El ser humano según Platón: Alma, ética y política

La concepción del ser humano en Platón y su teoría del alma: el dualismo antropológico y su concepción ética

El alma en Platón: En la Grecia de los poemas homéricos, el alma es concebida como el soplo (anima) que infunde vida en el cuerpo. Más tarde, llegará a significar un principio independiente que la origina. En Platón se determina con claridad tal separación, estableciéndose un dualismo antropológico al hallar tal entidad, el alma (psiqué), y describirla como una realidad distinta y opuesta al cuerpo. El alma, para él, es el hombre dentro del hombre, nuestro ser auténtico y verdadero; de ahí su desprecio del cuerpo (“el cuerpo es la prisión del alma”) y de los sentidos. El hombre es propiamente su alma. El alma es aquello capaz de moverse a sí mismo. Platón distingue tres fuerzas o funciones:

  1. La primera es la que entiende, denominada comúnmente parte racional o inteligible.
  2. La segunda es la que quiere (voluntad), aquella función en la que anidan el ánimo, el impulso, la fortaleza y el esfuerzo. Es la parte irascible.
  3. La tercera es la que se refiere a tendencias y deseos menos controlados, y la denominamos parte concupiscible.

En el “Mito del carro alado”, el alma es comparada con un carro dirigido por un áuriga que representa a la parte racional, tirado por un caballo blanco y dócil (alma irascible) y por otro negro e indomable (alma concupiscible), que deben ser convenientemente guiados por el áuriga. En un momento dado, el carro pierde el equilibrio y cae a tierra (el alma se encarna en un cuerpo).

Como castigo, olvida aquello que conoce y, para poder liberarse, ha de prestar atención al mundo inteligible (idea tomada del pitagorismo). Se seguirá reencarnando si no se purifica. Si lo hace, consigue su fin: el conocer, una vez que se ha llegado al mundo de las Ideas, al mundo inteligible. Platón considera tres partes del alma:

  1. Intelectual – áuriga – cabeza – control – prudencia.
  2. Irascible – caballo blanco – pecho – voluntad – fortaleza.
  3. Concupiscible – caballo negro – vientre – deseos – moderación.

Solo podemos vivir bien si en nuestra alma gobierna aquello que nos acerca a la verdad y es capaz de orientarnos hacia lo bueno y conveniente. La parte racional ha de conducir el alma porque solo ella es capaz de comprender.

La raíz ético-política del ser humano

Con esta división tripartita del alma, Platón quiere poner de relieve dos aspectos:

  1. La existencia de conflictos internos en el ser humano: la lucha interior entre la razón, las pasiones y los deseos. Cada una de las partes del alma debe desarrollar una virtud o excelencia propia. Así, la virtud propia de la parte racional es la sabiduría o prudencia; de la parte irascible es la valentía; y la de la parte concupiscible es la templanza y la moderación. La armonía del alma es la justicia. Así, el alma justa es aquella en la que cada parte cumple la función que le es propia.
  2. La existencia de diferentes naturalezas o tipos de hombres: la parte racional (la razón), los gobernantes y los guardianes (la parte irascible/voluntad), y la parte concupiscible (apetitos y deseos), el pueblo. Cada una de estas tres clases de hombre desempeñará una función propia y específica en el conjunto de la sociedad.

Platón va a poner el acento en la raíz ético-política del ser humano, fruto de su aplicación del intelectualismo moral socrático.

Ética y política: la doctrina del filósofo-gobernante

La ética platónica: las virtudes

El fin al que tiende el conocimiento verdadero no es una meta y pasiva contemplación de la verdad, sino el lograr que el individuo se exija ser mejor, poseer un alma sana y justa, y para ello es esencial construir una ciudad en la que impere una justicia que ha de ser asimilada por los ciudadanos a través de la educación. El filosofar de Platón parte de las divagaciones socráticas acerca de los conceptos morales. Coincidió con su maestro en el intelectualismo moral y en la preocupación por la observación del alma. Los diálogos de juventud, al centrarse en la búsqueda de la areté (excelencia), realmente solo existe una virtud o excelencia: el conocimiento del Bien y la Justicia. El conocimiento posee primordialmente la posibilidad de alcanzar una vida dichosa y buena.

La justicia como objetivo de la vida de la polis

Aquí se unen el interés por el alma y la aspiración a una ciudad justa. Es necesario que el filósofo, el dialéctico, conozca las Ideas, se implique en la tarea de transformar la sociedad y hacer de la política la verdadera medicina del alma.

