TEMA V.- DESCARTES (1596-1650)
1. Contexto histórico, sociocultural y filosófico
Esquema
- Las guerras de religión. Las monarquías absolutas
- La revolución científica
- La filosofía moderna: Racionalismo y empirismo. El problema del conocimiento como punto de partida. La autonomía de la razón. El método
Desarrollo
La vida de Descartes se desarrolla en la primera mitad del siglo XVII. Lo más relevante desde el punto de vista histórico es el conflicto religioso en el que se encuentra Europa. A la Reforma protestante, que se extendió por el centro y norte de Europa, la iglesia católica respondió con la Contrarreforma y gran parte del continente se vio inmerso en persecuciones y guerras de religión. En la guerra de los treinta Años participó Descartes como soldado.
En un contexto de desarrollo de las monarquías absolutas, sólo Francia e Inglaterra consiguieron fortalecerse política y económicamente, mientras que el imperio español languidecía.
Es también el tiempo de la revolución científica, iniciada a comienzos del siglo XVI en la Astronomía, con las nuevas ideas de Copérnico, y que tendrá continuidad con las aportaciones de Kepler y Galileo, ya en la época de Descartes.
En filosofía da comienzo la Filosofía Moderna con el Racionalismo. Esta corriente es iniciada por Descartes y se desarrolla en la Europa continental fundamentalmente durante el siglo XVII. Autores racionalistas son también Espinosa y Leibniz. La otra gran corriente filosófica de esta época, el Empirismo, se desarrolla en Gran Bretaña algo después, desde avanzado el siglo XVII hasta bien entrado el XVIII, y tiene como autores más representativos a Locke y Hume.
El tema fundamental para ambas corrientes es la naturaleza y alcance del conocimiento. La proliferación y contradicciones de los sistemas filosóficos anteriores y, en contraste con ello, el avance seguro de la ciencia moderna, les lleva al intento de establecer el conocimiento y la filosofía sobre bases seguras y estables. El establecimiento de estas bases se hace desde la plena confianza en la razón como facultad de conocer. Frente a la tradición anterior en la que observamos una subordinación de la razón a la fe, la filosofía moderna se caracteriza por la afirmación de la autonomía de la razón. Pero esto exige no sólo apelar a la razón como fundamento, sino usar ésta adecuadamente, emplear el método correcto. El problema del método se convierte así en una cuestión central.
2. El conocimiento
Esquema
- Introducción a todas las cuestiones.
- El punto de partida: ¿puedo conocer algo de modo cierto?
- El método matemático, que parte de principios indudables y deduce rigurosamente las verdades, es el método de la razón.
- Intuición y deducción. Claridad y distinción.
- El proceso de duda como una exigencia del método
- Los motivos de duda y la primera verdad.
- La primera verdad como criterio de verdad: claridad y distinción.
Desarrollo
Con el Racionalismo da comienzo la Filosofía Moderna. Esta corriente es iniciada por Descartes y se desarrolla en la Europa continental fundamentalmente durante el siglo XVII. Autores racionalistas son también Espinosa y Leibniz. La otra gran corriente filosófica de esta época, el Empirismo, se desarrolla en Gran Bretaña algo después, desde avanzado el siglo XVII hasta bien entrado el XVIII, y tiene como autores más representativos a Locke y Hume.
El tema fundamental para ambas corrientes es la naturaleza y alcance del conocimiento. La proliferación y contradicciones de los sistemas filosóficos anteriores y, en contraste con ello, el avance seguro de la ciencia moderna, les lleva al intento de establecer el conocimiento y la filosofía sobre bases seguras y estables. Esto no quiere decir que estas filosofías sean meras teorías del conocimiento, pues los autores racionalistas y varios empiristas desarrollan desde ahí una completa teoría de la realidad, sino que el del conocimiento es previo a cualquier otro problema.
Parte Descartes del problema de la seguridad de nuestros conocimientos. ¿Hay algo que pueda ser conocido de un modo cierto?
La filosofía moderna en general y la de Descartes en particular se caracterizan por defender que el proceso de conocimiento es un proceso racional y por afirmar la autonomía de la razón. El único modo de llegar a conocimientos sólidos es usando bien la facultad de conocer, la razón, empleando el método adecuado. Según Descartes éste es el método matemático, caracterizado por el conocimiento indudable de los principios y el rigor en las demostraciones. Éste es el método de la razón, cuyo empleo se ha limitado al ámbito de la matemática y que hay que extender al conocimiento en general.
