El ser humano como proyecto
La condición humana
Sartre afirma que no existe la esencia humana. No hay en nosotros rasgos físicos que determinen las posibles conductas o las posibles características que podamos tener. No cree en el determinismo biológico, ni teológico ni social, sino que defiende que el ser humano en su origen es indeterminado; son sus acciones y elecciones lo que construye su personalidad.
Sartre introduce el concepto de condición humana que tiene que ver con los límites comunes de todos los seres vivos:
- Estar arrojado en el mundo
- Tener que trabajar
- Vivir entre los demás
- Ser mortal
Todos estos son las limitaciones comunes de la existencia humana. Con estos 4 puntos, Sartre se refiere a la inevitable sociabilidad, a la inevitable libertad en la que vive el hombre y a la inevitable indigencia material.
El proyecto existencial
Sartre afirma además que todo su proyecto tiene valor universal en el sentido de que es comprensible por todos los seres humanos. No niega las limitaciones de la vida humana. Los obstáculos los crea el propio ser humano en función de los proyectos que ha trazado. Con nuestras acciones y elecciones vamos construyendo nuestra propia personalidad.
Como se indica en el texto, muchos “se enmascaran su propia angustia, huyen de ella”; en verdad, muchos creen que al obrar solo se comprometen a sí mismos. Pero esto es mala fe; especie de autoengaño que se produce para evadir la angustia que genera la radical libertad humana. Sartre pone como ejemplo a una joven que deja que su pretendiente ponga una mano sobre la suya sin tener en consideración sus intereses porque prefiere no tomar una decisión. A la mala fe se opone la autenticidad.
A pesar de que cada uno desarrolla su propio proyecto individual, existe un proyecto básico que deriva de la misma estructura del ser en sí. Todo hombre aspira a ser en sí para ser y conciencia a la vez. Esto se asemeja al concepto de dios: un ser consciente y autofundado. Todo individuo es deseo de ser dios. Pero la idea de dios es contradictoria. El hombre aspira a la divinidad pero recae en el en sí ya que su existencia termina con la muerte. El hombre es una pasión inútil, la vida es absurda y la muerte también es inútil. No podemos apoyarnos en las cosas, son indiferentes, incapaces de darnos explicación. Sé que existo, que el mundo existe, esto es todo y da lo mismo. Esto es lo que Sartre denomina “náusea”.
Ateísmo y libertad
El existencialismo es el esfuerzo de sacar todas las consecuencias de una posición atea coherente. No es un ateísmo pues se agotaría demostrando que Dios no existe; el problema es que el hombre se encuentre a sí mismo y se convenza de que nada o nadie puede salvarlo de sí mismo.
La existencia precede a la esencia
La idea del hombre como un ser libre es una consecuencia inevitable del ateísmo. Cuando Dios crea las cosas a partir de la idea que se ha hecho de ellas, el hombre individual es una realización del concepto de hombre que Dios tiene en su mente. Si Dios no existe hay por lo menos un ser en el que la existencia precede a la esencia.
Con esta tesis Sartre señala la peculiar posición del ser humano respecto del resto de seres: empieza existiendo, y se construye a sí mismo a partir de sus proyectos. De este modo, Sartre relaciona la libertad con la falta de naturaleza.
Condenados a ser libres
La reivindicación sartriana de la libertad es tan radical que le lleva a negar cualquier género de determinismo. No cree en el determinismo teológico, ni biológico ni social. Somos lo que hemos querido ser y siempre podremos dejar de ser lo que somos. Estamos condenados a ser libres: porque no nos hemos dado a nosotros mismos la libertad.
Aunque todo hombre está en una situación, nunca ella le determina. La libertad se presenta como el modo de enfrentarse a la situación. Ni siquiera los valores, la ética, se presentan como un límite de la libertad; los valores morales los crea nuestra determinación de hacer real tal o cual estado de cosas. Al escoger unos valores en vez de otros, la voluntad les da realidad. La libertad se refiere a los actos y voliciones particulares, pero más aún a la elección del perfil básico de mí mismo.
Responsabilidad radical
El ser humano es radicalmente responsable: no tenemos excusas, lo que somos es una consecuencia de nuestra propia libertad de elección. El existencialismo es una filosofía de la acción pese a declarar el carácter absurdo de la vida. Esto podría fomentar la pasividad, pero nos incita a la acción, a ser más de lo que somos.
La contingencia y la náusea
La contingencia es un rasgo común a todas las cosas, incluido el ser humano: el existir de modo gratuito, no necesario, sin que exista justificación o necesidad alguna para ello. La noción de contingencia no es exclusiva del pensamiento existencialista. La encontramos, por ejemplo, en Santo Tomás, que defiende que el ser humano, un ser contingente, necesita de un ser necesario que le da su existencia (Dios). También el empirismo había señalado la contingencia como uno de los rasgos básicos de la realidad. Sartre continúa la línea empirista pero destacando las consecuencias existenciales de este hecho: la fragilidad de la existencia, la existencia como algo gratuito, tesis que resume de un modo literario señalando que las cosas “están de más”.
La gran diferencia entre el pensamiento tomista y el de Sartre está en que Tomás de Aquino considera que hay algo exterior al propio mundo que le sirve a éste de fundamento y que hace inteligible la totalidad de las cosas, les da un sentido. Sartre, sin embargo, rechaza la noción de Dios, se declara ateo. El mundo no lo ha creado ningún ser trascendente, existe pero podría perfectamente dejar de existir, y esto se traslada a las cosas concretas. Lo mismo ocurre con el ser humano: estamos “arrojados a la existencia”, nuestra presencia en el mundo no responde a intención ni necesidad alguna, carece de sentido.
Posiblemente esta concepción de la gratuidad absoluta de la realidad, de la ausencia de sentido, proyecto o necesidad en el mundo, es el elemento más característico del existencialismo sartreano. De ahí que la experiencia filosófica más importante sea la de la comprensión, vital, del absurdo de la existencia. Sartre llama “náusea” a esta experiencia originaria del ser.