El objeto de la filosofía cartesiana es encontrar una verdad de la cual se obtengan las demás verdades metodológicas, en un clima dominado por el escepticismo que afirma la imposibilidad de alcanzar el conocimiento verdadero.
Descartes se plantea la imposibilidad de alcanzar un uso de la razón que permita alcanzar el conocimiento verdadero.
El primer paso será restablecer los criterios de verdad y no aceptar nada a no ser que sea evidente. Por ello, decide poner en duda la raíz de todas las ciencias, la filosofía.
Para llevar adelante su proyecto, debe encontrar un método adecuado. Todos tenemos la facultad de la razón, unidad de saber y, por tanto, unidad de método; por tanto, es necesario encontrar un método correcto.
Encontramos dos modos de conocer la razón:
- Verdades intuitivas a la razón, evidentes a sí mismas. Captamos por medio de una luz natural ideas simples, claras y distintas.
- La deducción, que infiere una idea necesaria a partir de otros hechos que son conocidos con certeza.
El punto de partida es una naturaleza simple, evidente por sí misma; por ello, el razonamiento deductivo será una sucesión ordenada de evidencias.
Descartes considera bueno el método de conocer de los geómetras.
Primero, parte de una cadena de razones simples, fáciles, claras y distintas, descubiertas por la intuición. Segundo, rechaza cualquier idea de la que se pueda dudar. Y tercero, respeta el orden de la deducción y así, mediante una cadena de evidencias ordenadas por la deducción, alcanza una conclusión verdadera.
El método debe ser un conjunto de reglas, además de ser aplicable a todas las ciencias; entonces, mediante verdades intuitivamente ciertas y por la deducción, se alcanza una conclusión verdadera.
El método está formado por una serie de reglas.
En primer lugar, la evidencia: son verdades simples que por intuición sabemos que son ciertas, sin posibilidad de errar, evitando la precipitación y la prevención, aceptando como evidente aquello claro y distinto. Para que algo sea evidente, debe ser claro y distinto. La claridad es la presencia nítida de un conocimiento en la mente. Y la distinción, el conocimiento que es preciso y diferente.
En segundo lugar, el análisis, que es dividir un problema en cuantas partes sean posibles para que sea sencillo.
En tercer lugar, la síntesis: es una cadena de evidencias que parte de ideas claras y distintas, encadenadas por la deducción hasta llegar al conocimiento de lo más complejo.
Y, para finalizar, la enumeración, el revisor del proceso para ver si están todos los elementos, cómo se ha trabajado, relacionado con la cadena de evidencias para ver si son correctos.
Este método es el único adecuado para la razón y para su forma natural de conocer.
La Duda Metódica
El objetivo de Descartes es encontrar verdades absolutamente ciertas sobre las cuales no sea posible dudar en el plano lógico. El punto de partida para alcanzar la verdad coincide con el primer paso del método. La duda es un instrumento metódico para alcanzar la intuición de una idea que sea clara y distinta, evidente, sobre la que no exista posibilidad de duda. Tres serán los motivos de duda aducidos por Descartes:
- Duda sobre los sentidos: los sentidos son engañosos, no podemos fiarnos de lo que por ellos percibimos, pues podemos aceptar como verdaderas cosas que son falsas.
- Hipótesis del genio maligno: presupone la existencia de un genio maligno, el cual nos engaña y nos muestra como verdadero aquello que no lo es. De ahí llega a la conclusión de que puedes dudar de que estás dudando, por lo tanto, “pienso, luego existo”. Aquí la duda cumple su finalidad: alcanzar la certeza. Es una duda no escéptica, pues los escépticos se instalan en la duda, mientras que Descartes la utiliza como instrumento metodológico para alcanzar la certeza.
Recapitulando, la duda radical exigida por el método le ha llevado a rechazar el conocimiento en su totalidad. No obstante, no debemos perder de vista que esta duda es provisional, es decir, un camino para obtener la verdad absoluta.
El Cogito
“Pienso, luego existo”. Puedo fingir que no tengo cuerpo, que no hay lugar donde esté, por todo ello pienso y, si pienso, existo, como indica el criterio de verdad; por tanto, soy una sustancia cuya esencia es pensar, compuesta de alma y cuerpo perfectamente separable, como ya afirma Platón en su dualismo antropológico. Concluyo que podía fingir que no tenía cuerpo, pero no que no tenía alma y que no pensaba, pues si dejara de pensar no tendría razón para pensar que soy. Si pienso, puedo decir que soy; por lo tanto, soy una sustancia presente y no puedo fingir que no tengo alma. Ya sé que pienso y que mi naturaleza es pensar; por lo tanto, he de analizar el contenido de mi pensamiento, pues mi pensamiento piensa ideas y, mediante el análisis del contenido de estas ideas, Descartes intenta buscar un camino para conocer la realidad extramental, es decir, lo que está fuera de mí.