De acuerdo con el método, dos son únicamente los modos de obtener conocimiento seguro, por intuición y por deducción, pues conocemos con seguridad cuando deducimos con rigor desde verdades intuidas con certeza. La intuición es un conocimiento que tiene una singular importancia, pues al ser el principio desde el que partimos, si no es un conocimiento absolutamente seguro, tal inseguridad se transmitirá al saber desde ella deducido. La intuición es definida como “un conocimiento tan claro y distinto que sobre él no quepa la más mínima duda”. Claridad y distinción son los requisitos de esa evidencia. La claridad se refiere a la fuerza y nitidez con la que ha de presentarse ese conocimiento al espíritu. La distinción, a la precisión de límites de una idea frente a otras.
Para buscar ese principio claro y distinto sobre el que poder deducir el sistema del saber, propone un análisis de todos nuestros conocimientos, para ver si entre ellos alguno reúne los requisitos exigidos. Tal análisis se lleva a término mediante un proceso de duda. Esta duda, pues, no debe ser interpretada como una duda escéptica, sino como una exigencia del método.
Y como no es posible examinar cada uno de nuestros conocimientos, propone analizar los motivos que nos hacen dudar de ellos, que son cada vez más profundos. El primer motivo de duda se encuentra en la información que los sentidos nos proporcionan. Pero aunque me engañen, parece que esto no pone en duda la existencia de las cosas mismas sobre las que se produce ese engaño. Habla entonces de la imposibilidad de distinguir entre los estados de vigilia y sueño. Y aunque no existieran las cosas, hay todavía conocimientos, como los matemáticos y otros, que no son afectados por los motivos anteriores. De ellos también es posible dudar: puede haber un genio maligno, un dios malo que quiera que me engañe cuantas veces, por ejemplo, sumo dos más tres.
La profundidad de los motivos de duda, en especial del último, parecen llevarle a pensar que no hay ningún conocimiento del que podamos estar completamente ciertos, lo que nos conduciría al escepticismo. Pero es esta misma situación la que le conduce a la primera verdad, la existencia del yo que duda y que piensa, no afectada por ninguna duda posible.
Sobre la primera verdad, “yo soy”, Descartes va a levantar el edificio del saber, demostrando que la realidad está constituida por la sustancia infinita, es decir, Dios, y las sustancias finitas, es decir, la sustancia pensante y la sustancia extensa.
La primera verdad es además el criterio de certeza, que le sirve de modelo para toda verdad. Lo que hace indudable aquella es que la concibo con claridad y distinción, de modo que todo lo que conozca con igual claridad y distinción podré tomarlo por verdadero.
3. Dios y la realidad
Esquema
- Introducción a todas las cuestiones
- La naturaleza del yo: soy una cosa que piensa.
- Las ideas como contenido del pensamiento.
- ¿Cómo demostramos la existencia de una realidad distinta del pensamiento? La idea de Dios. Demostraciones de la existencia de Dios.
- Consecuencias de la demostración de la existencia de Dios
- La realidad: la noción de sustancia. Extensión y pensamiento
Desarrollo
Con el Racionalismo da comienzo la Filosofía Moderna. Esta corriente es iniciada por Descartes y se desarrolla en la Europa continental fundamentalmente durante el siglo XVII. Autores racionalistas son también Espinosa y Leibniz. La otra gran corriente filosófica de esta época, el Empirismo, se desarrolla en Gran Bretaña algo después, desde avanzado el siglo XVII hasta bien entrado el XVIII, y tiene como autores más representativos a Locke y Hume.
El tema fundamental para ambas corrientes es la naturaleza y alcance del conocimiento. La proliferación y contradicciones de los sistemas filosóficos anteriores y, en contraste con ello, el avance seguro de la ciencia moderna, les lleva al intento de establecer el conocimiento y la filosofía sobre bases seguras y estables. Esto no quiere decir que estas filosofías sean meras teorías del conocimiento, pues los autores racionalistas y varios empiristas desarrollan desde ahí una completa teoría de la realidad, sino que el del conocimiento es previo a cualquier otro problema.
