kant distingue entre una razón que conoce, la razón teórica; una razón que guía la acción, la razón práctica; y una razón también práctica, que se ocupa de las acciones bellas, la razón estética.
Estas distinciones estaban ya presentes en Aristóteles, que diferenciaba en la intencionalidad práctica entre la técnica o producción de objetos y la acción moral y política. Así pues, podemos establecer estos usos en la razón práctica: la razón instrumental (trabajo y técnica), la razón moral y política, y la razón estética. El ser humano es un animal simbólico. Su pensamiento y su acción son el resultado de su capacidad de representarse la realidad en ausencia de esta y de recrearla. Por eso también fabrica e inventa instrumentos, crea símbolos bellos y construye modelos de humanidad más justos.
El Trabajo
De la Contemplación a la Acción
El trabajo no es una actividad sin más ni una actividad como otra cualquiera, como pasear, contemplar las estrellas o leer un poema. Tampoco ha tenido siempre el mismo significado ni se le ha atribuido el mismo papel social, político o religioso. En general:
El trabajo es la acción mediante la que el ser humano se procura lo que necesita. Descubre así su capacidad de invención y el poder de transformar la naturaleza.
La filosofía griega concibe al ser humano como Homo Sapiens, como un ser que conoce, que anhela contemplar la verdad. Aristóteles negaba la denominación de “hombres” a los enemigos vencidos. Los griegos diferenciaban dos tipos de vida:
- La privada: le corresponde atender a las necesidades de la vida y debe permanecer oculta.
- La pública: se relaciona con los asuntos humanos; es la única digna de ser vivida. Es una vida sin trabajo. El trabajo se reserva para los esclavos y las mujeres, sometidas a los quehaceres de la vida privada.
Los Rasgos del Trabajo Humano
Hannah Arendt realiza un análisis pormenorizado de las diferencias entre los conceptos de labor y trabajo.
Llamamos labor a una actividad orientada a la obtención de bienes de consumo inmediato.
El trabajo es la actividad dirigida a producir cosas artificiales y útiles de carácter más duradero.
El trabajo posee estas otras características:
- Es una violencia ejercida sobre la naturaleza: el material sobre el que el Homo Faber trabaja es un producto que ha sido arrancado de la tierra, aislado y separado de su lugar propio.
- El trabajo se rige por un modelo que guía la fabricación, precede al proceso de trabajo y perdura tras él.
- La actividad del Homo Faber convierte al ser humano en diseñador e inventor de un mundo de útiles e instrumentos.
- El trabajador percibe una remuneración (salario) por un tiempo limitado y predefinido de trabajo. Esta salarización del trabajo (a unidades de tiempo y dinero) es un elemento diferencial clave para definir el trabajo.
El Trabajo en la Sociedad Industrial
La Revolución Industrial transformó radicalmente el concepto de trabajo. Hay seis consecuencias para destacar:
- Surge un nuevo ámbito de trabajo, la fábrica: la invención de la máquina de vapor y la automatización de la producción permiten que trabajen muchos operarios juntos de forma coordinada. Se multiplican las funciones, actividades y niveles. El trabajo queda fragmentado y se crean nuevas relaciones.
- Se organiza la distribución del tiempo de modo diferente: de estar regidos por el sol, hombres y mujeres pasan a ser regidos por el reloj y la sirena de la fábrica.
- La producción se localiza en las ciudades (originando el urbanismo).
- Aparece un nuevo tipo de propiedad distinto al tradicional basado en la tierra: las acciones y los bonos. Con ellas aparece el propietario burgués capitalista.
- Nacimiento del proletariado debido a las duras condiciones de trabajo y de vida.
- La mujer empieza a vincularse al proceso productivo y con ello comienza su liberación.
Marx analizó este cambio de tan grandes dimensiones y buscó las claves para dar una respuesta justa y humanizadora. Según el materialismo marxista: el trabajador pierde su ser en el trabajo. Al vender su fuerza de trabajo, es considerado una mercancía, pierde su valor como sujeto activo.
