David Hume
Teoría del Conocimiento
Las ideas innatas no existen; son contenidos mentales. Estos contenidos son de dos tipos:
- Impresiones de sensación: Derivan de las percepciones sensibles, acción de nuestros sentidos.
- Impresiones de reflexión: Percepciones de ideas, como cuando captamos el olor de alguien y, sin haberle visto, se asocia con ese olor.
Las impresiones se clasifican a su vez en dos tipos:
- Simples: Percepción de un sonido.
- Complejas: Percepción de un paisaje.
Las impresiones son lo original, lo directo y lo que se ve a simple vista.
La manera en la que combinamos las ideas es en función de las siguientes leyes de asociación:
- Semejanza: Recordar a un viejo amigo por una foto.
- Contigüidad (de tiempo o en el espacio): Comparar lo limpia que está una clase en comparación con el resto.
- Causa y efecto: Deducir que alguien ha tenido un accidente si llega con un brazo roto.
También se diferencian dos tipos de verdades:
- Verdades de razón: (Matemáticas y lógica). Estas se captan intuitivamente. Son verdades eternas, universales, a priori; no necesitamos recurrir a la experiencia para afirmar su certeza.
- Verdades de hecho: Son a posteriori; necesitamos de la experiencia para determinar si son verdaderas o falsas.
Tras las verdades llegamos a las relaciones de causalidad, en las que hay una causa y un efecto. En realidad, se trata de una conexión necesaria entre causa y efecto. Se dice que, conocida la causa, la razón puede deducir el efecto que se producirá y, conocido el efecto, la razón puede remontar a la causa.
Hay tres relaciones que constituyen la idea de causalidad:
- Contigüidad: Mediata o inmediata y es experimentable.
- Prioridad temporal: La causa precede al efecto y es experimentable.
- Conexión necesaria: Es la más importante y es la no experimentable. Dada la causa A, obligatoriamente ocurre el efecto B.
No hay conocimiento si no hay impresión, pero ¿cómo se relacionan?
- La conexión de ideas se basa en la experiencia pasada.
- Solo podemos tener conocimiento cierto del presente y el pasado.
- El conocimiento sobre el futuro se basa en la probabilidad, no en la certeza.
Las ideas provienen de impresiones (son copias):
- Simples: Son copias de impresiones simples, por ejemplo, la nota “do”.
- Complejas: Son copias de las impresiones complejas, por ejemplo, un paisaje.
Metafísica
Hume critica la idea de sustancia (Aristóteles). La idea de sustancia, si no encontramos ninguna impresión correspondiente en la experiencia, se considera falsa. Si eliminamos los accidentes, no hay impresión que corresponda a la idea de sustancia; por tanto, es una idea falsa.
Una vez descartada la idea de sustancia, Hume llega a la conclusión de que los conceptos tradicionales de la metafísica son conceptos vacíos:
- El Mundo: Descartes lo denomina la res extensa y su existencia quedaba garantizada a partir de la demostración de la existencia de Dios, que nunca permitiría que nos engañásemos al contemplar los fenómenos de la naturaleza. Pero Hume no lo acepta. La realidad es que estamos “encerrados” en nuestro mundo de contenidos mentales y no podemos ir más allá de él. Lo que percibimos son nuestras impresiones e ideas; resulta inevitable no poder sustraernos a ellas.
- El Alma (el Yo): Descartes la denomina res cogitans, una sustancia que dotaba de identidad al ser humano frente a la materia. Hume rechaza mantener la creencia en el alma desde el mismo momento en el que critica la idea de sustancia. Si aplicamos el criterio de certeza de Hume, encontramos que no hay ninguna impresión sensible de la que pueda proceder la idea de un yo siempre idéntico a sí mismo; solo a través de la ilusión encontramos un nexo de unión. No hay una impresión constante e inmutable del yo, sin ninguna alteración durante un instante. La memoria permite recordar impresiones pasadas, por lo que tendemos a atribuirlas a un sujeto al adjudicarle las cualidades de continuidad y persistencia. Estos cambios son graduales.
- Dios: Hume critica las demostraciones de la existencia de Dios a través del principio de causalidad. La existencia de Dios para Hume no es demostrable racionalmente. No existe ninguna impresión sensible que corresponda con la idea de sustancia divina, y tampoco es correcto aplicar el principio de causalidad para deducir su existencia.
La metafísica para Hume no ha sido nunca una ciencia, sino un vano deseo de penetrar en lo impenetrable.
Ética
Hume se aleja del racionalismo para explicar que la moral descansa sobre el sentimiento. Para Hume, cuando juzgamos algo como bueno o malo, nos mueve el sentimiento (emotivismo moral).
Para él, la moralidad se relaciona con el deber ser: pretende prescribir lo que debe ser. El paso ilegítimo del ser al deber ser es la falacia naturalista, que iguala lo “bueno” con una propiedad natural.
Una vez eliminada la posibilidad de que la valoración moral dependa de categorías racionales, objetivas y universales, se abre paso al relativismo moral. Hume da por supuesto que la naturaleza del ser humano es común y constante y que los sentimientos provienen de esa naturaleza humana, lo que explica que a todos nos agraden o desagraden los mismos hechos. Esta uniformidad en los sentimientos morales es, en parte, un producto social, fruto de una convención.
Uno de los factores más importantes es la utilidad, que despierta la aprobación moral. Las conductas beneficiosas son interpretadas como buenas por las personas; las conductas perjudiciales no serán aprobadas por la sociedad.
Las pasiones están situadas antes que la razón, y dirigen la voluntad. Las pasiones tranquilas y la razón en ocasiones pueden llegar a confundirse.
Hume le da mucha importancia a la simpatía, es decir, a nuestra tendencia a la empatía con los demás. Según Hume, empatizamos con otros, sean distintos o no a nosotros mismos. Este sentimiento contribuye a la uniformidad en el modo de pensar y sentir de una misma comunidad.
Política
La principal protagonista es la utilidad, base de las leyes y de la organización social. El estudio de la política se basa en el análisis de hechos, que en ocasiones se clasifica junto a otras disciplinas.
También se aleja de principios de justicia abstractos, entendiendo que cada caso es particular.
Por otro lado, es también un pensador político naturalista; no admite la teoría contractualista. Para Hume, no existe un estado de naturaleza previo al social; los individuos poseen una tendencia natural a unirse en sociedades, empezando por la familia.