1.- El trasfondo del dualismo: ser humano en crisis
Si atendemos a lo que las teorías dicen de la crisis, veremos que esta siempre señala dos direcciones: hacia el futuro o hacia el pasado. Se sitúa como una puerta abierta hacia el cambio, entre la estabilidad de lo conocido y la situación nueva, y plantea básicamente dos movimientos: estabilidad y desestabilidad, seguridad e inseguridad.
Pues bien, la crítica a los valores fundamentales de la sociedad ateniense y el encuentro con otras culturas, defendida por los sofistas, trae una crisis de ideas y valores que viene del pasado y que apunta a un futuro incierto.
Los sofistas, considerados como el movimiento “ilustrado” de la época, acentúan sus rasgos más negativos a partir de las guerras del Peloponeso en las que Atenas disputa contra Esparta, ciudad-estado de tipo totalitario, la hegemonía del mundo griego. La guerra concluye en el 406 a.C. con la derrota de Atenas y la implantación de un gobierno proespartano conocido como el de “Los Treinta”. Tres años más tarde, el ejército restablecerá de nuevo la democracia bajo la que será condenado Sócrates.
2.- El relativismo sofista y la reacción platónica
Los sofistas se caracterizan por ser relativistas, escépticos y empíricos, es decir, el universo contrario a Platón.
Con los sofistas se da un giro antropológico y aparece una preocupación por el hombre más que por la naturaleza. Los sofistas establecen una contraposición entre naturaleza y convención o physis y nomos, con la que expresan que las leyes de los hombres, las leyes políticas y morales son convencionales, al contrario que las leyes naturales. Platón niega esto, ya que él piensa que estas leyes políticas y morales deben tener como objeto el bien, que es inamovible, y por ello deben ser leyes fijas. Para los sofistas no hay una verdad universal; mientras que para Platón, la verdad es única y susceptible de definición inequívoca, y se llega a ella a través del conocimiento de las Ideas. Para Platón, el conocimiento es fijo, mientras que para los sofistas es una cuestión de mera habilidad argumentativa. “Cazadores interesados de gente rica, vendedores de una ciencia no real” (Platón; Menón)
La postura sofista parece cercana al sentido común, las verdades son múltiples y por tanto el relativismo es la moneda de cambio en la ética o en la política.
Pero si Platón pretende negar desde la base este relativismo y escepticismo se verá obligado a proponer una antropología radicalmente distinta, y una ontología que asegure un mundo-refugio para las Ideas, para la verdad. Por tanto, un dualismo antropológico que acompañará al dualismo ontológico. Necesitamos comprender el mundo de las Ideas para entender el sentido del alma, su función y su papel en la filosofía platónica.
3.- Dualismo antropológico: cuerpo y alma. Partes del alma
El alma es una realidad intermedia que liga/une esos dos mundos; no es una Idea, pero tiende a su “lugar natural”, que es el Mundo de las Ideas, por lo que su unión circunstancial a un cuerpo solo puede ser debida a alguna falta cometida. El alma, dice en el diálogo Fedón, es “hermana de las Ideas”, por lo que le es posible conocerlas.
El alma es una, pero cuando se halla unida a un cuerpo parece tener “partes”:
Una parte superior, sede de la inteligencia, a la que Platón llama Alma racional (nous): principio del pensamiento, directora de las otras partes del alma, y en virtud de la cual alcanzamos la noesis (=intuición racional de las Ideas).
Y otra parte inferior, sede de los deseos y apetitos corporales, la cual se divide en:
– Alma irascible: es la parte valerosa del alma; la que gobierna el coraje noble y el deseo generoso de ponerse del lado de la inteligencia.
– Alma concupiscible: es la parte del alma que gobierna todos los deseos corporales.
El alma así concebida nos la presenta Platón en su diálogo Fedro acudiendo una vez más a un mito o simbolismo alegórico: el mito del carro tirado por dos caballos: el alma es representada con la imagen de un carro del que tiran dos caballos, uno blanco y otro negro, que son dirigidos por un auriga (cochero). Éste representa la inteligencia o alma racional; el caballo blanco, dócil a las indicaciones de la inteligencia, es el alma irascible; y el caballo negro, que a menudo no sigue las indicaciones del cochero poniendo en peligro al alma entera, es decir, impidiendo su purificación (catarsis) y llevándola a despeñarse en la cárcel de un nuevo cuerpo, es la parte concupiscible.
En el diálogo Timeo, Platón propone una localización corporal de las “partes del alma”: la parte racional (el “auriga”) se hallaría en la cabeza; la parte irascible (el “caballo blanco”), en el pecho, concretamente en el corazón; y la concupiscible (el “caballo negro”) en el vientre, cerca del hígado.
