Demostración de la Existencia de Dios según Tomás de Aquino: Vías y Argumentos

Primera Vía: Movimiento y Primer Motor

En este mundo material sensible existe movimiento, que es la primera demostración de la existencia de Dios. Esto es así porque tiene como punto de partida la experiencia física del movimiento y como punto de llegada la existencia de un primer motor inmóvil, causa de ese movimiento. Tomás de Aquino entendió por movimiento el paso de potencia a acto; todas las cosas en este mundo pueden sufrir cambios porque son en acto y en potencia a la vez, aunque no bajo el mismo aspecto y en el mismo tiempo. Todas las cosas son unidades indisociables de materia y forma. La forma es lo que hace a las cosas que sean lo que son. Da concepto de potencia para explicar el movimiento, es decir, cualquier aparición de una nueva realidad.

El tránsito del no ser al ser es el problema que se habían planteado Parménides y Platón. Aristóteles dice que la condición de posibilidad del movimiento es la potencia: tiene que haber un sujeto con la capacidad de adquirir perfección. Tenemos que ver la existencia de un “no ser” que no sea sinónimo de nada o “no ser” absoluto. Es lo que hizo Aristóteles y, con él, Santo Tomás, al admitir que las cosas de este mundo pueden cambiar porque son mezcla de ser y no ser, mezcla de acto y potencia. Así es, existen en la naturaleza cosas que en un momento T son algo, pero en un momento T+1 pueden convertirse en otra cosa. Las cosas cuando existen en T son, en acto, algo. Hay dos formas de no ser: algo no es si puede serlo o no es, pero puede llegar a serlo. A esta segunda forma se le llama potencia.

Respecto al primer motor, Santo Tomás dice que la única explicación que cabe de este mundo mutable es establecer la existencia de un motor móvil, es decir, de un acto puro, acto que desde siempre haya sido acto, sin necesidad de modificarse. Pero al estar este mundo en continuo cambio tiene que tener un acto modificado, un motor inmóvil al que llamamos primer motor, Dios.

Segunda y Tercera Vías: Causa Eficiente Primera y Ser Necesario

Para justificar los fenómenos necesitamos una explicación racional, esta explicación la encontramos en que si intentamos clasificar a los seres en orden a su existencia, encontramos que algunos son por sí mismos y otros por sus causas. Todos los seres vivos son seres por otro; existen, pero por una causa.

Santo Tomás parte de esto para explicarlo: en el mundo sensible hay un orden de causas eficientes, es decir, una sucesión de seres que se ordenan en el tiempo. Si en ese orden no existiera la primera causa, no existirían la última ni la intermedia. Por ser una serie, todo en este mundo es causa y efecto a la vez. Pero no podemos llevar esto hasta el infinito, pues admitiríamos que no hay una primera causa, cosa que es falsa. Es necesario admitir una causa incausada, una primera causa del mundo, que es Dios.

En cuanto al ser necesario, Santo Tomás parte de la distinción entre seres ab se, per se y ab alio. Los seres ab se pueden ser definidos como seres que son en y por sí mismos, o sea, no necesitan de otros para existir; su esencia y su existencia están muy coimplicadas. Los entes per se son aquellos que son en sí mismos, pero que existen por otro, es decir, necesitan una causa de su existencia. Los entes ab alio serían aquellos que necesitan de otro para ser y existir.

En el mundo material nos encontramos con seres de los dos últimos tipos. Cuando algo existe en un momento T, pero podría no haber existido en un momento T-1 o se habría dado el caso de no existir en un momento T+1, decimos que son posibles o contingentes. En cambio, cuando algo existe y no pudo o puede no existir, decimos que es necesario. Todas las cosas de este mundo no son necesarias, pero es precisa la existencia de un ser necesario que nos ayude a entender por qué en un momento el mundo empezó a existir. Se trata de un ser necesario que es causa del mundo y se trataría de un ser que existe en y por sí mismo, en el que todos reconocen a Dios.

Cuarta y Quinta Vías: Ser Perfectísimo e Inteligencia Ordenadora

Para referirse al ser perfectísimo, Tomás de Aquino distingue entre lo que es en sí y lo que es por otro. Hay cosas que tienen un determinado ser, pero lo son por otro. Podemos decir que se hace una distinción fundamental entre ser en sí y ser por otro. Del primero se nos dice en el texto que es “lo máximo”, “el verdadero ser” y que es “causa”. Del segundo se nos dice que tiene “más o menos”, que es aquello que se aproxima a “lo máximo”, no es verdadero ser, es causado. Cuando hablamos de ser en sí, hablamos de un ser que está en acto puro, necesario. Por el contrario, al hablar de ser por otro nos referimos a un ser que está en acto y en potencia y que es un ser posible. Podemos decir que para Santo Tomás, Dios es el único ser en sí, es absoluto. El modelo que imitan las cosas y el que le da el ser y la existencia al mundo creado; por contraposición, el mundo creado, las criaturas, al ser siempre por Dios, son relativas. Justamente porque existe una gradación del ser, Santo Tomás sostiene que lo absoluto es causa y medida del ser de lo demás.

Dios, para Tomás de Aquino, sería la regla que mide el valor de las cosas. Hay en Santo Tomás un cambio del concepto platónico de participación en una noción existencial de causalidad. Dios es la causa de la existencia del mundo y, por ello, causa del menor o mayor ser de las cosas. Dice Santo Tomás que hay cosas que no tienen inteligencia y debe existir un ser que dirija de acuerdo a un plan esas cosas con inteligencia hacia un fin. Ese ser debe ser Dios. Santo Tomás busca, para explicar la prueba teológica, la analogía con actos humanos, en la medida en que el hombre, como ser inteligente, se caracteriza por ser intencional, es decir, por ordenar los medios de modo que conduzcan al logro de un objetivo. En la naturaleza nada se hace sin sentido, todo parece obedecer a un plan. El término “fin” se puede emplear en un doble sentido: como objetivo en vista del que alguien o algo hace X; y como en vista del que alguien o algo se hace.

Es precisamente en el diseño de esta finalidad donde encontramos a Dios como autor inteligente de toda la naturaleza. Dios es el fin último.

La Existencia de Dios y el Problema del Mal

En las objeciones y respuestas sobre la existencia de Dios que anteceden y vienen después de las cinco vías en las que se demuestra la existencia del ser divino, Aquino plantea la posibilidad teológica de que Dios no exista. Obviamente se trata, como se hace en otros lugares de la Suma Teológica y a propósito de otros temas, de suponer lo contrario de lo que se sabe que es la verdad, para que en su toma en consideración aparezca con más fuerza la verdadera existencia de Dios. El problema del mal es elegido como el más fuerte argumento encontrado por la teología para esa puesta en duda, tan solo teórica, de Dios. Si Dios es bien absoluto, cómo es que permite el mal en el mundo; o dicho de otro modo: si Dios es causa de todo lo que ocurre en el mundo, también lo debe ser de lo negativo, es decir, del mal. Para enfrentarse a la objeción, Aquino no tiene reparo, al igual que en otras ocasiones, en recurrir a otro autor, en este caso a San Agustín. Solo Dios, en su infinita sabiduría, inalcanzable para un ser finito como es el hombre, sabe qué función tiene el mal, cómo de él se puede sacar un bien. En otro lugar, Santo Tomás sostiene que Dios no quiere el mal, sino que tan solo lo permite. Pero según Tomás de Aquino, Dios lo permite por un motivo racional; Dios permite el mal para que de él surjan grandes bienes.