Introducción a la Filosofía de Aristóteles
En la historia de la filosofía, la pregunta por el Arjé, característica del periodo cosmológico presocrático, fue reemplazada por la pregunta sobre la realidad humana (conocimiento, moral y política) planteada por los Sofistas y Sócrates en el siglo V a.C. Platón retomó estas inquietudes para desarrollar un sistema filosófico integral que abordara tanto cuestiones metafísicas y epistemológicas como morales y políticas. Con este fin, fundó la Academia, donde Aristóteles, proveniente del norte de Grecia, ingresó a los 16 años y permaneció durante un largo periodo. Tras la muerte de Platón, Aristóteles se distanció de las teorías platónicas y estableció una escuela rival con un enfoque empírico: el Liceo. Estas dos instituciones se convirtieron en pilares fundamentales de la filosofía clásica, con una rivalidad posterior derivada de sus diferentes perspectivas. Finalmente, hacia el final de la vida de Aristóteles, surgieron las denominadas escuelas helenísticas.
Se hacía imprescindible, entonces, intentar una explicación del ser sin ignorar su pluralidad y sus cambios, a partir de la particularidad de las cosas mismas. Aristóteles también recoge la tesis de Sócrates y de Platón de que la ciencia es un conocimiento de lo universal. Sin embargo, para él, el conocimiento científico se basa en la abstracción que realiza el alma de las formas inscritas en la materia, elaborando a partir de ellas los conceptos. Al asumir de nuevo la materia como principio, Aristóteles retoma la herencia de los presocráticos y vuelve sobre los problemas relacionados con la naturaleza y el movimiento, que estudia la física, ciencia que Platón había rechazado por dedicarse a la investigación del mundo sensible. También está influenciado por los conocimientos de medicina adquiridos de su padre y sus observaciones directas de la naturaleza, que otorgan a su filosofía una orientación empírica y cientificista que contrasta con el matematicismo de la filosofía de Platón.
Así, debemos entender a Aristóteles siempre como un naturalista, un auténtico amante de la naturaleza. Su intención es realista: los problemas de la realidad deben resolverse desde la propia realidad y justificando la necesidad de los conceptos que se vayan construyendo. La filosofía debe afrontar los problemas reales sin esquivarlos. No en vano se considera a Aristóteles el fundador de la biología y también uno de los primeros empiristas de la historia. Su ética se construye sobre la observación de la realidad: las virtudes no son innatas ni se aprenden de un modo puramente teórico. La “práctica”, el hacer, es la clave para llegar a ser virtuoso. Y esta dimensión empírica aparece también en su política, en la que busca un modelo que puede variar en función del pueblo al que se aplique, y no una “Idea de Estado” que deba realizarse.
La Teoría del Cambio en Aristóteles: Sustancia, Potencia y Acto
En lo que respecta al mundo sublunar, Aristóteles lo concibe como la totalidad de las sustancias sometidas al cambio, a la generación y a la corrupción. Distingue dos tipos de sustancias: las artificiales y las naturales. Las sustancias naturales son aquellas que tienen en sí mismas el principio y la causa del movimiento. La Naturaleza, por tanto, estaría formada por el conjunto de las sustancias naturales. El movimiento, el cambio, para Aristóteles es una realidad innegable y una característica fundamental de la naturaleza. La polémica suscitada por Parménides en torno a la posibilidad del cambio es resuelta por Aristóteles con su teoría de la sustancia y, para mayor claridad, con la explicación del cambio como un paso de la potencia al acto.
Primera Explicación del Cambio: El Hilemorfismo
La primera explicación del cambio que ofrece Aristóteles se basa en su concepción de la sustancia, en el hilemorfismo. Según esta teoría, la sustancia está compuesta de materia y forma. La forma representa la esencia, aquello que la cosa es, lo que la define. Nombramos a las sustancias por su forma, por su esencia. Para que tenga lugar el cambio, debe haber algo que permanezca y algo que se produzca. Debe haber, pues, un sustrato del cambio, lo que permanece, lo que sufre el cambio. Y debe haber algo que cambie, algo que se pierda y algo que se adquiera. El sustrato es el sujeto del cambio, y el cambio consiste en la adquisición por el sustrato de una forma de la que inicialmente estaba privado. Por lo tanto, los principios del cambio son tres: el sustrato (hipokéimenon), la forma (morphé) y la privación (stéresis) de la forma que se adquiere.
Cuando un árbol florece, el sustrato del cambio es el árbol, que permanece, pero que pierde la forma en que estaba (sin flores) y adquiere una nueva forma de la que estaba privado (florido). Lo que ocurre en el cambio, entonces, es que el sustrato pierde la forma que poseía y adquiere una nueva forma de la que estaba privado. No se da, según Aristóteles, la contradicción que suponía Parménides, ya que el cambio no supone el paso del no ser al ser (no-P se convierte en P), sino más bien la adquisición de una propiedad que el sujeto no poseía (S que no tiene P se convierte en S que tiene P), donde no hay paso del no ser al ser, sino permanencia del sujeto y, sin embargo, modificación.
Para aclarar las cosas, Aristóteles nos pone un ejemplo: el del hombre analfabeto que pasa a ser hombre alfabetizado. El sustrato es el hombre, el ser analfabeto es la forma de ese hombre (que al mismo tiempo implica la privación de la forma alfabetizado), y la forma que se adquiere en el cambio es la de alfabetizado, de la que anteriormente estaba privado.
