El Empirismo Británico
1. El Gabinete Vacío: Impresiones e Ideas
La obra de John Locke que se considera fundamental para el empirismo es el Ensayo sobre el entendimiento humano. Es común contraponer las tesis de Locke sobre las ideas a las de Descartes. Locke usó un ejemplo célebre para describir nuestro entendimiento: un gabinete vacío.
Para Descartes y el racionalismo, nuestro conocimiento evidente funciona a nivel de intuiciones que no tienen relación con lo que recibimos a través de los sentidos. Nuestra mente está llena de ideas: es un gabinete lleno. Poseemos ideas independientemente de los sentidos, e incluso existen ideas innatas, como la de Dios.
Locke argumenta que, si prescindiéramos por completo de la experiencia sensorial, nuestra mente sería un gabinete vacío. Sin percepciones, no hay ideas. Un siglo después, Hume llama “percepción” a todo lo que se presenta a nuestro conocimiento. Diferencia entre impresiones (sensaciones y emociones) e ideas, siendo estas últimas menos vívidas. Si esto es así, podríamos buscar, a partir de una idea (simple), la impresión que la originó. Por ejemplo, a la idea de color corresponde una impresión que la ha causado. Solo una vez que se haya establecido la impresión original habremos legitimado nuestra idea, pues toda idea tiene su causa legítima en una impresión. Las impresiones son el origen del conocimiento humano y también lo que lo legitima. Por eso, nuestra mente es un gabinete vacío o una hoja en blanco hasta que la experiencia la llena.
Alguien podría objetar: ¿no son las ideas algo abstracto y general, mientras que las impresiones son concretas y singulares? Hume respondería que todas las ideas son particulares, y lo que sucede es que a la idea unimos en nuestra mente un nombre, que usamos para denominar a ideas semejantes. Hume afirma que en la realidad existen entidades concretas y en nuestra mente solo puede haber entidades concretas (impresiones e ideas) que se hacen generales al unirse con palabras.
2. El Escepticismo Empirista de Hume
2.1 La Correspondencia Externa de las Impresiones
Al igual que Descartes dudaba de los sentidos, Hume duda de la correspondencia de las impresiones con la realidad externa. No podemos fiarnos de que las impresiones que recibimos sean idénticas a las realidades externas que las producen. Hume afirma: “Nunca daremos un paso fuera de nosotros mismos, ni podremos concebir otra clase de existencia que la de las percepciones”. Esto significa que podemos dudar de todo excepto de nuestras percepciones o impresiones en el momento en que se dan. No podemos afirmar la existencia del mundo externo ni la del yo, y si no podemos saber de su existencia, no podemos decir nada acerca de ellos. El problema no son las impresiones, sino la relación de la mente con algo externo a ellas. Una vez que solo se admiten las impresiones, lo que queda son las impresiones ante la mente y nada más.
2.2 Las Sustancias Cartesianas
Como consecuencia, los atributos cartesianos y sus respectivas sustancias quedan en el aire en el planteamiento de Hume. Cuando se trata de la sustancia, se supone un soporte de lo que conocemos con evidencia: por ejemplo, si hay extensión, entonces hay una res que es extensa. Ese soporte, dice Hume, no es más que “algo desconocido e invisible, que la imaginación supone que continúa siendo lo mismo bajo todas sus variaciones”. Las sustancias se suponen, pero no se conocen. Hume no admite que esté asegurada la existencia de la realidad, ni de las sustancias, y piensa que no hay razón para decir que la extensión sea evidente. Para él, no tenemos asegurada la existencia de ninguna propiedad en la realidad, ni siquiera la extensión. No admite la diferencia entre la intuición evidente y la percepción dudosa.
¿Y el yo o la sustancia pensante? ¿Quién puede negar que el cogito, ergo sum lleva a la res cogitans? La respuesta más conocida de Hume es que solo tenemos percepciones, y después suponemos una sustancia o sujeto en que se dan. La negativa de Hume es tajante: aquí falla algo, porque solo hay percepciones, y solo se podría afirmar el yo si fuera perceptible, pero no lo es. Lo que realmente percibimos es un conjunto de percepciones; la mente es un supuesto que no percibimos. Si queremos hablar del yo, dice Hume, digamos de las percepciones que lo constituyen. La sustancia infinita y perfecta, Dios, no cabe demostración según Hume, pues ni hay una impresión de él (verdad de hecho) ni es susceptible de ser demostrado por la matemática o la lógica. Esto no quiere decir que haya que negar su existencia, simplemente que no puede ser demostrada racionalmente.
La aplicación de la duda que hace Hume es radical. Él mismo propuso la cura de este escepticismo: la vida cotidiana. Hume llega a decir que el escepticismo es una posición académica que nadie puede sostener radicalmente, pues sería difícil defender que sirva para algo.
2.3 La Noción de Causa
Para entenderla, expondremos el ejemplo del choque de dos bolas. Si observamos que una bola (bola 1) golpea a otra (bola 2) y esta se mueve, diremos que la bola 1 es causa del movimiento de la bola 2. Cuando decimos que una bola es causa del movimiento de la otra, estamos diciendo que necesariamente y siempre se cumple que “si y solo 1, entonces 2”. Esta es la noción de causa. Con la noción de causa expresamos la universalidad (siempre) y la necesidad (no puede ocurrir otra cosa).
No podemos decir que la noción de causa sea observable de este modo, y desde lo observable no es legítimo el uso de lo que define a la noción de causa, esto es, “necesariamente y siempre”. Con la experiencia solo tenemos la constatación de una conexión de hecho, pero la proyección que supone la noción de causa no está justificada si no por la costumbre de lo que ha sucedido proyectada en el futuro. Esta crítica de Hume tiene una importancia decisiva para la formulación de las leyes en las ciencias naturales, pues una ley vale para todos los casos, es universal y necesaria, pero esto no parece posible en el planteamiento de Hume. Los planteamientos de Hume no son coherentes con las ciencias de la naturaleza, en especial con la física; por tanto, hay que reformular la filosofía de Hume. Nos quedan aquellas que no hablan de hechos, de la experiencia, las ciencias formales: la matemática y la lógica.