Evolución de la Idea del Mundo Verdadero: De Platón a Nietzsche

El Nacimiento del Mundo Verdadero en Platón

Párrafo 1. El primer momento o etapa de esta historia es el momento inaugural de la filosofía occidental. El acontecimiento es la invención del “mundo-verdadero”, es decir: el desdoblamiento del mundo. El autor de esta invención: Platón. El mundo de las ideas platónicas se configura como un lugar accesible a través de un proceso de formación moral e intelectual del filósofo, paradigma de sabio, piadoso y virtuoso. El mundo de las ideas, el mundo “verdadero”, es el objeto del conocimiento en el que consiste la virtud. A través de la dialéctica, la mente del filósofo va apropiándose poco a poco de “porciones” cada vez mayores del mundo de las ideas hasta alcanzar la Idea del Bien. En ese momento, el mundo verdadero está contenido en la mente del filósofo, que se convierte en el lugar de la verdad. Por eso dice Nietzsche que él es ese mundo y que el platonismo es la transcripción de la tesis “yo, Platón, soy la verdad”.

La Transformación Cristiana del Mundo Verdadero

Párrafo 2. Con el cristianismo, la fábula del mundo verdadero entra en una segunda etapa, lo cual supone un cambio de la Idea (e incluso un progreso, dice Nietzsche). Este cambio es doble:

  • Por un lado, el mundo verdadero se declara inasequible en esta vida, si bien se le hace objeto de una promesa para la otra vida. La desvalorización de esta vida es aún mayor que en la etapa anterior (quizá por eso dice irónicamente que la Idea experimenta un progreso). Sólo en la otra vida, la mente del sabio, del virtuoso, se unirá al fundamento del ser y del valor, se unirá a Dios.
  • Por otro lado, cambia la forma en que la fábula dota de sentido y de valor a la vida de quien cree en ella, a la vida del filósofo, del que aspira a la sabiduría. En Platón, esto se hacía de un modo relativamente simple y convincente: el filósofo se decía a sí mismo: “llega a ser lo que eres”, es decir, “da cumplimiento, perfección, a tu naturaleza como ser racional, conviértete en el lugar de la verdad”. En cambio, en el cristianismo, se dice: “reconoce la culpabilidad, la pecaminosidad de tu existencia y paga tu culpa, expía tu pecado, destruyendo tu naturaleza, como condición para llegar a ser lo que no eres”. El cristianismo dota de sentido la existencia del hombre alimentando su esperanza, pero a condición de sumir al hombre previamente en la desesperación acerca de su capacidad para alcanzar la verdad. (La observación entre paréntesis acerca del progreso de la Idea es realmente enigmática, sobre todo, cuando dice que la Idea “se convierte en una mujer”. El encanto de la mujer, tal como Nietzsche lo explica en un aforismo de La Gaya Ciencia, deriva de su incomprensibilidad y ésta, a su vez, de su capacidad para mantener la distancia frente al amante que la contempla sin poder estar nunca seguro de merecerla, de ser digno de ella. Quizá esta sea la clave, pues también la idea en el cristianismo (es decir, Dios) se define por su incomprensibilidad y su distancia, que generan en el hombre la misma incertidumbre acerca de su dignidad para recibir la Gracia.)

La Sublimación Kantiana del Mundo Verdadero

Párrafo 3. La tercera etapa en esta historia la representa la filosofía kantiana. Aquí la capacidad de la fábula del mundo verdadero para dotar de sentido a la existencia humana se ve reducida, pierde vigor, puesto que se declara que el mundo verdadero no sólo es inasequible, sino también imprometible. Frente a Platón, Kant niega la capacidad de la razón para conocer el ser en sí de las cosas (noúmeno). En este sentido, es un escéptico. Pero, con respecto al cristianismo, Kant lleva a cabo una curiosa operación: en sus manos, el Dios de la teología cristiana deja de ser el objeto cuya existencia real y demostrable garantiza la credibilidad de la promesa de salvación, para convertirse en un objeto meramente pensado como postulado (indemostrable) de la razón práctica, en el contenido de una mera creencia necesaria para evitar la contradicción entre la búsqueda de la virtud y el logro de la felicidad. Ninguna de las dos se realizará nunca plenamente, pero el pensamiento de la posible realización de la virtud y de su posible reconciliación con la felicidad sirve de consuelo. En el fondo, dice Nietzsche, es “el mismo sol”, es decir, la misma manera de dotar de sentido y de valor a la existencia humana a base de contraponer el mundo aparente en el que se desarrolla esa existencia a un mundo ideal, que conserva los caracteres del mundo verdadero, pero en un plano inalcanzable. Por eso dice Nietzsche que se trata de la Idea sublimizada, es decir, conservada mediante un rodeo, pero situada no en el plano de lo real, sino en el plano de lo ideal. A partir de aquí, comienza el proceso de eliminación de la idea del mundo verdadero, el proceso de reconocimiento de la fábula como tal. Veámoslo brevemente:

El Despertar Positivista y la Fábula del Mundo Verdadero

Párrafo 4. La cuarta etapa en la historia de cómo el mundo verdadero acabó convirtiéndose en una fábula consiste en una transformación ideológica, por la cual el ideal inalcanzable de la etapa anterior (kantiana, ilustrada) pierde su capacidad para dotar de sentido y de valor a la existencia humana. Nietzsche vincula esta transformación a la corriente ideológica dominante en el siglo XIX: al Positivismo, en el que ve el principio (sólo el principio) del despertar de la razón de su sueño “idealista”. El positivismo expresa la necesidad de reducir el uso de la razón a la realización de metas alcanzables, asequibles de hecho: el conocimiento científico-positivo y el control de los fenómenos naturales, por un lado, y el aumento del bienestar y el confort de la vida por otro.