El Cuerpo y la Mente: Una Relación Compleja
El Cuerpo: Materia Viva
La física y la química muestran que los componentes últimos del cuerpo son los átomos y las moléculas, presentes en todos los cuerpos. Por ello, somos parte de la naturaleza material. El cuerpo humano no es materia inerte, sino materia viva. Como organismo vivo, desarrolla funciones que le permiten subsistir de modo autónomo: alimentarse, reproducirse, etc. Estas funciones tienen diversos grados de complejidad, desde la aparente simplicidad de la célula a la complejidad del sistema nervioso. Vivimos, sentimos y conocemos a través del cuerpo. Es decir, nuestro cuerpo es un instrumento indispensable para poder vivir. La experiencia del propio cuerpo es imprescindible para sentir el mundo y también para sentir a los otros. Vivir el cuerpo permite vivir el mundo.
La Mente y el Cerebro
El ser humano no es solo cuerpo, también tiene lo que denominamos mente. El término mente designa el conjunto de actividades propias de la inteligencia y la afectividad humanas, que procesan la información del mundo exterior y dirigen las funciones vitales. Ha recibido varios nombres, como alma o espíritu. En muchas ocasiones se la ha considerado superior al cuerpo y distinta de él. Actualmente, ninguna discusión acerca de la mente puede sostenerse sin tener en cuenta el cerebro. Este es el órgano más complejo del ser humano y hace posible ejercer las funciones intelectuales, afectivas y motoras de nuestra vida. A comienzos del siglo XX, Santiago Ramón y Cajal estudió la originalidad de las células cerebrales y desde entonces las ciencias del cerebro han progresado mucho. La investigación del cerebro es el objeto de la neurociencia, que analiza cómo se produce el proceso de razonamiento que el cerebro realiza.
El Problema de las Relaciones entre el Cuerpo y la Mente
Las relaciones entre el cuerpo y la mente constituyen un antiguo problema para la filosofía. Actualmente, esta cuestión equivale a analizar la relación existente entre la mente y el cerebro. Este problema se encuentra en el centro de la llamada filosofía de la mente, una reciente disciplina filosófica que tiene en cuenta los avances de las neurociencias. Pueden distinguirse tres grupos de respuestas con distintas variantes:
- Monismo: Desde este punto de vista se afirma que la mente y el cuerpo no son realidades separadas, sino aspectos distintos de una misma realidad. Esta realidad puede ser de tipo material o de tipo mental o espiritual.
- Dualismo: Se remonta a Platón y a Descartes. Esta respuesta establece que la mente y el cerebro son dos realidades diferentes, cada una con sus reglas propias. No es posible reducir la actividad mental a la cerebral. La mente es más valiosa que el cuerpo y la causa de las actividades intelectuales y afectivas humanas. El dualismo psicofísico plantea tres modos de entender esta relación:
- Entre la mente y el cuerpo se da un paralelismo de actuación. Es decir, cada acto físico se corresponde con un acto mental, como afirmaba Leibniz.
- Fisicalismo: Desde este grupo de posturas se sostiene que la actividad mental depende del cerebro y se puede explicar mediante la física. No admite la separación dualista entre mente y cuerpo: ambos mantienen una relación de dependencia.
El Universo del Deseo y la Pasión
El deseo y las pasiones forman parte de la afectividad y de la voluntad e influyen en el conjunto de la actividad humana.
El Deseo como Ausencia y como Fuente de Intranquilidad
El deseo es un movimiento de nuestra actividad psíquica que nos impulsa a alcanzar un objeto que consideramos una fuente de satisfacción. Se deben destacar tres rasgos del deseo:
- Es una falta: El deseo supone querer algo que no se posee.
- Vive en el mundo del exceso: El deseo se encuentra más allá de la necesidad, siempre se dirige a un mundo de posibilidades, a un mundo de exceso. No es extraño que en las sociedades ricas, el universo del deseo sea tan amplio y tenga tantas repercusiones económicas.
- Se basa en el conflicto y provoca intranquilidad: Un deseo muere cuando alcanza su objetivo. Pero cuando un deseo se cumple, surgen deseos nuevos. No basta con comprar un pantalón o una camisa que me apetece; cuando lo he hecho, quiero más.
La Aceptación y el Rechazo del Deseo
En la filosofía podemos distinguir dos posturas acerca del valor del deseo:
- Reconocer el valor del deseo como un aspecto fundamental del ser humano: Esta postura mantiene que el deseo es una realidad esencial, que debe ser tenida en cuenta a pesar de los problemas que plantea.
- Spinoza reconoce abiertamente el valor del deseo y afirma que es el ímpetu de mantenerse en el propio ser.
- Hegel piensa que el deseo es un componente fundamental del individuo y de la sociedad.
- En el siglo XX, Deleuze ha desarrollado una interesante teoría del deseo ampliando las tesis del psicoanálisis de Freud.
