El Pensamiento de Guillermo de Ockham: Un Puente hacia la Modernidad
Hacia el siglo XIV, la filosofía y la teología comenzaron a independizarse. La razón se reorientó hacia el estudio del hombre y de la naturaleza. De esta autonomía surgieron dos vertientes: la fundamentación racional y secular del poder, y la nueva ciencia galileana, que combinaba teoría y experiencia. Esta nueva ciencia inspiró los dos grandes sistemas de pensamiento de la modernidad: el racionalismo (Descartes) y el empirismo (Hume). Este período marcó el giro subjetivista de la filosofía, donde el Conocimiento y el Sujeto se convirtieron en conceptos centrales.
El Siglo XIV: Un Período de Crisis y Transformación
El siglo XIV fue un siglo de crisis, marcado por acontecimientos como la guerra de los Cien Años, la guerra de las Dos Rosas en Inglaterra, revueltas, malas cosechas y hambre. Esta atmósfera de crisis y pesimismo se reflejó también en el ámbito del pensamiento. Durante el siglo XIII, los dominicos habían impuesto el aristotelismo cristianizado de Tomás de Aquino, una concepción del mundo donde razón y fe se hermanaban. Por otro lado, los franciscanos, desde Oxford, defendían una visión más agustiniana, donde la experiencia religiosa era superior e independiente de la razón.
A lo largo del siglo XIV, esta posición franciscana, que delimitaba los territorios de la fe y la razón, se extendió por Europa, favoreciendo la independencia entre el poder político y el religioso, y permitiendo a los científicos escapar de la tutela de los teólogos.
El Pensamiento de Ockham: Deus Sempre Maior
El pensamiento de Ockham aleja el mundo de la fe de las posibilidades de la razón. La convicción de que Dios es demasiado grande para ser comprendido (Deus sempre maior) marca todo el pensamiento franciscano. Ockham destaca que Dios está por encima de cualquier cosa; por eso, la idea de que la voluntad divina no puede estar condicionada es central en su obra.
Partiendo de la fe, Ockham afirma la libertad absoluta de Dios, quien no ha sido obligado a crear el mundo tal como lo ha creado. Si esta libertad no puede ser condicionada, no es necesario buscar en el mundo razones necesarias de tipo metafísico. Todo podría haber sido de otro modo si Dios lo hubiera querido (Deus sempre maior). Por lo tanto, solo la experiencia puede mostrarnos cómo es el mundo.
El Nominalismo de Ockham
Para Ockham, los universales no existen, son solo nombres que utilizamos para agrupar las cosas que se parecen. La existencia de los universales limitaría la libertad de Dios. Además, Ockham aplica la navaja de Ockham: de dos explicaciones posibles, debemos elegir la más simple. En la realidad solo hay individuos.
Ockham propone el nominalismo: los universales son meros signos para referirnos a una pluralidad de individuos que se parecen. El concepto humano no responde a ninguna esencia universal, sino que es un nombre que nuestra mente asigna a los seres humanos concretos. Cuando la mente detecta un parecido entre individuos, crea un término para agruparlos.
Consecuencias del Pensamiento de Ockham
Con Ockham, la fe se aleja de la razón, dando paso a una razón más autónoma que se basa en la experiencia para conocer el mundo. Esto se debe a tres razones:
- El mundo proviene de la libertad creadora de Dios, por lo que no hay razones metafísicas para su estado actual.
- El conocimiento se origina en la intuición sensible, no en la iluminación intelectual.
- La negación de los universales nos limita a las experiencias concretas.
Implicaciones Éticas y Políticas
Para Ockham, la bondad es una consecuencia de la voluntad de Dios (voluntarismo), no una naturaleza (naturalismo). La bondad consiste en la obediencia a la voluntad divina, accesible solo por la revelación. Esto implica renunciar a las bases racionales de la ética.
En política, Ockham defiende la separación entre el poder material (Estado) y el espiritual (Iglesia) para proteger la espiritualidad de la Iglesia. También se opone a los totalitarismos, afirmando que el origen del poder está en los individuos (Sobre el gobierno tiránico del papa).
El Legado de Ockham
Desde sus raíces religiosas, Ockham refleja la transformación de un mundo donde las estructuras medievales se desmoronan. El conocimiento basado en la experiencia gana terreno. La sociedad civil exige sus derechos. El individuo reclama su emancipación. Se acerca el Renacimiento.
Con la idea de que la mente trabaja con signos, Ockham anticipa un rasgo de la modernidad: el conocimiento no es directo del mundo, sino de los contenidos mentales.
La crisis del conocimiento en la Edad Moderna obligó a buscar nuevas vías. Descartes inaugura el racionalismo. Locke y Hume desarrollan el empirismo, afirmando que todo conocimiento comienza en la experiencia y que el ser humano es una “tabla rasa”. Kant realiza la síntesis epistemológica, afirmando que el conocimiento empieza en la experiencia, pero es elaborada activamente por el ser humano.