Alienación del trabajador: se le expropia el fruto de su trabajo que pasa a engrosar el capital del propietario. Esta ruptura entre trabajadores y propietarios se transmite a la sociedad en forma de clases sociales enfrentadas (revoluciones).
El Trabajo en la Sociedad Actual
La Segunda Guerra Mundial marca el fin de una época y la aparición de una nueva sociedad basada en la democracia política, el crecimiento económico sostenido y la igualdad educativa. El Estado de bienestar trajo mejoras en educación y sanidad. Para ello fue necesario que las personas, además de ciudadanos, se convirtiesen en capitalistas y consumidores. El consumo es el motor de la economía y el trabajo es el medio para acceder a él y para obtener un cierto estatus social. Paralelamente al incremento del consumo se va dando un proceso constante de tecnificación y automatización de la producción. La tecnología invade todos los ámbitos de la nueva sociedad. Estos cambios se pueden llamar sociedad postindustrial o sociedad de servicios. Otros sostienen que solo unos pocos puestos de trabajo, y en los países desarrollados, mejoran sus condiciones, pero, para la mayoría, el trabajo es precario, inestable y, poco a poco, dejará de existir. Hoy la estructura del trabajo es mucho más compleja. Sin una clara delimitación del perfil del trabajo, el empleo se convierte en una realidad inaprensible, los sujetos se desorientan y se desmotivan.
La Técnica
La Técnica y la Tecnología
La técnica es (según Ortega y Gasset) una habilidad mediante la cual se transforma una realidad natural en una artificial. Bajo este concepto incluimos tanto los productos que se obtienen, como los procesos de realización y las instrucciones para hacerlos. El término técnica se reserva para las técnicas artesanales (sin conocimientos científicos) y la tecnología designa las técnicas industriales vinculadas al conocimiento científico. Toda tecnología es técnica, pero no toda técnica es tecnología.
La Filosofía de la Técnica
La filosofía de la técnica o de la tecnología es una reflexión sobre los sistemas técnicos y sus efectos en la sociedad. Mumford es el primero que realiza una interpretación del valor de la técnica, de sus consecuencias sociales y de las posibles reformas que hayan de introducirse en un sentido claramente filosófico. Ortega y Gasset considera que el ser humano tiene que crearse a sí mismo. El ser humano es proyecto, es la técnica la que le ayuda a crearlo. Tres son los momentos, según él, por los que el género ha pasado en la evolución de sus técnicas: la técnica del azar, la técnica del artesano y la técnica del técnico. Según Ortega, la técnica del técnico, la tecnología, anula al ser humano porque lo esclaviza o lo hace dependiente de ella. Para Heidegger, la técnica es una forma de verdad, de desvelamiento del ser: la naturaleza, al manifestarse, libera sus energías para ser explotadas y acumuladas. Pero esta explotación puede hacerse con una técnica artesanal próxima y dependiente de la naturaleza o con una tecnología agresiva que rompe con el paisaje y se olvida del ser. En el momento actual, Habermas opina que la ciencia y la tecnología no buscan realmente la verdad, que están contaminadas de valores e intereses ajenos a esa búsqueda. La sociedad tecnológica y la burocratización del Estado han llevado a la despolitización y a la apatía cívica. La tecnología se ha convertido en instrumento de dominación. Hans Jonas alerta de los peligros de la técnica para el ser humano y de las consecuencias catastróficas para el medio ambiente. Frente a ello cabe un nuevo tipo de acción humana que garantice la pervivencia del planeta.
Los Riesgos del Desarrollo Tecnológico
El sociólogo Ulrich Beck considera que la sociedad de nuestro tiempo vive el riesgo de colapsarse, de vivir la pesadilla de una catástrofe medioambiental global. La tecnología tiene, sin duda, efectos negativos, pero estos solo pueden ser combatidos con conocimientos adecuados. La respuesta no es negar la máquina de forma irracional, sino someterla al control de la razón. Encontramos tres orientaciones importantes:
- Metafísica: Ortega y Gasset, Heidegger.