- Plantear la necesidad de dominar el deseo como si fuera un elemento negativo: Esta postura mantiene que es necesario combatir el deseo para alcanzar el conocimiento y la felicidad. Esta fue la perspectiva de estoicos y epicúreos. A ellos se une la tradición oriental de la filosofía india y del budismo clásico, que veían en la negación del deseo la única fuente de conocimiento y felicidad.
- El estoicismo piensa que es necesario someter el deseo a la razón.
- El epicureísmo sostiene que lo más importante es fomentar el placer para alcanzar la serenidad.
La Pasión
Es una inclinación o tendencia que no se puede dominar: cuando hay pasión se sufre un estado de dominación y de padecimiento del que a veces no se es consciente. Todos los significados de la pasión convergen en uno: sentirse dominado por algo de un modo incontrolado, que no nos permite ver más allá del objeto de nuestra pasión. Sobre el problema de la relación entre razón y pasión en la filosofía, como en el caso del deseo, se han planteado también dos posturas:
- La razón debe dominar a la pasión: Porque de otro modo, esta se convierte en un impulso que nos domina.
- Sin pasión no hay conocimiento verdadero: Cuando se conoce bien algo es necesario hacerlo con pasión, de modo que nos sintamos motivados y dominados por aquello que hemos conocido.
La Muerte, un Final Siempre Presente
La muerte siempre se encuentra presente como horizonte de la vida humana.
Un Final Siempre Presente: Las Preguntas de la Muerte
Es un hecho biológico que afecta a todos los organismos vivos, pero también un fenómeno cultural y social. La reflexión filosófica sobre la muerte se interroga por los problemas que plantea:
- La muerte es siempre un final y recuerda que la vida humana es limitada y no dura eternamente. Pero también la muerte es un destino cierto para los humanos.
- La muerte nunca puede predecirse (excepto en casos extremos como el suicidio o asesinato), llega siempre pero no se sabe cuándo, por eso es fuente de angustia, muestra que no somos necesarios o indispensables aunque nos gustaría serlo.
- La muerte es un acto personal, nadie puede morir por nosotros y se realiza en la más profunda soledad, aunque un moribundo se encuentre acompañado de sus parientes.
- La muerte es una fuente de interrogantes fundamentales que se pueden resumir en dos: la muerte es el final y la extinción definitiva y completa de nuestra vida, o la muerte es el anuncio de una vida futura.
La Filosofía como Meditación de la Muerte
La filosofía ha reflexionado sobre el sentido de la muerte y ha ofrecido fundamentalmente dos respuestas: la muerte es un asunto de gran importancia que es preciso reflexionar, o no tiene sentido reflexionar sobre la muerte pues es pensar en la vida. Posturas que entienden la muerte como un tema fundamental de la reflexión filosófica:
- Platón: Afirmó que filosofar es lo mismo que aprender a morir. Creía que el alma era inmortal y la sede del conocimiento. Por eso, practicar la filosofía suponía liberarse del mundo sensible y alcanzar la eternidad.
- Los estoicos: Pensaron que la vida era un simple préstamo de los dioses y que debíamos vivir cada día como si fuera el último de nuestra existencia, por ello la meditación de la muerte es en realidad una invitación para alcanzar la tranquilidad máxima.
- Montaigne: Retomó la tesis de Platón y afirmó que la filosofía es en realidad una meditación sobre la muerte; cuando hemos logrado conocer algunos rasgos, nos aparece un sueño y podemos vivir con tranquilidad.
- Heidegger: Pensaba que el ser humano es el único que tiene conciencia de que va a morir; enfrentarse a ello le permite asumir proyectos radicales que puedan calificar el conjunto de la vida.
- Unamuno: Pensaba que todo ser humano desea la inmortalidad y ello lleva a desarrollar un sentimiento trágico de la vida, ya que desear la inmortalidad sabiendo que se debe morir es una paradoja imposible.
La Muerte: un Problema Inútil
Frente a las posturas anteriores, algunos filósofos han insistido en la idea de que pensar sobre la muerte no debe ocupar nuestros esfuerzos:
- Epicuro: Creía en la realidad material y en la experiencia sensible. La muerte ocurre siempre pero no podemos experimentarla. Cuando se produce la muerte, nosotros ya no existimos y por eso la filosofía debe ayudar a eliminar el pensamiento de la muerte como fuente de turbación y angustia.
- Spinoza: Afirmó que la filosofía debía ser siempre una meditación sobre la vida. La muerte es inevitable pero pensar sobre ella es inútil.
- Sartre: Pensaba que la muerte no es, en realidad, una propiedad personal que muere; cuando se produce la muerte yo no soy ya nada porque he terminado mi existencia; en cambio, la muerte permite a otros que me juzguen y que formen una opinión sobre mí.