El proceso de duda que exige el método de la razón le lleva a la primera verdad: “yo soy”. Sobre la primera verdad Descartes va a levantar el edificio del saber, demostrando que la realidad está constituida por la sustancia infinita, es decir, Dios, y las sustancias finitas, es decir, la sustancia pensante y la sustancia extensa. Las líneas generales de esa argumentación son los que siguen.
Según la primera verdad, sé que existo, al menos en tanto estoy pensando, pero aún no sé qué soy. Concluye que lo que en la primera verdad concibo con claridad y distinción es que soy una cosa que piensa, que soy pensamiento.
Además sé que pienso ideas. Las ideas son el contenido del pensamiento. Podría ser que estas ideas no se correspondan con nada real, pero no puedo dudar de que pienso ideas. Se plantea así la necesidad de demostrar que mis ideas (algunas de ellas) se corresponden con algo distinto de mí mismo. Eso sólo será posible si elimino el tercer motivo de duda, la hipótesis del genio maligno, demostrando que existe Dios y que no puede ser engañador. Una vez demostrada la existencia de Dios, se abrirá camino al conocimiento de una realidad diferente al propio pensamiento. Veamos cómo tiene lugar.
Las ideas pueden ser contempladas desde dos puntos de vista, “en cuanto que son ciertas maneras de pensar”, esto es, como modos del pensamiento y en cuanto que unas representan una cosa y otras otra, es decir, en cuanto que tienen determinada realidad objetiva. Desde la primera perspectiva, dice, no hay fundamento para establecer entre ellas diferencia, en cuanto que todas son igualmente pensadas. Por lo que se refiere a la llamada realidad objetiva las ideas sí se diferencian. No es lo mismo la idea que representa un modo o accidente, que la que representa una sustancia o Dios. Ahora bien, la realidad objetiva de una idea requiere en la realidad actual una causa que la produzca y que sea proporcionada a esa realidad objetiva. Se pregunta entonces si hay alguna idea de cuya realidad objetiva no pueda ser yo causa. Si la hay, habrá demostrado existe otra realidad diferente del yo que haya causado en mí esa idea.
Nada encuentra en la totalidad de mis ideas que no pueda ser explicado desde mí mismo como causa, excepto en la idea de Dios. La idea de Dios no puede proceder de mí. Piensa que la idea de infinito no puede provenir sino de algo actualmente infinito; por lo tanto, Dios existe.
Es esta la principal prueba de la demostración de la existencia de Dios. En la Meditación III emplea otro argumento más. Yo mismo, que tengo la idea de Dios, no podría existir si no existiera Dios. Más adelante, en la Meditación V, echa también mano del argumento ontológico.
La demostración de la existencia de Dios cumple un papel fundamental en su sistema. Prueba, primero, que hay algo más que el yo que piensa: hay otra sustancia, la sustancia infinita, un Dios bueno y veraz. Además, queda removido el tercero de los motivos de duda, la hipótesis del genio maligno, que cuestiona mi modo de razonar. Dios no garantiza que no erremos al creer que alguna de nuestras ideas se corresponde con una realidad fuera del pensamiento. Pero, puesto que es bueno, sí garantiza que el resultado del buen uso de la razón, lo concebido de modo claro y distinto, produce conocimiento. Queda entonces abierto el camino para que demuestre la existencia del mundo. Lo que de claro y distinto concibo en las cosas del mundo es que son extensión.
Sustancia es para Descartes aquello que existe de tal manera, que no necesita de ninguna otra para su existencia. Y la realidad, en definitiva, está constituida por Dios y por todo lo demás, de lo cual Dios es causa: o bien cosas o sustancias extensas o bien cosas pensantes. Lo uno y lo otro son de naturaleza bien distinta. Las cosas extensas obedecen leyes precisas que la ciencia puede descubrir y determinar: incluso los animales, que no tienen conciencia, son entendidos como máquinas de una especial perfección. El alma, el yo, no obedece a determinación alguna y no se rige por otro principio que el de la libertad.
4. El ser humano
Esquema
- Introducción a todas las cuestiones
- La sustancia extensa: el mecanicismo.
- La sustancia pensante
- La concepción dualista del ser humano.