- Política: Habermas.
- Ética: Hans Jonas.
La Acción Simbólica y el Arte
La Belleza y su Expresión Simbólica
La creación artística u obra de arte es la actividad orientada a la producción de objetos bellos. Es un tipo de acción simbólica y en ella interviene tanto el dominio de la técnica como la intuición. La tradición occidental elaboró el concepto de arte a partir de las concepciones aristotélicas de la téchne o ars latina. Se incluye bajo esta concepción, de modo indiferenciado, toda actividad práctica aprendida por experiencia. Es un continuo que va desde la habilidad práctica hasta la intuición del genio creador, previa a cualquier realización práctica. En algunas épocas, el arte fue concebido como copia de la naturaleza, y su valor estaba precisamente en la calidad de la representación. Platón no tiene un concepto muy positivo del arte, porque lo considera una copia de un modelo (la naturaleza) que, a su vez, es copia: el demiurgo copia las ideas en la materia, y la obra de arte imita esa copia. Para Hegel, la naturaleza es belleza imperfecta, y el arte es superior a la naturaleza, porque está impregnado del espíritu. Diderot será el primero en afirmar que la naturaleza imita al arte.
Valor Simbólico de la Obra de Arte
La obra de arte es una creación que surge de la capacidad simbólica y de la intuición del artista. Es autoexpresión del genio que la crea. Mediante la elaboración de una forma sobre unos materiales se produce un resultado original con el que el artista realiza una reinterpretación de la realidad. La obra producida simboliza la nueva comprensión de la realidad y es, por tanto, un modo de conocer y de expresarse. En la creación artística se ofrece otra visión de lo real. Y ello ocurre no porque necesariamente se dé una imitación, sino porque lo real es penetrado con una mirada distinta. Mediante la expresión artística no se busca definir la realidad y materializarla en conceptos, sino captarla de modo vivencial. La obra de arte, aun la más realista, no reproduce como tal la realidad. Es siempre una interpretación desde la vivencia de la belleza. La realidad de una obra de arte es el resultado de una estilización. Siempre hay un esfuerzo de composición, de síntesis, de simplificación y de interpretación. Esto se puede observar con claridad en el arte abstracto, que se presenta como experimentación pura de formas y colores. La obra artística se contrapone a la obra útil, a la acción meramente instrumental que analizábamos al hablar del trabajo. La obra útil anuncia una finalidad, lleva a un mundo más allá de ella misma. Se cumple en aquello para lo que sirve. La obra de arte, por contra, se vuelve sobre sí misma. Es decir, no lleva fuera de ella, es en sí misma significativa. La obra de arte tiene, además de este valor simbólico, otras funciones, y la preferencia por una u otra de ellas ha producido tres interpretaciones:
- El arte como forma: el valor de la obra de arte radica en su excelencia formal. Se entiende la obra de arte como el hecho de dar forma a unos materiales. Irrelevantes los aspectos representativos, emocionales o cualquier otro valor que no sea la forma pura.
- El arte como expresión: la obra de arte es expresión de los sentimientos y valores humanos. El artista es poseído por una excitación emotiva con necesidad de manifestarla.
- El arte como símbolo: la obra de arte realiza una función significativa; no es expresión, sino símbolo de los sentimientos humanos. Frente al carácter referencial del signo lingüístico, que está en lugar de la cosa significada, la obra de arte constituye un signo iconográfico por sí mismo, no remite a otra cosa.
El Arte y el Desvelamiento de la Verdad
La obra de arte produce en nosotros una experiencia de belleza y plenitud que nos acerca a la verdad de las cosas.
Los filósofos distinguen dos planos al intentar explicar cómo se desvela la verdad a partir de la materia sensible:
- Un plano de percepciones inmediatas, estrechamente ligado al material de la obra. Lo llamamos la materia de la obra del arte.