Todo el sistema filosófico de Platón converge en la aspiración a conseguir que la justicia se manifieste en la vida de la ciudad, del Estado.

“No hacemos un Estado tratando de que una clase de ciudadanos sea feliz, sino que lo sean todos” República 220c.

Para ello han de cumplirse varios requisitos:

  1. Poseer un conocimiento claro de la justicia: quien no conoce en qué consiste lo justo nunca podrá llevar a cabo nada justo.
  2. Superar la concepción tiránica de la política.
  3. Educar a los ciudadanos y a los políticos.
  4. Esa educación permitirá que el poder sea detentado por los más inteligentes y generosos.

Los asuntos públicos serán dirigidos por aquellos capaces de conocer lo bueno y lo justo, aplicando así el intelectualismo moral socrático a la política.

El Estado ideal: el isomorfismo entre el alma y la ciudad

Platón realizaba una analogía entre el alma individual, las virtudes y la ciudad. Esto es isomorfismo. Tanto el alma como la ciudad han de procurar una organización justa. La justicia consiste en que cada parte o función lleve a cabo la tarea que le es propia. En la ciudad, la misma división que en el alma individual.

  1. Hay un nivel superior, el logos, el conocimiento y la capacidad de comprender. A este nivel han de permanecer los gobernantes (archontes). Son elegidos entre los mejores guardianes y fundan su posición preeminente en la virtud fundamental, el saber (sophía). El gobernante actuará movido por el deseo de la justicia.
  2. El segundo nivel es el de los guardianes, cuya misión es proteger de los enemigos exteriores. Platón es el primer pensador que exige, tanto entre los guardianes como en los gobernantes, una igualdad absoluta entre el hombre y la mujer. La desigualdad existente entre ambos sexos no es cuestión natural, asegura, sino educativa. En los gobernantes, la parte del alma que prevalece es la racional; entre los guardianes es la irascible (Thymos); la virtud del guardián es el valor (andreia).
  3. El pueblo forma el sustrato inferior de la ciudad, dedicados a conseguir el sustento diario. Su misión es económica, ya que alimentan a la totalidad de la ciudad y proporcionan a la totalidad de los ciudadanos los objetos y bienes necesarios para desarrollar una vida estimable. La función del alma que en ellos domina es la concupiscible, que su virtud propia es la templanza o moderación (sophrosyne).

Política y educación: la dialéctica

La política tiene como objetivo organizar y armonizar la vida en sociedad. Solo un Estado en el que cada ciudadano cumpla adecuadamente su función será un Estado justo y armónico. La finalidad fundamental del Estado es hacer feliz al ciudadano: en el mundo griego, no podemos entender la ética sin la política. Platón está convencido de que ha de existir un arte o ciencia propia del político que tenga como finalidad producir la salud del Estado. Para Platón, este arte o ciencia es la filosofía. Los gobernantes deben ser educados en la filosofía. En el pensamiento platónico, la educación (paideia) está al servicio de la política y del bien de la ciudad, y tiene como misión principal formar a individuos sabios y justos. La educación debe encaminar su alma en dirección a lo inteligible hasta ser conducido a la contemplación de las ideas eternas y, finalmente, al conocimiento del Bien en sí, que constituye la meta única del conocimiento y el final del proceso educativo: se entiende así la indisoluble unión que Platón establece entre la educación filosófica y política. La educación es un proceso duro, arduo, costoso, y no exento de obstáculos, pues el cuerpo arrastra al alma hacia el mundo de las cosas materiales y sensibles.

La última etapa de este proceso educativo es la dialéctica, el saber acerca de las ideas y de las relaciones entre las ideas. Resulta imprescindible y muy útil el estudio de matemáticas.

  1. El cultivo de las matemáticas sirve para que el alma se aparte de lo sensible, pues tratan sobre objetos inteligibles e inmateriales.
  2. Son un excelente entrenamiento para la inteligencia y el pensamiento abstracto, que servirá como preparación para alcanzar el conocimiento de las Ideas. Las matemáticas se apoyan en imágenes y figuras sensibles, y se basan en hipótesis no fundamentadas.

Así pues, la educación del filósofo-gobernante se basará primero en el cultivo de las matemáticas, y después en el de la dialéctica (filosofía). El filósofo-gobernante debe gobernar su propia vida y gobernar la sociedad tomando esa idea del bien y contemplándola como guía y modelo. Platón habla de dos caminos de la dialéctica:

  1. La dialéctica ascendente o sinagogé, que asciende desde el mundo material y sensible hasta las ideas, y culmina con la comprensión de la idea del bien.
  2. La dialéctica descendente o diaíeresis, que recorre el camino inverso, es decir, el conocimiento de las ideas hasta la aplicación práctica de ese conocimiento en los asuntos humanos (lo sensible y lo material).

