El Problema del Cambio en la Historia de la Filosofía

El Problema del Cambio

El problema del cambio se reduce a una contradicción entre la razón y lo que el sentido común nos dice. A través de los sentidos podemos observar que las cosas que nos rodean, y nosotros mismos, cambiamos, por lo que ya no somos como antes, incorporamos o perdemos alguna propiedad, entonces somos distintos a lo que éramos. Yo me planteo, ¿qué es cambiar? ¿Hay tiempo porque pasan los cambios o hay cambios porque pasa el tiempo? Pues bien, cambiar es modificar las características; el tiempo es una manera para medir los cambios debido a que el tiempo va siempre avanzando. Para entender en qué condiciones una cosa es idéntica a sí misma recurrimos al principio de identidad, suministrado por la razón, que dice que A=A’ si y solo si conservan todas las propiedades. Esto tiene dos consecuencias: la primera es que al sufrir cambios deja de ser el mismo y, la segunda, es que si un objeto cambia constantemente y se define por sus propiedades, no se puede conocer (escepticismo). El problema aparece cuando queremos compaginar la información de los sentidos con el principio de identidad con el sentido común, que afirma que las cosas siguen siendo las mismas cosas a pesar del cambio porque mantiene algunas características; los objetos tienen unas características muy importantes y otras menos importantes, un objeto dejaría de ser el mismo solo cuando cambiase su característica fundamental (esencia). Lo que los sentidos nos muestran es que las cosas cambian, el principio de identidad afirma que si algo cambia deja de ser lo mismo, y el sentido común afirma que sigue siendo lo mismo a pesar de los cambios; he ahí el problema. Si aplicamos el problema del cambio a las personas tenemos dos respuestas: la primera es el principio de identidad en la que no existe el yo, debido a que cambiamos constantemente; la segunda respuesta es el sentido común que dice que sí que hay un yo, porque conservamos nuestra esencia. Hay distintas posibilidades de encontrar el yo, por ejemplo, en el alma, cuerpo, recuerdos, pasado…

Heráclito y el Flujo Constante

Para solucionar el problema del cambio se plantean dos perspectivas de dos filósofos: Heráclito se basaba en el principio de identidad: el mundo es como nos muestran los sentidos, algo que está en un cambio constante, por eso no es cierto que existen “seres fijos”, no existe la esencia. La consecuencia de este pensamiento es que no existe nada fijo, entonces no se puede definir nada. Ante la imposibilidad de justificar que exista el conocimiento, solo existe una sombra de él: la opinión. Como las propiedades de un objeto no permanecen, no se puede conocer lo que es (escepticismo). La opinión nos dice provisionalmente cómo se comportan o cómo cambian las cosas. Heráclito decía: “Nadie puede bañarse dos veces en el mismo río”; con esa frase quería explicar que todo cambia; el río no es el mismo porque las aguas cambian, no son las mismas que la primera vez. El agua del río representa la vida, no se puede retener, no se puede volver atrás, no se puede cambiar el pasado, no hay manera de entender la vida porque nada es igual. Cratilo decía que ni siquiera puedes bañarte una vez porque uno es el que entra en el agua y otro el que sale, en consecuencia de los cambios.

Parménides y la Ilusión del Cambio

A diferencia de Heráclito, que decía que el principio de identidad es cierto y que, por lo tanto, nada se puede conocer porque todo cambia constantemente, Parménides consideraba el principio de identidad absolutamente cierto pero, las cosas en realidad no cambian; es decir, que no existe el cambio. Las cosas que nos muestran los sentidos es mera ilusión, está demostrado que el ser no cambia porque si a veces los sentidos nos fallan, pueden fallar siempre. Solo podemos fiarnos de la razón. Lo que el mundo nos muestra contradice lo que la razón afirma. Parménides decía: “El ser es y es imposible que no sea, y el no ser no es y es imposible que sea”. A partir de esta frase desarrolla cinco características para demostrar que esa frase está en lo cierto. La primera característica es que el ser es ingénito (no ha nacido), la segunda es que es imperecedero (no ha muerto), por lo tanto, siguiendo estas dos primeras características se deduce que el ser es eterno. Imaginemos que el ser muriera, esto ocurriría en un momento determinado a partir del cual tendría que aparecer el no ser; he aquí el problema porque el no ser no es, y es imposible que sea, por tanto, el ser siempre existe. La tercera característica es que es indivisible, la cuarta, que es único y, la quinta y más importante es que es inmutable (no cambia). Imaginemos que el ser cambia, lo podemos percibir por los sentidos, pero los sentidos son falsos, no existen, solo existe la razón, por lo que los seres no cambian. Que el ser no cambie tiene la ventaja de que puedes conocer el ser, lo que las cosas son, se puede definir por medio de la razón, pero también tiene una desventaja y es que niega lo que dicen los sentidos.