- Otro plano en el que se capta un mundo de relaciones entre los elementos sensoriales, ya sean colores, líneas, tonos… Que va más allá de los simples datos sensoriales. Este plano constituye la configuración o forma.
Heidegger denomina al primer plano “tierra” y al segundo, “mundo”. Para él, el arte es “instalación en la verdad”, y la verdad es desvelamiento. Para que la verdad se instale en un “ente-a-producir” tiene lugar necesariamente un combate, una tensión, en el seno mismo de la obra.
La obra artística consiste en desvelar esta verdad o significado en unos materiales que se resisten. A partir de allí se levanta un “mundo” que se yergue del combate con la “tierra”. El artista parte de unos materiales previos, de una materia física, inerte y cerrada en la que es capaz de ver un mundo de significación. Percibir la forma es captar su unidad. Es verla integrada por todos sus elementos, valores y factores inmanentes y referenciales.
La Sociedad y los Símbolos Artísticos
En toda época y momento, la sociedad ha necesitado de símbolos para canalizar sus miedos, sus esperanzas, sus inquietudes, sus conflictos, sus grandezas y sus miserias. En suma, el arte ha sido siempre expresión de la sociedad de su tiempo. Una mirada a la historia permite ver la relación que constantemente se da entre los símbolos artísticos y la sociedad. En los pueblos primitivos, las manifestaciones artísticas fueron la expresión de una conciencia colectiva. En el mundo antiguo y durante la Edad Media, la religión guio el desarrollo de las formas artísticas. Desde el Renacimiento han sido los mecenas, generalmente con poder político o religioso, los que han hecho posible el arte. En el pasado, el arte, como la religión, los mitos y otros relatos sirvieron para consolidar el sentido de pertenencia a la comunidad. Contribuía, entre otras cosas, a que no creciera la distancia simbólica entre las clases sociales. Por ello, fue posible establecer la creencia en ciertos parámetros de belleza objetiva que se manifestaban en las grandes corrientes estéticas: romántico, gótico, renacimiento, barroco, etc. Actualmente, el arte parece gozar de mayor libertad que en el pasado. Ello es producto de diversos factores. La mayor libertad política y de conciencia, un público más amplio, la propia sociedad de masas, capaz de convertir en objetos de consumo todo o casi todo, etc. Pero también por ello la relación con el arte es más compleja. Hoy, el arte separa y diversifica más nítidamente a quienes lo disfrutan, sin perder su papel político. Se da una oposición mayor entre el consumo de viejos patrones estéticos de gran éxito en el pasado –pero caducos–, la elaboración de productos kitsch (de mal gusto) y la creación de nuevas manifestaciones innovadoras de género y estilo) tebeos, jazz, música popular, etc.
La Reflexión Filosófica sobre la Belleza
La Vivencia Estética y sus Rasgos
La obra de arte se guía por la intuición de la belleza, la misma intuición que nos permite captar lo que de bello hay en el mundo. La intuición estética es una vivencia, una experiencia a la vez intelectual y emocional. Para unos, se trata de una simple, fugaz y pasajera reacción fisiológica. Así, la psicología empirista tiende a reducir la emoción estética a la sensación o conjunto de sensaciones que el hecho estético provoca en el sujeto que la percibe.
Según otros, alcanza tal complejidad que solo resulta asequible a expertos técnicos o a espíritus selectos. Cuando se escucha una composición musical que agrada, por ejemplo, ¿es solo el oído el que se complace? Realmente no. Es el sujeto en su conjunto el que se conmueve; son las facultades profundas del yo las que quedan colmadas. Lo estético parece encontrarse en la capacidad de llamar la atención que tienen los objetos, de atrapar nuestra subjetividad. En el acto de conocer buscamos definir las cosas; en la contemplación, el objeto nos descubre su carácter vital. La vivencia estética nos produce diversos placeres: deleites sensuales, gozo estético, placer intelectual, etc. Cada persona, cada cultura o cada generación ha privilegiado unos gustos u otros, unos placeres más que otros porque la experiencia estética es siempre una experiencia construida. A pesar de esta variedad, se pueden señalar estos rasgos en la vivencia de lo bello:
- Asombro y contemplación: la vivencia estética nace del asombro ante el fenómeno que rompe la cotidianidad y atrae. Del asombro del primer instante se va pasando a la captación activa y analítica de las cualidades sensibles e imaginarias. Y de esta, a la visión sintética, a la forma del objeto estético y la contemplación casi totalmente pasiva de la forma.