Las ideas son modos de pensamiento. Pero no todas son iguales en cuanto al contenido que representan, unas tienen mayor realidad que otras. Existen varios tipos de ideas:
- Adventicias: ideas que hay en la mente que parecen provenir de algo exterior.
- Ficticias: aquellas que la mente construye.
- Innatas: ideas que se poseen por sí mismo.
Dios
Descartes sigue su método: yo pienso, pienso ideas, analizo porque la duda me cuestiona la realidad exterior a mí. Por ello, necesito probar la existencia de una realidad distinta a mí, que esté en mí y cuya realidad exterior no dependa de mí; por lo tanto, existen ideas innatas, entre las que están la de infinitud y perfección. Descartes debe justificar la existencia de un dios bueno y veraz para así pasar del “yo soy”, desechar la hipótesis del genio maligno y conocer la realidad extramental. Para ello, usa tres argumentos:
- La causalidad aplicada a la idea de infinito (Dios): Dios es perfecto e infinito, por lo tanto, las ideas son infinitas e imperfectas según la relación causa-efecto.
- Dios como causa de mi ser: son ideas de perfecciones que no poseo y quisiera poseer; si yo me las hubiese creado, me las hubiera dado, pero no las tengo porque alguien me ha dado las perfecciones.
- El argumento ontológico: todos los hombres tienen una idea de Dios como un ser que es imposible no entender; ahora bien, debe existir no solo en nuestro pensamiento, sino también en la realidad.
Demostrada la existencia de Dios, se descarta la hipótesis del genio maligno, se confirma el criterio de verdad y se justifica, por lo que Dios se convierte en la última garantía del criterio de verdad. El criterio de verdad está respaldado por la veracidad divina. Con su demostración, también sabemos que Dios nos ha creado y nos ha dado la facultad de la razón para conocer a todos por igual; por ello, al haber unidad de razón y sabiduría, puede haber una unidad de método: el de Descartes se basa en el proceder de las matemáticas y geómetras.
El Mundo. Los Principios de las Cosas Materiales
La estructura metafísica de la realidad está constituida por tres sustancias:
- Res infinita (Dios)
- Res cogitans (alma)
- Res extensa (mundo)
El mundo existe, Dios lo ha creado, pues no me engaña. Tengo ideas de objetos extramentales; la causa de las ideas de las cosas sensibles son las cosas corpóreas, y estas existen.
Dios me garantiza conocer las cualidades primarias, lo que define a los cuerpos. Dios ha creado el mundo, lo ha puesto en marcha y le ha dado movimiento, usa leyes físicas y mecánicas, y desde su creación no ha vuelto a intervenir.
Sustancia es aquello que existe por sí mismo y no necesita a nadie para poder existir. Lo aplica de manera propia a Dios y, de manera análoga, a aquello que no necesita ninguna otra cosa, excepto a Dios, para existir. Percibimos la sustancia a través de atributos, pero no directamente; atributos como cualidades de la sustancia que no pueden existir por sí mismos. Cada sustancia tiene un atributo propio que constituye su esencia o naturaleza. El atributo del yo, que el pensamiento, se manifiesta claro; el atributo del cuerpo, que es la extensión; y los modos, que son modificaciones variables de la sustancia.
Seguidamente, el dualismo antropológico define la perfecta separabilidad de cuerpo y alma como independientes. Dentro de su concepción mecanicista del universo, todo está relacionado por leyes mecanicistas y fijas, y este es un ámbito en el que no hay libertad. Y si queremos salvar la libertad humana, se debe residir en algo que por naturaleza esté al margen de las leyes necesarias, y eso solo puede ser el alma. Para Descartes, el problema es complicado por la separación, que es muy radical al concebirlas como sustancias diferentes que poseen atributos distintos: pensamiento y extensión. Y es plenamente consciente de la estrechísima relación entre ambas.
La relación entre el alma y el cuerpo se asemeja a la lucha de pasiones, que son lo propio del cuerpo, y la razón y voluntad, que son facultades propias del alma. Las pasiones son percepciones, sentimientos, que se dan en nosotros y afectan al alma, pero cuyo origen no se encuentra en ella, sino en el cuerpo, y se caracterizan como involuntarias e irracionales.
La fuerza del alma consistía precisamente en tratar de controlar y dirigir las pasiones, que no son siempre malas; lo bueno o lo malo depende del uso que se haga de ellas. El error radica en la precipitación y la prevención del alma. Para alcanzar el equilibrio, hay que estar por encima de la violencia de las pasiones.
Para Descartes, la libertad solo puede residir en el alma porque no es res extensa y no está sometida a las leyes mecánicas y fijas del mundo. El alma tiene dos funciones: la voluntad, que es la facultad de afirmar o negar, y el entendimiento, que es la facultad de pensar y tener intuiciones claras. Descartes sostiene que la existencia de la libertad es algo evidente y es, además, la máxima perfección del hombre. La libertad es la característica esencial de la voluntad, y es ella la que nos puede llevar a la verdad o al error, al bien o al mal, según la utilicemos.