El Estado justo será así un reflejo del orden y la armonía eternos del mundo de las Ideas. Es evidente que lo que mueve al filósofo a la búsqueda de la verdad es un interés práctico (ético y político). Bastará para ello que asuma la responsabilidad de gobernar de acuerdo con unos principios, aunque esto pueda suponer, en ocasiones, sacrificios y renuncias personales, pues en el Estado platónico lo importante no es la felicidad individual o de unos pocos, sino la felicidad colectiva y el bien común.

Conceptos clave en la filosofía de Platón

Alma

Platón, al igual que los pitagóricos, defiende una concepción dualista del hombre: el ser humano se compone de un cuerpo (material y mortal) y un alma (inmaterial e inmortal). Establece una división en tres partes del alma: el alma racional (nous, logos), inmortal, inteligente, de naturaleza “divina” y situada en el cerebro; el alma irascible, fuente de pasiones nobles como la valentía, situada en el pecho e inseparable del cuerpo (por tanto, mortal); el alma concupiscible, fuente de pasiones innobles como la lujuria, situada en el vientre y también mortal. El alma racional es inmortal, divina, semejante a las Ideas, por lo cual puede conocerlas. Además, está sujeta a sucesivas reencarnaciones. En cuanto al cuerpo humano, Platón considera que el cuerpo es un estorbo para el alma, la arrastra con sus pasiones y le impide la contemplación de las Ideas. Por eso, lo mejor que le puede pasar al filósofo es morir, y la filosofía no es sino una “preparación para la muerte”.

Dialéctica

Es el procedimiento por el que el filósofo accede al “mundo inteligible” y conoce cómo las Ideas se encuentran relacionadas entre sí. Las matemáticas emplean un método discursivo descendente: parten de una hipótesis y deducen conclusiones, ayudándose de imágenes visibles (dibujos de figuras geométricas). En cambio, en la dialéctica, las hipótesis son aquello en lo que el dialéctico se apoya para llegar a un principio real. Y para ello no recurre en absoluto a imágenes, sino que parte de una Idea y asciende hasta la Idea suprema (inducción). Ello supone que el mundo de las Ideas se encuentra jerarquizado, y que la Idea suprema es el primer “principio” cuyo conocimiento hace verdaderamente inteligibles las demás Ideas. En la República, esta Idea es la Idea del Bien (la cual es, así, «el sol del mundo inteligible»). Finalmente, el dialéctico emprende el camino inverso: desciende desde la Idea suprema encadenando con ella todas las demás Ideas. De este modo, el dialéctico consigue establecer la comunicación y la trabazón entre las Ideas, adquiriendo una visión del mundo inteligible.

Bien en sí

Frente al relativismo sofista expresado claramente por Protágoras (“el hombre es la medida de todas las cosas”), Platón defiende la existencia de esencias inmateriales y eternas que se corresponden con la Belleza o la Justicia en sí misma. A estas esencias las llamó Ideas. Las Ideas están jerarquizadas de modo que la Idea del Bien es la idea suprema. Dependiendo de ella se encuentran las ideas éticas, estéticas, matemáticas y, finalmente, de las cosas. La Idea del Bien es la causa de todas las ideas y las cosas; de ella depende toda la realidad. En el mito de la caverna, Platón compara la Idea del Bien con el Sol, puesto que del mismo modo que el astro es el origen de la vida en el mundo visible, la Idea del Bien ilumina y da el ser a las demás Ideas en el mundo inteligible. Aquellos que llegan al conocimiento del bien, mediante la dialéctica, llegarán a ser gobernantes ideales.

Librarse de las cadenas

Las cadenas se pueden entender como todo aquello que nos ata e impide descubrir la verdad directamente y no a través de sombras proyectadas. Esas cadenas son representaciones simbólicas y pueden ser los prejuicios establecidos en nuestro pensamiento para no querer llegar a saber la verdad tal cual es, o la ignorancia como freno y pretexto para no llegar al fondo de la verdadera realidad. Si el prisionero pudiera librarse de ellas y descubriera, queriendo conocer la verdad y los objetos reales —en suma, el conocimiento de todas las cosas sin filtros u obstáculos—, sería libre; y conociendo la verdad y la realidad, aunque al principio la luz de la verdad le cegará, no querría, después de conocerla, volver de nuevo a ese mundo de sombras y, en definitiva, de verdades equivocadas.