- Placer desinteresado: el fenómeno estético produce un placer admirativo, no posesivo. La pura contemplación colma al sujeto. Todo interés supone una necesidad o la crea, y cuando hay una necesidad, el sujeto busca reducir ese estado de carencia. Solo el desprendimiento permite la libertad necesaria para disfrutar de la belleza y emitir un juicio desinteresado.
- Intensidad y brevedad: cuando la vivencia estética llega a alcanzar gran intensidad, se puede producir un éxtasis.
El sujeto queda suspendido por la presencia de la belleza, los límites espacio-temporales parecen desaparecer y se produce una cierta pérdida del yo, a la vez que se origina una exaltación de los sentidos. Las descripciones sobre este estado recuerdan, en muchos casos, a las descripciones del éxtasis místico. Ahora bien, se alcance o no se alcance tal grado de intensidad, la vivencia estética está marcada por la brevedad y la precariedad, aunque puede derivar en un sentimiento estético más difuso y duradero.
La Belleza, lo Sublime y lo Feo
Hasta aquí se ha hecho referencia, de forma casi exclusiva, a la experiencia subjetiva de la contemplación, a la vivencia. Pero tal vivencia implica siempre una alteridad (un objeto, un sonido, una palabra, etc.) que está fuera del sujeto y que consideramos bella. Pero ¿qué es la belleza?
Lo primero que hay que resolver es si la belleza es una realidad en sí y por sí misma. O, por el contrario, es algo que está siempre en relación con el sujeto que contempla. ¿Las cosas nos gustan porque son bellas o son bellas porque nos gustan? Dos posiciones recorren la historia de la filosofía para responder a esta pregunta:
- El objetivismo: la belleza es la armonía constitutiva de las cosas.
Fue la posición que dominó desde la Antigüedad hasta el siglo XVIII, con la casi exclusiva excepción de los sofistas.
- El subjetivismo: la belleza está en los seres humanos, que proyectan un sentimiento en su mirada. El ser humano tiene sentimientos de belleza, y considera que la belleza está en el objeto.
Esta es la posición dominante desde el siglo XVII hasta la actualidad. Pero los intentos por definir la belleza han fracasado siempre, porque el concepto de belleza no es unívoco. Con frecuencia se encuentran diversos términos que hacen referencia a la misma idea de belleza: bonito, hermoso, lindo, precioso, etc. Entre todos destaca el de sublime.
La distinción entre lo bello y lo sublime alcanza con Kant un valor filosófico muy destacado:
- Lo bello es una realidad aprensible y por eso se puede expresar en el lenguaje mediante juicios. Su contemplación es sosegada y tranquila, no sobrecoge ni incomoda.
- Lo sublime sobrecoge al ser humano. Cuando el ser humano se enfrenta en la naturaleza con algo extremadamente vasto (un macizo rocoso impresionante, la infinitud de las matemáticas), la imaginación desfallece y se hace consciente de la supremacía de la razón. Esta experiencia lleva al ser humano a experimentar lo sublime como un sentimiento que lo engrandece y lo dignifica.
El sentimiento de lo bello se rompe a veces por la presencia de la fealdad, que es su antítesis. Tradicionalmente, lo feo se ha considerado como ausencia de belleza. Se ha presentado como desorden, como símbolo del error o del mal, como carencia de ser. En la actualidad, lo feo se concibe como denuncia de un mundo brutal y como posibilidad de una belleza distinta, más humana y más justa. Una belleza no sometida a los mecanismos mercantiles, a la apariencia y al engaño, y que trata de liberarse de la fealdad que la oprime.