La Teoría de las Ideas de Platón

Platón afirma, de acuerdo con Heráclito, que todo lo que existe en el mundo de los sentidos (mundo sensible) cambia y que, por tanto, sobre ese mundo no hay conocimiento ni verdad, solo opinión. Pero que existe otro mundo distinto del mundo de los sentidos: el mundo de las ideas (esencias) al que tenemos acceso a través de la razón, en el que nada cambia, y en donde se hace posible el conocimiento y la verdad, como decía Parménides. Platón tiene una teoría llamada la teoría de las ideas que afirma que existe un mundo que no vemos con los sentidos, el mundo de las ideas, allí se encuentran unos seres inmutables y universales (ideas) que son los modelos o arquetipos perfectos. Este mundo no es un mundo mental; es decir, las ideas no existen en ninguna mente porque la idea mental que tenemos es distinta, cada uno podemos pensar de diferente manera, y pueden cambiar de un momento a otro. Si fuesen mentales no cumplirían ninguna de las características. Las ideas no pueden estar ni en el tiempo ni en el espacio porque si estuvieran en alguno de esos sitios cambiarían constantemente, por eso, de cierta manera los sentidos son enemigos del conocimiento, ya que solo a través de la razón es posible conocerlo y poder conocer los seres. Platón conoce las ideas a través de un proceso llamado ascetismo (hay que huir de los vicios y placeres y utilizar solo la razón). Por otra parte, los sentidos ayudan al conocimiento, lo que vemos por los sentidos se parece a las ideas. La razón puede recordar lo que las ideas son a través de lo que ve por los sentidos porque las ideas y las cosas se parecen. Platón opinaba que todo lo que podemos tocar y sentir en la naturaleza fluye, todo está hecho con un “molde” eterno, inmutable y universal (ideas). Imaginemos la idea de un caballo, decimos que todos los caballos son iguales en cierto modo porque todos conservan sus características imprescindibles (esencia), pero, ¿de dónde sale la definición de caballo? Según Platón, el concepto de caballo es previo a los caballos, si no existiera el concepto de caballo no sabríamos lo que son. La idea de caballo proviene de la razón que está en el mundo de las ideas, por lo que nos permite tener un conocimiento sobre ellos que nos sirve para entendernos y poder comunicarnos. Si los conceptos fueran distintos para cada persona no nos entenderíamos, por eso, las ideas son el concepto universal que todos podemos llegar a conocer. Sin embargo, Platón crea una contradicción porque dice que los caballos también son diferentes; según él, a la vez que está el mundo de las ideas donde nada cambia, también está el mundo de los sentidos donde nada es igual porque todo cambia. En consecuencia de esta contradicción se originaron varias críticas contra Platón: la primera crítica es que hay conceptos como el de belleza que son difíciles de justificar como algo universal porque la belleza depende del gusto individual, es difícil saber quién está equivocado sobre el concepto de belleza; otra crítica es que no explica muy bien cómo se llegan a conocer las ideas y al final tiene que recurrir a los sentidos que, según él, no nos dicen la verdad, por tanto, existe una contradicción; la siguiente contradicción es que es difícil demostrar que existen ideas si no están ni en el tiempo ni en el espacio, entonces él recurre a elementos propios de la mitología (alma, demiurgo) y, por último, es una crítica que le hizo Aristóteles, que le recriminaba que si se crea un mundo de ideas para explicar los problemas del mundo sensible lo que consigues es tener que explicar también el mundo de las ideas, con lo cual, se duplica el problema.