Teoría del Conocimiento de Hume
Hume, en su teoría del conocimiento, busca señalar los límites de la razón y del conocimiento humano. Para él, conocer es tener percepciones, dividiéndolas en “impresiones” (vívidas y directas) y “ideas” (más tenues, derivadas de impresiones). Las percepciones pueden ser simples o complejas, y surgen de la sensación (de los sentidos) o la reflexión (de la mente).
Destaca la asociación de ideas a través de principios como la semejanza, contigüidad y causalidad. Hume distingue dos tipos de conocimiento:
- Relaciones de ideas: lógica y matemáticas, con verdades universales.
- Conocimientos de hechos: ciencias empíricas, donde no hay demostración, solo probabilidades.
En su análisis de la causalidad, Hume critica la idea de conexión necesaria entre causa y efecto. Argumenta que la causalidad es solo una sucesión constante observada repetidamente, sin necesidad intrínseca. Esto lleva a la negación de sustancias, incluido el mundo externo, Dios y el yo. Hume concluye en un escepticismo y fenomenismo, afirmando que solo podemos conocer nuestras percepciones. Niega la existencia de sustancias, considerándolas solo como conjuntos de cualidades unidos por nombres.
El Problema del Yo en Hume
La existencia de nuestro “yo”, único e idéntico, era aceptada por Descartes y por Locke:
- Para Descartes nuestra existencia como seres pensantes era la primera verdad indubitable.
- Locke también lo aceptaba como certeza intuitiva.
Pero Hume no lo acepta, al aplicar con firmeza el criterio empirista de no aceptar nada de lo que no tengamos impresiones. Según Hume, tenemos impresiones de cosas que nos pasan (sentimos frío o calor, estamos alegres o sufrimos un dolor de cabeza) pero, no tenemos impresiones de nuestro yo. Hay, es cierto, en nosotros una variedad de impresiones unidas entre sí por la semejanza y la causalidad. Basándonos en esta última, suponemos que estas impresiones son causadas por un yo que se mantiene idéntico. Pero, como sabemos, Hume no acepta esta relación de causalidad, porque no tiene un valor necesario. Por tanto, nuestro yo no es más que una colección de impresiones.
La Crítica de Hume a la Religión
Hume, al no aceptar nada sin impresiones, sostiene que no hay evidencia empírica de Dios y que la existencia de Dios no puede ser demostrada mediante el principio de causalidad. Racionalmente, afirma que no podemos conocer nada sobre Dios y aboga por una actitud escéptica, considerando a Dios como “una adivinanza, un enigma y un misterio”.
En su obra “Diálogos sobre la religión natural”, Hume explora el origen del sentimiento religioso, atribuyéndolo a emociones como el miedo a la muerte y el deseo de vida eterna. Argumenta que la imaginación humana crea las ideas de dioses, héroes y santos para superar estos temores y garantizar la justicia y el bien.
Hume señala que las religiones originariamente son politeístas y tolerantes, mientras que el monoteísmo surge como una abstracción sofisticada, acompañada de intolerancia. A pesar de considerar la religión como ilusoria, Hume sugiere que las personas pueden mantener internamente cierta fe religiosa, lo cual, al saber que es ilusorio, puede conducir a una actitud tolerante, evitando el fanatismo y el dogmatismo.
La Ética Kantiana
Kant distingue entre razón teórica y razón práctica, abordando la primera en su obra “Crítica de la razón pura” y la segunda en “Crítica de la razón práctica”. En esta última, se centra en la ética, buscando principios universales y racionales a priori para guiar la acción libre y moral.
Para Kant, la moralidad se basa en la intención y la buena voluntad. La bondad de una acción radica en la ejecución por respeto al deber, independientemente de intereses o condiciones externas. La acción moral correcta es aquella realizada por deber.
El deber moral se expresa a través de imperativos categóricos, que deben ser universales y absolutos. Kant propone formulaciones como:
- “Obra solo según una máxima que puedas querer como ley universal”.
- “Trata a la humanidad, en tu persona y en la de otros, siempre como un fin y nunca solo como un medio”.
Estas expresan la necesidad de normas que puedan aplicarse a todos y resaltan la obligación de respetar a los seres humanos como fines en sí mismos.
Kant también introduce postulados de la razón práctica:
- La libertad posibilita la moralidad.
- La inmortalidad del alma permite alcanzar la perfección moral.
- La existencia de Dios garantiza la coincidencia entre ser y deber ser, conduciendo al Sumo Bien (unión de virtud y felicidad).
El Contrato Social de Rousseau
Rousseau, en su obra “Discurso sobre el origen de las desigualdades entre los hombres” (1754), plantea la hipótesis del estado de naturaleza, donde el hombre es libre y feliz, viviendo en armonía con sus verdaderas necesidades. El paso a la sociedad civil provoca la desigualdad, siendo la propiedad la causa de esclavitud, ambiciones, guerra y despotismo.