La Filosofía y el Arte
El análisis de la belleza y su vivencia es el objeto de la estética. El filósofo se pregunta qué constituye la esencia de la obra artística, cuál es su génesis, qué notas la caracterizan, etc. Desde la Antigüedad existió una reflexión, más o menos precisa y ordenada, sobre la belleza y el arte.
La visión platónica de lo estético es una visión intelectualizada. La búsqueda de la belleza exige la superación de la realidad aparente percibida por los sentidos para alcanzar las ideas, que son la auténtica realidad. En la cúspide de todas las ideas se sitúa la idea de bien y de la belleza de la que toman parte todas las cosas bellas.
Aristóteles incide en la dimensión contemplativa de lo estético. Mientras que el bien se hace, lo bello se contempla. El cristianismo vio el arte como un instrumento didáctico para mostrar las verdades de fe. El arte es símbolo de las verdades reveladas. En el siglo XVIII, Baumgarten fue el primero en utilizar el término estética para referirse a esta disciplina filosófica. Con él se inicia también un giro subjetivista en el que la belleza se identifica con el gusto. Kant lo define como un gozo desinteresado y libre. No parece responder a una necesidad concreta sensorial (como la comida o la bebida) ni racional (como lo bueno). Obedece a un interés desinteresado. Es el tipo de interés que guía, por ejemplo, al ser humano cuando juega. El placer estético se expresa en forma de juicio. Cuando escuchamos una composición musical o ante un paisaje, experimentamos un placer sensorial. Sin escuchar la música o ver el paisaje, no existe ese sentimiento. Sin embargo, el componente sensitivo no es el único, se exige una intervención que juzga. Este tipo de apreciación no aparece en los animales, y es lo que llamamos el gusto. Con él se cumple el acto de la vivencia y la valoración estética.
La Vida en Sociedad
Una Definición de Sociedad
El ser humano es un animal. Según esto, existe una condición biológica que debe ser tenida en cuenta a la hora de comprender la naturaleza y la acción humanas. La biología muestra cómo la especie humana es una de las menos capacitadas para la supervivencia natural en comparación con otras especies animales. De esta incapacidad se desprende la necesidad de la vida comunitaria. Pensadores de la Grecia clásica, como Platón, fundamentaron en este hecho la esencia social del hombre. Esta circunstancia significa que el individuo humano necesita de otros seres para subsistir. De la unión con otros seres humanos, compañeros o socios, nace la sociedad. El ser humano es, esencialmente, un animal social.
Ahora bien, definir al hombre como animal social no significa que solo el ser humano es social. Existen sociedades animales no humanas, como las de los primates o algunos insectos, por ejemplo. La sociedad humana natural se diferencia de las sociedades no humanas por la presencia en ella del factor característico de la humanización: la racionalidad. Una sociedad humana es la agrupación sobre un territorio de seres humanos que participan de una misma cultura y de unas mismas instituciones sociales e interaccionan entre sí para el desarrollo de intereses comunes y la obtención de sus fines. La tendencia natural del ser humano a pertenecer a grupos organizados estables se denomina sociabilidad. Las sociedades están formadas por grupos humanos que precisan de un orden para llevar a cabo sus fines. Pero existe una gran variedad de grupos, y resulta difícil clasificarlos y caracterizarlos. El sociólogo Ferdinand Tönnies propuso una clasificación de las formas básicas de agrupación social que sigue teniendo vigencia:
- Comunidad: grupo formado por individuos unidos por lazos emocionales, cercanos y afectivos. No buscan, prioritariamente, el interés propio, sino que prevalece la visión del otro como fin en sí mismo. El ejemplo básico es la familia. También se los denomina grupos primarios.
