El Origen del Pensamiento Filosófico: De los Mitos al Logos

De los Mitos a la Razón

A lo largo de la historia, cada comunidad ha creado mitos e historias para entender el mundo y darle sentido. Estos mitos no solo explicaban el origen del cosmos y la naturaleza, sino que también organizaban la vida social y cultural de la comunidad. A través de los mitos se identificaban los dioses que regían la naturaleza, se explicaba el origen del ser humano y su papel en el mundo, y se establecían normas sobre lo que cada miembro debía hacer. En resumen, los mitos no solo explicaban la realidad, sino que también ofrecían un conjunto de valores y normas para guiar la vida de las personas.

Los mitos suelen tener ciertas características:

  • Cosmogónicos: Narran el origen del universo y la humanidad, involucrando dioses y eventos importantes.
  • Simbólicos: Cada cultura refleja en ellos sus creencias, miedos y esperanzas.
  • Personificación de la Naturaleza: La naturaleza se presenta como entidades con características humanas, como si los fenómenos naturales fueran provocados por seres con emociones y voluntad.
  • Transmisión oral: Los mitos se transmiten por tradición, representando la sabiduría y normas de los antepasados.
  • Carácter religioso: Buscan acercar al ser humano a lo divino y dar sentido a su vida.

A pesar de su importancia cultural, a partir del siglo V a.C., algunas personas comenzaron a ver estas explicaciones míticas como insuficientes, buscando respuestas más racionales. Esto ocurrió debido a varios factores: el contacto con otras culturas por el comercio y la expansión colonial, la aparición de las polis como centros políticos, el desarrollo de tecnologías que despertaron curiosidad, y una creciente confianza en la razón humana (logos) para explicar el mundo.

Los Filósofos Presocráticos

Durante los siglos VI y V a.C., los filósofos presocráticos de las polis griegas intentaron explicar el mundo mediante principios fundamentales. Aunque sus teorías eran variadas, todas buscaban encontrar una unidad en la diversidad del mundo y comprender su esencia más allá de lo que se ve a simple vista. El principio que consideraban común a todo lo real se llamaba arjé, que es la base o esencia de la realidad.

Tales de Mileto

Tales de Mileto fue uno de los primeros filósofos y creía que el arjé era el agua, porque observaba que todo lo vivo depende de ella. También pensaba que todo lo que se mueve tiene alma, aunque no lo interpretaba en un sentido espiritual, sino más como un principio de vida.

Anaximandro

Anaximandro, discípulo de Tales, no estaba de acuerdo con que el agua fuera la base de todo. Propuso un principio más abstracto llamado apeiron, algo indefinido y sin forma, de donde surgen todas las cosas.

Anaxímenes

Anaxímenes, otro filósofo de Mileto, propuso que el arjé era el aire, ya que siempre está en movimiento y puede transformarse en otras cosas, como agua o hielo. También explicó el cambio en el mundo a través de dos procesos: la rarefacción (cuando algo se vuelve más ligero, como el aire) y la condensación (cuando se vuelve más denso, como un sólido).

Heráclito de Éfeso (544-480 a.C.)

Heráclito de Éfeso creía que todo está en constante cambio, nada permanece igual. Su famosa frase “nadie se baña dos veces en el mismo río” refleja esta idea. Sin embargo, no veía el cambio como algo caótico, sino como parte de una ley universal llamada Logos, que da orden a todo. Según Heráclito, los opuestos, como el frío y el calor, luchan entre sí y el fuego es el mejor símbolo de este cambio constante.

Parménides de Elea

Parménides de Elea es el filósofo opuesto a Heráclito. Mientras Heráclito hablaba del cambio, Parménides defendía que el ser es lo único que existe y que es eterno e inmutable. Según él, el movimiento y el cambio son ilusiones. Lo que es, es, y lo que no es, no puede existir. Para conocer la verdad, debemos usar la razón, no confiar en los sentidos, que nos engañan mostrando un mundo cambiante.

Pitágoras de Samos (570-530 a.C.)

Pitágoras de Samos y sus seguidores creían que el mundo está basado en números y que todo en el universo sigue proporciones matemáticas, lo que ellos llamaban la “música del cosmos”. También pensaban que el ser humano está compuesto por un cuerpo y un alma. Para ellos, el cuerpo era una prisión para el alma, que es perfecta y eterna. Creían que para liberar el alma y purificarla, había que vivir una vida racional y evitar las pasiones del cuerpo.

Empédocles de Agrigento

Empédocles seguía las ideas de Parménides. Sin embargo, no estaba de acuerdo con la idea de que el ser fuera algo único, ya que veía que el mundo cambia constantemente. Identificó cuatro elementos básicos: tierra, agua, aire y fuego. Además, explicó cómo ocurren los cambios en estos elementos a través de dos fuerzas: el Amor (atracción) y el Odio (repulsión).

Anaxágoras de Clazomene

Anaxágoras vivió en Atenas y fue asesor de Pericles. Buscaba un principio que explicara la realidad y los cambios. Propuso que todo está hecho de una mezcla infinita de pequeñas entidades invisibles llamadas “semillas” u “homeomerías”, que pueden transformarse en diferentes cosas. La unión y separación de estas semillas es guiada por un principio divino llamado “Nous”, que organiza el universo con un propósito.

Leucipo y Demócrito

Leucipo y Demócrito creían que todo lo que existe está formado por pequeños elementos indivisibles llamados átomos. Defendieron una visión materialista del mundo, donde no hay espíritus ni elementos inmateriales, solo materia, azar y vacío. Según ellos, el movimiento en el universo se explica por el movimiento aleatorio de los átomos, que se juntan y separan para formar diferentes cuerpos.