El pensamiento de Nietzsche: La voluntad de poder y la transvaloración de todos los valores

El Pensamiento de Nietzsche

Influencias y Contexto

Friedrich Nietzsche nació en 1844 en Prusia y creció en un entorno marcado por la muerte de su padre. En su época, Europa experimentaba cambios sociales y científicos significativos. Estudió filología clásica en Bonn y Leipzig, donde se interesó por Schopenhauer y Wagner. Después de una breve carrera como profesor, sufrió problemas de salud mental y se retiró, dedicándose a escribir sus obras más importantes. Murió en 1900 en Weimar, dejando un legado filosófico que ha perdurado y generado debate hasta la actualidad.

Dualidad Apolínea y Dionisíaca

Según Nietzsche, en el espíritu griego existieron dos tendencias contrarias:

  • Apolínea, del dios Apolo, favorable a la luz, la razón, la medida, la simetría, las artes figurativas, la proporción, la belleza. Cuando nos dejamos llevar por el punto de vista apolíneo atribuimos al mundo un orden y un sentido.
  • Dionisíaca, del dios Dionisos, asociado a la oscuridad, los instintos, el éxtasis, la música, la borrachera. Cuando domina en nosotros lo dionisíaco vemos que el mundo no es más que caos y azar.

Para Nietzsche y Schopenhauer, el arte era algo más que mero entretenimiento, era una forma de descifrar la verdadera realidad del mundo. Una de las formas artísticas más admirables para Nietzsche era la tragedia griega: género que mezclaba teatro, música, danza, sabiduría. En “El nacimiento de la tragedia” Nietzsche afirma que en la tragedia el espíritu griego supo equilibrar las tendencias apolínea y dionisíaca. Es decir, partiendo del hecho de que el Universo es un caos dionisiaco en el que el destino del hombre depende del azar y carece de sentido, los griegos, mediante la tragedia, supieron crear belleza, armonía y destino.

Decadencia del Espíritu Griego y el Nihilismo

La decadencia del espíritu y del pensamiento griego llegó cuando Platón negó la realidad del mundo sensible, el dionisiaco, y se inventó uno aparte, el mundo inteligible, el verdaderamente real, donde todo respondía a los ideales apolíneos de perfección, inmutabilidad, orden. Según Nietzsche, fue la debilidad y la cobardía ante el “mundo aparente”, el temor a la enfermedad, la vejez y la muerte, lo que hizo que Platón inventase ese otro mundo donde somos almas inmortales rodeadas de perfección. A esta tendencia del espíritu que niega la vida se le denomina nihilismo.

La invención del mundo inteligible se prolongó a lo largo de la historia de la filosofía y de la cultura occidental en las ideas del cristianismo, en las ideas innatas de Descartes o en el noúmeno o cosa en sí de Kant, por ejemplo. Ahora bien, tal como en el arte fue posible – en la tragedia – conciliar y revelar la existencia de esos dos ámbitos que aparentemente se niegan uno a otro, es necesario tomar conciencia de la naturaleza humana como encuentro de estos mismos caracteres. El ser humano es tan apolíneo como dionisíaco, a pesar de que a lo largo de los siglos se haya dejado someter a la tiranía de lo primero.

La Inocencia del Devenir

La inocencia del devenir es una concepción del mundo opuesta a toda interpretación moral, platónica o cristiana. El mundo en su devenir es inocente y se sitúa más allá del bien y del mal. Es necesario, según Nietzsche, acabar con la idea misma de ‘finalidad’. Y tampoco hay libre albedrío, un concepto que parece haber sido inventado para poder luego culpar y castigar. Nadie puede ser responsable del lugar y del momento en el que nace, de ser como es, de sus circunstancias; y al no haber propósito, sino simplemente un ‘todo’ del que formamos parte gracias al destino, nuestra vida debe desarrollarse en un ámbito de ‘inocencia’, de ausencia de vínculos morales arbitrarios. Somos, sin embargo, responsables ante nosotros mismos en cuanto seres creadores de valores, seres que quieren afirmar la vida, seres que se definen por su voluntad de poder.