Considerando el estado social como ilegítimo, Rousseau propone en “El contrato social” (1762) un nuevo orden basado en igualdad y libertad. En este contrato social, los individuos se entregan a una voluntad general, expresión del bien común. El pueblo soberano establece el poder estatal para garantizar la libertad.
Rousseau analiza la soberanía, el gobierno, las instituciones políticas y la religión. Rechaza la legitimación del poder por la fuerza o sometimiento, abogando por una asociación donde cada uno obedezca solo a sí mismo. El Estado defiende la libertad política y las propiedades, generando la voluntad general en interés común. El Gobierno, con leyes e instituciones, actúa en situaciones concretas, mientras que el Estado republicano enseña virtudes políticas a través de la religión civil, basada en la creencia en Dios. Rousseau busca una forma de asociación que proteja la libertad individual y el interés general.
El Método Cartesiano y la Duda Metódica
Descartes, influenciado por la insatisfacción con la filosofía escolástica, encuentra en las matemáticas un método riguroso. Desarrolla un método basado en la razón, compuesto por cuatro reglas:
- Evidencia
- Análisis
- Síntesis
- Enumeración
La duda metódica se convierte en la base del método, cuestionando incluso la existencia del mundo a través de la hipótesis del genio maligno. Descartes llega a la certeza de su propia existencia con la afirmación “cogito, ergo sum” (“pienso, luego existo”).
Las Sustancias Cartesianas
Desde las ideas innatas, Descartes encuentra la idea de Dios como garantía de la existencia del mundo. Establece tres ámbitos de realidad:
- El yo como sustancia pensante (res cogitans)
- Dios como sustancia infinita (res infinita)
- Los cuerpos como sustancia extensa (res extensa)
Descartes desarrolla una física mecanicista basada en las cualidades objetivas de los cuerpos, formulando leyes importantes como la de la inercia y la conservación del movimiento. Su noción de sustancia destaca por su autonomía e independencia. En resumen, Descartes busca un fundamento indudable en el pensamiento humano y establece una visión mecanicista de la naturaleza.
El Hombre como Sujeto del Conocimiento en Descartes
El hombre o sujeto del conocimiento, entendido como razón, es el fundamento de toda la filosofía de Descartes.
- En su primera certeza que la expresa diciendo: “pienso, luego existo” el sujeto se percibe clara y distintamente como existencia pensante. Descartes ha hallado la existencia del yo y la naturaleza de ese yo como cosa pensante, como sustancia pensante.
- Descartes defiende en el hombre un dualismo, así, el hombre es un compuesto de dos sustancias, la sustancia pensante, res cogitans, el alma y la sustancia extensa, res extensa, el cuerpo. Es evidente, según Descartes, que se trata de dos sustancias distintas, independientes.
- Esta posición de Descartes, según la cual cuerpo y alma son sustancias independientes, tiene importantes consecuencias: por un lado, la afirmación de la inmortalidad del alma; por otro lado, la afirmación de la libertad del hombre. Porque, el alma, en tanto que sustancia pensante, queda excluida del mecanicismo y la necesidad propios de los cuerpos.
- Sin embargo, Descartes es consciente de la interacción, de la importante relación entre ambas sustancias, alma y cuerpo, que se ejerce a través de la glándula pineal situada en el cerebro.
Las Pruebas de la Existencia de Dios según Descartes
Descartes, partiendo de la certeza de la existencia del yo como realidad pensante, busca establecer la existencia de cosas externas a la mente que correspondan a las ideas. Distingue tres tipos de ideas: adventicias, facticias e innatas, siendo estas últimas las únicas con evidencia perfecta.
Descartes descubre en las ideas innatas la noción de infinito, que identifica con Dios. Proporciona tres pruebas de la existencia de Dios:
- Argumento ontológico de San Anselmo: La idea de infinito implica la existencia de un ser sin limitaciones. Si le falta la existencia, se limitaría, por lo tanto, Dios debe existir.
- La finitud del yo: El yo es finito y contingente, incapaz de producirse a sí mismo. Dado que no posee perfecciones que la idea de Dios sugiere, debe haber sido creado por un ser perfecto, que es Dios.
- La idea de Dios: Descartes argumenta que la causa de la idea de Dios debe ser proporcional al efecto. La idea de un ser infinito, eterno y todopoderoso solo puede tener como causa a un ser que posea estas características, es decir, Dios.
Demostrada la existencia de Dios, Descartes establece en Él el fundamento de los conocimientos y el criterio de certeza, anulando la hipótesis del genio maligno.