La democracia como protección y desarrollo
Democracia como protección: La democracia es el mecanismo de protección frente a los gobernantes. El ser humano es un ser egoísta racional que solo persigue sus propios intereses. La política es una expresión libre y afectiva de los deseos de los votantes. El Estado es un marco que protege para permitir a cada uno que siga sus propios intereses y la sociedad civil es políticamente autónoma, con una economía de mercado.
Democracia como desarrollo: La democracia es la forma de vida necesaria para el desarrollo de las personas. El ser humano es un ser capaz de desarrollar sus capacidades de acuerdo con los demás. La política es el medio para mejorar la sociedad. El Estado es el compromiso del Estado en la promoción de los derechos y la sociedad civil es políticamente autónoma con lazos de solidaridad.
Democracia elitista y participativa
Democracia elitista: La democracia es el método para seleccionar a las superioridades políticas. El Gobierno es el poder ejecutivo fuerte con apoyo parlamentario. La política es la competencia entre las élites. Se promueve una administración independiente de la política y la sociedad civil pretende la mínima intervención del Estado.
Democracia participativa: La democracia es la sociedad participativa que promueve la igualdad. El Gobierno estimula a los ciudadanos para participar en las instituciones. La política es la democracia interna en los partidos y promueve el compromiso en sus programas. La administración es el control de la actividad administrativa y la sociedad civil es la participación del Estado en la efectiva realización de los derechos sociales, económicos y culturales.
Democracia deliberativa
Es un nuevo modelo que intenta subrayar algunos aspectos que deberían estar presentes en cualquier democracia. La deliberación consiste en ponderar públicamente las ventajas e inconvenientes de las alternativas posibles en las distintas cuestiones. Sopesan cada cuestión deliberándola y valorando sus repercusiones.
En sus orígenes históricos (Aristóteles, Burke y Dewey), la democracia no debe quedar reducida a una aplicación mecánica de la regla de la mayoría, sino que lo importante es el medio: los debates, la modificación de nuestras opiniones iniciales y el intento de alcanzar entre todos unos acuerdos razonables para el bien común.
La democracia deliberativa según Habermas es la formación democrática de la voluntad. Su esencia puede entenderse del siguiente modo: participar en deliberaciones efectivas, donde las exigencias tienen que justificarse y las preferencias de los individuos o de los grupos pueden transformarse a lo largo del proceso de deliberación, en el que los individuos emplean la persuasión con argumentos.
Según Benjamin Barber, a través de la participación ciudadana, la deliberación pública y la educación cívica, es posible transitar desde afirmaciones como “yo prefiero esto” o “yo elijo lo otro” a expresiones como “queremos un mundo en el que tal cosa sea posible”. Se trata de transformar las preferencias individuales en una voluntad común. Una democracia deliberativa no tiene en cuenta la importancia autoritaria ni la democracia agregativa.
En las etapas del proceso deliberativo, los ciudadanos intervienen dando argumentos para avalar sus propuestas, con todo ello se llega a un acuerdo informal y se asumen los compromisos. El acuerdo informal se convierte en una decisión oficial.
Los principios para orientar las deliberaciones son:
- La reciprocidad, donde se prescribe que cada miembro haga propuestas y ofrezca justificaciones que otros puedan entender y aceptar.
- La publicidad.
- La rendición de cuentas.
- La libertad básica, física y mental.
- La oportunidad básica, que consiste en un mínimo social adecuado para que los ciudadanos puedan llevar adelante lo que en una sociedad se considera una vida decente.
- La oportunidad equitativa: las oportunidades que deben distribuirse sin discriminaciones ilegítimas.
Democracia y sociedad mediática
La democracia es el buen funcionamiento de las instituciones democráticas, que requiere que todos los ciudadanos reconozcamos el valor moral de las personas, es decir, su dignidad. No debe confundirse con la extensión de la regla de las mayorías a todos los ámbitos sociales. Esto significaría conducir el sentido básico de la democracia, que es el derecho igual de cada uno a elegir y gobernar su propia existencia. Así, el uso de la regla de las mayorías tiene al menos tres límites: los derechos individuales, que no pueden someterse a votación; los derechos de las minorías; y la naturaleza de cada actividad social, que exige tener en cuenta el grado de preparación y responsabilidad que cooperan en ella. Entre los derechos individuales hemos de incluir la objeción de conciencia. El problema es que la objeción de conciencia ha de estar regulada legalmente. La desobediencia civil no violenta es otra forma de negarse a cumplir las leyes, pero tiene un problema: la masificación. Por eso, la desobediencia civil no está reconocida legalmente, pero puede tener una gran fuerza moral y servir para corregir leyes injustas.
La democracia en la sociedad tiene una participación ciudadana con el necesario control del poder político y por la eficacia económica y administrativa con la voluntad común de los ciudadanos. También resulta indispensable una continua discusión pública donde es preciso que los ciudadanos asuman su responsabilidad participando en las cuestiones públicas y que los gobernantes recuerden que sus metas son exclusivamente la justicia y el bien de la ciudadanía. Los medios de información masivos han acumulado un enorme poder, puesto que ellos deciden lo que interesa al público y lo que no. Pueden silenciar aspectos importantes de la realidad como si no existieran, pueden deformar la información para potenciar intereses particulares, pero de todos modos se nos presenta a los ciudadanos una imagen distorsionada de la realidad, que se hace más evidente cuando los distintos medios compiten entre sí para ganar audiencia: el espectáculo. Por ejemplo, el hecho de que la imagen que proyectan los medios sobre un líder, o sobre un partido, o sobre un asunto de interés público, puede condicionar la opinión de una mayoría de la población. Se sustituye demasiado el debate argumentado por los eslóganes y titulares llamativos. Frente a estas dificultades, conviene que los ciudadanos tengamos formación suficiente para no dejarnos manipular.