- Sociedad: grupo formado por individuos relacionados por fines utilitaristas y racionales. La pertenencia al grupo posibilita resolver las necesidades propias sirviéndose de la colaboración de los demás. La interacción social se produce de forma reglamentada y contractual. Ejemplos típicos de sociedades son las empresas o los clubes. También se los denomina grupos secundarios.
Aunque siguen existiendo grupos comunitarios, la evolución histórica ha provocado la extensión de los sistemas sociales asociativos en perjuicio de los primeros. El éxodo rural, la masificación de las ciudades, los cambios en la actividad laboral, el desarrollo económico, las conquistas sociales de la mujer, etcétera, son algunos de los factores que pueden explicar el nuevo concepto de relación social en las sociedades modernas.
Las sociedades no son, pues, estructuras monolíticas inamovibles. Existen diferentes modelos que han ido evolucionando a lo largo de la historia. Los individuos que la conforman son dinámicos, y poseen una cultura integrada por ideas, instituciones, técnicas y objetos materiales.
Comprender una sociedad supone comprender su manera de organizar las relaciones entre sus miembros, es decir, el sistema político que determina cómo ha de normalizarse la convivencia. En determinadas situaciones, las sociedades poseen unos sistemas rígidos de control por parte del poder político que determinan en gran medida las conductas de los individuos. Son las que Karl Popper llamó sociedades cerradas. Frente a ellas, postula la necesidad de sociedades tolerantes donde sea posible la libertad de pensamiento y acción. Estas son sociedades abiertas, que en la actualidad se tienden a identificar con las democracias liberales garantes de los derechos civiles de los individuos.
Sociedad Civil: lo Privado y lo Público
Como acabamos de estudiar, el ser humano es consustancial al ser humano. Pero la sociedad es una abstracción formada por una multiplicidad de individuos concretos, con formas diferentes de entender las cosas y de valorar la vida.
Así, existe una doble dimensión del despliegue de las libertades e intereses de las personas que se puede denominar la esfera privada y la esfera pública de la vida.
- La vida privada se refiere a la parcela íntima y personal de cada individuo libre de interferencias externas.
- La vida pública es el escenario de las interacciones personales en el que se encuentran los actores sociales, políticos o culturales que componen la sociedad.
La esfera privada y la esfera pública no siempre están bien delimitadas. Para armonizar ambos niveles, el individual-privado y el colectivo-público, surgió la política.
La política es el poder administrativo y coercitivo encargado de hacer posible la convivencia organizada en el seno de la sociedad civil.
Desde Aristóteles, el concepto de sociedad civil se ha referido al conjunto de ciudadanos iguales y libres en el ámbito público de la polis. Lo social y lo político no estaban diferenciados. Será en la Edad Moderna cuando el ámbito social de lo público se desligue del ámbito político pudiéndose hablar ya de sociedad civil. La sociedad civil comprende un complejo entramado de relaciones particulares y de asociaciones con fines muy diversos (económicos, culturales, intelectuales o lúdicos) y con objetivos también heterogéneos.