Será la educación (la paidéia) la encargada de lograr la armonía entre las tres partes del alma y su purificación (catarsis). Algo que solo es posible cuando la “parte racional” dirige/gobierna a las otras.
4.- Las virtudes del alma. El alma justa y el orden del alma
Platón hace corresponder a cada parte del alma una virtud (areté), es decir, una excelencia en el modo de ser: a la parte racional le corresponde la virtud de la Sabiduría (sofía); a la que también llama Prudencia (frónesis): es el arte de saber dirigir con inteligencia las otras partes del alma; para ello es imprescindible el conocimiento de las Ideas y, en especial, de la Idea de Bien, lo que requiere un entrenamiento intelectual o purificación. A la parte irascible le corresponde la virtud de la Valentía (andreia) o Fortaleza: es la fuerza/coraje necesario para poner en práctica los dictados de la inteligencia. Y a la parte concupiscible le corresponde la Templanza (sofrosine), que es la moderación racional de los deseos y apetitos corporales.
Además de las citadas virtudes, hay una cuarta y suprema, que adquiere el alma cuando logra la armonía entre sus partes y, por tanto, cada una de ellas alcanza su virtud correspondiente: esta virtud es la Justicia (dikaiosine).
Justicia como armonía:
Como hemos visto con el mito del carro alado, en el alma existe una jerarquía natural, donde la parte racional ha de dirigir la parte irascible y concupiscible. La justicia consiste precisamente en la gobernación de la razón y la dominación de las pasiones fogosas de la parte irascible y los deseos y tendencias de la parte concupiscible. Entonces se dará una armonía y equilibrio en el ser humano. Cuando se produce esta armonía, decimos que hay justicia. El camino para conseguir la justicia es el conocimiento de la armonía que reina en el Cosmos Inteligible. Por lo que solo él conoce el mundo de las Ideas, especialmente la Idea de Bien. Podrá imponer orden y armonía en su mundo interior, gobernar con justicia su alma y conducirse rectamente en su vida. El alma justa es un reflejo del orden que reina en el Mundo de las Ideas.
Sin embargo, cuando se rompe el orden natural entre las partes del alma, la injusticia surge en el individuo, es decir, cuando la razón es dominada por los deseos o apetitos.
5.- Isomorfismo entre alma y sociedad (política)
El dualismo antropológico de Platón y la división tripartita del alma inspira su teoría social y política. El estado y la sociedad que gobierna son una proyección del alma humana. Sus partes se corresponden con las partes del alma. Los gobernantes habrán de ser elegidos entre aquellos que poseen un alma racional más pura, más desarrollada y a ellos les corresponderá la virtud de la prudencia. Los guardianes serán elegidos entre los que destaquen en la parte irascible y les acompañará la virtud de la valentía, mientras que el resto de la sociedad, los productores, serán aquellos cuya alma concupiscible sea la dominante y deberán practicar la templanza. El estado justo, la sociedad feliz se corresponderá (isomorfismo) con el individuo feliz, es decir, aquel en que la jerarquía natural se sostenga, el gobernante gobierne, la razón domine frente a las pasiones y apetitos. La justicia como armonía en el individuo se proyecta como justicia armónica entre las tres clases sociales.
6.- Influencia y revisión de las ideas platónicas
La tradición dualista es camaleónica: se adapta, con significativas variantes desde luego, a numerosos contextos, y de este modo ha logrado perdurar desde Platón hasta la filosofía contemporánea.
El dualismo antropológico, en sus distintas versiones, encierra un problema grave y profundo: el problema mente/cuerpo. Ninguno de los innumerables intentos tradicionales de plantearlo y de resolverlo resulta, sin embargo, suficientemente convincente y concluyente. Parece que nuestras dos partes o mitades se niegan obstinadamente a encajar, a convivir pacíficamente. Pero, ¿no sucederá algo así una y otra vez por un motivo básico? ¿No ocurrirá que el problema mente/cuerpo es estrictamente insoluble porque está en su raíz misma mal planteado?
La mayoría de la gente de nuestra cultura acepta algún tipo de dualismo. Creen tener ambas cosas, una mente y un cuerpo, o un alma y un cuerpo. Pero desde luego no es así entre los profesionales de la filosofía, de la psicología, la inteligencia artificial, la neurobiología y la ciencia cognitiva. El grueso de la gente que trabaja en estos campos acepta alguna versión del materialismo, porque creen que es la única filosofía compatible con nuestra visión científica contemporánea del mundo.