Conocimiento: Kant
La Ilustración y la Metafísica
Según Kant, la Ilustración es la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad. Esta minoría de edad se refiere a la incapacidad de usar el propio entendimiento sin la guía de otro. La culpa de esta minoría de edad reside en la falta de decisión y valor para utilizar el entendimiento propio, no en la falta de capacidad. Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! Este es el lema de la Ilustración.
Kant inicia su filosofía crítica con el problema de la metafísica, la cual se ocupa de objetos más allá del conocimiento sensible. Mientras las matemáticas y la física han alcanzado un acuerdo general sobre sus objetos de conocimiento y métodos, la metafísica se caracteriza por disputas sin fin.
Síntesis de Racionalismo y Empirismo
La doctrina de Kant sintetiza racionalismo y empirismo. Distingue dos fuentes de conocimiento: la sensibilidad, por la cual nos son «dados» los objetos, y el entendimiento, por la cual son «pensados». El conocimiento sensible es intuición, y el objeto conocido a través de ella se llama fenómeno.
Kant divide el fenómeno en materia (contenido empírico de los sentidos) y forma (lo que ordena las sensaciones). La materia se da a posteriori, mientras que la forma reside a priori en nosotros. El espacio y el tiempo son las formas a priori de la sensibilidad. A través de la sensibilidad conocemos fenómenos, no la realidad independiente del sujeto. Esta síntesis se realiza mediante conceptos puros a priori o categorías, cuyo uso legítimo se limita a los fenómenos.
Kant coincide con Hume en que la necesidad y la universalidad no se derivan de la experiencia. Hume argumenta que la relación causa-efecto no es una conexión necesaria, ya que la verdad de las cuestiones de hecho depende de la experiencia. Sin embargo, Kant considera el concepto de causa como a priori, organizando las impresiones sensibles en relaciones objetivas universales y necesarias.
Las Ideas Trascendentales
La metafísica nace del impulso natural de la razón, distinta de la facultad de juzgar. La razón produce las ideas trascendentales: objetos necesarios de la razón sin correspondencia sensorial. Las tres ideas trascendentales son alma, mundo y Dios, los objetos de la metafísica racionalista.
El Problema de la Moral: Kant
Kant concluye que la metafísica no es ciencia al no poder conocer objetos más allá de la experiencia. Se pregunta si es posible un conocimiento práctico (moral) de estos objetos. La razón tiene un uso teórico (cómo son las cosas) y uno práctico (cómo debemos obrar). La razón teórica formula juicios, mientras que la razón práctica formula imperativos.
Como ser físico, el hombre está sujeto a leyes causales, pero la conciencia moral implica libertad. Aunque no se pueda probar científicamente la libertad, la conciencia moral exige fe en ella. El hombre es fenoménicamente determinado y nouménicamente libre. La exigencia moral de obrar por deber supone la libertad.
La razón nos impulsa a la concordancia entre voluntad y ley moral, una perfección inalcanzable en la vida finita, lo que exige la inmortalidad. La ley moral busca el sumo bien (unión de virtud y felicidad). Como la virtud no garantiza la felicidad en este mundo, debe existir un Ser Supremo que la garantice.
El Imperativo Categórico
Solo las acciones por deber, sin considerar intereses o inclinaciones, tienen valor moral. Los imperativos hipotéticos ordenan acciones como medios para un fin. El imperativo moral es categórico, ordenando acciones buenas en sí mismas. Su fórmula es: “Obra solo según la máxima que te permita al mismo tiempo querer que esa máxima se convierta en ley universal”.
El hombre, como ser racional, es un fin en sí mismo, no un medio. Los seres irracionales tienen valor relativo como medios («cosas»), mientras que los seres racionales son «personas», fines en sí mismos.
El Problema del Hombre: Marx
Concepto de Alienación
Para Marx, el hombre es un ser natural e histórico-social. La praxis (producción material) es su característica fundamental. El trabajo modifica la naturaleza con medios de producción, resultando en un producto. El trabajador se desposee de su fuerza de trabajo, que pasa al producto. Esta enajenación puede ser positiva (el trabajador reconoce el producto como suyo) o negativa (el trabajo es alienado).
El trabajo alienado surge al convertirse en mercancía, por la división del trabajo y la propiedad privada de los medios de producción. El trabajo como mercancía se debe a la distinción entre valor de uso (satisface necesidades) y valor de cambio (intercambio en el mercado).