Locke fue el primer filósofo que distinguió la sociedad civil independiente de la sociedad política. El estado liberal que fundamenta debe servir básicamente para proteger las libertades de los ciudadanos que forman la sociedad civil. Más tarde, Hegel sistematizará el pensamiento liberal, y aunque reconoce la autonomía de la sociedad civil con sus intereses económicos privados y sus derechos subjetivos, subraya la necesidad del Estado para anteponer el bien universal al particular. Puede decirse así que la sociedad civil se desarrolla en el ámbito de lo privado, y el Estado y las instituciones políticas controlan y organizan lo público. En las épocas de la historia en las que los regímenes políticos eran absolutistas, la actuación de la sociedad civil estaba rígidamente reglamentada por el Estado, y el estatuto de las personas era de súbditos más que de ciudadanos libres. Con las revoluciones liberales de los siglos XVII al XIX, los individuos, y muy especialmente la burguesía, fueron ampliando su capacidad de actuar al margen de las instituciones políticas, sobre todo en el terreno económico. En los sistemas democráticos, la sociedad civil encontró el contexto más adecuado para desarrollar sus libertades. Tras la Segunda Guerra Mundial, el Estado se volvió intervencionista y promovió mejoras sociales, especialmente para los sectores más desfavorecidos, en sanidad, educación o vivienda, entre otros ámbitos. Pero en la actualidad asistimos a una crisis del Estado de bienestar, produciéndose, asimismo, una deslegitimación del Estado. Paralelamente, y como consecuencia de esa situación, ha aumentado la importancia de la sociedad civil, que expresa sus críticas y expone sus reivindicaciones ante las limitaciones de los estados democráticos actuales, minimizados por el nuevo orden global. Sin cuestionar el sistema democrático, la sociedad civil intenta influir en la esfera política a través de asociaciones reivindicativas, grupos de presión y organizaciones no gubernamentales. La sociedad de la información en la que vivimos ha proporcionado a los ciudadanos anónimos la posibilidad de expresarse y llegar a las masas. En esta era de la comunicación nace la opinión pública y ninguna forma de poder, no solo el político, puede subestimarla.
Civilidad y Virtudes Cívicas
Vivir en sociedad supone aceptar unas mínimas normas de convivencia (ética de mínimos), así como asumir que las conductas de las personas han de regirse por las normas jurídicas establecidas por el derecho.
En los estados democráticos se reconocen los derechos de los ciudadanos, que el poder político debe salvaguardar. Sin embargo, la existencia de una norma de comportamiento y de unas leyes que establecen cómo ha de vivirse en sociedad no garantiza la ausencia de conflictos.
Aunque el Estado cuenta con medios coercitivos para establecer el orden social, se hace necesario, además, que la sociedad civil promueva entre los ciudadanos la praxis cívica o civilidad.
La civilidad es la virtud del ciudadano por antonomasia. Consiste en vivir con responsabilidad la condición de miembro de una sociedad con objetivos compartidos. El buen ciudadano es consciente de sus derechos, pero también de sus obligaciones, y busca su bien particular sin perjudicar el bien común.
La civilidad no significa solo ser correcto y cortés en el trato, sino que implica poseer virtudes cívicas, como el respeto a la ley, el sentido de la justicia, la participación responsable en la vida pública, etc. Como ocurre con todas las virtudes, también las virtudes cívicas deben aprenderse para ser incorporadas a la conducta y convertirse en hábitos.
Por ello es fundamental la labor educativa, o de socialización, que el Estado debe promover desde las instituciones, así como de otras instancias no gubernamentales que, por su influencia social, tienen una importante responsabilidad, como ocurre con los medios de comunicación.
Conceptos
- Objetivismo estético: posición que defiende la existencia de la belleza en las cosas, más allá de la conciencia del sujeto.
- Subjetivismo estético: posición que defiende que la belleza solo tiene realidad en la conciencia del sujeto que la percibe.
- Sublime: sentimiento que se produce ante la contemplación de realidades que superan la capacidad de juicio del ser humano. Grado máximo de la belleza.
- Estética: disciplina filosófica que trata de explicar los procesos que generan la experiencia de lo bello y del arte, así como analizar los conceptos que configuran el campo estético.
- Grupo social: número indeterminado de personas que interactúan unas con otras y tienen un cierto grado de interdependencia duradera, conciencia común e integración normativa.
- Socialización: proceso de aprendizaje de las normas, los valores y las costumbres propias de un grupo social determinado que se incorporan a la conducta y permiten la interacción social del individuo con los demás.
- Espacio público: lugar en el que el ciudadano desempeña su actividad, limitada por las normas establecidas por el Estado y la burocracia. Es el espacio del interés común. Según Habermas, este espacio es el foro de los ciudadanos en la búsqueda de una opinión consensuada para solucionar los problemas de la sociedad.