El Legado de Aristóteles: Pensamiento, Influencia y Actualidad

IV. Contextualización de Aristóteles

a) El conjunto de la obra y el pensamiento del autor

El pensamiento de Aristóteles se encuentra estrechamente ligado a la figura de su maestro, Platón. Nació en Estagira, en el 384 a. C., se trasladó a Atenas a los 17 años para estudiar en la Academia de Platón, siendo uno de sus discípulos más importantes. En esa época escribió algunos diálogos y escritos influenciados por su maestro, que ya no se conservan. Tras la muerte de Platón, la dirección de la Academia recae en un sobrino suyo, Espeusipo, esto no le agradó a Aristóteles, cuya orientación empírica y naturalista le fue alejando del idealismo platónico.

Ante una ola de odio antimacedónico que estalla en Atenas, Aristóteles (su padre y abuelo eran los médicos de los reyes macedónicos, Amintas y Filipo), se marcha de la ciudad y pasa unos años en Assos y Lesbos, donde funda escuelas e investiga la naturaleza junto a su colaborador Teofrasto. Más tarde, Filipo le encarga la tutela de Alejandro (futuro Alejandro Magno). Cuando este es nombrado rey de Macedonia en 340, regresa a Estagira y después a Atenas. Allí funda un centro de enseñanza, el Liceo. De este periodo proceden la mayor parte de sus obras, ya alejadas en muchos conceptos del pensamiento de Platón. Estas obras consisten en lecciones que Aristóteles impartía en el Liceo, y quizás, notas escritas por sus discípulos.

El conjunto de las obras de Aristóteles, o “Corpus Aristotelicum”, como se le conoce desde la Edad Media, fueron recopiladas por Andrónico de Rodas (11º sucesor de Aristóteles en el Liceo), aunque solo se conservan una quinta parte de las obras escritas por su autor. Estas obras contienen numerosas incoherencias, lagunas y repeticiones, debido a que fueron escritas para la enseñanza, no para su publicación. Por eso a estos tratados se les denominaba “esotéricos”, a diferencia de los “exotéricos”, publicados para el público en general y completamente desaparecidos.

Los escritos que se conservan abarcan un contenido vasto y enciclopédico, lo que prueba que su filosofía era un pensamiento sistemático sobre todos los ámbitos de la realidad. Además de los tratados de lógica, conocidos como el “Órganon”, destacan, los tratados sobre la naturaleza (Física, Acerca del cielo, Investigación de los animales, Las partes de los animales, etc.), con orientación empírica y el lugar de la ciencia para el estudio de la naturaleza. Además, se conservan tratados de ética (Ética Nicomáquea, Ética Eudemia), de política (Política), de estética (Retórica, Poética) y un conjunto de tratados que Andrónico bautizó como Metafísica, en los que Aristóteles aborda el estudio de una ciencia general del ser en cuanto ser.

b) Lugar de Aristóteles en la historia de la Filosofía.

El pensamiento de Aristóteles (excepto los tratados de Lógica) sufrió en Occidente un relativo abandono hasta el siglo XII. Pero con la ocupación islámica de la península se recuperó la ciencia aristotélica a través de tratados de científicos árabes y las ideas aristotélicas comenzaron a difundirse gracias a figuras como Alfarabí (s. X), Avicena (s. XI), ambos influenciados por el neoplatonismo y a Averroes (S. XII). Las traducciones al latín en centros como la Escuela de Traductores de Toledo contribuyeron a la redifusión de la obra aristotélica, aunque el papel de al-Ándalus se ha exagerado respecto a la difusión del pensamiento aristotélico.

El impulso decisivo para la recuperación de Aristóteles vino desde la propia cultura cristiana, que nunca perdió el contacto con las fuentes griegas de su pensamiento, pese a la hegemonía durante siglos del platonismo agustiniano. Como ha mostrado el historiador Gouguenheim, el estudio de las obras de Aristóteles y su traducción al latín comenzaron en Francia, con el monje Jacobo de Venecia. Sus versiones de obras de Aristóteles fueron utilizadas por Juan de Salisbury, Grosseteste, Sigerio de Bravante y Alberto Magno, y estimularon las traducciones del griego al latín de Guillermo de Moerbeke, estudiadas profusamente por Santo Tomás.

El interés despertado por el pensamiento aristotélico llevó a Santo Tomás de Aquino, en el siglo XIII, a defender su estudio como instrumento para explicar y aclarar la Teología cristiana, exceptuando aquellos puntos en los que la filosofía de Aristóteles entraba en conflicto con la fe. El aristotelismo tomista se convirtió así en la base de la teología escolástica en las universidades medievales, de reciente creación.

En el Renacimiento, el estudio de la obra de Aristóteles recibió diversos impulsos, con humanistas como Pomponazzi y Zabarella (s. XVI), o jesuitas como Francisco de Toledo y Pedro de Fonseca (ss. XV y XVI). Más tarde, en el siglo XIX, Hegel elogió su figura y despertó en Alemania, un gran interés por su obra, que culminó en 1833 con la edición crítica de Becker de sus obras completas. A partir de este momento Aristóteles ha influido en importantes corrientes filosóficas del siglo XX, como la fenomenología (Brentano, Husserl), la hermenéutica (Gadamer) o el neoaristotelismo (Macintyre, Michael Walzer). Los neoaristotélicos defienden una ética basada en los conceptos de felicidad y virtud, frente a las éticas kantianas inspiradas en las ideas de deber y justicia. Además, también contribuyó al retorno del aristotelismo en el siglo XX, Hanna Arendt con la obra La condición humana, donde explicó la actividad humana (labor, trabajo y acción) en clave aristotélica.