- El problema de las relaciones entre el cuerpo y el alma.
Desarrollo
Con el Racionalismo da comienzo la Filosofía Moderna. Esta corriente es iniciada por Descartes y se desarrolla en la Europa continental fundamentalmente durante el siglo XVII. Autores racionalistas son también Espinosa y Leibniz. La otra gran corriente filosófica de esta época, el Empirismo, se desarrolla en Gran Bretaña algo después, desde avanzado el siglo XVII hasta bien entrado el XVIII, y tiene como autores más representativos a Locke y Hume.
El tema fundamental para ambas corrientes es la naturaleza y alcance del conocimiento. La proliferación y contradicciones de los sistemas filosóficos anteriores y, en contraste con ello, el avance seguro de la ciencia moderna, les lleva al intento de establecer el conocimiento y la filosofía sobre bases seguras y estables. Esto no quiere decir que estas filosofías sean meras teorías del conocimiento, pues los autores racionalistas y varios empiristas desarrollan desde ahí una completa teoría de la realidad, sino que el del conocimiento es previo a cualquier otro problema.
Descartes propone una concepción dualista del ser humano, acorde con su metafísica. Deduce que la realidad está constituida por Dios, la sustancia infinita, y por todo lo demás, de lo cual Dios es causa. Lo demás son o bien cosas o sustancias extensas, es decir, las cosas materiales o corporales, o bien son cosas pensantes, esto es, el yo, la mente o conciencia, el alma. Materia y conciencia son cosas de naturaleza bien distinta, de modo que lo que es extenso no es mental y, al revés, lo mental no es extenso. Las leyes que rigen estas realidades son también diferentes. El mundo material responde a un modelo mecanicista. Imagina la materia como una inmensa máquina, obediente a leyes precisas que la ciencia puede descubrir y determinar. Las cosas en general son materia que responde a este esquema mecanicista: incluso los animales, que no tienen conciencia, son entendidos como máquinas de una especial perfección. Lo mental, en cambio, va acompañado siempre del carácter o propiedad de la conciencia. La conciencia no es una cualidad natural del tipo de las que explica la física, por lo que escapa a la comprensión y el análisis científico. El alma, el yo, no obedece a determinación alguna y no se rige por otro principio que el de la libertad.
Los seres humanos somos, según este esquema general, duales, pues estamos compuestos de dos cosas o sustancias: el cuerpo, que es extenso, y el yo o conciencia, que es pensamiento. Este yo que no responde al determinismo físico, le permite a Descartes salvar la dimensión moral del hombre, impensable sin el supuesto de que somos libres. Le coloca, por otro lado, en otro plano diferente, por encima de los animales, que carecen de un yo que les haga libres.
El dualismo cartesiano es origen de algunos debates importantes en la filosofía moderna y contemporánea. Entre ellos, el problema de las relaciones mente-cuerpo, si son o no cosas distintas y qué forma de relación puede establecerse entre ellas. El propio Descartes se ve obligado a explicar, partiendo de su dualismo, cómo lo que ocurre en el cuerpo, un contacto intenso por ejemplo, tiene consecuencias espirituales —un dolor, en ese caso—; y viceversa, cómo algo mental, como una intención, se convierte en algo extenso, como el movimiento de la mano.
Ninguna instancia ajena a la propia razón, ni la fe, ni la tradición, ni autoridad alguna diferente de ella misma, puede limitar su ejercicio. La razón es, pues, el principio desde el que se fundamenta el conocimiento y desde el que se trata de responder a todas las cuestiones filosóficas
Buena parte de nuestros conocimientos los obtenemos por deducción desde otros anteriores. Ha de haber, sin embargo, algún conocimiento que no sea deducción de otros, pues de otro modo no habría deducción alguna, sino conocido directamente, conocido por intuición.
Resumen de la argumentación sobre la idea de infinito: Descartes se pregunta si entre mis ideas existe alguna de la que no pueda ser yo su causa. Si fuese así, si la causa de todas mis ideas puedo ser yo, tendré que aceptar que es posible que sólo exista yo, que soy pensamiento, y mis ideas. No podré demostrar con claridad y distinción nada más. Resuelve, sin embargo, que la idea de infinito que encontramos en nosotros debe tener su causa en un ser infinito, esto es, en Dios.