La división del trabajo aliena porque: a) separa los aspectos manuales e intelectuales del trabajo; b) la mecanización determina el ritmo del trabajo; c) genera lucha de clases. La propiedad privada de los medios de producción, no la propiedad en sí, genera explotación y alienación.
Marx distingue tres alienaciones: a) económica (trabajo alienado), causa de las demás; b) política (derechos políticos formales, sin igualdad real); c) social (separación entre trabajador y producto).
El Problema de la Sociedad: Marx
Marx critica el idealismo hegeliano, considerándolo abstracto. Prioriza las condiciones materiales, que determinan la conciencia. Su concepción materialista y dialéctica ve las contradicciones reflejadas en las relaciones sociales. La evolución social se debe a cambios en los modos de producción, ligados a modos de explotación. La división del trabajo asigna roles, y la explotación se manifiesta en la dominación de una clase.
En el capitalismo, la alienación surge de la separación entre trabajadores y medios de producción. La lucha de clases es la contradicción fundamental, y la toma de conciencia es crucial para la transformación social. El capitalismo se caracteriza por la producción de mercancías y la explotación del trabajo asalariado. La ley del valor establece que el valor de una mercancía se determina por el trabajo socialmente necesario para producirla. La plusvalía, base de la acumulación de capital, genera alienación.
Marx propone el comunismo sin clases como solución, a través de la revolución proletaria y la dictadura del proletariado. Esta propuesta se basa en su concepción materialista y dialéctica de la historia.
El Problema de Dios: Nietzsche
Nietzsche, pensador alemán del siglo XIX, con una filosofía vitalista, argumentó que Dios fue inventado para dar sentido a la vida. El origen de la religión está en el miedo y la angustia. Dios es un sedante para soportar el devenir, negar la vida y asumir la muerte. Afirmar a Dios es negar la vida.
El nihilismo histórico de Occidente desvaloriza los valores auténticos. Platón creía en un Dios como verdad y en una realidad trascendente. El cristianismo fue un platonismo para el pueblo (resentimiento, culpa). La secularización culmina en el deísmo y el ateísmo ilustrado, donde la razón sustituye a Dios por ídolos vacíos.
“¡Dios ha muerto! ¡Dios está muerto!, y nosotros lo hemos matado”. Es la muerte del ideal supremo, del mundo suprasensible y de las verdades absolutas. La metafísica y la moral pierden fundamento. El nihilismo negativo lleva a la pérdida de sentido y al pesimismo (Schopenhauer). El anticristo rechaza los valores cristianos, marcando la muerte del Dios único (vuelta al politeísmo).
El nihilismo activo ofrece una nueva perspectiva (“aurora”). El ser humano debe asumir la vida sin resentimiento, superándose y convirtiéndose en el superhombre. La transmutación de los valores lleva al eterno retorno y al amor fati.
La Moral: Nietzsche
Nietzsche critica la moral occidental en Más allá del bien y del mal y La genealogía de la moral. El método genealógico estudia el surgimiento e imposición de los conceptos morales. La crítica de la cultura occidental empieza por la moral, ya que las manifestaciones filosóficas, científicas y religiosas de un pueblo reflejan sus valores.
Nietzsche rechaza el dogmatismo moral (objetividad y universalidad de los valores). Los valores son proyecciones subjetivas, de pasiones, sentimientos e intereses. “Bueno” y “malo” tienen un doble origen: nobles y esclavos (referencia a la superioridad o inferioridad espiritual, no social).
La moral de señores prevaleció en la antigüedad. “Bueno” significaba noble, superior. “Malo” significaba bajo, inferior. La moral de esclavos invirtió esto: “bueno” como manso, sumiso; “malo” como belicoso, orgulloso. El pueblo judío inició esta inversión, la “rebelión de los esclavos en la moral”, continuada por el cristianismo.
El triunfo de la moral de esclavos se debe al resentimiento, odio al superior y venganza. El amor, altruismo y compasión cristianos ocultan odio, egoísmo y crueldad. La moral europea es de rebaño (esclavos), heredada del cristianismo y continuada por la democracia. Se necesitan “hombres fuertes” para crear el superhombre, que transvalorará los valores. Lo “bueno” elevará la voluntad de poder y la vida; lo “malo” provendrá de la debilidad de la moral de esclavos.
La decadencia o nihilismo, opuesta a la afirmación dionisíaca de la vida, es un instinto degenerativo. Sus síntomas son la renuncia a lo elevado, la búsqueda de la felicidad y pequeños placeres, y la huida del dolor. El hombre moderno, mediocre y gregario, es el prototipo de decadente.