David Hume: Una Crítica Empírica a la Metafísica
Contexto Histórico
David Hume (1711-1776), nacido en Edimburgo, Escocia, inicialmente se dedicó al comercio antes de volcarse a las letras y la filosofía. Estudió en la universidad, donde mostró especial interés por la lógica y la botánica aristotélicas. Su traslado a Francia, donde el racionalismo imperaba, marcó el inicio de su obra maestra, el Tratado de la naturaleza humana. A pesar del fracaso inicial de su publicación en Londres, su renombre creció, aunque sus escritos fueron considerados subversivos y heréticos contra la religión y la moral de la iglesia. Tras repetidos intentos fallidos de obtener una cátedra universitaria, se retiró a su Escocia natal en 1769, donde permaneció hasta su muerte.
Hume es el máximo exponente del empirismo, movimiento filosófico con raíces en la Revolución inglesa de 1688 y el auge de las libertades políticas, religiosas y económicas. En este contexto, Inglaterra se convirtió en una potencia comercial capitalista, y su sistema político parlamentario se erigió como modelo a seguir. El siglo XVIII, conocido como el Siglo de las Luces o la Ilustración, presenció una crítica a los pilares del Antiguo Régimen. Con una confianza plena en la razón, Hume aplicó el método físico de Newton al estudio de la naturaleza humana, desarrollando una nueva teoría del conocimiento que contrastaba con el racionalismo cartesiano. Esta teoría, centrada en la experiencia como origen y límite del conocimiento, representó una ruptura radical con la metafísica tradicional platónico-aristotélica y la filosofía moderna. Hume propuso que, al igual que en el universo newtoniano, las ideas se atraen entre sí, explicando así el proceso del conocimiento.
El escepticismo de Hume lo llevó a analizar cada fenómeno de forma aislada, particular, sin considerar lo universal o necesario. Para él, la realidad se reducía a meras percepciones, un fenomenismo que, en última instancia, “vacía a la filosofía de sus contenidos”.
Teoría del Conocimiento
Mientras Descartes, figura del racionalismo, subordinaba los datos sensoriales al conocimiento racional, Hume afirmaba que todo conocimiento proviene de la experiencia. Para Descartes, la experiencia carecía de valor sin el orden y método riguroso de la razón (duda metódica, reglas), que conducían a ideas claras y verdaderas. La idea cartesiana era un acto mental, independiente de lo que representa. Descartes admitía el innatismo de tres ideas (yo, Dios y el mundo), explicando la realidad exterior a través de los atributos res cogitans (pensamiento) y res extensa (extensión), junto con el movimiento y sus modos o accidentes.
Para Hume, la razón no poseía independencia, y todo el material mental se componía de impresiones e ideas derivadas de los sentidos. A diferencia de la concepción cartesiana, la idea humeana era una copia de la impresión sensible, sin entidad propia. El pensamiento, según Hume, se basaba en imágenes mentales derivadas de impresiones, sin contacto directo entre la mente y los objetos. El conocimiento, entonces, se dividía en:
- Relaciones entre ideas: Deducciones demostrativas, evidentes, necesarias y siempre ciertas, con la geometría, álgebra y aritmética como modelos. Ejemplo: el todo es mayor que la parte.
- Relaciones de hechos: La mayor parte de la realidad, no necesarias, deducidas mediante razonamientos probables basados en la relación causa-efecto, que Hume negaba. Ejemplo: el choque de bolas de billar.
Hume clasificaba las impresiones en simples y complejas, distinguiendo entre impresiones de sensación (experiencia externa) e impresiones de reflexión (experiencia interna). Las ideas simples provenían de impresiones simples, y las complejas, de la asociación de las simples. La imaginación jugaba un papel crucial, ya que ideas complejas como la causalidad carecían de fundamento empírico.
Hume no veía la necesidad de justificar la inducción dada la importancia de la experiencia. Distinguía entre razón empírica (basada en la experiencia) y razón deductiva (del racionalismo continental). Aceptaba la deducción fundamentada en la experiencia, pero rechazaba el ideal deductivo desligado de la misma.
La Idea de Sustancia
Descartes definía la sustancia como aquello que tiene en sí mismo la causa de su existencia, distinguiendo entre la sustancia absoluta (Dios) y las sustancias finitas (res cogitans y res extensa), independientes entre sí. Las sustancias poseían atributos y modos, rasgos dependientes de la sustancia como fundamento incondicionado. Este dualismo se extendía al hombre, unión accidental de pensamiento (alma) y extensión (cuerpo). El cuerpo se justificaba por el movimiento y su composición material, mientras que el alma poseía entendimiento, voluntad y libertad.
Hume criticaba y eliminaba el concepto de sustancia como idea innata, argumentando que no provenía de ninguna impresión. Solo percibimos cualidades de los objetos, no su “sustancia”. La costumbre, según Hume, era la base de esta creencia.
Al igual que con la sustancia material, Hume negaba la existencia del alma como sustancia, ya que no tenemos impresiones de ella. El alma no era un objeto definido conocible mediante impresiones, ni una sustancia donde residieran las percepciones.
Dios
Para Descartes, Dios era una idea innata, puente entre el yo y el mundo. Su existencia se defendía con argumentos ontológicos (la idea implica la existencia) y causales (Dios como causa de las sustancias finitas). Descartes admitía una religión natural limitada por la razón.
Hume negaba la existencia de Dios por falta de impresión. Rechazaba la religión natural y el deísmo, argumentando que la religión se originaba en los sentimientos (temor, dudas, ignorancia), no en la razón. Proponía una historia natural de la religión basada en la utilidad social (paz, buenas obras, esperanza de otra vida), mostrando su escepticismo y agnosticismo religioso.
Ética
Descartes defendía el control de las pasiones (involuntarias, inmediatas, irracionales) por parte de la razón, que proporcionaba el criterio para distinguir entre el bien y el mal. La voluntad, libre por naturaleza, permitía elegir lo propuesto por la razón como bueno y verdadero.
Hume, en su búsqueda de una ciencia del hombre, negaba el papel de la razón en la ética cartesiana. El conocimiento, ya fuera de ideas o hechos, no determinaba la acción. Los juicios morales se basaban en el sentimiento de aprobación o reprobación, no en la razón, dando lugar al emotivismo moral. Hume recuperaba la conciencia y el yo sobre bases emocionales, argumentando que la voluntad estaba ligada a las pasiones, impresiones derivadas de los hechos.