Segunda Explicación del Cambio: Potencia y Acto
La segunda forma de explicación del cambio se basa en la distinción entre ser en potencia y ser en acto. Como explica en la Metafísica, el ser en acto (enérgeia) remite a lo que una sustancia es ahora, y el ser en potencia (dynamis) a una cierta capacidad de ser, relativa a la naturaleza de la sustancia, es decir, a la posibilidad de ser algo que por naturaleza es propio de esa sustancia y no de otra (con lo que Aristóteles quiere insistir en que no toda cosa puede llegar a ser cualquier otra). Un niño puede llegar a ser un hombre, un bloque de mármol puede llegar a ser una estatua, pero ninguno de los dos puede llegar a ser un león. En ese sentido, el niño es un hombre en potencia; el bloque de mármol es una estatua en potencia; pero de ninguno de los dos se puede decir que sea un león en potencia.
Avanzando un poco más en la investigación, podemos pensar que la afirmación de que el niño es un hombre en potencia nos permitiría afirmar que el niño “es y no es un niño”. Con lo cual, podríamos pensar que Aristóteles entronca aquí con otros pensadores anteriores que afirmaban la realidad de la contradicción o que se basa en la afirmación de la contradicción para explicar el cambio.
Sin embargo, esa consideración no pasaría de ser un juego de palabras para Aristóteles. El niño es un niño en acto, y no es un niño, o sea, es un hombre en potencia. La aparente contradicción se disipa. No encontramos ninguna contradicción, sino simplemente dos formas de ser: el ser en acto y el ser en potencia. La consideración parmenídea de que el cambio es imposible porque supone el paso del no ser al ser queda así desmontada; lo que ocurre, simplemente, es que se pasa del ser en potencia al ser en acto. El cambio supone en este sentido la actualización de una potencia, es decir, la realización efectiva de una capacidad. Cuando alguien aprende un idioma, lo que hace es “actualizar” la capacidad de aprender ese idioma. De ahí que Aristóteles pueda definir el cambio como la culminación de lo potencial en cuanto tal.
Según la primera explicación del cambio, la basada en la noción de sustancia, todo cambio supone la pérdida de una forma y la adquisición de otra, pérdida y adquisición que se da siempre en un sustrato. Y según la segunda explicación, esa forma nueva que se adquiere representa la actualización de una potencia o capacidad de ser.
Tipos de Cambio y las Cuatro Causas
Aristóteles distingue diversos tipos de cambio, según afecte a la sustancia o a los accidentes, o según sea producido de forma natural o artificial. El cambio puede ser producido espontáneamente por la sustancia, y en ese caso hablamos de cambio natural; o puede ser producido artificial o violentamente, a causa de la intervención de un agente externo a la sustancia misma, el hombre por ejemplo, y en este caso hablamos de cambio artificial.
- Cambio Sustancial: Supone la modificación radical de una sustancia, es decir, que algo deje de ser lo que era y pase a ser otra cosa: que una sustancia se “convierta” en otra. Las dos formas propias de este tipo de cambio son la generación y la corrupción. La generación supone el nacimiento o el surgimiento de una nueva sustancia; la corrupción supone la muerte o la desaparición, la destrucción de una sustancia. La germinación de una semilla y el paso de ser semilla a ser planta supone un cambio sustancial: la semilla desaparece, deja de ser semilla, y surge la planta.
- Cambio Accidental: Supone, por el contrario, la modificación de algún accidente de la sustancia, la pérdida o la adquisición de una característica, es decir, la sustitución de una forma accidental por otra. Este tipo de cambio puede ser local, cuantitativo o cualitativo.
- Local: Supone la traslación de la sustancia de un lugar a otro; esto puede producirse de una forma natural, como ocurre con el movimiento de las aguas de un río, o de una forma artificial, si muevo de lugar la mesa en que trabajo, por ejemplo.
- Cuantitativo: Consiste en el aumento o la disminución de la cantidad en una sustancia: el aumento o la disminución del peso de un individuo es un ejemplo típico de cambio cuantitativo.
- Cualitativo: Supone la sustitución de una cualidad por otra en una sustancia; una fruta que madura y cambia de color experimenta un cambio cualitativo, por ejemplo; una mesa que es pintada de un color diferente también experimenta un cambio cualitativo.
Todas las formas de cambio accidental pueden, a su vez, ser un tipo de cambio natural o artificial.
Las Cuatro Causas
Por último, la explicación de por qué se produce el cambio, sus causas, nos la ofrece Aristóteles con la teoría de las cuatro causas: la causa material, la causa formal, la causa eficiente y la causa final. El cambio se puede producir por razón de la materia, de la forma, de un agente o del fin. Cuando la madera de una mesa se pudre y se destruye la mesa, la causa del cambio es material; cuando a un joven comienza a salirle la barba, la causa del cambio es formal, deriva de su propia esencia; cuando un bloque de mármol se convierte en una estatua, la causa del cambio es el escultor que lo modela, la causa eficiente; cuando una masa de arcilla se convierte en un plato, lo hace en función de la causa final, para comer.
La teoría de las cuatro causas está inspirada claramente en la acción del hombre respecto a la fabricación de objetos artificiales, donde la causa eficiente y la causa final actúan de una manera deliberada y clara. No está tan claro cómo se pueden aplicar esas causas a los objetos o a las sustancias naturales; pero Aristóteles lo hace, convirtiendo su interpretación de la naturaleza en una interpretación teleológica, finalista.