Podemos rastrear los orígenes de esta idea incluso en textos muy tempranos de Nietzsche como La filosofía en la época trágica de los griegos. Allí Nietzsche compara las cosmovisiones de Anaximandro y Heráclito. Anaximandro entiende que la simple existencia, separarnos del ápeiron, es una injusticia, una culpa, que debe pagarse con la muerte. Heráclito, al contrario, entiende que la injusticia, el dolor y la culpa existen en el mundo pero sólo para el hombre común y no para el sabio. Este contempla el Universo como un juego: un juego del Logos, el Fuego, consigo mismo. El mundo visible del devenir es algo a lo que es necesario renunciar, “podando” las pasiones y los instintos, renunciando al cuerpo. Tanto Homero como el cristianismo juzgaron la existencia como culpable. La diferencia estriba en que para Homero la responsabilidad es de los dioses mientras que para el cristianismo es de los hombres. Recuérdese que Homero cuenta cómo los dioses toman sobre sí la responsabilidad de la locura que inspira a los hombres y recuérdese la expulsión del Paraíso en el Antiguo Testamento y la crucifixión de Jesúcristo en el Nuevo. Ambas soluciones son nihilistas pero la solución griega al menos exculpa al hombre. Realmente, el problema no está en quién sea el responsable del caos y el sinsentido de esta existencia sino en comprender si la existencia es culpable o inocente. Para Nietzsche está clara la inocencia de la pluralidad y del devenir. En “Así habló Zaratustra”, el último estadio de la evolución del espíritu humano se corresponde con el niño, el único, inocente creador de valores

El Nihilismo

Actitud vital y filosófica que niega todo valor a la existencia, o que hace girar la existencia alrededor de algo inexistente. La idea nietzscheana del nihilismo es compleja:

  • Nihilismo pasivo: toda la cultura occidental es nihilista, pues dirige toda su pasión y esperanzas a algo inexistente (el Dios cristiano, el Mundo Ideal y racional de los filósofos), despreciando de modo indirecto la única realidad existente, la realidad del mundo que se ofrece a los sentidos. Este rechazo supone la desvalorización de la vida misma y de su carácter dinámico. Un gran error, según Nietzsche, oculto tras un lenguaje metafísico dominante a lo largo de toda la historia occidental. El ‘nihilista pasivo’, tras tomar conciencia de la ‘muerte de Dios’, termina en la desesperación, la inacción, la renuncia al deseo, el suicidio.
  • Nihilismo activo: frente a este nihilismo pasivo y metafísico en el que incurren los pensadores anteriormente citados, que sustituye la vida por un mundo inteligible, que desprecia los sentidos e idolatra la razón, nuestro autor propone un nihilismo activo, que vuelva a poner las cosas en su sitio: el valor de la vida, de los sentidos, de lo dionisíaco, etc… y que sea capaz de superar el pensamiento metafísico contrario a los valores vitales. Nietzsche expresa por primera vez este nihilismo en la “Gaya Ciencia” (1882) con la frase “Dios ha muerto”, o lo que representa Dios: mundo trascendente o inteligible, es el nombre que resume el principal problema al que se ha dedicado la filosofía occidental en su labor metafísica. Ha muerto el dios de los metafísicos, el dios monoteísta, omnipotente, creación del hombre provocada por el miedo que le produce una realidad sometida al devenir y a la continua dialéctica entre fuerzas de distinto signo. Con la creación de un ser supremo como Dios, el hombre ha creído conjurar todos sus males, ha despreciado la vida porque no la entiende y se ha refugiado en la esperanza del más allá, de la vida eterna como promesa y contrapunto a esta vida terrena efimera y llena de conflictos. Frente al monoteísmo y su significado, Nietzsche propone el politeísmo de interpretaciones sobre la realidad. Así pues, Nietzsche se muestra tremendamente crítico frente al nihilismo pasivo, y en este sentido podemos decir que es antinihilista. Sin embargo, frente al nihilismo pasivo, propone un nihilismo activo, y por lo tanto, en este sentido, es nihilista.