Crítica de Nietzsche a la Ciencia, la Filosofía y la Moral Occidental

CRÍTICA A LA CIENCIA Y A LA FILOSOFÍA

El lenguaje, la ciencia y la filosofía pretenden fijar la realidad a partir de conceptos, leyes, teorías… piensan que así conocerán la forma verdadera. Nietzsche centra su análisis en el estudio del concepto de la verdad y critica cualquier intento de reducir la realidad a los conceptos. El lenguaje no representa la esencia de las cosas. Él piensa que las cosas son residuos de metáforas. Dice que la verdad son ilusiones que hemos olvidado que lo son. Si el lenguaje no es más que un sistema de metáforas, no lo podemos entender como la única manera correcta y válida de descubrir el mundo. En cambio, piensa que los humanos han olvidado que el lenguaje tiene un origen metafórico y hacen de su perspectiva la única.

En cuanto a la ciencia, se opone al mito de la ciencia positiva y dice que no hay hechos, sino solo interpretaciones, lo cual significa que sobre las cosas no hay ni verdad ni falsedad, solo perspectivas diferentes. Así que, si hay diferentes perspectivas, nunca conocemos la verdad objetiva, sino los diferentes puntos de vista. Conocer no es adjudicar al sujeto la cosa, sino organizar la realidad de acuerdo con la perspectiva de los valores a través de las cuales cada persona expresa la singularidad de su propia existencia.

CRÍTICA A LA MORAL OCCIDENTAL

Nietzsche describe el origen de los valores, del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto, al mismo tiempo que se pregunta cuál es el valor de estos valores. Para él, lo que llamamos voz de la conciencia es la presencia en nosotros de las autoridades sociales para las cuales hemos sido educados, es decir, que la moralidad es someterse a unas directrices.

Él dice que los valores no han sido siempre los mismos, porque en el mundo de Grecia la moral dominante era la de la aristocracia de caballeros; sus valores eran la fuerza, la joya, la salud, la firmeza… La moral de los señores fue sustituida por la moral de los esclavos, ellos eran desinteresados, abnegados, se sacrificaban mucho… eso provocó la envidia de los sacerdotes, que dijeron que los guerreros tenían la virtud del cuerpo, mientras que ellos buscaban la del espíritu. Como no podían dominar a los guerreros en su terreno, decidieron hacerlo mediante la moral, elaborando una tabla de valores antitética, en la cual, en vez de hacer lo que se desea, se pasó a ensalzar el espíritu, el orgullo, la humildad, la sensualidad, la castidad… la cual fue llevada al extremo por el cristianismo, que mediante el pecado muestra a un hombre reprimido y atormentado psíquicamente, un hombre resentido que esconde una agresividad contra la vida y quiere vengarse de su prójimo.

Según Nietzsche, estos valores son inadecuados y ficticios, por eso la civilización está cansada. Para él, hay que poner fin a la situación y destruir la moral que tanto daño ha hecho, y eso solo se puede hacer eliminando a Dios, certificando la muerte de Dios. Para él, Dios es un símbolo de una perspectiva antivital y ultramundana que enfatiza en un más allá trascendente y auténticamente verdadero.

Si Dios muere, la humanidad es huérfana y no tiene sentido hablar de moral, del bien y del mal, de lo justo y lo injusto, la crisis de la religión, la necesidad. El hombre pasará a ser responsable de sus valores y creador de ellos. Si Dios representaba los valores que sustentan la cultura, con su muerte mueren esos valores también y la humanidad pierde la orientación, eso que le da sentido. Esta situación se llama nihilismo. Este es un movimiento propio de nuestra cultura que va ligado a la muerte de Dios y al fin de la metafísica.

Después de negar la moral y la religión cristiana, elabora una nueva tabla de valores donde aparece el superhombre: es la persona que tiene una disposición dionisíaca a aceptar la vida de manera más plena, es el que peca de hybris.

La voluntad de poder se identifica con la manera de ser del superhombre y se entiende como una energía inquieta, turbulenta e indeterminada que continuamente crea y destruye nuevas formas. Es la voluntad de superación, tendencia afirmativa y expansiva, impulso continuo a sobrepasarse a sí mismo.

ETERNO RETORNO

Detrás de esa expresión se esconde el pensamiento de la filosofía de Nietzsche. Es representado como el resultado de una intuición inesperada, donde el tiempo no tiene fin, es decir, que el tiempo no es lineal, no va ni a una finalidad trascendente como el cristianismo ni a una inmanente como el historicismo.

Nietzsche cree que el hombre siempre ha estado prisionero de una concepción del tiempo en la cual todo tiende a una meta y a diversos momentos, los cuales solo tienen sentido de acuerdo con otros momentos. Eso implica que el pasado es irreversible, que no lo podemos rectificar, y que el futuro es un evento que aún tiene que llegar y nos impide disfrutar del presente y vivir felizmente.

Nietzsche propone una visión cíclica del tiempo. Todas las cosas que nos ocurren dentro del tiempo tienen que haber pasado siempre y pasarán siempre en el futuro. Cada cosa que nos pasa, cada momento vivido, cada placer, cada dolor, han existido infinitas veces y volverán a existir infinitas veces. Por eso, el presente tiene que ser vivido como si fuese eterno. Así, el poder de crear es inmenso y el hombre se transforma en superhombre.